Traducido por Mariola y Jesús María García Pedrajas
«Los EEUU fueron a Copenhagen decididos a imponer un régimen de ‘capitalismo del desastre’ a las naciones pobres del planeta.»
Los EEUU, habiendo cosechado más beneficios que ninguna otra nación del calentamiento industrial del planeta Tierra, buscan ahora revertir el desastre global resultante en su propio beneficio – o, más precisamente, en el beneficio de la clase corporativa amoral y aniquiladora de la humanidad con base en EEUU.
En Copenhagen la pasada semana, la administración de Obama destruyó cualquier oportunidad de prevenir la catástrofe en África y las naciones en desarrollo en el Sur global. Se permitirá que las temperaturas suban 2º C de media, lo que se traduce en tres grados y medio en las latitudes más calurosas. Como consecuencia de ello, dijo el arzobispo Desmond Tutu(1), África será condenada «a la incineración y a la ausencia de desarrollo.»
Cualquier desarrollo que tenga lugar será del gusto de EEUU y Europa. El presidente Obama y la Secretaria de Estado Hillary Clinton fueron a Copenhagen a impedir cualquier posibilidad de un acuerdo global sobre gases de efecto invernadero que las naciones ricas estuvieran obligadas a respetar. Obama le dio el golpe de gracia a los acuerdos de Kyoto, extinguiendo toda esperanza de un acuerdo internacional que respete los derechos de todas las naciones a desarrollar sus economías en un marco de acuerdos vinculantes que protejan los intereses de todos. En vez de eso, los EEUU impusieron su ultimátum de tómalo-o-déjalo: aceptad lo inevitable de la catástrofe en África y en todo el Sur. Y aceptad también que los EEUU y sus corporaciones dictarán al mundo en desarrollo como se le permitirá que crezcan sus economías. Rechazadlo, y los países pobres engreídos serán apartados de la «ayuda» del hombre rico.
«Mientras África arde, Washington no concede nada en términos de acuerdos vinculantes.»
Este es el «capitalismo del desastre» en su forma más infernal. El término fue acuñado por la escritora política Naomi Klein en 2005(2), para describir los desastres económicos inducidos o explotados por el Fondo Monetario Internacional en el Tercer Mundo, y así forzar a los países pobres a rendir su soberanía nacional para poder ser candidatos a recibir préstamos y «ayuda» de los países ricos. El objetivo era hacer imposible para los países pobres controlar sus propios destinos económicos y políticos. Los EEUU fueron a Copenhagen decididos a imponer un régimen de ‘capitalismo del desastre’ a las naciones pobres del planeta. Mientras África arde, Washington no concede nada en términos de acuerdos vinculantes. En vez de eso, los EEUU ofrecen – pero no garantizan o incluso prometen – crear un fondo especial, por una cantidad final de posiblemente 100.000 millones de dólares, de los que la «ayuda» será repartida parcamente. Las naciones ricas determinarán quién consigue un trozo del pastel de la ayuda del calentamiento global, y bajo que términos. Los estadounidenses insisten que parte del dinero vendrá de fuentes privadas, las ricas y avariciosas corporaciones que no responden ante nadie excepto antes si mismas – lo que significa que los hombres de negocios occidentales determinarán como a África y a las naciones del Sur global se les permitirá desarrollarse en condiciones de cambio climático. Los EEUU se reservan el derecho a hacer acuerdos separados con naciones favorecidas, es decir, países cuyos líderes rinden su destino nacional a los deseos de desarrollo de Occidente.
El capitalismo del desastre mantiene rehenes del chantaje imperial a la gente más vulnerable del mundo en los momentos de mayor peligro del planeta. Es un crimen contra la humanidad, y más lamentablemente, un crimen contra África. Que irónico que el principal perpetrador del crimen sea él mismo un hijo de África.
(1) http://www.guardian.co.uk/
(2) http://www.thenation.com/doc/
Jesus Maria y Mariola Garcia Pedrajas son colaboradores de Rebelión. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a los traductores y la fuente.
Enlace artículo original en inglés: