Mas de cinco millones de muertes y toda clase de desastres hacen del este de la República Democrática del Congo la mayor crisis humanitaria del mundo en este momento. Desde que la guerra estallara de nuevo en mil novecientos noventa y ocho el caos ha pasado por diferentes etapas, a cada cual mas tremenda, a […]
Mas de cinco millones de muertes y toda clase de desastres hacen del este de la República Democrática del Congo la mayor crisis humanitaria del mundo en este momento. Desde que la guerra estallara de nuevo en mil novecientos noventa y ocho el caos ha pasado por diferentes etapas, a cada cual mas tremenda, a cada cual mas marginada, pues todas ellas han sido voluntariamente invisibilizadas por la caprichosa agenda informativa y caritativa de la mal llamada «comunidad internacional»
Kivu Norte y Kivu Sur son las provincias del este de la República Democrática del Congo donde se libran la mayor parte de los combates y en donde se refugian casi todos los grupos armados que luchan en el país. A pesar de que según los parámetros congoleños su superficie no es particularmente grande, su orografía y los múltiples estados con los que linda (Uganda, Ruanda y Burundi) hacen de este lugar el escenario ideal para la guerra de guerrillas.
Resulta difícil poder resumir en pocas palabras lo que cada organización armada dice reivindicar, quien es quien y cual es su historia, pero no sería un reduccionismo afirmar que todas ellas luchan, cuanto menos, por el control de los recursos minerales.
Esta pugna brutal ha hecho de este, el conflicto mas letal desde el final de la segunda guerra mundial. Cada día mueren mil quinientas personas por la miseria que directamente genera la guerra, lo que suma mas de medio millón al año, y así crece la macabra estadística desde hace diez. Pero aunque suene terrible, lo escandaloso no es eso. Lo indignante es que muchos de ellos podrían sobrevivir. Bastaría con una mosquitera, un antibiótico y la voluntad de quien tiene el poder a escala local, regional y por supuesto, global.
Esta tragedia de proporciones bíblicas contribuye a la imagen de un África imposible, de un pedazo del mundo sin solución e irrecuperable. No obstante, alimentar esa visión de un continente a la deriva sin remedio alguno es el remate, la estocada fatal que menos necesitan las gentes de este abusado continente.
En el caso del Congo la visión eurocentrista solo se suele referir de manera positiva al Congo para hablar de «un país rico», pero siempre por las pertenencias que tiene y no por lo que es. El cínico lenguaje de las potencias colonizadoras (pues de mil maneras casi todas lo siguen siendo) que estimula la guerra para seguir poder extrayendo de forma barata los minerales necesarios para la tecnología punta, ha usurpado el autentico sentido de la palabra «valor» y nos lo ha vendido en forma de mineral, de micro chip, de móvil gsm y Play Sation 2. Da la sensación de que la vida del Congo manifestada en su rica cultura, historia y diversidad se les revela superflua, como si para Occidente los desdichados congoleños no son mas que un medio para nuestro enfermo concepto de «calidad de vida»
UNA HISTORIA DE SUPERVIVIENTES
Las Naciones Unidas, Wikipedia y la CNN dicen que en el Congo viven sesenta millones de personas, pero en realidad ese dato no es del todo correcto. Sería mas preciso decir que en el Congo sobreviven sesenta millones de personas. No es una exageración si prestamos atención a las cifras aportadas recientemente por Naciones Unidas, Amnistía Internacional y Médicos Sin Fronteras: Mas de dos millones de almas viven fuera de sus hogares y casi todos dependen de la ayuda humanitaria para poder comer. El ratio de infección por VIH es de un seis por ciento. Los niveles de terror adquieren tal magnitud que muchos de los bebes que superan ese pavoroso índice de mortalidad infantil (doscientos fallecimientos por cada mil) son producto de la propia violencia, pues en el Congo la violación es un instrumento de guerra perfectamente asimilado por todos los grupos armados. Miles de esos niños que sobreviven son forzados a coger el fusil en cuanto tienen fuerza para apenas sujetarlo. También la malaria (principal causa de defunción en el Congo, como en toda África) hace estragos, y por si esto fuera poco, algunas de las enfermedades mas devastadoras -incluso inusuales en la mayor parte de África como son el cólera y el ébola- brotan regularmente en el Este del Congo.
En la década de mil ochocientos setenta llegaron los belgas y gracias a obras como la de Conrad (El corazón de las tinieblas) supimos de esa espantosa etapa colonial, que les hizo sufrir lo indecible. Mas cuando un siglo mas tarde alcanzó la soberanía y parecía que al fin los congoleños serían libres, su falta de experiencia y herencia democrática se topó con el interés personal de unos pocos y la codicia de algunas potencias internacionales. Quizás, se podría afirmar que toda la nueva era de inestabilidad actual empezó con el arresto y asesinato del líder independentista Patrice Lumumba.
ORIGENES DEL CONFLICTO
En mil novecientos sesenta, Patrice Lumumba, miembro del Movimiento Nacional Congoleño, ganó las primeras elecciones libres del país, pero al culminar el proceso independentista algunas de las provincias mas ricas en minerales, como las de Katanga y Kasai del Sur se separaron de la recién nacida alianza parlamentaria.
El gobierno belga, que quería continuar explotando las inmensas reservas mineras del país, ayudó a que Katanga y Kasai del Sur se independizasen súbitamente. Los apoyó económicamente e instauró unos líderes a la medida de su intereses. Ante semejante recolonización del país, el joven Gobierno del nacionalista Lumumba solicitó el auxilio de los Estados Unidos, obteniendo el silencio por respuesta. Aquello, en esos años de intensa polaridad geopolítica propició la aproximación del Congo a la orbita soviética.
Mas tarde, una serie de episodios posteriores sumieron al país en una crisis interna que precipitaron la repentina destitución de Lumumba, gracias a un plan que la CIA trazó junto con el servicio de inteligencia belga. La maniobra terminó con la ejecución de Lumumba, el cual era visto como un comunista por Washington (cuando en realidad era un panafricanista con un discurso moderadamente progresista)
Una vez desechos los restos del joven líder congoleño, Estados Unidos aupó al poder al militar Mobutu Sese Seko, el cual haría revivir a los congoleños los peores momentos de la colonización belga. En mil novecientos noventa y siete, tras mas de treinta años de tiranía, el dictador Mobutu Sese Seko, fiel defensor de los intereses occidentales en África central, dejó de ser útil tras la desaparición del bloque soviético, perdiendo así todos los apoyos que le permitieron gobernar el país con mano de hierro (adquiriendo unos niveles de corrupción tan solo conocidos por la banca suiza). Tras una guerra de dos años, preludio de la existente hoy, fue remplazado por Laurent Kabila, padre del actual presidente Joseph Kabila y enemigo acérrimo del recientemente capturado, Laurent Nkunda.
EL GENERAL REBELDE
Laurent Nkunda se hizo famoso al abandonar el ejercito nacional congoleño «para defender a sus hermanos tutsis en el Este del país» y fundar así el Congreso Nacional para la Defensa del Pueblo (CNDP). Aseguró que urgía evitar que los hutus que huyeron de Ruanda después de causar el genocidio de mil novecientos noventa y cuatro -Agrupados en las Fuerzas Democráticas para la liberación de Ruanda (FDLR)- siguiesen exterminando a los tutsis en territorio congoleño. Sin embargo sus detractores e incluso algunos tutsis críticos rechazan esta afirmación, y proclaman que es «solo una excusa para defender los intereses económicos (lo cual quiere decir minerales) de Occidente en la región», los cuales son también representados por el apegado gobierno tutsi de Ruanda.
Existen muchos informes que avalan este análisis, pero quizás el mas significativo de todos es uno de Naciones Unidas en el que se señala que «los aeropuertos de Entebe, en Uganda y sobre todo el de Kigali, en Ruanda, exportan enormes cantidades de coltán a Estados Unidos a pesar de no disponer de ese mineral en el subsuelo de sus países…»
Goma, el epicentro de la actividad gubernamental, comercial y humanitaria en el este del Congo, se vio cercada por el CNDP el pasado mes de noviembre. Tras un alto el fuego que sirvió para abrir un periodo de negociación -y se vendió como un pacto humanitario para asistir a los doscientos cincuenta mil desplazados que la escalada del conflicto generó en la zona- el general Nkunda se mostró interesado en hablar con periodistas y mediadores internacionales. Su ambición, no siempre oculta, era forzar al gobierno de Joseph Kabila a darle mas autoridad. «En noviembre no quise tomar Goma, pero si no negocian conmigo para buscar una salida la acabaré tomando y poco a poco iré acercándome a la capital Kinshasa, la cual quizás por encontrarse a mil quinientos kilómetros de aquí, no escucha lo que el pueblo quiere» advirtió entonces asumiendo que el pueblo eran sus ansias de poder.
CON LAURENT NKUNDA EN ZONA REBELDE
Para poder conversar con Laurent Nkunda en persona se hace imprescindible cruzar la línea de fuego que divide las filas del Ejército Nacional Congoleño (ENC) de las -bastante mas disciplinadas- tropas del CNDP comandadas por el general rebelde.
Bajo innumerables medidas de seguridad y tras un encuentro con unos enigmáticos pastores evangelistas británicos y estadounidenses (que según su propia escolta «tan bien se llevan» con el paladín e igualmente evangelista Laurent Nkunda) el general insinuó algo que en ese momento de triunfo resultaba difícil de creer: su posible eliminación. «Todos dicen que estoy recibiendo apoyo de Ruanda pero su presidente Kagame está planificando el futuro de la región sin mi. En estos momentos el CNDP está luchando solo»
Desde la reciente detención en Alemania (por orden de un juez francés) de una histórica dirigente tutsi ruandesa acusada de estar implicada en el magnicidio de mil novecientos noventa y cuatro (cuando un misil tierra aire derribó el avión en el que viajaba el presidente hutu Habyarimana que acabó desencadenando la fatal guerra de Ruanda) Nkunda intuía que él mismo comenzaba a ser un estorbo, un testigo incomodo que sabía demasiado de los excesos de esos padrinos tutsis que le habían protegido y que hasta ahora habían representado solo el papel de victimas, eludiendo así toda sospecha y culpabilidad.
Además, el propio Nkunda ya debía intuir tiempos inciertos ya que sobre él pesaba una orden de arresto internacional por crímenes contra la humanidad. Resultó llamativo que la entrevista fuese a cielo descubierto, en una caseta situada a tan solo cien metros de la frontera con Uganda. Quizás Nkunda era consciente de su constante desafío y por eso murmuró mirando hacia la frontera: «Dicen que me buscan por cometer crímenes y violaciones de los derechos humanos. Yo les aseguro que mis hombres son mucho mas profesionales que las tropas del ejército. No somos asesinos» Pero mas sorprendente aún fue su claridad al reconocer lo lucrativo que pueden ser ciertos negocios en la guerra. «Por supuesto que nos financiamos con las minas. La guerra es cara» Tan cara es que el pasado veintidós de enero, tras haber sido aparentemente traicionado por algunos de sus comandantes, los ejércitos de Congo y Ruanda realizaron una operación conjunta para terminar con los hutus rebeldes que operan en el Congo y de paso, según dicen, arrestar a Nkunda. Así lo hicieron. A las diez y media de esa misma noche un escueto comunicado del gobierno ruandés dijo que el general se encontraba en la localidad de Gisenyi bajo su custodia.
¿ARRESTO O PACTO?
Existen dos posibilidades respecto al extraño episodio del «arresto» de Nkunda. La primera, que Ruanda justifique la permanencia del general rebelde en su territorio por medio de algún pretexto legal (algo que dadas las sintonías étnicas y políticas existentes Nkunda preferirá) y de esa manera lo mantenga bajo una cómoda custodia que le proteja de tribunales extranjeros. De ser así, esta excusa que quizás Nkunda y el presidente ruandés Paul Kagame pactaron desde antes de su misteriosa detención, juntos podrán afrontar una estrategia tutsi común que les aporte confianza frente el nuevo horizonte de responsabilidades que por primera vez se les exige a los tutsis.
Y la segunda, que Nkunda se esfume, es decir que sea asesinado o simplemente, por alguna artimaña, se de a la fuga. Esto también sería beneficioso para Ruanda ya que evitaría la comprometedora testificación de este ante un tribunal internacional (o congoleño) frente al cual podría relatar parte de los innumerables crímenes cometidos bajo la tutela de su ayer aliado, el presidente ruandés Paul Kagame.
PERO EL CONFLICTO CONTINUA
Con Nkunda o sin él la guerra continua. A pesar de su detención, nuevos comandantes están al mando del CNDP y los propios vecinos de Rutshuru, el villorrio que ha servido hasta ahora de bastión rebelde explican lo inalterable de la situación así. «Da igual que estén unos u otros, todos roban y todos son violentos. En el extranjero decir rebelde suena a malo y ejército a bueno, pero aquí decir esos, FDLR o milicias Mai-Mai resulta todo igual de amenazante, para los pobres no hay diferencia entre uno a otro»
Las milicias Mai-Mai a las que se refieren los pasiegos de Rutshuru luchan del lado del gobierno central. Son civiles armados que dicen defender su tierra en Kivu Norte y Kivu Sur. Áreas de riquísima producción minera como la de Masisi o Walikale están bajo su protección. A veces se presentan como grupos de resistencia local y otras como grupos tribales, pero en realidad casi siempre actúan como defensa privada para un negocio concreto que suele estar dirigido por algún «señor de la guerra» municipal, el cual a su vez se encuentra al servicio de una multinacional. Tienen en sus filas gran cantidad de niños soldados y reciben armas del gobierno central de Kinshasa. Por el contrario, el FDLR (Frente Democrático para la Liberación de Ruanda) y los llamados interhamwe (los que atacan juntos) son grupos hutus que huyeron de Ruanda tras causar el detestable genocidio de mil novecientos noventa y cuatro. Se ocultan en las selvas de Kivu Norte y actualmente combaten contra el ejército congoleño y el CNDP. Sus áreas de control minero son menores que las del resto de organizaciones armadas, pero aun así obtienen suculentos beneficios de ellas.
En uno de los desvencijados aviones que constantemente aterrizan en Goma procedentes de remotas zonas mineras viaja un octogenario misionero italiano, el padre Giuseppe. El piensa que «a las multinacionales les interesa el caos, que no se pueda establecer una ley y un orden que les obligue a generar empleo con sueldos y condiciones dignas» Y asegura que hace falta regulación y control sobre las exportaciones, «por que ahora les es mucho mas barato sacar todo el mineral a espuertas pagando unos pocos miles de dólares a los gangsters de turno, pues si hubiese un gobierno organizado que no robe y les obligue a pagar tasas e impuestos otro gallo cantaría…»
EL PAPEL DE LA ONU
El campamento de desplazados de Kibati se encuentra en plena línea de fuego. Al sur el Ejército Nacional Congoleño, al norte el CNDP y en el medio, sesenta mil civiles atrapados en un océano de plástico, desnutrición y enfermedades. Para ellos hace mucho tiempo que dejo de anhelar algo positivo de los grupos armados, sin embargo y a pesar de todos los abusos cometidos esperaban «algo mas» de la ONU. Al menos hasta ahora. Sabine lleva un mes sobreviviendo en una tienda hecha de desechos y basura. Relata una experiencia, que aunque terrible, es común en esta parte del Congo. «El ejército salió corriendo con la llegada de los rebeldes. Por el camino fueron saqueando todo lo que encontraban. A mi hermana la violaron y a su vecino lo mataron. Luego mas tarde, en plena huída nos alcanzaron los rebeldes, que de nuevo nos robaron las últimas frutas que portaba. Yo pude escapar con mis tres hijos pero mi marido no sé donde está… ¿Y que hicieron los cascos azules para ayudarnos?, ¡nada!»
La misión de la ONU en el este de la República Democrática del Congo tiene un coste de mas de mil doscientos millones de dólares al año, sin embargo de poco sirve semejante desembolso cuando el número de muertes crece año tras año a un ritmo imparable, apocalíptico. Según declararon efectivos uruguayos que patrullan línea del frente, «para nosotros es una buena oportunidad de cobrar mucho mas que viviendo en Uruguay. La plata que paga la ONU es bárbara para un sudamericano y para otros como los indios o los marroquíes ni le cuento…» Como indica, Ramy un periodista local con buenas conexiones en la «tribu» mediática y humanitaria. «En el Congo todo el mundo hace negocio, de una manera u otra todos sacan beneficio. Cooperantes, militares, diplomáticos y periodistas dispuestos a hacer carrera, pastores proselitistas, empresarios, traficantes de armas, estados vecinos y estados con tecnologías, ejecutivos de la ONU con salarios de doce mil euros al mes y hasta científicos que vienen a estudiar los monos» Y concluye con ironía. «¡Claro! nos van a inculcar derechos humanos y a traer la paz dieciocho mil policías y militares de países como Chad, Marruecos o Rusia!»
UN FUTURO INCIERTO
Pero sin duda, un nuevo horizonte de incertidumbre, y porque no, de ilusión, se vislumbra en el este del Congo. Para el escéptico Ramy «el entendimiento entre Ruanda y el Congo puede contribuir a eliminar las guerrillas, los rebeldes e insurgentes, pero ¿qué me dicen de la corrupción institucionalizada y la pobreza ramplante?»
Recientemente en un encuentro con representantes de compañías extranjeras el Ministro de Minas en la región de Kivu Norte aseguró que «la captura del general rebelde Nkunda significa el final de la guerra» y mientras tanto la revista británica Metal Bulletin se ha apresurado a publicar artículos en los que se subraya «el relanzamiento del mercado minero en la región», confirmando la tesis de que lo único positivo que desde Occidente se observa en el Congo está bajo el suelo. Mas probablemente, ¿No será esta otra vuelta de tuerca mas en el negocio de la guerra?, ¿un simple cambio de manos en la suculenta explotación de las minas? Esperemos que no, aunque ya nos lo advirtieron los desilusionados habitantes de Rutshuru: «Cambian los uniformes, pero no las dinámicas». Ojalá se equivoquen.