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La familia tradicional constituye la unidad básica de producción y consumo

Africa y la familia

Fuentes: Prensa Latina

Aunque es imposible establecer una estructura familiar única entre las gran diversidad que puede encontrarse en el Africa subsahariana, hay algunas características de tipo general: el concepto se refiere a una unidad de parentesco más amplia que la familia nuclear; este es el de familia extensa, que agrupa dentro de un mismo recinto a varias […]

Aunque es imposible establecer una estructura familiar única entre las gran diversidad que puede encontrarse en el Africa subsahariana, hay algunas características de tipo general: el concepto se refiere a una unidad de parentesco más amplia que la familia nuclear; este es el de familia extensa, que agrupa dentro de un mismo recinto a varias generaciones incluyendo niños, hijos casados, y a menudo hermanos y sus esposas.

 

También madres viudas, hermanas que dejaron a sus esposos y retornaron a su linaje natal, y una variedad de parientes jóvenes y hermanas patrilineales. Un hombre rico habitualmente tiene muchos dependientes, que no son sus propios hijos, viviendo en su recinto habitacional.

 

Se habla en esos casos de una relación de parentela o de adopción, y las personas incluidas en esta categoría tienen los mismos derechos y obligaciones que los familiares unidos por lazos biológicos.

 

Las distintas unidades familiares se agrupan en una comunidad, a cargo de un jefe al que reconocen respeto y lealtad. Este jefe es cabeza de linaje y el título corresponde habitualmente al miembro más antiguo del grupo patrilineal.

 

Los miembros de cada familia tienen acceso a casas separadas de acuerdo con su grupo de edad, sexo y estado marital. Las habitaciones comprenden por lo general graneros y cocinas propios. Los acomodos residenciales varían de un grupo étnico al otro.

 

Entre los Ga, en el sur de Ghana, hombres y mujeres viven en residencias individuales y separadas; hay recintos para los hombres y recintos para las mujeres. Sin embargo, todos comen de una olla común.

 

La comida es cocinada en una casa y luego se divide y come en las diferentes viviendas. Este sistema implica que los padres dificilmente tienen algún contacto con sus hijos, que son educados por los parientes.

 

La separación residencial de las esposas se asocia con un control separado del ingreso y de los bienes, y con una distancia psicológica y social entre marido y mujer, acompañada de falta de intimidad.

 

En cuanto al sistema de herencia, las niñas heredan los bienes de la madre y los niños los del padre. Se asume que el padre debe contribuir a la manutención de mujeres e hijos y ejerce su autoridad tanto sobre ellos como sobre los otros miembros del grupo de parentesco. Estos patrones de separación conyugal aún existen en cierta medida.

 

En todo el país, cerca de un cuarto de las parejas rurales y dos quintos de las urbanas viven separadas. Las mujeres Ga tienen una reputación de autonomía e independencia que se refleja tanto en su organización doméstica como en su espíritu empresarial.

 

El principio organizacional básico de la vida familiar tradicional está dado por los lazos de parentesco. Los matrimonios, generalmente poligámicos, son vistos como una unión entre dos grupos de parentesco, más que entre dos individuos, y son arreglados por un miembro de la familia de sexo masculino cuando la mujer es muy joven, y a veces, cuando todavía no ha nacido.

 

Esto hace, del matrimonio, más una unión comercial que emocional, en el que la dote matrimonial juega un papel importante. Mediante ésta el esposo entrega ciertos bienes a la familia de la novia. Mientras más alta la dote, mayor es el prestigio de la mujer.

 

La transacción le confiere a la mujer una posición social reconocida y la obliga a prestar al hombre diversos servicios. Si el hombre no provee la dote acordada, sufre una fuerte sanción social, práctica que en algunas sociedades se mantiene hasta nuestros días.

 

Con respecto al grupo de parentesco natal, la identidad de la mujer es inalienable. Aún en las sociedades patrilineales, en las que la mujer vive con la familia del marido, ésta mantiene los vínculos con su familia de origen, puede participar en sus ceremonias rituales y regresar a su familia si se divorcia.

 

La poligamia asegura que todas las mujeres en edad matrimonial tengan un esposo y maximizan la tasa de natalidad en una sociedad donde el número cuenta antes que nada, en la batalla por la supervivencia de la familia, del clan o de la tribu, en situaciones a menudo violentas.

 

El poder comercial y político del jefe de familia se ve incrementado por el hecho de tener muchos hijos de diversas mujeres, ya que esto le permite extender las alianzas matrimoniales a un mayor número de familias. La poligamia se convierte así en un instrumento para extender el área de comercio e intercambio, y también las zonas por las cuales un hombre puede transitar con seguridad en período de guerra.

 

Aún hoy, un anciano que tiene muchos hijos y parientes fornidos puede imponerse más en una reunión, en su aldea, que un hombre no tan bien rodeado.

 

En Africa del Este y Africa del Sur, la poligamia da lugar a un contingente de jóvenes guerreros a los cuales se impone la soltería hasta que el jefe los autorice a casarse. Esto es muy importante en sociedades tales como la Zulú, donde organizan a sus jóvenes en brigadas.

 

El jefe de familia tiene asimismo control sobre los recursos productivos, especialmente la tierra, la fuerza de trabajo y en algunos casos sobre la producción agrícola, y asegura el cumplimiento de los lazos de reciprocidad.

 

Entre los Mandinga, habitantes de las sabanas de Africa del Oeste, la antigüedad en el sistema de patrilineaje constituye el medio más común de acceder al poder y de controlar la distribución de recursos. Es el jefe quien organiza el trabajo de todos los miembros de la familia en los grandes terrenos comunales donde se cultivan los cereales destinados a la subsistencia, que son básicamente el sorgo y el mijo.

 

Llegado el momento de la cosecha, el jefe almacena los cereales en el granero familiar y está a cargo de las reservas para alimentar al grupo familiar a lo largo del año. Cada día proporciona grano del granero familiar a las mujeres miembros de su hogar y estas preparan una comida que es consumida por la familia extensa.

 

Aunque hombres y mujeres adultos deben contribuir con una cierta cantidad de trabajo en los campos comunales, éstos cuentan además con sus campos individuales.

 

Yernos, provenientes de diferentes hogares, proporcionan asimismo fuerza de trabajo en pago de la dote y en la alta estación la mano de obra adicional se obtiene de los «grupos de edad» o fraternidades y de los grupos de mujeres.

 

Como estas últimas provienen de diferentes aldeas y su trabajo se remunera con comida, este sistema de trabajo-inter-aldeas contribuye a redistribuir alimento y trabajo, y a extender los lazos de reciprocidad.

 

Los hogares grandes, que cuentan con un gran número de adultos activos, se ven menos golpeados por la enfermedad o incapacidad de trabajo de alguno de sus miembros y tienen menos probabilidades de verse afectados por las exigencias de la agricultura de sabana.

 

Por otra parte, la reciprocidad entre hogares minimiza los riesgos de toda la aldea durante los períodos malos y aunque ninguno de los hogares se enriquece durante los buenos años, debido a su obligación de proporcionar grano a otros, los más pobres sufren significativamente menos durante las épocas de privación.

 

Los jefes de linaje, a su vez, controlan su familia extensa mediante el manejo de los recursos estratégicos. Los hombres más jóvenes, si bien no tienen poder, se benefician de las redes de solidaridad en la medida en que estas les proporcionan esposas, tierra para cultivar y alimentos.

 

Sin embargo, no todas las familias tradicionales siguen patrones organizacionales semejantes. Por ejemplo, los Basa, que habitan la foresta Camerunesa entre Yaundé y Douala, constan de unidades familiares pequeñas, muy semejantes a la familia nuclear.

 

Cada mujer y sus hijos gozan de cierto nivel de autonomía dentro del hogar desde el momento en que la mujer produce sus propios cultivos en campos de su pertenencia y controla su producto. Es ella quien cocina cada día para sí misma y para sus hijos, y el marido come por turnos con las diferentes esposas.

 

El hombre cabeza de familia no tiene el mismo poder que su homólogo en las comunidades Mandinga, pero actúa como elemento unificador sobre las unidades agrícolas centradas en las mujeres. Sus actividades consisten en desbrozar los campos y proveer tierra a sus esposas, y le corresponde asimismo complementar la dieta con productos de caza.

 

A diferencia de la agricultura de sabana, que requiere de la cooperación entre familias, el sistema agrícola de los Basa cuenta con lluvias regulares y abundantes.

 

Estas condiciones ecológicas favorecen más la agricultura itinerante extensa y el individualismo, lo que se evidencia en sus asentamientos dispersos y en los escasos vínculos establecidos entre familias.

 

*Dolores Koening es una reconocida investigadora sobre este tema y autora del libro La estructura familiar en Africa.