Traducido por Eva Calleja y revisado por Miguel Montes Bajo
Una de las campañas por los derechos humanos más notables de los últimos años ha sido silenciada en gran parte por los medios de información dominantes en Gran Bretaña. Durante los años 80, Hissène Habré, que llegó al poder en el Chad gracias a un golpe de estado apoyado por la CIA en 1982, fue responsable de «crímenes contra la humanidad» y «tortura» en su país antes de ser depuesto en otro golpe de estado en 1990. En un raro caso de cobertura informativa, el 21 de mayo de 1992 The Guardian incluyó cuatro párrafos cortos informando de cómo se estimaba que unas 40.000 personas habían muerto mientras estaban detenidas o habían sido ejecutadas durante la tiranía de Habré. Un informe del ministerio de justicia concluía que Habré había cometido genocidio contra la población del Chad.
Ahora Senegal, donde Habré vive en el exilio, ha respondido finalmente a una apelación de la Unión Africana para juzgar al ex dictador del Chad. Se le acusa de 40.000 crímenes políticos y 200.000 casos de tortura durante los ocho años que estuvo en el poder. En un informe reciente, Human Rights Watch afirmó que Habré es responsable de miles de crímenes políticos, torturas, «desapariciones» y arrestos arbitrarios. Además, el régimen generó 80.000 huérfanos y más de 30.000 viudas.
Desde 1990 varios grupos pro derechos humanos han intentado que Habré fuese acusado de crímenes contra la humanidad. Por ejemplo, hace seis años, en un caso inspirado en el que hubo contra el general chileno Augusto Pinochet, varias organizaciones pro derechos humanos, dirigidas por Human Rights Watch, entablaron un pleito contra Habré en Senegal. Exponían que podía ser juzgado en cualquier lugar por crímenes contra la humanidad y que los antiguos jefes de estado no eran inmunes. Sin embargo, el 21 de marzo de 2001, el Tribunal de Casación de Senegal desestimó el caso. Y por eso los activistas pro derechos humanos volvieron su atención a Bélgica donde vivía una de las victimas de tortura de Habré.
Después de que Bélgica recibiese amenazas de EE.UU. en junio 2003 de que corría el riesgo de perder su situación como sede central de la OTAN, una ley histórica de 1993, que permitía a las victimas presentar demandas en Bélgica por atrocidades cometidas en otro país, fue revocada. Sin embargo, una nueva ley adoptada en agosto de 2003, tomaba precauciones especiales para la continuación del caso contra Habré, para alegría de los activistas pro derechos humanos. Ahora, la intervención de Senegal por fin parece haber llevado a Habré ante los tribunales.
Estos fueron unos sucesos extraordinarios pero todos ellos fueron escondidos tras el muro virtual de silencio de los medios de comunicación dominantes británicos. También escondida está la gran guerra secreta que mantuvieron EE.UU. y Gran Bretaña desde bases en el Chad contra Libia. La participación británica en un plan para asesinar al líder libio Coronel Muhammar Gadafi en 1996, tal y como sostiene el oficial disidente del M15 David Shayler, se presentó como un suceso aislado. Sin embargo, se entiende mejor si la consideramos como parte de una amplia y duradera serie de estrategias (ahora abandonadas) de los servicios secretos de EE.UU. y Gran Bretaña para derrocar a Gadafi.
Poco después de llegar al poder mediante un golpe de estado en 1969 que derrocó al rey Idris, Gadafi (que, curiosamente, había asistido a un curso de entrenamiento militar en Inglaterra en 1966) se convirtió en el objetivo de las operaciones encubiertas de franceses, norteamericanos, israelíes y británicos. Stephen Dorril, en su historia fundamental del M16, recoge cómo en 1971, un plan británico para invadir el país, liberar a prisioneros políticos y restaurar la monarquía terminó en un vergonzoso fracaso. Nueve años después, el jefe del servicio secreto francés, Alain de Gaigneronde de Marolles, dimitió después de que un plan dirigido por los franceses terminara en desastre cuando una rebelión del ejército libio en Tobruk se contuvo rápidamente.
Más tarde, en 1982, lejos de la mirada de los medios, Habré, con el apoyo de la CIA y del ejército francés, derrocó al gobierno de Goukouni Wedeye. Bob Woodward (famoso por Watergate), en su historia semioficial de la CIA, revela que la operación encubierta del Chad fue la primera que llevó a cabo el nuevo director de la CIA William Casey, y que, a lo largo de toda la década, Libia estuvo a la par con la Unión Soviética como bestia negra de la Casa Blanca. Un informe de Amnistía Internacional, «Chad: El Legado de Habré», recoge que el dictador obtuvo un gran apoyo militar y financiero por parte del Congreso de EE.UU. Añade: «Ninguno de los documentos presentados al Congreso y consultado por AI que cubren el periodo de 1984 a 1989 hace ninguna referencia a violaciones de derechos humanos.»
Los documentos oficiales de EE.UU. indican que los fondos para la guerra encubierta contra Libia desde el Chad también provenían de Arabia Saudita, Egipto, Marruecos, Israel e Irak. Los sauditas, por ejemplo, entregaron 7 millones de dólares a un grupo de la oposición, el Frente Nacional para la Salvación de Libia (también respaldado por la inteligencia francesa y la CIA). Sin embargo, un plan para asesinar a Gadafi y hacerse con el poder el 8 de mayo de 1984 fue abortado. Al año siguiente, los EE.UU. pidieron a Egipto que invadiera Libia y derrocara a Gadafi pero el presidente Mubarak se negó. Para finales de 1985, el Washington Post había descubierto el plan después de que líderes del congreso que se oponían a él escribieran protestas al presidente Reagan.
Frustrados sus intentos encubiertos para derrocar a Gadafi, la estrategia del gobierno de EE.UU. cambió de repente. Durante once minutos a primera hora de la mañana del 14 de abril de 1986, treinta bombarderos de las fuerzas aéreas y de la marina atacaron Trípoli y Bengahzi en un asalto denominado «Cañón El Dorado». La prensa británica y norteamericana estaba en éxtasis. Sin embargo, el principal objetivo del ataque era matar al presidente libio, apodado «perro loco» por Reagan. La primera bomba lanzada en Trípoli cayó en la casa de Gadafi matando a Hana, su hija adoptada de 15 meses, mientras que sus otros ocho hijos y su mujer Safiya fueron ingresados en un hospital, algunos de ellos con heridas graves. El presidente escapó ileso.
Después del asalto de 1986, la información sobre las acciones militares de EE.UU. contra Libia desapareció de los medios de comunicación. Pero lejos de la mirada de los medios, la CIA lanzó su plan más extensivo hasta la fecha para provocar un golpe contra Gadafi. Se reclutó un ejército secreto de entre los muchos libios capturados en enfrentamientos en la frontera con el Chad durante los años 80. Y como cada vez el M16 estaba más preocupado porque Gadafi estaba intentando desarrollar armas químicas, Gran Bretaña financio a varios grupos de oposición en Libia.
Entonces, en 1990, con la crisis del Golfo desarrollándose, las tropas francesas ayudaron a derrocar a Habré en una operación secreta e instalaron a Idriss Déby como nuevo presidente del Chad. El gobierno francés se había cansado de las políticas genocidas de Habré mientras que el gobierno de George Bush padre decidió no frustrar a Francia a cambio de su cooperación en el ataque a Irak. Sin embargo, bajo mandato de Déby, los abusos a los derechos civiles por parte del gobierno han continuado.
Recientemente, las relaciones entre EE.UU., Gran Bretaña y Libia se han distendido, con Gadafi comprometiéndose a apoyar la «guerra contra el terrorismo» y acordando pagar compensación a las victimas del vuelo 103 de Lockerbie bombardeado en 1988, por el que un agente de la inteligencia libia fue encarcelado. Pero significativamente, en su juicio en noviembre del 2003, a David Shayler se le negó el derecho (bajo la Convención Europea de Derechos Humanos) a hablar sobre el plan contra Gadafi de 1996. Puesto que es obvio que existen numerosos secretos sombríos de los años de la guerra sucia que esconder, dicha decisión del juez debe de haber sido un gran alivio para el gobierno.
Actualmente tropas de EE.UU. están llegando a varios países africanos, incluido el Chad, ya que el Pentágono está avisando de que la región corre el riesgo de convertirse en un campo de reclutamiento para Al-Qaeda. Además, las reservas de petróleo en el norte y en el oeste de África están llamando cada vez más la atención de EE.UU. El oeste de África suministra a EE.UU. el 15% de su petróleo mientras que el Consejo de Inteligencia Nacional de EE.UU. estima que la cifra crecerá a un 25% para el 2015. El oleoducto de 650 millas valorado en 2,8 miles de millones de libras entre el Chad y Camerún, terminado en 2002, supuso el mayor proyecto de desarrollo en África. Sin embargo ha sido criticado por dañar los intereses de los pobres, la gente a la que se suponía iba a ayudar.
El Banco Mundial admitió que el gobierno del Chad ha gastado los primeros 10 millones de libras del dinero que recibió del consorcio en armas para sus fuerzas de seguridad en vez de utilizarlo en proyectos de educación y desarrollo para lo que estaban destinados. Y, sin embargo, en Gran Bretaña, estos sucesos extraordinarios son en su mayoría recibidos con silencio.
* Richard Keeble es un autor y profesor de periodismo de la Universidad de Lincoln, Inglaterra. Este comentario apareció por primera vez en Fifth Estate Online, un periódico internacional de crítica radical a los medios. www.fifth-estate-online.co.uk