Hablamos con el novelista de Tánger Antonio Lozano, autor de ‘El caso Sankara’, quien en sus obras nos remite continuamente a la realidad africana, al presente del continente y a la figura y herencia de Sankara. En Donde mueren los ríos defines la literatura como herramienta para la comprensión… Sí, la literatura africana escrita […]
Hablamos con el novelista de Tánger Antonio Lozano, autor de ‘El caso Sankara’, quien en sus obras nos remite continuamente a la realidad africana, al presente del continente y a la figura y herencia de Sankara.
En Donde mueren los ríos defines la literatura como herramienta para la comprensión…
Sí, la literatura africana escrita contemporánea, desde que nace en el siglo XX con el movimiento de la Negritud y sus antecedentes afroamericanos hasta la actualidad, se ha ocupado de los grandes problemas sociales y políticos del continente. Desde la búsqueda de la identidad negra hasta la esclavitud, la colonización y la neocolonización, el fracaso de las independencias. La corrupción y las dictaduras, la situación de la mujer, todos los grandes problemas están recogidos en ella. En cuanto al género negro, me parece que es un instrumento idóneo para penetrar en la realidad social y hacerlo desde una perspectiva crítica. De hecho, la novela negra es la gran novela social de nuestros tiempos, en todo el mundo.
En esa novela, que se anticipó a la mediática «crisis de los cayucos», pones en boca de un balsero peul «las sombras caminan, los animales caminan sobre la tierra que camina, ¿por qué no habría yo de caminar?»
Esas palabras proceden de la tradición oral peul, y definen perfectamente el fenómeno de las migraciones, porque los peul han sido siempre un pueblo en movimiento. Pero es inútil elevar las vallas. Mientras las causas que producen ese movimiento existan, también existirán las migraciones. Europa ignora la realidad del continente vecino. No los que mandan, claro; ésos la conocen perfectamente, porque ellos son quienes la provocan, pero sí la gente. Porque nos ocultan interesadamente esa realidad y porque no estamos dispuestos a mirarla de frente.
Sankara es un icono de la lucha para la liberación de África, sin embargo, es una figura poco conocida. ¿A qué se debe?
Nos ocultan la realidad porque no interesa que se conozca. Interesa que se piense que los africanos son incapaces de solucionar sus problemas por sí mismos, que la tutela de los países ricos es necesaria, así justifican su presencia allí. Sankara demuestra con su acción política que eso no es cierto, y su asesinato confirma que no permitimos que África sea realmente independiente. Por eso caen Lumumba, Cabral, Nkrumah, Sankara. Hay que silenciar su obra para borrar el referente.
¿Cuáles fueron las medidas mas importantes que adoptó?
Lo verdaderamente espectacular de su labor es que no olvidó ningún campo de la acción social. Abordó los problemas de la ecología, con los planes de reforestación y de concienciación a la cabeza. Afrontó la recuperación económica, enfocándola hacia los recursos endógenos y priorizando la agricultura. Hizo cosas en el terreno de la lucha de la mujer por la igualdad que ni siquiera se planteaban en esos años en muchos países europeos y obtuvo grandes logros en el campo de la educación y la sanidad. Aunque quizá lo que más llamó la atención fue que lograra acabar con la gran lacra de la política africana, la corrupción, y de imprimir al hecho de gobernar un estilo de cercanía al pueblo impensable en el contexto del continente de esos años.
¿Cómo se interpretó el mensaje de Sankara?
Exactamente como lo que era: una llamada a la lucha unitaria contra el imperialismo, el neocolonialismo y el pago de la deuda. Él mismo lo dijo en la cumbre de la OUA de Addis Abeba, dos meses antes de morir: «Tenemos «Sankara puso en primer lugar a su pueblo» Hablamos con el novelista de Tánger Antonio Lozano, autor de ‘El caso Sankara’, quien en sus obras nos remite continuamente a la realidad africana, al presente del continente y a la figura y herencia de Sankara. que crear un frente común contra el pago de la deuda. Si sólo es Burkina Faso quien se opone a ella, no estaré aquí en la próxima cumbre». Y así fue.
Burkina Faso no es un país con muchos recursos. Sin embargo, ¿fue un ejemplo que había que eliminar de cualquier manera?
Efectivamente, no eran los recursos de Burkina lo que preocupaba a Francia, porque son escasos. El problema de Sankara es que constituía un mal ejemplo, y que su discurso panafricanista estaba calando entre los jóvenes y las clases populares del continente. No es de extrañar que su muerte fuera recibida con manifestaciones populares y lágrimas en toda África, como una verdadera catástrofe.
¿Cómo se podía conciliar con los planes del FMI y del BM?
Eran irreconciliables, por eso esas instituciones financieras le negaron sus ayudas. La política de Sankara iba en sentido contrario a los dictados del FMI. El papel de éste es mantener viva la deuda, y por lo tanto la dependencia. Sankara iba en sentido opuesto, como un conductor suicida. Salvo que en este caso, el conductor suicida no era un loco, era un gran hombre, un gran político, un hombre íntegro que ponía primero el desarrollo y el bienestar de su pueblo.
¿Cuál es la herencia actual del pensamiento de Sankara?
Precisamente el que se haya convertido en un referente en el continente, una luz a la que seguir con la certeza de que es posible que los africanos construyan su propia África, la saquen de esta situación, acaben con la corrupción y la dependencia de Occidente, proponga a sus pueblos un modelo propio en el que la democracia real es posible. Creo que al matar a Sankara querían matar a ese referente.
¿Cómo ha cambiado África después de Sankara?
Por desgracia, África no ha cambiado, y si lo ha hecho ha sido para empeorar su situación. Su voz fue silenciada para eso; para que África no cambiara, para que siguiera sumisa a los dictados de las antiguas metrópolis y de las nuevas potencias presentes en el continente. África sigue siendo la reserva de materias primas de los países ricos, ése es el papel que le ha sido asignado y no le está permitido cambiarlo. Con la complicidad, claro, de los gobernantes africanos corruptos que ponen su enriquecimiento personal por encima de los intereses de sus pueblos.