Entre el 6 de abril y el 4 de julio de 1994, se desató en Ruanda una ola de violencia genocida que terminó con 800.000 víctimas mortales y más de dos millones de refugiados, en su mayoría tutsi y hutu moderados. Durante 3 meses, el 85% de la población hostigó, torturó y aniquiló sistemáticamente al […]
Entre el 6 de abril y el 4 de julio de 1994, se desató en Ruanda una ola de violencia genocida que terminó con 800.000 víctimas mortales y más de dos millones de refugiados, en su mayoría tutsi y hutu moderados. Durante 3 meses, el 85% de la población hostigó, torturó y aniquiló sistemáticamente al 15% restante con el fin de exterminarla a causa de una diferencia étnica en realidad inexistente.
Han pasando más de veinte años desde que se produjese el genocidio de Ruanda, y todavía los medios de comunicación no saben cómo referirse a el: conflicto étnico, diferencias tribales, genocidio, guerra civil, etc. Multitud de denominaciones que no se ajustan exactamente a la realidad ruandesa; demasiados titulares para una misma masacre.
Conviene prestarles especial atención, pues es a través del lenguaje que el ser humano configura su percepción del entorno. Por tanto, siempre que continúen existiendo confusiones de carácter nominal aparentemente irrelevantes, se estarán fortaleciendo otras más graves, las históricas.
Así, mientras los profesionales de los medios de comunicación no lleguemos a un acuerdo universal sobre la determinación del genocidio ruandés, estaremos diluyendo sus auténticas causas y consecuencias.
El filósofo húngaro de origen judío Arthur Koestler, se atrevió a declarar en 1978 que las guerras no se luchaban por territorios, se luchaban por palabras. ¿Puede efectivamente una mera distinción nominal convertirse en real?
Para comprobar cómo fue posible en el caso del genocidio ruandés, es necesario hacer un pequeño repaso de su evolución histórica, desde los asentamientos de los primeros pueblos en Ruanda hasta la colonización por parte de Bélgica en 1916.
Desde el siglo VI comenzaron a instalarse en las montañas boscosas de Ruanda los Twas, un pueblo de raza pigmeoide que actualmente constituye tan sólo el 1% de la población total ruandesa. Posteriormente llegaron los Bahutus o Hutus, de características similares, que ocuparon en pocos años gran parte del territorio ínterlacustre debido a su alta tasa de natalidad -constituyen actualmente el 85% de la población-. Ambos pueblos convivieron pacíficamente gracias a un modelo de subsistencia simple basado en la caza y la recolección de alimentos.
A lo largo del siglo XV, se instalaron en el territorio los Batutsi o Tutsi, procedentes de la actual Etiopía (1). Si bien sólo constituían el 15% de la población, su modelo de subsistencia basado en la ganadería se impuso al de las tribus existentes y les permitió implantar un sistema feudal que centralizaba el poder en un rey autoritario –Mwami– y una pequeña corte tutsi procedente de la nobleza, únicos conocedores del Ubwiru(2). Los tutsi pasan así a convertirse durante el siglo XVI en señores feudales y los hutu en sus siervos.
Se abre entonces la primera fisura de la brecha que posteriormente separará a ambos pueblos. Una enemistad irreconciliable que tiene su origen en la envidia: de los agricultores hacia los pastores, de los pobres hacia los ricos, de los hutu hacia los tutsi.
Entre noviembre de 1884 y febrero de 1885 se celebra en Berlín(3) una conferencia que dará lugar al reparto colonial de África entre las principales potencias europeas. Así penetraron, a finales del siglo XIX, los primeros colonizadores europeos en territorio africano.
En esta conferencia, Ruanda fue cedida a Alemania, cuyo objetivo real era hacerse con Ruanda para construir una vía férrea que llegase a Tanzania y así poder explotar los recursos naturales de este último. El proyecto quedó inconcluso a causa de su excesiva envergadura: los alemanes no querían derrochar su capital y finalmente optaron por no invertir demasiados fondos en el pequeño país africano. Así, cuando se instalaron en 1898, establecieron un acuerdo con el monarca ruandés según el cual se comprometían a protegerle y defender el territorio a cambio de que este se sometiese al Imperio Alemán.
Sin embargo, su sueño de colonialismo se desvaneció en 1914 tras la subida al poder de Musinga V. Los belgas, desde el Congo, iniciaron ese mismo año una guerra de ocupación que terminaría dos años después con la tutela de Ruanda por parte de Bélgica bajo la supervisión de la Sociedad de Naciones.
El objetivo último de la expansión colonial de Bélgica era utilizar mano de obra ruandesa para explotar la riqueza minera de Zaire. Tras un pacto no oficial con el mwami Mutara III (que ellos mismos habían colocado en el poder), Bélgica implantó un sistema de administración indirecta, consiguiendo estratégicamente que los aspectos negativos más visibles de la colonización (impuestos, restricción de libertades, etc.) apuntasen directamente las autoridades locales y no a las europeas.
A partir de este momento comenzó en Ruanda la introducción de reformas administrativas y sociales destinadas a consolidar el poder de los tutsi, del que se aprovechaba el gobierno belga ya que este le permitía contar con total libertad de maniobra. Para ello desarrollaron una hipótesis que demostraba la superioridad genética de los tutsi. Basándose en falsas teorías antropológicas e inspirándose en el discurso y métodos «científicos» del francés Gobineau (4), en Ruanda se empezaron a medir cráneos y narices para probar que los tutsi eran genéticamente superiores a los hutu.
Este proceso de diferenciación culminó en 1945 con la polémica creación de un documento de identidad que especifica el origen étnico de cada individuo: Twa, Hutu o Tutsi.
Es entonces cuando las tribus ruandesas son denominadas como etnias y por tanto, configuradas como tal. La diferencia sustancial entre ambos términos es crucial para la comprensión del conflicto posterior.
La Real Academia de la Lengua Española define el término etnia como aquél que designa a una «comunidad humana definida por afinidades raciales, lingüísticas y culturales«; mientras que tribu se refiere a un «grupo social primitivo de un mismo origen (real o supuesto) cuyos miembros suelen tener en común usos y costumbres.»
Según los datos aportados anteriormente, podemos afirmar que (independientemente de su origen) en Ruanda convivían 3 tribus: twa, hutu y tutsi. Al dividir a la población en etnias distintas, las autoridades belgas convirtieron en visibles, evidentes y palpables las diferencias entre ambos pueblos. Las convirtieron en reales.
Es innegable que ya estaban latentes antes de la llegada de los Occidentales, pero nunca se hicieron tan notables como en los años de ocupación. A pesar de que existiesen desigualdades, estas eran de tipo social y moral.
A partir de 1916, Bélgica las transformó en políticas y legales. Introdujo reformas administrativas y sociales destinadas a consolidar el poder de los tutsi primero y el de los hutus después. Fomentó el odio y rencor entre ambas tribus a través del sistema de administración indirecta que descargaba responsabilidades en las autoridades locales más visibles y lo más importante: dividió de manera oficial a la población ruandesa con la creación del documento de identidad que señalaba el origen étnico de cada individuo, convirtiendo a las tribus en etnias y legitimando y amparando las diferencias entre ambas.
Etnia. Una etiqueta por la que murieron más de 800.000 personas y por la Ruanda continúa agonizando. Un sustantivo que sigue distinguiendo a unos de otros, una dolorosa confusión que todavía escuece, un abismo que separa a un mismo pueblo.
Notas:
1) Existen diferentes teorías sobre el origen del pueblo Tutsi, pero ésta es la más fiable. La asimilación de la lengua de la región «kinyarwanda» en detrimento de la suya propia, «kijema», es estudiada por los expertos como único ejemplo de cristalización nacional en el contexto primitivo africano.
2) El Ubwiru o Abiru es un código divino impuesto por la voluntad de Imana -Dios- cuyo contenido exacto sólo conocía la corte del rey y éste último. Fue utilizado por los monarcas tutsi hasta la proclamación de la república en 1962, como un conjunto de leyes que regían el ámbito público de la sociedad ruandesa.
3) Liderada por el Canciller alemán Otto Von Bismarck y con representantes de otros 14 países, la Conferencia de Berlín se celebró en 1884 con el fin de resolver la expansión colonial en el continente africano y organizar la repartición de sus territorios. Se proclamó entre otros el derecho a colonizar un territorio si se ocupaba la costa del mismo y se repartió el continente entre varias potencias: la costa mediterránea quedó en manos de Francia y Reino Unido, que junto con Bélgica ocupaban también la costa occidental, el sur de la costa oriental fue cedido a Alemania y el norte a Reino Unido; España consiguió el Sáhara Occidental, Italia se hizo con Somalia y Portugal con Angola, Mozambique, Cabo Verde, Guinea-Bissau y Santo Tomé. Tras la Conferencia, sólo dos países africanos conservaron su independencia: Etiopía y Liberia. Considerada por los historiadores como el inicio del imperialismo colonial, esta conferencia agravó los problemas que pretendía resolver, provocando tensiones territoriales, políticas y económicas.
4) En 1853, Joseph Arthur Gobineau publicó Essai sur l’inegalité des races humaines. Esta obra contenía apreciaciones acerca de la pureza y de cómo la pérdida de pureza racial por la mezcla de sangres incidía sobre la decadencia de los pueblos.
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