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Partido del Té

Revuelta populista contra Obama y Wall Street

Fuentes: La Jornada

Anna Fifield, de The Financial Times afirma que El Partido del Té «está bien organizado, y bien financiado (sic) por una red de grupos conservadores» cuya punta de lanza la constituyen FreedomWorks y Americans for Prosperity, que han congregado masivas manifestaciones en Washington en las que «se oponen a todo (sic), desde la legislación del cambio climático hasta el paquete de estímulo económico», en donde han insultado con ataques racistas a Obama, tildado de «marxista musulmán» (otros lo han vilipendiado como instrumento de los banqueros israelíes Rotschild).

A un año de su presidencia, Barack Obama ha sido sacudido casi letalmente en el bastión demócrata de Massachusetts, donde Martha Coakley, candidata a ocupar la senaduría que dejó vacante el icono Ted Kennedy, fue duramente vapuleada con 5 por ciento de diferencia cuando a finales de año llevaba una ventaja cómoda de 21 puntos.

La catástrofe rebasa los confines de Massachusetts y ha puesto en tela de juicio la capacidad de gestión de Obama, lo cual conlleva profundas implicaciones en la política exterior de Estados Unidos.

Anna Fifield, de The Financial Times (19/1/10), diagnostica correctamente que detrás del triunfo sorprendente del republicano Scott Brown (un óptimo candidato) se encuentra el Partido del Té (The Tea Party), que catalizó a la extrema derecha populista y racista.

Ya habíamos anticipado el ascenso irresistible del Partido del Té (ver Bajo la Lupa, 13/12/09), genuina protesta ciudadana frente a los atracos descarados de los banqueros de Wall Street.

Como hace más de dos siglos, hoy se repite en el mismo Boston la revuelta populista en contra de los excesos de un mal gobierno que ignora el malestar ciudadano.

Anna Fifield pone en relieve que el Partido del Té ha absorbido a la extrema derecha televangelista y racista del Partido Republicano.

Puntualiza que el Partido del Té «está bien organizado, y bien financiado (sic) por una red de grupos conservadores» cuya punta de lanza la constituyen FreedomWorks y Americans for Prosperity, que han congregado masivas manifestaciones en Washington en las que «se oponen a todo (sic), desde la legislación del cambio climático hasta el paquete de estímulo económico», en donde han insultado con ataques racistas a Obama, tildado de «marxista musulmán» (otros lo han vilipendiado como instrumento de los banqueros israelíes Rotschild).

Cita a Faiz Shakir, del Centro del Progreso Estadunidense, centro de pensamiento cercano a los demócratas, quien considera que las protestas del Partido del Té «persistirán», debido a su enorme financiamiento proveniente del «sector petrolero (¡súper-sic!) y/o de Wall Street», quienes saben que no serán favorecidos por Obama, por lo que «usan la furia popular para sus propios intereses empresariales». ¿Pues qué se esperaban los ingenuos demócratas?

Anna Fifield asevera que la influencia del Partido del Té es ya «muy significativa en la política interna de Estados Unidos» y que está apoyado por Sarah Palin, la fracasada candidata a la vicepresidencia, y Rush Limbaugh, «el incendiario conductor de Fox News».

Mas que votar por el Partido Republicano y/o el Partido del Té, el iracundo electorado estaría votando en contra de Obama, quien ha sufrido una transmogrificación (transformación a una forma extraña) al actuar más como presidente del statu quo del establishment que como «el presidente del cambio» del Partido Demócrata que se esperaba, pretendiendo ignorar, a su cuenta y riesgo, la gravedad de la situación económica y financiera de Estados Unidos, que ha martirizado primordialmente a la clase media, ya no se diga a los miserables desahuciados, en beneficio de una caterva de banqueros parasitarios.

El Obama de inicios de 2010 no tiene nada que ver con el candidato de 2008 que tanta esperanza le infundió a Estados Unidos y al mundo.

El Obama de todo el 2009 fue un espejismo insalubre que pretendió engañar con su seductora grandilocuencia desvinculada de sus actos de gobierno y que dejó perdidas sus promesas en el desierto de sus maravillosos discursos de conciliación biosférica en Egipto, Turquía y Trinidad-Tobago.

El ascenso del Partido del Té es imponentemente real, como reflejo de una profunda crisis que se manifiesta más que en otro lado en el cementerio masivo del desempleo: 5 millones de estadunidenses perdieron su trabajo en 2009; solamente en diciembre se alcanzó medio millón de despedidos, mientras los banqueros de la plutocracia parasitaria de Wall Streeet se gratificaban con bonificaciones subvencionadas por los contribuyentes.

La reforma de salud de Obama ha quedado en el aire, mientras en Alemania lo dan por liquidado (Der Spiegel, 21/1/10).

No nos preocupa tanto la elección de «medio término» en noviembre de este año, cuando, en caso de proseguir la tendencia de la justificada revuelta ciudadana, el Partido del Té no solamente le quitaría las mayorías que todavía conserva el Partido Demócrata en las dos cámaras, amén de paralizar la lubricación del Ejecutivo con el Legislativo, sino, peor aún, pudiera llevar a la ominosa defenestración (impeachment) de un Obama pusilánime e irreconocible para sus electores defraudados.

Lo que más nos preocupa es la elección presidencial de 2013, que pudiera colocar a una amazona como Sarah Palin en la Casa Blanca, lo cual acercaría más que nunca al país a una confrontación bélica con Rusia y/o China, cuyos estrategas han de estar perplejos ante la acelerada descomposición doméstica de Estados Unidos.

La única salvación de Obama -y de paso, del mundo- es que regrese a ser aquel candidato que la mayoría de los ciudadanos del planeta anhelaron.

Obama tuvo un pésimo primer año de gobierno cuando fue secuestrado por los banqueros parasitarios de Wall Street y el complejo militar-industrial, mientras reaccionaba con un desprendimiento evasivo ante la gravedad de la situación.

No será tarea fácil su reconversión y pareciera que los tres años que le quedan serán todavía más difíciles después de haber perdido su oportunidad dorada hoy descarrilada por su vacuidad retórica.

Simon Schama, historiador israelí-británico de la Universidad de Columbia, aconseja que Obama «está obligado a jugar al populismo (¡súper-sic!)», así como realizar un ajuste de sus consejeros, quienes han dejado mucho que desear.

Schama exagera los logros domésticos de Obama, pero considera que tiene una gran oportunidad de resucitar mediante «una reforma regulatoria de las finanzas», como «su teatro perfecto para reclamar el populismo» y llenar «el vacío de pasión que la extrema derecha ha rugido (sic) con una histriónica furia infecciosa (sic)».

¿Las múltiples amenazas de muerte a Obama en Facebook lo habrán eviscerado de su mística apasionada?

Son tiempos inéditos cuando la grave crisis financiera y económica global, propalada por el bushismo del Partido Republicano, requiere el ineludible golpe de timón de un gran estadista a imagen y semejanza de Franklin D. Roosevelt, a quien Obama debe emular para bien común de Estados Unidos y del planeta entero. No tiene otra opción y todavía está mínimamente a tiempo para revertir el doble tsunami doméstico e internacional que se le vino encima, ya que de otra manera pasará al basurero de la historia como un intranscendente Gorbachov, el sepulturero de la URSS.

Reconocemos que el daño que exhibe Estados Unidos es estructural y rebasa las contingencias sicoanalíticas de los personajes. Pero justamente los estadistas trascendentales son quienes entienden los ritmos y alcances de los tiempos.

Hoy Obama se encuentra ante un dilema de alcances shakespearianos: ser Roosevelt o Gorbachov. That is the real question.

Por su reciente declaración de guerra a los banqueros de Wall Street, Obama parece que no desea ser un Gorbachov.