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Petróleo, diamantes, coltán… las fuentes de conflictos en África

Fuentes: Revista Pueblos

La jungla económica que se ha promovido desde la atalaya de los gurús del neoliberalismo, tiene en África la muestra de sus peores consecuencias, de sus derivaciones más extremas. Estados que salieron con una cierta estabilidad volátil, como se ha demostrado con el tiempo, de su época colonial, se han ido convirtiendo, salvo contadas excepciones, […]

La jungla económica que se ha promovido desde la atalaya de los gurús del neoliberalismo, tiene en África la muestra de sus peores consecuencias, de sus derivaciones más extremas. Estados que salieron con una cierta estabilidad volátil, como se ha demostrado con el tiempo, de su época colonial, se han ido convirtiendo, salvo contadas excepciones, en fácil presa de sus propias debilidades.

El subdesarrollo africano debe ser visto con perspectiva historia, debe apreciarse desde el prisma de quien entiende que para participar en una carrera, es aconsejable haber entrenado previamente. Muchos estados africanos tomaron la senda de la independencia sin este entrenamiento previo y sus riquezas no han ayudado en dicho propósito. El subdesarrollo no es algo que haya surgido a posteriori sino que fue alimentado y sigue siendo el asidero al que las antiguas potencias coloniales y las nuevas postcoloniales se aferran para seguir extrayendo a precios de ganga las materias primas africanas. Es un hecho demostrable la pretensión desestabilizadora que ya en las independencias desarrollaron las antiguas metrópoli. Francia, como potencia, junto a Inglaterra, más representativa, propuso a sus colonias africanas, en el año 1958, la constitución de la Comunidad Francesa, dentro de la cual, los estados que ahora son independientes, mantendrían un estatus similar al de las autonomías españolas, con independencia administrativa pero vinculadas a Francia en cuanto a su representación internacional y militar. Guinea Conakry, con Seku Touré a la cabeza, fue la única colonia que se negó a aceptar dicha constitución, con lo que quedaba al margen de la futura Comunidad. En represalia, después de años de expolio y enriquecimiento a expensas de su colonial, Francia decidió abandonar por completo el país llevándose consigo todo el material administrativo y personal cualificado así como romper relaciones con el futuro estado y no aportar financiación alguna para proyectos de desarrollo. En un acto muy similar, España, a la independencia de Guinea Ecuatorial en el año 1968, abandonó el país dejando atrás a una colonia de españoles bastante amplia pero vaciando por completo el Banco Central guineano (se encontraron tan solo 2000 pesetas de la época). Este gesto no era sino una respuesta a la victoria en elecciones de Francisco Macías, un candidato al que España no había apoyado en las elecciones, a la vez que intentaba fortalecer la dependencia del nuevo estado con su antigua metrópoli. Estos hechos, que pueden encontrarse reproducidos en otros estados africanos, sumieron a los nuevos países independientes en el abandono y provocaron en muchas ocasiones un verdadero colapso en sus administraciones.

 
 

De esta forma, debe entenderse que las antiguas metrópoli, al igual que las actuales potencias y multinacionales que operan en África, deseaban y desean mantener con respecto a los nuevos estados africanos su estatus de poderosos, sacar ventaja de las debilidades ajenas. El subdesarrollo africano le debe mucho a sus años de colonialismo, tanto como a los procesos de independencia y al posterior proceso de dependencia que se ha ido alimentando con respecto al exterior. No es momento para analizarlo, pero si ahondáramos en los procesos políticos que ha vivido el continente, nos daríamos cuenta de cuan obsesivamente a vivido con un ojo puesto en lo que se dictaba desde las potencias extranjera. En este contexto de extraversión [1] es comprensible el modo en que África enfrenta los problemas de su economía. En el ámbito de la agricultura, por poner un ejemplo, se han ido desarrollando grandes plantaciones de monocultivos enfocados abiertamente a la exportación. El cacao, la palma aceitera, el coco… han ido comiendo terreno paulatinamente a la foresta autóctona para satisfacer las necesidades del exterior. Estos productos, que jamás son tratados en el contexto interno, son exportados como materia prima y serán transformados en los países compradores. Las consecuencias, entre las que destacan la no creación de puestos de trabajo o el bajo precio que las empresas exportadoras pagan por estos productos, siguen ahondando en la desigualdad económica, en la inevitabilidad del subdesarrollo. En este mismo ámbito, es de reseñar la voracidad con la que desaparecen amplias zonas boscosas como consecuencia del comercio maderero, muchas veces en la ilegalidad, y del que, como en los casos antes mencionados, tampoco se benefician los nativos africanos. La dependencia del comercio con el exterior ha llegado a tal punto que incluso, en estados concretos, las semillas para la siembra anual son proporcionadas por las empresas compradoras, unas semillas modificadas genéticamente en su mayoría y que han hecho desaparecer las variedades autóctonas a la vez que, por su infertilidad congénita, obligan a los agricultores a esperar cada año a que los barcos traigan las nuevas semillas.

Por el contrario, no todos los males vienen de fuera. El contexto de indefensión al que se ve abocada gran parte de la población africana tiene en sus propios líderes a algunos de los máximos responsables. Son estos presidentes, muchos de ellos dictadores de facto y otros encubiertos, líderes de grupos rebeldes otros, los que colaboran, negocian y se apropian de los beneficios que la economía africana es capaz de generar. Los africanos huyen del control estatal de su trabajo. Schneider, F. (2005) estimaba en un 45,5 por ciento la participación de la economía sumergida para el PIB oficial en el África austral a partir de la observación de un conjunto de 9 países. [2] El descubrimiento de las riquezas naturales, entre los que resaltan petróleo, diamantes, gas y minerales, y el férreo control de su extracción y producción por parte de gobiernos y multinacionales, no ha hecho sino ampliar paulatinamente estos datos. El dinero recaudado de impuestos y las tremendas ganancias que los recursos naturales podrían dejar en la población, en el desarrollo de cada estado que los posee, terminan, sin embargo, en bancos americanos y franceses o en paraísos fiscales. El subdesarrollo africano debe mucho a la historia, sí, pero en nada ayudan las continuas presiones internacionales que en la actualidad intentan desproteger sus mercados, haciendo que la entrada de empresas occidentales sin escrúpulos alimenten las ansias de acumulación de los líderes corruptos de muchos de estos estados. Charlando con la oposición guineana en el exilio español, argumentaban que la democratización de Guinea Ecuatorial estaba supeditada al fin de las reservas petrolíferas del país.

 
 

Sin este petróleo, decían, Estados Unidos, España y en general la comunidad internacional no tendrán ya motivos para seguir aceptando las prácticas dictatoriales de Obiang. Resulta tremendo enfrentarse a semejantes argumentos cara a cara. Estados que podrían aprovechar la coyuntura que les ofrecen sus propias riquezas naturales para desarrollarse definitivamente, desean el pronto final de dichas riquezas para librarse del yugo de sus mandatarios.

Se da, por tanto, una doble coyuntura que mantiene los datos de pobreza del continente en niveles superiores a décadas pasadas. Por un lado, no solo las potencias económicas sino todos aquellos estados inmersos en los procesos de globalización de la economía, presionan a los estados más «pobres» para generar materias primas y bienes de consumo al menor precio posible. Nos encontramos de esta manera con 1000 millones de esclavos en China que trabajan por una miseria y están arruinando, por poner un ejemplo, el embrión de la industria textil africana. Con respecto a África, aunque nos detendremos en casos concretos posteriormente, hay que señalar que esa misma ambición por abaratar los costes de compra, por asegurarse el flujo de petróleo, diamantes, gas o minerales, alienta a empresas y estados compradores a desestabilizar o amenazar con desestabilizar a terceros países con el fin de mantener los privilegios adquiridos. Los sobornos en este medio son un ejercicio generalizado. Es aquí donde los líderes africanos, muchos de ellos antiguos militares, y los grupos rebeldes, ejercen de vendedores y, por tanto, de adjudicatarios de sobornos y premios a su labor en favor de una u otra empresa, de uno u otro estado. Poco importa quien haya realizado el trabajo de extracción, poco importa si los beneficios irán a parar o no a la población, lo importante es manejar el tablero en que se ha convertido el mundo para aquellos que buscan el beneficio a cualquier precio, un tablero en el que África va, para su desgracia, tomando mayor importancia paulatinamente.

LA INDUSTRIA MADERERA DEFORESTA ÁFRICA

Como ya hemos señalado en la introducción, el continente africano es rico en multitud de materias primas. La madera es una de ellas. El bosque tropical o ecuatorial, la franja verde que divide África por la mitad, es el segundo pulmón de la tierra tras el Amazonas. El contraste entre desierto y selva debería servir para entender las amenazas que una deforestación de sus bosques provocaría no solo a nivel global sino en lo relativo a las posibilidades de supervivencia de la población nativa. Por el contrario, África se ha convertido en el continente que más foresta destruye y no parece haber visos de frenar este proceso. Los bosques cercanos a la costa, por su accesibilidad para la exportación, son los más deseados por las empresas madereras internacionales. De ahí que Estados como Ghana, Guinea Ecuatorial, Madagascar, Gabón, los estados costeros en definitiva, sean la fuente prioritaria, mientras que la exportación de madera se ha convertido en una de las fuentes primordiales de entrada de divisas en estos países (en aquellos que no poseen petróleo o gas).

La tipología de madera exportada es muy diversa; desde la caoba africana, que se valora menos que la llegada de México por su color rosado pálido, pasando por el cedro argelino, sin olvidar el ébano. Pero es complejo hacer una reducción de las exportaciones a unas pocas familias arbóreas. Lo cierto es que la multitud de variedades para los profanos de la madera son impresionantes y sus nombre completamente desconocidos. Entra estas maderas poco habituales resaltan el okoumé, la llomba, el abeche, tali, azobe, alele u okan, pero existen un sinfín de maderas que se producen en cantidades muy pequeñas. La madera exportada de África tiene en España uno de sus puertos de entrada a Europa y como ejemplo de su importancia, en España el negocio de la madera (incluido el sector del mueble) da trabajo a unas 200.000 personas y mueve más de 1.500 millones de euros anuales. En los países desarrollados, las talas están mucho más orientadas al uso industrial. Pese a que estas son mucho mayores en los países en vías de desarrollo, el volumen de negocio es mucho mayor en los industrializados porque se trata de productos manufacturados y no de materias primas (cuyo precio es mucho más bajo) [3]

Por el contrario, en los países en vías de desarrollo la mayoría de las talas se destinan a leña que luego se utiliza para cocinar. A menudo las mujeres caminan varios kilómetros al día para conseguir la madera necesaria. El consumo de leña aumenta proporcionalmente a la población mundial: más de 500 millones de personas dependen de la leña como fuente de energía en África subsahariana, y hasta 2000 millones la utilizan junto a otra biomasa para obtener energía en Asia meridional y suroriental. La leña es la única fuente de combustible para un tercio de la población mundial, y su demanda puede multiplicarse por dos en los próximos cincuenta años. Esto tiene consecuencias, no sólo por lo que se refiere a la deforestación sino también en cuanto a emisiones de gases de efecto invernadero.

Existen algunos casos alarmantes en lo relativo a la deforestación que muestran bien a las claras el ansia con el que se ha llevado a cabo esta producción de madera. La industria maderera representaba para Ghana, a principios de los años 90, el 10 % de su producto interior bruto, solo superado por la exportación de minerales y cacao como fuentes de divisas extranjeras. Existían en esta época, operando en el país, 169 compañías madereras y 118 aserraderos, mientras que 4 eran las empresas que manejaban el volumen más amplio de explotación de la madera. Si bien es cierto que esta desaforada producción generaba una gran cantidad de puestos de trabajo, hay que comprender que, eufemísticamente hablando, los sueldos no eran generosos. Más bien al contrario, los beneficios aportados por dicha actividad productiva eran manejados en su mayoría por empresas privadas y asciende a una escasa quinta parte de la producción la generada por empresas estales. Las consecuencias no pueden ser más dramáticas para la población. A día de hoy, Ghana ha perdido el 90 por ciento de todo su bosque, lo que significa que la producción maderera se ha reducido al mínimo y los 250.000 obreros directos y la multitud de indirectos que trabajaban en dicha industria no encuentran nuevas fuentes ingresos. La planificación de la explotación fue nula y los beneficios del expolio apenas son visibles en mejoras para el bienestar de la población. Un caso muy similar es el de Madagascar, con otro 90 por ciento de bosque menos, ha pasado de ser una isla completamente verde a un proceso de desertización paulatino. Los incendios son tónica habitual en los prácticamente desaparecidos bosques keniatas, Malaui pierde 50.000 hectáreas anuales y el Congo, donde se encuentra el 47 por ciento de la selva tropical densa de África y el 6 por ciento de los bosques del planeta, es el próximo objetivo de las industrias madereras. Pero la deforestación no responde solo a la exportación de madera. Los extensos monocultivos de los que hablábamos en la introducción, han tenido que hacerse un hueco a costa de los bosques africanos, al igual que el pastoreo.

Existen, por el contrario, casos de estados africanos donde la producción de madera no desentona con los objetivos generales de mantener la foresta. Sudáfrica es el mejor ejemplo. Nelson Mandela declaró, durante el encuentro de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza sobre Parques Nacionales y Áreas Protegidos de 1994: «La riqueza de nuestros recursos naturales es lo que nos distingue de la mayoría de las partes del planeta. Es un desafío encontrar los caminos para que este potencial se utilice en beneficio de nuestro pueblos y llegue en magnificas condiciones a generaciones futuras. Creo firmemente que los países africanos pueden llegar a ser líderes mundiales en cuanto a conservación y promoción de nuestros parques.» Sudáfrica es un gran exportador de materias primas. Por el contrario, cada árbol cortado es repuesto inmediatamente, lo que ha facilitado que extensas áreas del país puedan ser mantenidas intactas y la fauna local siga manteniendo sus hábitats habituales. Por si esto fuera poco, colabora con Zimbabue en el mantenimiento de las zonas forestales comunes, hasta el punto de que en 2006 se abrió al público el Parque del Gran Limpopo, que integra tierras de estos dos estados más Mozambique. [4]

RECURSOS MINERALES, GUERRA SEGURA.

Y es que los minerales no son, como el petróleo, el gas o la madera, un bien que no pueda escabullirse por la frontera, venderse en el mercado negro. Tanto los diamantes, el mineral más duro conocido, como el coltán, el uranio o el oro pueden ser extraídos sin demasiado control y vendidos al mejor postor. Esto provoca que en multitud de ocasiones hayan servido y sirvan para comprar armas, lo que hace aflorar guerrillas o simples grupos armados delincuenciales que controlan territorios concretos donde gestionan la extracción y la venta. Es curioso, echando la vista atrás, el modo en que la aparición de minerales de alto valor en el mercado como los mencionados, ha ido seguida por la aparición de grupos rebeldes en los estados donde han sido hallados. Después nos detendremos en el caso de la República Democrática del Congo, pero es sencillo hacer un listado de países donde las guerras por los recursos minerales han supuesto grandes traumas para la población.

El caso de Angola, al igual que el de Sierra Leona, Liberia o Costa de Marfil, está vinculado a los diamantes. Estado rico también en petróleo, Angola sufrió una guerra civil que se ha cobrado ya un millón de victimas. Iniciada en la Guerra Fría con la financiación de Estados Unidos, dicha guerra enfrentaba al MPLA, que logró hacerse con el poder con el apoyo de Cuba, y a la UNITA (USA y Sudafrica). Una vez retirados los apoyos cubanos, estadounidenses y sudafricanos (de la época del apartheid), ambas facciones buscaron en los recursos naturales del país sus fuentes de financiación. Treinta años después de iniciadas las hostilidades, en 2002, el líder de la UNITA, Jonás Savimbi, fue abatido y se procedió a la firma de un alto el fuego. La situación ha mejorado palpablemente desde entonces. Angola se perfila como uno de los motores económicos del África Central y pretende convertirse en el mayor exportador de diamantes del mundo para 2010. Está inmerso en un proceso de diversificación económica y las mejoras sanitarias y educacionales son evidentes. Por el contrario, hasta la firma de la paz, el 85 por ciento del presupuesto del estado se dedicaba a material y acciones de guerra, lo que significa que la población estaba completamente desatendida hasta el punto de encontrarse en el puesto 144 del Indice Mundial de Pobreza. Si tenemos en cuenta que en las zonas donde gobernaba la UNITA no se tienen estimaciones de gasto militar, pero que dichos gastos dieron al grupo rebelde la posibilidad de alargar durante tantos años la guerra, se puede deducir que la extracción de diamantes en dicho territorio fue de un número muy elevado. La inestabilidad angoleña fue aprovechada por los compradores occidentales que, de una manera u otra, han sido los financiadores finales de dicha guerra. La pregunta de fondo es ¿estaría avanzando Angola si no hubiese muerto Jonás Savimbi? Habría que preguntárselo a los compradores de diamantes del mercado negro, pero cualquiera podría entender que no.

Hablar de la repercusión de la posesión de oro para los estados africanos es bastante más complejo. Prácticamente todos los estados subsaharianos poseen en mayor o menor medida dicho mineral en sus tierras, por lo que no se ha asociado ninguna guerra o conflicto de una u otra intensidad al oro. En cambio, tal y como explicábamos arriba, el oro ha servido igualmente, en las zonas de conflicto, para la financiación de armas y material militar. La cuestión del coltán es bastante más evidente. La palabra «coltán» es la abreviatura de la unión de dos minerales; columbopefdedle-tantalita. Es muy escaso en la naturaleza, siendo considerado una autentica rareza que puede encontrarse en tan pocos lugares que cabría la posibilidad de saber de dónde proviene exactamente. El principal productor de coltán es la República Democrática del Congo con cerca del 80% de las reservas mundiales, si bien existen reservas probadas y/o en explotación en Brasil con el 5% de las reservas, Tailandia con otro 5% y Australia, esta última con el 10% de las reservas mundiales estimadas. Recientemente se especula que también Colombia podría ser poseedora de minas de coltán, pero aun no se ha certificado y al menos nosotros no hemos encontrado pruebas documentales de ello. Aunque hace unos años apenas nadie había escuchado hablar de este mineral, hoy en día es muy apreciado y alcanza los 400 dólares el kilo una vez tratado. Y es conocido porque con la revolución tecnológica vigente, todos nosotros tenemos un trocito de coltán en casa, todos lo llevamos encima, no podríamos vivir sin él. Ordenadores, teléfonos móviles, GPS, satélites artificiales, armas teledirigidas, televisores de plasma, videoconsolas, ordenadores portátiles, PDAs, MP3, MP4, y un largo etcétera de dispositivos electrónicos necesitan del coltán para poder ser fabricados.

Si bien en el caso de los diamantes, funciona desde el año 2000 el Proceso Kimberley, ninguno de los demás minerales mencionados poseen algo parecido. Dicho proceso surgió de una reunión de países productores de diamantes en Sudáfrica y entre sus firmantes acumulan entre el 97 y el 99 por ciento de todas las compraventas de diamantes llevadas a cabo en el mundo. Es un esfuerzo para combatir lo anteriormente explicado, es decir, para evitar que los diamantes hayan sido extraídos en zonas de conflicto o hayan servido para financiar guerras. Aunque tiene grietas, como que diamantes extraídos en zonas de conflicto puedan ser vendidos desde paieas que pertenecen al proceso, lo cierto es que es un avance muy importante que se debe tomar como ejemplo.

 
 

Algo similar podría hacerse con el coltán, puesto que son escasos los estados que lo producen. De esta manera podría evitarse que estados que no lo poseen en su territorio, como Ruanda o Uganda, lo produzcan a costa de la República Democrática del Congo, actualmente inundada de bandidos y de facciones rebeldes con las que estos estados mantienen unas relaciones altamente sospechosas. En cambio, parece que de momento es más interesante seguir manteniendo la inestabilidad reinante en Congo con el fin de abaratar los costes y diversificar los suministradores. Una vez más, los hábitos de consumo desaforados de la población mundial siguen haciendo de la guerra un contexto más rentable que la paz.

EL PETRÓLEO AFRICANO O APRENDER A ENSUCIARSE LAS MANOS

La EITI, la Iniciativa de Transparencia para la Industria Extractiva en sus siglas en inglés, «es una coalición de gobiernos, empresas, grupos de la sociedad civil, inversionistas y organizaciones internacionales. La EITI promueve la mejora en los índices de gobernabilidad en países ricos en recursos naturales mediante la publicación y verificación de los pagos realizados por las empresas y de los ingresos fiscales procedentes del petróleo, gas y minerales.» [5] Fue propuesta por Tony Blair en 2002 y a ella se adhirieron rápidamente los estados occidentales como bloque impulsor. Como postulantes a formar parte de esta iniciativa, encontramos a todos los estados africanos poseedores de petróleo. Es un intento por dar transparencia al mercadeo de petróleo, al uso que se da a los beneficios obtenidos tanto por empresas como por gobiernos. Por el contrario, esta transparencia parece no ir vinculada al buen uso, sino simplemente al uso en sí. La paradoja vuelve a estar presente en un acuerdo internacional de este tipo.

Es curioso que los primeros firmantes de dicha Iniciativa hayan sido estados como Francia, Estados Unidos o Inglaterra que, además de ser los estados de procedencia de las mayores compañías petroleras, junto a China, que existen en el mundo, son los promotores y soportes de muchos de los regímenes dictatoriales que campan por África, desde hace algunos años reafirmados por las prebendas del petróleo. Como decía, la mayoría de los estados africanos se encuentran entre los candidatos a entrar en la EITI. Por poner un ejemplo que se entienda, pero que podría vincularse a otros estados como Guinea Eucatorial, República Democrática del Congo, Mauritania o Nigeria, expondremos brevemente el caso de Gabón, que se encuentra entre los candidatos. Este país, independiente desde 1960, se ha mantenido bajo la tutela de Francia antes incluso de la llegada al poder, en 1967, del actual presidente, Omar Bongo. El territorio gabonés, aunque ha vivido tiempos mejores, es rico en petróleo y gas, unos recursos que, gracias a las buenas relaciones mantenidas por los sucesivos gobiernos franceses y el gobierno de Bongo, explotan en su mayoría empresas francesas. Francia ha marcado las pautas políticas en Gabón a lo largo de los años. En 1990 presionó a Bongo para que ampliara el espectro democrático del país con 5 nuevos partidos políticos y promovió unas elecciones multipartidistas que, como era de esperar, ha ganado el partido presidencialista desde entonces. Pero todo cambia cuando el gobierno gabonés decide diversificar las empresas extractivas que operan en el país y da entrada a multinacionales británicas y sudafricanas entre otras. Es este el momento en que Francia parece darse cuenta de que Omar Bongo es un gobernante corrupto y, después de casi 40 años en el poder empleando los mismo métodos que emplea ahora, decide aceptar a trámite y resolver en contra de Bongo las denuncias de varias ONG y asociaciones civiles, además de la de un empresario francés que denuncia haber sido raptado y haber pagado un rescate de 300 millones cfa en una cuenta a nombre de Omar Bongo. A resultas, las cuentas bancarias que el presidente gabonés tiene en Francia han sido congeladas y se estudia enajenar sus cuantiosas posesiones, entre las que se encuentra mansiones en los lugares más selectos de la capital francesa.

Este juego del tira y afloja es cotidiano entre las potencias económicas mundiales y los países africanos con reservas petroleras. Guinea Ecuatorial es otro buen ejemplo. Conversando el ex presidente del senado español, Juan José Laborda, comentaba la negativa de la multinacional española Repsol YPF a entrar en el mercado guineoecuatorial. [6] Son demasiados los problemas, demasiados los juegos sucios a los que debe enfrentarse una empresa para galantear con un presidente corrupto como Obiang. Por el contrario, hay muchas empresas que sí están dispuestas a jugar este juego.

 
 

Se habla de la política aséptica con la que China ha ido haciéndose un hueco en el mercado del petróleo africano. Sin duda, es una actitud deplorable y denunciable desde todos los ángulos. Pero ¿a caso China no está simplemente moviendo fichas en un tablero inventado y alentado por los países occidentales? La EITI podría convertirse en una buena manera de terminar con estos procesos de enriquecimiento de los líderes africanos corruptos a costa del empobrecimiento de la población, en una buena manera de autocontrol por parte de las multinacionales extractivas que realizan su trabajo sin la menor atención para con los derechos humanos. Por el contrario, parece más bien, como ya sucedió en los procesos de democratización de los años 90 que tan bien supieron esquivar los participantes africanos, un velo más que servirá para tapar las vergüenzas de un mercadeo viciado desde sus comienzos.

REPÚBLICA DEMOCRÁTICA DEL CONGO.

En pleno corazón de África, como si de un dramático juego de lecciones extremas se tratara, se han vivido y se viven aun a día de hoy, muchos de los males que llevan acuciando al continente desde la época de la colonización. Desde su independencia, es incalculable la cantidad de congoleños que han fallecido en las continuas refriegas, guerras, rebeliones, intentos de independencia de territorios o invasiones de otros estados (por no hablar de la virulencia con la que grupos simplemente delincuenciales dominan ciertas partes del país). Por el contrario, los males para RDC no comenzaron con la independencia. Colonia belga desde 1885 hasta 1960, el territorio congoleño puede ser considerado el muestrario de la brutalidad con la que algunas metrópoli, Bélgica es el ejemplo más significativo sin duda, gobernaron sus territorios. Antes de convertirse en colonia como tal, pasó por las manos y en propiedad de Leopoldo II, que recibió tales reprimendas por su ejercicio violento del poder que finalmente cedió la posesión al estado belga en 1908. En cualquier caso, aunque mejoraron algo las condiciones de la población, no puede decirse que estas fuesen ideales.

Tras la independencia, Patrice Lumumba se hizo con el poder en unas elecciones en la que aparecían ya algunos de los nombres que influirían en los hechos acontecidos con posterioridad. Joseph Kasavubu, del partido ABAKO (Alianza de los Bakongo), fue nombrado presidente por el parlamento. Otros partidos surgieron, incluyendo el PSA o Partido Solidario Africano (Antoine Gizenga) y el Partido Nacional del Pueblo (Albert Delvaux, Laurent Mbariko). Por el contrario, las buenas noticias para los congoleños perdurarían poco. Poco después de la independencia, las provincias de Katanga, rica en minerales y sustento del interés belga por Congo, y Kasai del Sur proclamaron su escisión del territorio congoleño. La antigua colonia dio soporte rápidamente a estas proclamas con la pretensión de mantener sus privilegios anteriores en el comercio de minerales, por lo que Lumumba, con un país recién independizado y unas fuerzas armadas inexistentes, tuvo que buscar en el exterior los apoyos necesarios para acometer la guerra. Esta búsqueda de apoyos le llevó en primer lugar a Estados Unidos, donde ni tan siquiera fue recibido, y después a la URSS, que fue quien finalmente aportó tanto material bélico con soporte formativo al ejército congoleño. Por el contrario, Lumumba repitió hasta la saciedad que este apoyo debía entenderse como fruto de la diplomacia y nunca como un reflejo de su afinidad con la ideología comunista. En plena Guerra Fria, decir algo parecido, es decir, mostrarse neutral siendo el presidente de un país joven y débil que suscita el interés de las potencias, era comparable a firmar su propia sentencia de muerte.

 
 

A finales de 1960 Lumumba fue desposeído de su cargo por el Presidente del Parlamento, Joseph Kasavubu. Tras ser llevado por la fuerza a Katanga, fue asesinado en enero del siguiente año con la complicidad de la ONU, de Bélgica y de Estados Unidos, dejando atrás el mito de un gobernante que podría haberse convertido en impulsor del progreso de la República Democrática del Congo. Quedaba claro que las potencias no iban a permitir que ningún estado prosperara al margen de sus deseos. A partir de este momento, transcurrieron 5 años consecutivos de efímeros gobiernos liderados por presidentes que no supieron o no pudieron ejercer su labor de una manera correcta, haciendo que la inestabilidad del nuevo estado y la desilusión de la población ante las promesas que suscitaba la independencia fueran en aumento. Con el apoyo de Estados Unidos, Joseph-Desirè Mobutu se proclamó Jefe del Estado tras un golpe palaciego que lo convertiría en presidente por 22 años, hasta 1997. Su caída, debida primordialmente al descenso de las ayudas estadounidenses tras la caída del Bloque Soviético, pero sobre todo a su inoperancia, cleptomanía e incapacidad para proporcionar un mínimo de bienestar a la población congoleña, tuvo mucho que ver con los acontecimientos que sacudieron Ruanda. Tras el genocidio de la etnia hutu contra la tutsi en Ruanda y posterior toma del poder por parte del tutsi Paul Kagame, presidente ruandés todavía hoy, Ruanda apoyó milicias tutsis, llamadas banyamulenge, que se levantaron en armas en el este de la República Democrática del Congo. Mobutu decretó que todos los tutsi debían abandonar RDC bajo amenaza de muerte, pero para entonces la guerra era imparable. Unidos a otras facciones congoleñas que se habían visto defraudadas o acosadas por las políticas de Mobutu y sumando las ayudas de Uganda, los rebeldes tutsi alcanzaron Kinshasa en 1997, deponiendo a Mobutu que, tras huir a Rabat, moriría ese mismo año de cáncer.

Pero el nuevo presidente, Laurent-Desirè Kabila, que había liderado las guerrillas de oposición a Mobutu desde el levantamiento en Katanga tras la independencia, tampoco tendría apenas tiempo para ejercer su labor. Tras algunas mejoras en las libertades civiles y un intento por organizar lo mejor posible el estado, tiene que enfrentarse a la Segunda Guerra del Congo, que da comienzo en 1998. También llamada Guerra de Coltán, es una respuesta de aquellos estados que habían patrocinado el ascenso de Kabila al poder (Ruanda, Uganda) cuando este, una vez en el gobierno y acuciado por las críticas que lo señalaban como marioneta de países extranjeros, decide cubrir los puestos de importancia del gobierno con ciudadanos congoleños y en detrimento de los ruandeses que hasta entonces los habían ostentado. Cuando los ejércitos ugandés y ruandés son invitados a irse de RDC, los banyamulenges, tutsis congoleños, se ven abandonados y se retiran a su vez a las provincias más cercanas a Ruanda, es decir, Kivu Norte y Kivu Sur, asentándose en la ciudad de Bukavu. Esta zona albergaba desde el genocidio de Ruanda a gran cantidad de hutus ruandeses que habían huido de las represalias del nuevo gobierno tutsi de Kagame. El conflicto entre los refugiados hutus y los banyamulenges (apoyados por Ruanda y Burundi y financiados por el oro y diamantes que se extraían en el territorio que ocupaban) no tardó comenzar. Los banyamulenge tomaron en 1998 la ciudad de Goma y cualquier acuerdo entre estos y Kabila, aliados en la primera guerra del Congo, fue imposible.

Con el pistoletazo de salida dado, tras la toma de Goma, Kabila solicita ayuda a estados aliados con el fin de fortalecer su ejército. Acuden a la llamada Zimbabue, Angola, Chad, Sudán y Namibia. Estos estados forman parte del Comité para el Desarrollo del África Austral, organización que contempla la defensa mutua ante ataques externos. El caso de Zimbabue es particularmente curioso. Se considera que este apoyo costaba a las arcas de Zimbabue 1 millón de dólares diarios, empobreciendo aun más al país sudafricano y elevado a cotas nunca antes vistas la mala imagen de Mugabe en su propio país. En cualquier caso, el propio Mugabe tenía sus intereses en territorio congoleño. Como Ruanda y Uganda, como la propia Angola (que recientemente ha ocupado un pequeño territorio congoleño donde abundan los minerales), las concesiones para la explotación minera en territorio congoleño incentivaron a los combatientes de ambos bandos. Con estos mimbres, quedaba claro que Kabila no iba a ser derrocado tan fácilmente, por lo que los objetivos cambiaron sustancialmente. El grupo banyamulenge se escinde y se dividen el territorio en su poder, haciendo negocio con los minerales de dicho territorio y apoyados unos por Uganda y otros por Ruanda. Poco después estas dos escisiones luchan entre ellas, con choque de los ejércitos de Uganda y Ruanda incluido, hasta que solo queda una, la apoyada por Ruanda.

Esta sucesión de hechos, así expresada, no parece ser demasiado violenta. Por el contrario, hay que reseñar que el número de muertos en los 5 años que dura la guerra asciende a 4 millones, mientras que los desplazados, heridos, mujeres violadas, niños soldados, recursos naturales escabullidos o malvendidos son sencillamente incontables. Antes de finalizar la guerra, en 2001, Kabila muere asesinado en el Palacio Presidencial a manos de su propia guardia personal. Joseph Kabila sustituye inmediatamente a su padre en el cargo de presidente de la República Democrática del Congo, puesto que aun hoy ocupa gracias al apoyo de Estados Unidos y el soporte de Uganda y tras haber ganado unas elecciones democráticas en 2006 y crear un gobierno de coalición. En conversaciones con Mbuyi Kabunda, intelectual y profesor congoleño exiliado en Suiza, mostraba su desilusión por el modo en que han acontecido los hechos posteriores a su toma de poder. Lo cierto es que los Kabila, sobre todo el padre, representaron para muchos congoleños una especie de nuevos Lumumba que venían a democratizar la RDC y terminar de asentarlo. Si la tarea del padre, Laurent Kabila, resultó imposible en un contexto de guerra internacional en territorio propio, parece que Joseph Kabila podría estar alcanzando un cierto grado de estabilidad en el país que ayudaría a mejorar la situación general del mismo. Ya dentro de su mandato y continuando con la guerra, se firman varios acuerdos de paz auspiciados por Estados Unidos entre los países involucrados en el conflicto. De esta manera, se llega a un acuerdo incluso con las facciones guerrilleras «independientes», que fructifica en 2002 dando por terminada la guerra.

Aunque las fricciones han continuado, obligando a postergar en varias ocasiones, hasta el 2006, las elecciones generales a las que todos los contendientes nacionales se habían comprometido en la firma del acuerdo de paz, lo cierto es van cayendo muros paulatinamente. El último en caer, en enero de este año, fue Laurent Nkunda, guerrillero banyamulenge que ha mantenido hasta nuestros días la hostilidades en los dos Kivus con el apoyo de Ruanda y detenido en una acción conjunta de los ejércitos de Ruanda y la República Democrática del Congo. Parece que las denuncias internacionales, las presiones del nuevo gobierno estadounidense (los Clinton son amigos y aliados históricos del presidente ruandés Paul Kagame), y el interés de los mandatarios ruandeses por seguir manteniendo el estatus preponderante en la zona que, junto a Uganda, le ha proporcionado Estados Unidos, han servido para hacer entrar en razón a dicho gobierno y convencerlo para colaborar con el gobierno congoleño de J. Kabila. Hasta el momento de su detención, Nkunda ha trabajado ufanamente en favor de los intereses mineros de Ruanda en el Congo, y es aquí donde comienza a hablarse del verdadero motivo de la Segunda Guerra del Congo, el coltán hace su aparición.

Lo cierto es que tanto la primera como la segunda guerra del Congo tienen mucho que ver con la explotación de los recursos minerales del país. En la primera, como hemos dicho, Kabila es apoyado por Ruanda, que vio en él a una marioneta a la que podría manejar con el fin de apoderarse de las concesiones de minas del país. La segunda, en la misma línea, incluye a otros estados y facciones que, aunque no todos, están interesados en la misma cuestión. La guerra de baja intensidad que ha tenido lugar desde la firma del acuerdo de paz entre las partes en 2002, vuelve a tener a Ruanda como principal actor, apoyando a la guerrilla de Nkunda, que ha manejado las provincias de Kivu Norte y Kivu Sur, explotando las abundantes reservas de coltán de la zona que ha sido vendido desde Ruanda. Para aclarar aun más las cosas a este respecto, hay que destacar en esta compra venta de coltán a la empresa SOMIGL (Sociedad Minera de los Grandes Lagos) que está integrada por tres sociedades: la Africom (belga), la Promeco (ruandesa) y la Cogecom (sudafricana).

 
 

Las guerrillas ligadas a Ruanda han expoliado y vendido el coltán congoleño a este tipo de empresas mixtas que, evitando los intermediarios y comprándoselo directamente a los guerrilleros, logran abaratar el precio. El coltán sale directamente por Uganda y Ruanda por medio de empresas de transporte belgas o de familiares de Kagame y Museveni (presidente de Uganda). Pero no solo el que compra in situ es culpable de la sangre derramada para lograr la transacción, también las empresas que lo exportan tienen las manos manchadas de sangre. Estados Unidos, Bélgica, Alemania y Kazajstán son los destinatarios principales del coltán africano y empresas como Bayer lo gestionan y otras como Citybank encubren en sus bancos el dinero que este negocio mueve. [7]

En cambio, si actitudes como la de Kagame o Museveni no extrañan a nadie o si hay alguien que entiende las posturas de Bélgica, Estados Unidos o Alemania, es difícil asimilar la suciedad con la que son utilizadas las propias fuerzas de pacificación de la ONU. Es un hecho comprobado, y la voz en grito de los lugareños lo confirma, que las fuerzas rebeldes de Nkunda estaba compuesta en su mayoría por soldados y mercenarios ruandeses y algunos extranjeros, que la violencia que ejercen estos soldados contra la población civil en los pueblos y ciudades conquistados era rayana al genocidio o que se valían de las treguas puntuales para tomar el terreno intermedio. Es un hecho, a su vez, que el 30 de noviembre de 1999 el Consejo de Seguridad en su resolución Nº 1279 autorizó el despliegue de una fuerza multinacional de 5.537 cascos azules y 500 observadores, en la Misión de las Naciones Unidas en la República Democrática del Congo (conocida como MONUC por su acrónimo en francés), con el fin de colaborar y monitorear el cumplimiento del Acuerdo de Lusaka. Lo que es sin duda más desagradable, obsceno e irritante, es la actitud, sin duda premeditada, que la MONUC ha mantenido en estos últimos coletazos de conflicto. Algunos ejemplos servirán para ilustrar dicha actitud y dejar patente los intereses a los que respondían. En septiembre de 2008 se nombró al Teniente General español Díaz Villegas al mando de la MONUC. Dos meses después, dimite del cargo. ¿Por qué? Los lugareños aseguran que han visto a miembros de la MONUC transfiriendo armamento a los rebeldes de Nkunda, son de orden publico los comentarios de aquellos que han visto a los soldados de la MONUC traficando con oro y otros minerales de alto valor, al igual que helicópteros de estas fuerzas transportando minerales hacia la frontera con Ruanda. Se han atestiguado abusos sexuales a niñas cometidos por cascos azules. Durante los combates, si las fuerzas de Nkunda estaban en disposición de ganar, la MONUC desaparecía, mientras que si el ejército congoleño llevaba ventaja, se interponía en medio para frenar su avance. Por si esto fuese poco, en al menos dos ocasiones el ejército de Nkunda ha utilizado los pertrechos e identificaciones de los cascos azules para entrar en una ciudad pacíficamente y, una vez dentro, comenzar a disparar al ejército congoleño hasta hacerse con esta ciudad. [8]

Puede comprenderse, ante tales actitudes, que los beneficios que deja la explotación minera son muy abultados. En este rio revuelto son muchos los actores que aprovechan la coyuntura para lucrarse. Entre los trabajadores que acuden o son obligados a trabajar en las minas, hay que contar a ex campesinos y ex ganaderos que, tras la paulatina devaluación del algodón y otro productos de monocultivo, se han visto obligados a desplazarse, refugiados y prisioneros de guerra (sobretodo hutus), multitud de niños que, por su tamaño, tienen gran acogida en las minas, y muchos habitantes de zonas próximas que acuciados por la violencia de grupos armados delincuenciales se ven obligados a emigrar a estas zonas. [9] Con este espectro de trabajadores, uno puede hacerse una idea de los sueldos que cobran por su trabajo. Se les paga una media de 10 dólares por cada kilo extraído, lo que supone casi un mes de trabajo, mientras que en el mercado internacional, el kilo de coltán se está pagando, según su calidad, a entre 250 y 400 dólares. Las ganancias para aquellos que les dan trabajo son abrumadoras y los que se unen a la fiesta, ante la perspectiva de semejantes botines, poco tienen que objetar contra el modo de extracción, los métodos utilizados o el fin al que irán dirigidas las ganancias.

El mercado de la tecnología es, desde hace algún tiempo, el motor económico de algunos estados preponderantes económicamente. El final de este procedimiento, un pequeño receso en la extracción de coltán en el Congo (recordemos que este país tiene el 80 por ciento de las reservas mundiales) supondría tal catástrofe para la economía mundial, que nadie parece querer implicarse en aplacar la situación de beligerancia interna del país. Hay quien ha propuesto como única solución, aunque suene desagradable escucharlo y sea más desagradable decirlo, que el estado congoleño firme una concesión por un tiempo cediendo la explotación a las empresas que ya están explotando ilegalmente en la actualidad. De lo contrario, estas empresas seguirán incentivando el conflicto interno como medio de enriquecimiento. La última acción conjunta entre Ruanda y Congo para acabar con Nkunda podría estar encuadrada en un proceso similar al expresado. La cuestión es, una vez terminada la concesión ¿volverán estas empresas a utilizar los mismos métodos del pasado? Es probable que sí. Si tenemos en cuenta además que China ha entrado con fuerza en los negocios congoleños (promete 9.000 millones de dólares en financiación de infraestructuras) para hacerse con una fuente constante de minerales, la cuestión se complica.

En cualquier caso, parece que se están dando algunos pasos importantes en favor de la estabilidad del país. A excepción del LRA (Ejército de Resistencia del Señor), un grupo rebelde ugandés que opera en el norte del país, puede considerarse que la pacificación, a nivel de guerrillas, está siendo progresiva. El gran problema con respecto a estas guerrillas rebeldes es que, una vez descabezadas, suelen disolverse y formar grupos delincuenciales de muy difícil sometimiento. Si esto ocurriera con los banyamulenge de Nkunda, dichas unidades disgregadas vendría a sumarse a la gran cantidad de grupos armados mafiosos que operan en el país, lo que podría resultar ciertamente peligroso. Lo cierto es que las grandes multinacionales mundiales y los estados que las acogen no están dispuestas a que el Congo se desarrolle por su cuenta. La aparición de China, la revisión y corrección de los contratos de explotación o la toma de decisiones adversas que un gobierno como el congoleño pueda tomar a este respecto, no son cuestiones que se dejen al azar. Esos grupúsculos de guerrilleros diseminados por el territorio congoleño son la dinamita a la que cualquier interesado, cualquier agraviado, pueda ponerle mecha. Así ha sido hasta el día de hoy.

PETRÓLEO EN SUDÁN: UN PASTEL APETECIBLE

Sudán comienza su proceso de independencia el 12 de febrero de 1953, que no logrará hasta el 1 de Enero de 1956, convirtiéndose así en el primer estado subsahariano en lograrla. En cambio, aunque ciertos nacionalistas sudaneses tuvieron mucho que ver en el comienzo del autogobierno, es Egipto, estado limítrofe por el norte, quien más presiona para lograr la independencia de sus vecinos. Egipto sufrió la ocupación británica hasta un año después de la independencia sudanesa, empero, ya antes disfrutaba de una autonomía bastante amplia. Bajo el protectorado británico, en 1899, firmó un acuerdo para el condominio de Sudan que le otorgaba ciertos privilegios soberanistas sobre sus vecinos del sur. A resultas, se estableció un gobierno en el norte, de mayoría árabe, dejando la zona meridional del territorio en manos de funcionarios civiles que dominaban grandes áreas de territorio. En este punto, con la práctica división de Sudán en dos partes diferenciadas, está la raíz de la problemática actual. El norte, más cercano a Egipto y más influyente por su recién adquirido gobierno, iba a ser el receptor de la mayoría de las ayudas británicas para el territorio. En los años 20 Inglaterra pone en marcha varios proyectos económicos con el objetivo de hacer autosuficiente a la colonia e ir, de esta forma, disminuyendo las aportaciones de ayuda. La mayoría de estos planes se desarrollan en la zona norte, lugar donde los británicos tienen más influencia, mientras que el sur, dominada por los denominados «barones», se va quedando paulatinamente atrasado.

A medida que las colonias africanas van tomando conciencia de sus derechos, sus deberes ya se los habían hecho saber repetidamente, las peticiones de independencia se van generalizando. En el caso sudanés, ya en pleno periodo de entreguerras, se renueva el acuerdo entre los gobiernos de Egipto e Inglaterra para seguir manteniendo el condominio establecido. En cambio, ante la insatisfacción palpable que la actitud de sus gobernantes provoca en la población, una vez finalizada la II GM, Egipto solicita a los británicos una revisión de tendencia independentista del acuerdo. Las presiones no surten efectos hasta finales de la década de los cuarenta, cuando Inglaterra, tras consultar a algunos de sus oficiales del norte, decide promover una serie de reformas políticas con el fin de impulsar una cierta noción de autogobierno. En 1950 se establece definitivamente la Asamblea Legislativa de Sudán, después de que un año antes hubiera sido saboteada por los partidarios de una gran unión entre Egipto y Sudán. A finales de ese mismo año, en diciembre, se hace la primera petición formal, aprobada por mayoría en la Asamblea, a los gobiernos egipcio y británico para que garantizaran un pleno autogobierno para el país.

 
 

A finales de 1953 se celebran las primeras elecciones al Parlamento en las que el Partido Unionista Nacional, de tendencia pro-egipcias, gana con una abultada mayoría. Las fuerzas de ocupación británicas y egipcias abandonan el país a finales de 1955 mientras que el gobierno sudanés declara la independencia el día 1 de 1956. Sudán se convierte en miembro de la Liga Árabe y Naciones Unidas ese mismo año. En cambio, aunque todo hace indicar que era una situación idílica, la realidad hace patente las tremendas diferencias que separan las dos partes del territorio. El norte que, como ya hemos dichos, había sido más beneficiado por las ayudas británicas, muestra claros síntomas de desarrollo. Las escuelas y universidades, una floreciente industria o el establecimiento de una red ferroviaria más o menos amplia, contrastan con el subdesarrollo del sur, dominada hasta entonces por los «barones» y regida por una férrea tradición cristiana que desatendió las necesidades básicas de desarrollo. Las provincias del sur sienten que el gobierno central sigue promocionando el desarrollo del norte y los desacuerdos no tardan en llegar. Tras las primeras elecciones generales en las que toma el poder el UMMA, un partido menos proclive a mantener relaciones con Egipto, no tarda en llegar el primer golpe de estado. Dos meses les separan. El régimen del general Ibrahim Abbud se alargará en el tiempo hasta alcanzar 1964, siendo derrocado por un Consejo de Estado, y sus principales opositores, grupos insurgentes del sur poco conformes con su política pro egipcia y pro árabe, mantendrán el conflicto, convertido ya en guerra civil, hasta marzo de 1972, momento en el que el sur logra asegurarse una cierta autonomía.

Antes, en 1969, el coronel Yaffar al-Numeiry se había hecho con el poder y había creado un nuevo gobierno. Encargado de firmar, con los insurgentes del sur, el acuerdo de paz que daba por terminada la guerra civil, promovió ciertos cambios en las afinidades políticas e intentó un cierto acercamiento a las provincias del sur. Fue investido presidente el año 1972, promulgó la Constitución de 1973, buscó un acercamiento con Libia y la Unión Soviética para, por fin, pasar a formar parte, tras varios atentados contra su persona promovidos supuestamente por Libia y grupos comunistas sudaneses, de la esfera política de Estados Unidos. En respuesta a las ayudas recibidas desde Estados Unidos y Europa, apoyó al presidente egipcio Anwar al-Sadat en las negociaciones de paz con Israel, lo que acarreó para Sudán, tras el asesinato de dicho presidente, una larga serie de tensiones con Libia a finales de los años 70.

En 1983 Numeiry ganó por tercera vez las elecciones generales y, en una de sus primeras acciones, anunció la revisión del Código Penal de acuerdo con la Ley Islámica. El sur del país, más afín a la creencia cristiana y las religiones animistas, volvió a levantarse en armas. El Ejercito Popular para la Liberación de Sudán (EPLS), brazo armado del Movimiento Popular para la Liberación de Sudán (MPLS), a las ordenes de John Garang fue recabando apoyos entre los grupos más variados del país, incluyendo a parte de los habitantes de la región occidental que se sentían desplazados en favor de las regiones del valle del Nilo. En cambio, aunque logró algunas victorias militares, el EPLS nunca ha terminado por imponerse a los diferentes gobiernos contra los que ha luchado.

El general Umar Hasan Ahmad al-Bashir es el actual presidente de la República de Sudán. Llegó al poder tras un golpe de estado en el que se impuso, en 1989, al reinstaurado gobierno del UMMA, que había llegado al poder dos años antes a resultas de otro golpe de estado. Partidario, como Numeiry, del establecimiento de la sharia, la ley islámica, como fuente de derecho, Bashir instituyó el llamado Consejo de la Revolución para la Salvación Nacional, formado por 15 miembros y encargado, como si de cargos ministeriales se tratara, de gobernar el país. Mientras tanto, la lucha continuaba en el sur. El EPLS se dividió en dos facciones con fines diferentes. Por un lado, una de las facciones luchaba por el poder estatal y por el otro lado, la otra facción, se centraba únicamente en lograr la independencia del sur. Esta división interna, aunque debilitó las fuerzas de la insurgencia, no impidió que en marzo de 1995 se desarrollara una ofensiva general tras la que el gobierno de Jartum anuncio su intención de alcanzar una tregua. En el año 2000 se celebraron elecciones presidenciales y legislativas en las que Bashir logró una mayoría absoluta muy amplia. Estas elecciones fueron denunciadas como farsa por todos los grupos de la oposición, en cambio, en base a esta elección y la aceptación relativa del juego democrático, Bashir ha ido alcanzando acuerdos con las diferentes tendencias contrarias, hasta el punto de que en 2005 se firmaba un acuerdo de paz entre el EPLS y el gobierno, entrando Garang a formar parte de la ejecutiva. Muerto en un accidente aéreo poco después, ha sido sustituido por Salva Kiir, su segundo en el EPLS. Bashir ha alcanzado también acuerdos con la Alianza Nacional Democrática, grupo integrado por las fuerzas de oposición no armada, con el fin de impulsar un acuerdo Nacional de Reconciliación.

EL CONFLICTO EN DARFÜR

El conflicto de Darfür, «tierra de los fur», no tiene una vinculación clara con las guerras civiles que han asolado Sudan y en las que había una división clara entre bandos, el norte y el sur. En cambio, algunas de sus motivaciones tienen que ver con esa tendencia de los gobiernos musulmanes del norte por favorecer a la población árabe en detrimento de las poblaciones negras. Darfür es una región con una extensión parecida al territorio de Francia que limita con Chad por el oeste y que alcanza, en su parte suroeste, a la República de Centroáfrica. Está poblada por unos seis millones de habitantes que a su vez se integran en una treintena de etnias diferentes con dialectos y lenguas muchas veces distintas. La mayoría de su población vive de la agricultura aunque también es común la economía ganadera y pastoril. En 1994, ya con el gobierno de Bashir en el poder, su territorio se dividió en tres regiones (norte, sur y oeste) que a su vez fueron subdivididas en distritos y consejos locales. Esta medida llevó aparejada la reasignación de tierras en favor de las etnias árabes, minoritarias en esa región, y sin tener debidamente en cuenta las complejas relaciones inter-étnicas, con lo cual se generaron ciertas disputas por la obtención de recursos.

El Darfür, quien sabe si por su poca beligerancia hasta este momento, ha sido una de las regiones más olvidadas de Sudán. Ya en la época colonial formaba parte de esos territorios gobernados por los mencionados «barones» y sobrevivía prácticamente con lo que lo ha hecho hasta ahora, la agricultura de subsistencia. Por eso cuando, llegadas las sequías que asolaron buena parte de esta zona de África a finales de los ochenta y principios de los noventa, las áridas tierras de Darfür no pudieron ser usadas con este fin, la crisis de alimentos no hizo si no alentar la consabida discriminación con el norte desarrollado. Esta discriminación económica sumada a la clara diferencia étnica que enfrenta a una mayoría negra y pobre con una minoría árabe y más o menos rica, desembocaron en 2001 en la formación, por parte de esas mayorías discriminadas, del ELS, Ejercito de Liberación de Sudán. Liderado por Andel Wahid Mohamed Ahmed Nur, es producto de la cooperación de dos grupos: uno integrado por las tribus fur y massaleit oriundas de la región sur y oeste de Darfür, y otro proveniente del norte de Darfür, compuesto por tribus zaghawa y meidoub. Junto al ELS, otro grupo minoritario pero con los mismos fines (conseguir para sí la autonomía que el sur, tras años de guerra, ha ido adquiriendo), el MJI, Movimiento por la Justicia y la Igualdad, se ha unido en la lucha contra el gobierno central que dio comienzo, en su versión más dura, en 2003. [10]

Las luchas con las fuerzas gubernamentales tuvieron un resultado dispar. El ejército sudanés, mal organizado y mermado por las luchas mantenidas por entonces (recordemos que no se firma una tregua con el EPLS hasta 2005) con sus rivales sureños, sufre una gran cantidad de derrotas que hacen replantearse la estrategia militar al gobierno de Bashir. Con el fin de frenar las constantes acometidas de los dos grupos insurgentes, apoyados, según parece, en aquel inicio por el propio EPLS, Bashir impulsa la creación y desarrollo de milicias paramilitares que se nutren de los árabes ganaderos nómadas de la propia zona y de algunos grupúsculos llegados de Chad. Esta milicia paramilitar es conocida como los yanyawid, jinetes armados, y sus técnicas de avasallamiento sobre la población civil han hecho saltar todas las alarmas en el concierto internacional. Para desgracia de los grupos insurgentes, en 2005 se firma el alto el fuego entre gobierno y EPLS, con lo que todo el dinero que servía para financiar esta guerra, se utiliza ahora en la lucha contra el ELS y el MJI.

 
 

La reestructuración de la región de Darfür en 1994 provocó un movimiento de población que relegó a las etnias negro africanas a los territorios más pobres. Este desplazamiento formaba parte, a su vez, de un plan más amplio de redistribución de los recursos para hacerlos más accesibles a las poblaciones árabes. Lejos de haberse terminado, ese proceso continúa hoy de una manera más sangrienta. Tras la entrada en conflicto de las milicias yanyawid, con la libertad otorgada por el gobierno para hacer prácticamente lo que les venga en gana, casi 2.500.000 de personas han tenido que salir huyendo. La mayoría se han reasentado en la zona dominada por la insurgencia pero casi 300.000 personas se encuentran en campos de refugiados ubicados en el vecino Chad. Para los que han decidido quedarse en sus casas, el panorama no es muy halagüeño. Las milicias yanyawid utilizan un sucedáneo del arcaico método de guerra de «tierra quemada». Cientos de aldeas han sido saqueadas y destruidas, el asesinato de civiles y la violación se utilizan como arma de guerra y se estima en unos 300.000 los civiles muertos en el conflicto. Los hombres son el primer objetivo de la milicia y no pueden abandonar los campos de refugiados que se encuentran en el mismo Darfür. La única solución para ir en busca de alimentos o para continuar con el pastoreo es que las mujeres se encarguen de ello, pero estas corren el riesgo de sufrir violencia física e incluso violaciones, con lo que la búsqueda de alimentos es casi imposible si las ayudas exteriores no llegan. El conflicto ha tomado, por tanto, tintes de limpieza étnica. La mayoría de la población de Darfür antes del comienzo del conflicto era de confesión musulmana. La escasa población cristiana de Sudán, un 5 %, vive en Jartum o en el sur. El 25 % de la población profesa religiones tradicionales y se asienta en el sur y sudoeste del país. El 70 % restante es de confesión musulmana, suníes más concretamente. Por lo tanto, esta guerra abierta, a diferencia del conflicto entre norte y sur, no es lo que podría denominarse un conflicto de religión si no que, más bien, es una guerra instigada por peticiones sociales y económicas. El Embajador de Sudán en España pronunciaba una frase muy reveladora entorno a este tema. «Entendíamos las razones del conflicto con el sur, pero nos duele que haya estallado con nuestros hermanos del oeste.»

El acoso al que se ve sometida la población negro africana por parte de las milicias árabes, han convertido la guerra de Darfür en un conflicto racial, pudiendo hablarse sin tapujos de un caso más de genocidio incontrolado en el Continente de África. Las constantes negativas del gobierno sudanés a los ofrecimientos de ayuda humanitaria, expulsando incluso a 13 de las ONGs que operaban hasta el momento en la zona, no han hecho si no agravar las consecuencias del conflicto. El ACNUR ha tenido que desarrollar su labor en el territorio del Chad que, siendo uno de los estados más empobrecidos del mundo, soporta no solo la llegada de refugiados del país vecino sino también el desplazamiento de población constante que provocan sus conflictos internos. Las milicias yanyawid han llegado incluso a hacer incursiones en territorio del Chad con la consiguiente violación de su soberanía territorial. El gobierno de Bashir aceptó la mediación de la Unión Africana, que tiene desplegados en Darfür varios contingentes desde 2004, habiendo participado en la firma de la paz entre el sur y el norte de 2005. Se niega, en cambio, a la entrada en el conflicto de las fuerzas de la ONU y solo ha aceptado hasta el momento la participación de medio millar de soldados chinos, sus aliados en el Consejo de Seguridad, que llegaron al país en 2005.

En mayo de 2006 se produjo un primer acercamiento entre las fuerzas insurgentes del ELS y el gobierno. En Abuya (Nigeria), con la complicidad de la Unión Africana, se acordó por parte de los dos bandos una progresiva desmilitarización de la zona. El gobierno central se comprometió a desarmar a las milicias yanyawid y retirar su ejército como paso previo a la entrega de armas del ELS. En cambio, el acuerdo es vano por utópico, ya que se oyen voces discordantes en ambos bandos. En primer lugar, el gobierno, que es parte interesada en mantener la actividad de las diferentes milicias progubernamentales que operan en Darfür con el fin de evitar la escisión de su territorio, difícilmente puede involucrarse en el control de las mismas. Por otro lado, el ELS ha visto como varias escisiones han hecho patente su disconformidad y ha continuado con la lucha armada. El MJI y el SLM, grupos minoritarios de la insurgencia que han ido acumulando apoyos entre los descontentos con el acuerdo de paz, han decidido plantar cara al gobierno de Bashir y continuar su lucha en pos de alcanzar, algún día, el control total del estado. Solo recientemente, Bashir declaró un alto el fuego unilateral que se ha encargado de romper en repetidas ocasiones.

Si se repasan las trayectorias postcoloniales de los estados limítrofes a Sudán, se puede apreciar cómo, en algunos casos concretos, los recursos naturales en territorio propio son una fuente de intereses que generan conflictos. Es el caso de la República Democrática del Congo y el conflicto con la región de Katanga, la más rica del país en uranio y cobre, pero es también el caso del Chad, donde una mayor atención hacia los habitantes del sur del país, lugar de asentamiento de la etnia que ha gobernado el país pero también donde se encuentran los pozos petrolíferos de dicho estado, genera resquemor en los del norte. En el caso de Sudán esta casuística, que se verá en otros estados como Mozambique o Liberia con el tema de los diamantes, está, si cabe, más acentuada. Paradójicamente, el norte de Sudán, que ha sido históricamente quien ha formado los lideres más emblemáticos y por ello la zona del país más beneficiadas en las políticas estatales, es un terreno árido que apenas si genera otra cosa que no sean productos agrícolas. En cambio, el sur, el territorio menos desarrollado y con menos apoyo histórico del gobierno central, posee yacimientos de petróleo en abundancia. Este hecho, asociado a las constantes tensiones que se dan en la zona, ha atraído la atención de los estados limítrofes más desarrollados, léase Uganda, que han aportado su granito de arena para que el conflicto interno de otro estado se resolviera en favor de sus aliados naturales. En cambio, no son solo estos estados limítrofes los interesados en que se dé una estabilidad favorable a sus intereses en territorios ricos en recursos. Las grandes potencias, con Estados Unidos y China a la cabeza pero sin desdeñar a la UE y más concretamente a Francia y Gran Bretaña, también tienen sus miras puestas en lo que podría llamarse «los estados redescubiertos de África», entre los que se encuentra Sudán. Y son redescubiertos porque han pasado de tener una importancia geoestratégica relativa, por su desorden y por el poco aporte que hacían a la economía mundial, a tener una importancia vital, tras el descubrimiento de estos yacimientos petrolíferos (Guinea Ecuatorial es otro ejemplo), para economías en crecimiento como la China o grandes empresas petrolíferas con banderas occidentales. El caso de Sudán es un ejemplo de cómo el descubrimiento de recursos naturales genera inestabilidad en estados institucionalmente débiles y en los que los intereses partidistas priman sobre el bien común. Hasta 1980 el gobierno de Jartum tiene bajo su mando e influencia los yacimientos petrolíferos que son explotados en Sudán. El sur disfruta de un periodo de relativa calma después de que el general Numeiry otorgará a dicha zona una cierta autonomía y se comprometiera a respetar sus costumbres sin imponer la sharia. En cambio, ese mismo año, la petrolera estadounidense Chevron descubre nuevos yacimientos petrolíferos en la región sureña, lo que provoca una rápida reacción del gobierno de Numeiry que tira por tierra los derechos adquiridos por el sur tras una larga guerra. A la zona se la renombra como la provincia de la Unidad y se limita justamente en los lugares en los que se han encontrado los nuevos pozos de extracción para lograr, de esta forma, un mayor control de los recursos por parte del gobierno de Jartum. De esta manera comienza la segunda guerra civil y la huida de Chevron, ante una situación incontrolada en la que llegan a ser asesinados 3 de sus mandos en territorio sudanés, no se hace esperar. [11]

Hasta el año 1999, momento en que parece estabilizarse algo la situación aun cuando continúan los enfrentamientos, no se vuelve a conocer una época de explotación de petróleo digna de reseñar. Es en este año cuando China decide entrar en Sudán por medio de su empresa estatal del petróleo, la CNPC. En el territorio controlado por el gobierno central se comienza a extraer de manera rústica un crudo de mala calidad que, debido a ello y al esfuerzo chino en el apoyo al gobierno, se vende muy barato a la propia compañía. Esta colaboración entre estados continúa con el proyecto de contracción del oleoducto GNPOC para llevar el crudo extraído en el centro-sur del país hasta el Mar Rojo, y una refinería cerca de Jartum. El gobierno de Bashir obtendrá, además de recursos económicos para paliar la debilidad financiera del estado tras largos años de combates, un apoyo vital del veto chino en el Consejo de Seguridad de la ONU, que ha presionado al gobierno musulmán en repetidas ocasiones, sobre todo desde que se le tachara de estado sostenedor e impulsor del terrorismo, junto con Irán, de Al Qaeda. Pero esta relativa estabilidad proporcionó además el soporte para la entrada en el negocio del petróleo sudanés a otras petroleras de procedencias dispares. La compañía Talismán, de origen canadiense, pasó a formar parte en la construcción del oleoducto, aunque posteriormente se retiró del proyecto dejando paso a ONGC Videsh, compañía nacional hindú, estado aliado de China en este intento por alcanzar, de primera mano, los recursos de vital importancia para sus economía emergentes. El hallazgo de nuevas reservas en lo que se ha llamado «Block 5º», también en el sur del país, han atraído a nuevas compañías europeas, como la sueca Ludin, que se encargan de la explotación en la zona más peligrosa de Sudán hasta el comienzo de la guerra de Darfür.

Se estima que la producción total del territorio sudanés es de 250.000 barriles al año, una cantidad no demasiado alta en relación a los estados árabes del golfo pérsico, pero nada desdeñable si se tiene en cuenta que estas reservas son de nuevo descubrimiento y que podrían mantener su producción hasta un periodo bastante posterior al agotamiento de las reservas tradicionales. Según los expertos, el ritmo de producción actual podría mantenerse hasta alcanzar el año 2020. Este hecho, el de la longevidad de la reserva, ha atraído la atención de las grandes compañías petroleras del mundo. Chevron ha retornado al país aunque de una manera silenciosa y la francesa TOTAL Elffina ha adquirido los derechos de explotación de las reservas del extremo sur que, aunque todavía no ha podido comenzar con su trabajo, se estiman en una cuantía muy alta.

 
 

El retorno de Chevron vino precedido por una serie de movimientos políticos bajo mano al más puro estilo de George Bush. Después de designar a Sudán como estado comprometido con el terrorismo, el gobierno estadounidense cambia en 2002 de política y decide financiar a Bashir en su lucha contra la inestabilidad. Esto se traduce en una aportación de 100 millones de dólares que no vienen, por el contrario, solos. Este dinero viene acompañado con la advertencia de que si en un periodo corto de tiempo, un año aproximadamente, no se logra terminar con las milicias insurgentes, el siguiente dinero no irá a parar a las arcas del gobierno, si no de los propios insurgentes. De esta manera, el gobierno de la Casa Blanca se comprometía a abonar una cuantía de 300 millones de dólares a los rebeldes sureños a fin de que el territorio pudiera, por fin, secesionarse. Parece que la estrategia, que no podría decirse en que periodo está, ha dado resultados, ya que en 2005, como ya hemos dicho anteriormente, se firma un acuerdo de paz entre Garang y Bashir y la consiguiente pacificación de la zona, aunque aún se mantienen en actividad algunas secciones de ELPS, es un hecho.

En cambio, el hallazgo de nuevas reservas en la zona de Darfür, en lo que parece ser el motivo oculto del conflicto, ha desplazado las tensiones a esta región. Los recursos devengados de la extracción de petróleo han servido al gobierno de Sudán para parapetar a su ejército en las zonas de extracción y lograr así que las petroleras puedan trabajar tranquilas. La expulsión de la población residente en los territorios del hallazgo parece no ser un inconveniente en comparación con la rentabilidad del negocio. Así, que el acoso a la población de Darfür haya comenzado justo después de dicho hallazgo, parece un reflejo claro de las motivaciones del conflicto. En cambio, en una demostración más de lo difícil que es, con tan poca información, saber si fue antes la gallina o el huevo, no queda claro quien comenzó la lucha armada. Hay quien opina que fue el propio gobierno quien alentó la tensión al querer expulsar a la población nativa de sus territorios para lograr, de esta manera, un mayor control de la zona. En cambio, también se dice que fueron los propios habitantes de Darfür quienes, ante los logros obtenidos en su revuelta por sus vecinos del sur y a sabiendas de que su territorio era rico en petróleo, organizaron la insurgencia para pedir derechos de autonomía y controlar las reservas ellos mismos. Sea de una u otra manera, lo cierto es que las compañías petrolíferas ya se están asentando en las zonas más cercanas a los antiguos pozos del sur. El ascenso hasta aquellos territorios más norteños en los que huela a petróleo será progresivo, ya que la milicia darfüreña, mal aprovisionado y con pocos amigos internacionales, no parece que pueda aguantar el envite. La compañía china CPNC comenzó la extracción en los campos de Darfür, más concretamente en Melut Basin, en 2004 y tiene la concesión para explotar todo el gran bloque 6. Hay también quien asegura que Estados Unidos está alentando la división interna en el país, después de que la mayoría de las concesiones hayan ido a parar ya a sociedades petroleras de otros estados. Podría ser una estrategia de presión para lograr finalmente las concesiones para explotar las nuevas reservas del Darfür, ya que el acoso sobre el gobierno de Bashir fluctúa en el tiempo y si, con Bush, Estados Unidos no se decidió a intervenir efectivamente, con su propio ejército se entiende, contra un gobierno al que han tachado de genocida, parece difícil que en el contexto de crisis económica actual, el nuevo gobierno Obama puede acometer este tipo de planes. Mientras tanto, un hallazgo de recursos que podría traer tantos beneficios a territorio africano, parece que no es más que otra fuente de conflictos. Desde el Delta del Níger hasta llegar a Sudán, la población sigue muriendo de hambre mientras ven pasar, como si de un espejismo en el desierto se tratara, los camiones que construyen los oleoductos.

Los insurgentes darfüreños, de los que apenas si hay información, podrían contentarse con un acuerdo como el que alcanzaran en 2005 las milicias insurgentes de sur y el gobierno central. En este acuerdo de paz se estipulaba un plazo de preparación para la celebración de un referéndum en el que las regiones del sur decidirían si quieren seguir formando parte de Sudán o prefieren vivir con independencia. Si el resultado del referéndum no se manipula, es muy probable que esta región alcance la independencia, por lo que la pérdida para Sudán sería mayúscula ya que la mayoría de las reservas petrolíferas están en estas zonas. En este contexto, es complicado que el gobierno de Sudan acepte para Darfür un acuerdo similar. Es más probable que se hable de una cierta autonomía en que las ganancias del petróleo fuesen divididas de alguna manera equitativa que saciara las pretensiones de cada lado. Este posible acuerdo futuro, con la entrada progresiva de la ONU en la zona, podría satisfacer también los intereses de Estados Unidos que, en vez de negociar con un gobierno marcadamente contrario, podría alcanzar acuerdos con los nuevos gobernantes de Darfür. Lo que no queda claro es si la guerrilla darfüreña tiene una posición de fuerza como la que mantenía Garang, lo que hace imprevisible el resultado de las posibles negociaciones. Es importante tener en cuenta el lugar que ocupa Estados Unidos en el conflicto. Chad parece estar alineada bajo los intereses de Francia. El descubrimiento de reservas petrolíferas en Darfür no es una sorpresa para quienes entienden del negocio del petróleo. Después del hallazgo del oro negro bajo territorio chadiano, cerca de las fronteras con Sudán, se ha descubierto que toda esta zona es un gran fondo de reservas petrolíferas que se extenderían en un perímetro indeterminado pero en cualquier caso muy extenso. El problema es que Chad, como ya hemos dicho, parece estar bajo el influjo de los intereses franceses, lo que hace que Darfür sea, por su novedad, un lugar en que los intereses estadounidenses tendrían cabida. La búsqueda de una solución no parece tener mucho futuro si tanto Gran Bretaña como Estados Unidos no quedan satisfechos. China, por otro lado, podría seguir manteniendo sus pozos de extracción, ya que, según parece, aun hay una buena parte de territorio en el norte de Darfür que no está siendo explotada. [12]

¿A QUIÉN BENEFICIAN LOS RECURSOS AFRICANOS?

Los ejemplos vistos hasta ahora no son sino un muestrario de los modos en que se han explotado los recursos naturales africanos. Allí donde han hecho aparición, rápidamente han surgido disensiones internas que, casualmente, han ocupado el territorio rico. Parece evidente que los estados más débiles, y los africanos, tras la colonización, lo eran en su mayoría, son una buena presa en manos de cazadores de ganancias a los que poco importa el coste en vidas humanas. Aunque viene de largo y los métodos de dominación de terceros son tan históricos como la propia existencia del ser humano, lo cierto es que todos tenemos una cierta responsabilidad en el contexto actual. Las rutinas de consumo de la sociedad occidental, envuelta en la idea de progreso, difícilmente puede sostenerse sin la existencia de estados a saquear, estados que apenas pueden defenderse, que no son capaces de desembarazarse de los subterfugios utilizados desde el exterior para mantener perenne su subdesarrollo. La compra de tecnología, de productos derivados del petróleo, de artículos de lujo como los diamantes y el oro o los muebles baratos y desechables en pocos años, forman parte del afán consumista y exhibicionista que han desarrollado la sociedades occidentales, son los ideales de posesión a los que la generalidad de la población de estos países aspiran. No eres nadie si no puedes costearte unas buenas vacaciones en el extranjero, nadie si los muebles de tu casa no están a la última o si el coche que acabas de adquirir no es lo suficientemente amplio y moderno como para deslumbrar a tus vecinos. La idea de progreso ha dejado de vincularse a las conquistas sociales para pasar a ser presa de las pertenencias materiales. El progreso se mide en bienes, no en ventajas sociales, de ahí que, difundido de esta manera, exhibiendo por televisión o en pantalla grande las posesiones de cualquier occidental de clase media, todo el mundo desee imitar su idea de progreso.

Por el contrario, este modelo está agotado y la actual crisis económica lo demuestra. Es necesario hacer un balance de lo que para el mundo han representado los años de capitalismo salvaje y hacerlo desde esa perspectiva, desde una visión global, desde el punto de vista mundial. Es obvio que los estados occidentales han avanzado, materialmente hablando, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, a un ritmo increíble. Los modelos dentro de estos estados son, por el contrario, bien diferentes. Si bien en unos a primado la privatización de todos los espectros de la vida pública, otros han mantenido ciertos logros sociales que protegen a la población de la agresividad con la que opera el capital. En el otro lado, en los estados más desfavorecidos, en los que partían con desventaja en la carrera por falta de una base estable, los efectos para su población han sido, por lo general, nefastos. Las convulsiones del capitalismo han tendido a subsanarse con medidas agresivas, con medios más radicales que los que venían empleándose hasta ese momento. De esta manera, encontramos que, tras el logro de las independencias por parte de los estados africano en la segunda mitad del siglo XX, estos estados han pasado a formar parte de un juego de tira y afloja en lo que a desarrollo se refiere. ¿Interesa de verdad que los estados africanos se desarrollen? Eso sería poco menos que tirar piedras en el propio tejado de los estados occidentales. Las empresas multinacionales, que han alcanzado un poder tal que son capaces de chantajear por poder económico a los estados que las acogen y a aquellos de los que provienen, prefieren negociar con administraciones débiles y dependientes de sus ingresos, por lo que es comprensible, desde el punto de vista del egoísmo y la avaricia, a los que algunos llaman realismo y que es la esencia del capitalismo, que no muestren demasiado interés por lo que ocurra con la población de esos estados.

Este desinterés por el subdesarrollo se ha llevado a la práctica para convertirse en hechos concretos. Thomas Sankara alcanzó la presidencia de Burkina Faso tras un golpe de estado en 1983. A diferencia de los muchos militares levantiscos que responden a intereses y apoyos de la elites internas o de segundos países, Sankara llevó a cabo, en los escasos 4 años que duró su mandato, una labor de estabilización del país en base a la agricultura, a la lucha encarnizada contra la corrupción y en la mejora sustancial de la educación. Es decir, intentó desarrollar el país en base a los recursos que tenía a mano y en favor de la generalidad de la población. Los líderes tradicionales pronto se sintieron afectados por su pedida de privilegios y las elites del país vieron reducida su capacidad de manejo de la economía del estado, muchas veces por medios corruptos. Su discurso antiimperialista o su propuesta a los estados africanos de que dejaran de pagar la deuda externa sentó mal en el exterior, lo que le hizo ganarse, como en el caso de Lumumba, la animadversión de las potencias dominantes. En 1987 era asesinado junto a 12 de sus colaboradores y las elites volvían a retomar el poder auspiciadas por las potencias económicas.

Casos como este hacen entender a los mandatarios africanos que deben saber jugar al juego que se dicta desde las esferas de poder económico mundial. Es comprensible que los estados africanos sean participes de un proceso de liberalización de sus economías, de la adopción de decisiones que favorezcan a estas elites tanto internas como externas. Al fin y al cabo, el trato no está mal si no se tienen demasiados escrúpulos. Puedes quedarte con el dinero que quieras de las ganancias que proveen a tu país los recursos que nosotros explotamos. Lo único que debes hacer es no molestarnos y mantener las cosas como están. Si algo cambia, atente a las consecuencias. Nadie en su sano juicio estaría dispuesto a bajarse de un pedestal con tantas ventajas para beneficiar a los ciudadanos de su estado. Los riegos son demasiados y las ventajas más bien pocas, al menos para estos mandatarios.


Miguel Ángel Morales Solís es periodista y doctorando en Relaciones Internacionales y Estudios Africanos. Miembro del Consejo de Redacción de la Revista Pueblos.

Notas

[1] Jean-François Bayart, «El estado en África. La política del vientre», Edicions Bellaterra, Barcelona, 1999.

[2] http://www.revistapueblos.org/spip.php?article957

[3] «De dónde viene la madera que consumimos» www.enbuenasmanos.com.

[4] González Calvo, Gerardo «África, la tercera colonización» Editorial Mundo Negro. 2008. Madrid.

[5] «EITI, Folleto informativo. Iniciativa para la transparencia en las industrias extractivas»

[6] http://blip.tv/file/1794737. Video. Entrevista a Juan José Laborda.

[7] de Altube, Ramiro. «La fiebre del coltán: El imperialismo continua»

[8] García Botía, José. «Algunas claves para entender lo que está pasando en R.D. del Congo». UMOYA

[9] de Altube, Ramiro. «La fiebre del coltán: El imperialismo continua»

[10] María Victoria Diez «Darfür: El genocidio del Siglo XXI.»

[11] «El genocidio de Darfür» de Mbuyi Kabunda para Safe Democracy. Versión electrónica.

[12] «Tragedia compleja en Sudán» de Antumi Toasije para Safe Democracy.