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Política y mentira

Fuentes: Público

Érase una vez un candidato que prometió no robar. La gente le votó, alcanzó el poder e incurrió en varios delitos de corrupción. Los electores le reprocharon su comportamiento y él argumentó que las campañas electorales son muy caras y que la petición de dinero a los beneficiados de concesiones urbanísticas, obras y adjudicaciones de […]

Érase una vez un candidato que prometió no robar. La gente le votó, alcanzó el poder e incurrió en varios delitos de corrupción. Los electores le reprocharon su comportamiento y él argumentó que las campañas electorales son muy caras y que la petición de dinero a los beneficiados de concesiones urbanísticas, obras y adjudicaciones de todo tipo era una práctica común.

Nada más había que hojear la memoria de la Fiscalía para toparse con los Alpes de la corrupción, una montaña con más de 2.000 causas distribuidas por los juzgados de toda España. «Ya, pero usted prometió ser honrado», insistieron los electores, a lo que él replicó: «Yo les prometí que no robaría, no que no mentiría». En eso seguía el libro de estilo de sus jefes.

Cuenta José Manuel Caballero Bonald que cuando José María Aznar fue a hacerse la foto con Rafael Alberti, en plena campaña electoral de 1996, este, ya con la mente alejada de la realidad, le recibió porque le dijeron que venía a verle un poeta de Valladolid, no el candidato de la derecha a la Presidencia del Gobierno.

Se desconoce la rentabilidad electoral de aquella foto a traición, pero las privatizaciones a favor de los amigos, los indultos a quienes le ayudaron en Castilla y León, los favores a los que soltaban dinero a las fundaciones instrumentales del partido, etcétera, acabaron siendo simple anécdota en comparación con las mentiras con las que apoyó la guerra de Irak y ante el engaño sobre la autoría de la masacre del 11-M con el que culminó su mandato. Las mentiras del presidente valenciano, Francisco Camps, sobre el pago de los trajes que le regalaban los gürtelianos, no han podido ser soslayadas ni por su incalificable amigo, el magistrado De la Rua, y revelan que Aznar creó escuela.

Luego ya, el afán de impunidad ha llevado a Javier Arenas Bocanegra a quejarse de «una persecución de la Fiscalía y la Policía como no se había visto en 30 años de democracia». Tal vez no recuerde que al ministro José Luis Corcuera le juzgaron (y absolvieron) por pagar con fondos reservados la bisutería navideña que regalaba a las esposas de altos mandos policiales. Ni antes ni ahora nos merecíamos tantas mentiras.