La superpotencia ha implementado desde fines del 90 del pasado siglo un conjunto de mecanismos de control y monitoreo político-militar sobre las zonas del continente en las que abundan dichos recursos. El Mediterráneo, el golfo de Guinea, el Sahel-Sahara y el Cuerno se han convertido en escenario de una agenda de seguridad que tiene entre […]
La superpotencia ha implementado desde fines del 90 del pasado siglo un conjunto de mecanismos de control y monitoreo político-militar sobre las zonas del continente en las que abundan dichos recursos. El Mediterráneo, el golfo de Guinea, el Sahel-Sahara y el Cuerno se han convertido en escenario de una agenda de seguridad que tiene entre sus pilares al Comando Africano de los Estados Unidos, conocido como AFRICOM y al engañoso discurso de los jefes del nuevo comando estratégico, los cuales demagógicamente señalan que su país tiene el compromiso de apoyar al continente en su lucha contra la pobreza. La agenda estadounidense de reforzar la penetración en África, tuvo un gran impulso durante la administración Clinton. Pero, tras el 11 de septiembre fue profundizada por la administración de George W. Bush, la cual elevó la seguridad energética y la lucha contra el terrorismo al centro de su política de seguridad y defensa.
El papel asignado al continente africano fue establecido por la Estrategia de Seguridad Nacional de 2002, y ratificado en la actualización del 2006. En ese último documento se dice claramente que la región incrementó su importancia geo-estratégica para la formulación de la política exterior de los Estados Unidos.
En medio del incremento de la injerencia de Washington en el continente africano se ha producido la victoria de Barack Obama, lo que implicará que esa administración intente capitalizar la simpatía que generó en sectores africanos la llegada al poder de un presidente afroanorteamericano, unido al peso específico de la relación anterior de los países de la región con las dos administraciones precedentes. No debe olvidarse que estamos en presencia de un mandatario que ha señalado el interés por institucionalizar la coordinación de esfuerzos en la formulación y ejecución de una política, más allá de las estrictas líneas partidistas con el objetivo esencial de estabilizar la hegemonía de Estados Unidos, por todos los medios a su alcance.
Esa orientación política se manifestó, de modo sustantivo en la continuidad de Robert Gates al frente de la Secretaría de Defensa, y en la presencia en el gabinete de figuras como Joseph Biden, Hillary Clinton, Susan Rice y el general James Jones, un equipo de rivales que constituye una evidencia del interés por continuar en África con las direcciones estratégicas de seguridad y defensa previstas.
África no será ajena a la aplicación de la denominada «doctrina Gates», la cual tiene como puntos centrales para esa región, el incremento de las tecnologías más avanzadas para facilitar la actividad de las tropas, la institucionalización de la enseñanza en las tácticas contrainsurgentes y la combinación de acciones político-militares-diplomáticas e ideológicas. Un análisis de cómo se ha comportado la relación en términos estratégicos Estados Unidos-África, confirman que esa región ha sido un laboratorio de la actual «doctrina Gates», pues el interés por reforzar los mecanismos de seguridad regionales se ha manifestado en el entrenamiento de tropas de diferentes países africanos en las tácticas de guerra asimétrica, y desde la época de Clinton se ha establecido una importante coordinación de tareas entre diferentes departamentos del poder ejecutivo estadounidense.
AFRICOM resume esa estrategia. Por primera vez el continente será monitoreado desde un centro único de mando, que tendrá bajo su responsabilidad la dirección de todos los programas político-militares orientados hacia el control de las zonas identificadas como de mayor interés para la seguridad nacional imperial.
El Comando Africano tendrá como tarea coordinar acciones con las incipientes estructuras de seguridad de las subregiones del continente. Entre las principales problemáticas que suponen un interés de coordinación Estados Unidos-África destacan: el terrorismo; la salvaguarda de los recursos energéticos (petróleo y gas); la extrema pobreza y el desarrollo; el desafío que representa los denominados «estados fracasados»; las crisis políticas; los conflictos armados; los golpes de Estado; el tráfico de drogas, armamentos y personas; la piratería; las pandemias; la corrupción; entre otras situaciones. La agenda estadounidense se beneficia de las necesidades del continente y también del interés de determinados Estados de la región en competencia, que pretenden aprovechar la asociación con la superpotencia para desarrollar propuestas hegemónicas a escala continental.
No obstante, aunque esos Estados africanos no han rechazado el establecimiento de AFRICOM, y han aceptado las relaciones en materia de seguridad y defensa con los Estados Unidos, se han opuesto al establecimiento en sus territorios del cuartel general del Comando Africano.
Se prevé que la actual administración intentará por todos los medios reforzar su papel político-diplomático en el continente, utilizando no solamente la vía bilateral, sino los mecanismos multilaterales de las Naciones Unidas como lo han señalado la Secretaria de Estado Hillary Clinton y la Embajadora ante la ONU, Susan Rice. Ello no quiere decir que no existirán temas de controversia, como son los casos de Zimbabwe, Sudán, la proyectada autodeterminación de Somaliland y los conflictos de la República Democrática del Congo, Somalia y el delta del Níger.
Julio C Sánchez y Rodobaldo Isasi son investigadores del Centro de Estudios sobre África y Oriente Medio de La Habana (Cuba).