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Grotesca despedida

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El presidente George Bush deja la Casa Blanca después de ocho años de una desastrosa (para nosotros) actuación. Es claro que para los banqueros, millonarios, mega-empresarios y los mercenarios de guardia no hubo mejor presidente. A lo largo de estos tristes años él provocó guerra, empanturró las burras de la industria de armas, manipuló el […]

El presidente George Bush deja la Casa Blanca después de ocho años de una desastrosa (para nosotros) actuación. Es claro que para los banqueros, millonarios, mega-empresarios y los mercenarios de guardia no hubo mejor presidente. A lo largo de estos tristes años él provocó guerra, empanturró las burras de la industria de armas, manipuló el tablero de la geopolítica al bel placer de las armas, de la violencia y de lo que el estadounidense John Perkins llamó de asesinos económicos. Así, lo que no logró con su ejército armado, lo garantizó con la dependencia económica. Todo esto, es claro, con la connivencia de las elites entreguistas de los países donde metió su nariz. Los traidores están siempre prontos para entregar sus almas a cambio de un puñado de dólares.

Por si eso fuera poco, en el interior de Estados Unidos también hizo de las suyas. En nombre de la seguridad nacional, después del 11 de setiembre – que mucha gente buena dice haber sido provocado por las agencias secretas del propio país – abolió derechos individuales, acabó con el habeas corpus, instituyó la caza de brujas y anunció una guerra sin tregua contra el «terrorismo», léase ahí, cualquier pueblo que no acepte el dominio de Estados Unidos. Destruyó países, mató gente, todo basado en mentiras.

Así, el cierre de su mandato no podría haber sido más paradigmático. Para agradecer a los chacales que garantizaron su dominio sobre «los de abajo», ofreció la Medalla Presidencial de la Libertad, la más alta condecoración del país, a tres de sus más importantes aliados. Tony Blair, de Inglaterra, John Howard, de Australia y al latinoamericano Álvaro Uribe, de Colombia.

Para los latinoamericanos esta medalla es una provocación. Condecorar al presidente colombiano -responsable por la ocupación del país por tropas estadounidenses, terrorismo de estado, violencia, crímenes de todo orden – con una medalla que lleva el nombre de «libertad» es tripudiar a todo un pueblo. «Estos hombres fueron responsables por llevar esperanza y libertad a los pueblos», dijo Bush. Sí, es verdad. Esperanza y libertad para los empresarios de la construcción civil que están reconstruyendo (¿) Afganistán e Irak. Esperanza y libertad para los dueños de las industrias de armas, de alimentos, y hasta de filtro solar. En fin, esperanza y libertad para los mismos de siempre, que han dominado el planeta apoyados en la fuerza de los cañones.

En el caso de América Latina, la presencia masiva de los marines y de los entrenadores de soldados en la región amazónica es una clara amenaza para la seguridad de las gentes. El gobierno de Colombia fue, en estos años de Bush, un fiel servidor, un vasallo escrupuloso que no dudó en asesinar y desalojar a su gente para garantizar el dominio estadounidense en la región.. Sirve de base para el espionaje a Venezuela, Bolivia y Ecuador, al cual atacó en una acción de guerra, con la disculpa de buscar «terroristas» de las Farc. Así, desde el punto de vista del poder, nada más justo que pinchar el pecho de estos criminales con medallas al mérito.

Ahora, Estados Unidos tendrá un nuevo presidente. Pero, por lo que se ve, nada de nuevo sucederá. La política imperialista seguirá su curso, y los siervos de guardia ya preparan sus adulonerías. El ataque genocida a Gaza, el silencio de los gobernantes – con raras excepciones- muestra que nada cambió. La única esperanza de libertad, para los que están bajo las botas, continúa siendo la organización y la lucha reñida. En el mundo de los «felices», como diría Wittgenstein, las medallas son para los asesinos. Ya en nuestro mundo, el único metal que nos llega al pecho es la bala de los matadores. Por eso hay que recuperar el odio, «el odio sano, a los villanos del amor», como decía el poeta Cruz e Souza.

No es en vano que una organización de derechos civiles de Estados Unidos, la Washington Peace Center, promete exigir, durante la toma de pose de Obama, la prisión de Bush como criminal de guerra. «Prendan Bush», es el grito de guerra de una minoría valiente que se expresa allá adentro, en las entrañas del imperio. Pero, no hay duda de que el presidente Obama hará oídos sordos.

Lo que resta es la lucha. Con zapatos, poemas y balas.

Para acompañar la batalla de los estadounidenses por la prisión de Bush, basta entrar a la página de la rede mundial de computadores.

http://arrestbush2009.com

Traducción: Raúl Fitipaldi, de América Latina Palavra Viva.