Traducido para Rebelión por Caty R.
Siempre gestionó el país como una pequeña empresa familiar. Con una retahíla de retoños colocados al frente de las empresas más jugosas.
La muerte del presidente Omar Bongo, el 8 de junio de 2009, tras una larga hospitalización en España, ha producido una onda expansiva tanto en África como en Francia. Hasta el extremo de la caricatura, Bongo ha sido el símbolo de la Francáfrica, esas relaciones incestuosas que Francia continúa manteniendo con algunas de sus ex colonias y que han estado en el corazón de muchos avatares del continente. Albert Bernard Bongo, convertido en Omar Bongo Ondimba, con cuarenta y un años de poder en el contador -un record mundial después de la retirada de la escena política del cubano Fidel Castro-, ha conocido a todos los presidentes franceses de la V República, del general De Gaulle a Nicolas Sarkozy.
Reinando sin compartir sobre un auténtico emirato petrolero, Bongo ha sido un fiel aliado de Francia y se ha mostrado especialmente generoso con los políticos de ese país, tanto de derecha como de izquierda. Por sus buenos y leales servicios, Francia ha cerrado pudorosamente los ojos sobre aspectos muy cuestionables de su régimen: el despilfarro escandaloso de los recursos públicos, instituido como forma de gobierno, un sistema clientelista, elecciones amañadas, etcétera. Sin contar con que siempre ha dirigido Gabón como una pequeña empresa familiar, con su hija Pascaline como directora del gabinete, su hijo Alí como ministro de Defensa y una retahíla de retoños nombrados directores de las empresas más jugosas del país. Un reparto del pastel del que se ha excluido a la inmensa mayoría de los gaboneses, aunque viven en un país que es supuestamente la «Suiza de África».
Pero como el petróleo no tiene olor, París ha apoyado hasta el final al «rey» bateké, incluso cuando, vientos democráticos obligaban, estuvo a punto de perder el poder, en los años 90, por los ataques de la oposición. Sin embargo, numerosos gaboneses reconocen a este hombre astuto y bonachón por lo menos un mérito: el de haber evitado a Gabón la suerte poco envidiable de la República Democrática del Congo (RDC), país que se hundió en el caos después de haber estado sometido por Mobutu, otro dinosaurio de siniestra memoria.
Texto original en francés:
http://www.courrierinternational.com/article/2009/06/09/le-lourd-heritage-du-roi-bongo