Traducido para Rebelión por Caty R.
Somalia está inmersa en una guerra civil que dura desde hace 17 años y más del 35% de su población sobrevive en la miseria. Esto explica que el país sea la guarida de los piratas que surcan el Mar Rojo.
Una zona sin ley y sin Estado… Eso es Somalia, en pocas palabras. Este país, preso en una guerra civil desde hace 17 años, está considerado como el más pobre del Cuerno de África. Las cifras son terribles: 30.000 muertos, 750.000 desplazados y el 43% de la población dependiente de la ayuda internacional. La «somalización» es un viejo término político que pretende designar a los países en estado de disociación.
De mal en peor. En los últimos meses el país se ha convertido en el punto caliente de la piratería mundial. Una piratería que para varios analistas, no es más que el resultado de una Somalia totalmente en quiebra.
Actualmente todo el mundo habla de la necesidad de ayudara este país a resolver sus problemas como primera etapa de la lucha contra la piratería que tiene lugar a lo largo de sus costas. Un interés de conveniencia después de un largo período de abandono. Somalia es, desde hace decenios, la olvidada de la comunidad internacional y de la árabe, que la han dejado sola frente a su sombrío destino. Y eso a pesar de las estimaciones que dicen que la crisis somalí es peor que la de Darfur, que goza de una amplia preocupación internacional.
De hecho, todo comenzó en 1991, año que marcó el derrumbamiento súbito del régimen dictatorial de Siad Barré. Desde esa fecha Somalia está sin gobierno central hundida en un caos político, económico y social. Así, el país está sometido a una cadena de conflictos tribales que lo han dividido convirtiéndolo en un puzzle de territorios dominados por clanes. La situación está fuera de control.
En 1993, bajo el mandato de Bush padre, Estados Unidos, que trató de intervenir con la pretensión de instaurar el orden en el país promoviendo la operación «Restore Hope» (Devolver la esperanza) bajo los auspicios de la ONU, huyó aterrorizado tras una atroz masacre cometida contra sus soldados. Y fue en 2004, después de una decena de intentos de resolución de la guerra civil, cuando las negociaciones de paz condujeron a la puesta en marcha de un gobierno de transición. Pero ese gobierno provisional, que dirigía Somalia desde Addis Abeba (Etiopía, N. de T.), no fue más que una ficción. Las milicias tribales armadas, con los Tribunales Islámicos a la cabeza, tomaron el control de casi todo el país. En junio de 2006 esta agrupación tomó el control de Mogadiscio con el apoyo económico y material de numerosas empresas de la capital. Los islamistas contaban con el apoyo de la población somalí por su eficacia en el mantenimiento del orden.
Una gran preocupación para Washington, que acusa a los Tribunales de tener relaciones con Al Qaeda. Estados Unidos recurrió a Etiopía, que se apresuró a intervenir y expulsó a los Tribunales Islámicos tras seis meses de mandato.
Instalado en el poder en 2006 con el apoyo de las fuerzas etíopes, el Gobierno Federal de Transición (GFT) no es más que otro gobierno ficticio. Formada con la ayuda de la ONU, esta instancia teóricamente debía poner término a la anarquía que reinaba en somalia. No fue así. Una evidencia que no niega ni siquiera el jefe de dicho gobierno, Abdullahi Yusuf. «La situación es conocida, la oposición armada ha tomado el control de casi todo el país». La milicia islamista, llamada los «Chebabes», se ha adueñado en los últimos meses de dos grandes puertos, Marka y Kismaayo, y actualmente controla todo el sur del país. El ejército etíope es el blanco de ataques casi cotidianos. Consciente del fracaso, Etiopía ha anunciado últimamente un programa de retirada de sus tropas en los próximos meses. Oficialmente, el mantenimiento del orden pasará a los 3.000 soldados de la Unión Africana desplegados en el país que están mal equipados.
Por un lado los combates azotan al país y por otra parte decenas de personas mueren de hambre todos los días. Hay un gran deterioro de la situación humanitaria en Somalia. Según las estimaciones, más de 2,6 millones de personas, lo que representa el 35% de la población, es decir, el 40% más que el pasado mes de enero, cada vez están más expuestas a la desnutrición y las enfermedades y necesitan ayuda urgentemente.
«¿Qué se puede esperar, entonces, de una población hambrienta y abandonada a su suerte por todo el mundo?», se pregunta Abdullah Abdel-Razeq, investigador del Centro de estudios africanos. La piratería es un fenómeno nuevo para el pueblo somalí, explica, que sólo es un recurso para llamar a atención del mundo sobre su crisis. Una situación que se ha agravado debido a los ataques que se multiplican contra los trabajadores humanitarios en el sur y el centro de Somalia y han causado la muerte de cuarenta personas. Así, muchas organizaciones han suspendido sus programas y han retirado a su personal.
¿Quiénes son estos piratas? Abdel-Razeq explica que la piratería tiene raíces históricas en Somalia, comenzó en los años 90 con la inestabilidad que reinaba en el país desde esa época. «Debido a los continuos conflictos de Somalia, la mayoría de la población está armada. Hay muchas armas en el país. Esto ha alentado a los grupos de jóvenes a colaborar con los pescadores somalíes para ejercer la piratería y ganar dinero, explotando la situación geográfica estratégica de Somalia como país costero del Mar Rojo.
Sacar a Somalia de su atolladero es importante para todos después de que todo el mundo ha asegurado que el conflicto local ha rebasado el país y se ha convertido en una gran crisis mundial. «La solución no es conformarse con salvar un barco de aquí o allá, hay que salvar a Somalia entera. Sobre todo ayudándola a instaurar un auténtico régimen central capaz de imponer su hegemonía en el país», concluye Abdel-Razeq.
Original en francés: http://hebdo.ahram.org.eg/