Imagínate. Vas a la cola del paro y te encuentras con Mickey y Goofy. Desanimados. Desempleados. The Walt Disney Company, el gigante del entretenimiento, anuncia «ahorros significativos» en sus costos. Los beneficios del último trimestre, un 32% menos, han reducido sus ganancias en 2008 a tan sólo 5.272 millones de dólares. Disney planea recortes en […]
Imagínate. Vas a la cola del paro y te encuentras con Mickey y Goofy. Desanimados. Desempleados. The Walt Disney Company, el gigante del entretenimiento, anuncia «ahorros significativos» en sus costos. Los beneficios del último trimestre, un 32% menos, han reducido sus ganancias en 2008 a tan sólo 5.272 millones de dólares.
Disney planea recortes en todas sus empresas. Se sabe ya, por ejemplo, que suprimirá 400 empleos de sus once canales de televisión por cable y de la cadena ABC. «Esta no fue una decisión fácil, no fue tomada a la ligera. Las personas hoy afectadas son nuestros amigos y colegas, y haremos todo lo posible por ellos y sus familias durante lo que sabemos será una transición difícil», señala Anne Sweeney, presidenta del grupo Disney-ABC, en una carta remitida a sus trabajadores. Esto es todo, amigos. That’s all folks.
Sucedió hace poco, unos años, aunque cueste creerlo. Nos lo contó un empleado de Disneyland París, testigo directo del abuso. Un día, varios chavales arrojaron al Pato Donald a uno de los lagos artificiales del parque. La broma casi termina en tragedia. El hombre-pato, con serios problemas para nadar debido al disfraz, tuvo que ser rescatado por Minnie. Visto lo visto, ésta optó por quitarse la ropa de faena, cabezudo incluido, antes de saltar al agua. Días después, los gerentes de Eurodisney la despidieron. Según constaba en su contrato, los muñecos de Disney, los operarios, no deben mostrar nunca su auténtico rostro al público infantil. Minnie perdió la cabeza y se hizo visible por un compañero. Ahora busca empleo. El cuento de Disney, su caradura, su ejemplo, arrasa en los mercados.