Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Mientras surge la atroz amenaza de una guerra más en Oriente Próximo, es probable que la maquinaria de propaganda israelí acelere sus actividades.
De hecho ya se han soltado globos sonda en forma de comentarios supuestamente improvisados del ex general del ejército israelí y actual ministro, Yossi Peled, que sugieren la inminencia de otra guerra. Más recientemente, el ultraderechista y desvergonzadamente racista ministro de exteriores de Israel, Avigdor Lieberman, amenazó con derrocar el gobierno del presidente sirio Bashar Assad en caso de guerra.
Y así comienza.
Históricamente Israel ha determinado la ocasión y el lugar de todas sus guerras contra los árabes, con una excepción comprensible. La única vez en la que las fuerzas israelíes fueron atacadas en 1973, tuvo que ver con un intento árabe de recuperar territorios que fueron capturados por Israel en 1967.
Cuando Lieberman profirió su «mensaje que debiera llegar al gobernante de Siria desde Israel» ante una audiencia en la Universidad Bar Ilan, estaba diciendo efectivamente que Israel derrocará al gobierno sirio cuando decida que habrá llegado el momento para una guerra. Y considerando la declaración anterior de Peled de que la guerra era inminente, la única conclusión posible sería que un «cambio de régimen» en Siria ocupa un lugar destacado en la agenda israelí. También es posible que represente la última oportunidad de realizar la visión neoconservadora de EE.UU., la de «una nueva estrategia para asegurar el dominio.»
Esta inferencia debería haber sido evidente y por lo tanto producido ondas de choque por todo el mundo, y especialmente en los medios estadounidenses que ya conocen plenamente el precio de la demencia israelí-neoconservadora.
¿Por qué entonces continúan los medios dominantes, especialmente en EE.UU., protegiendo de tal modo la imagen de Israel, a veces incluso con devoción, cuando la beligerancia del país es tan flagrante? Y si hay algunos en los medios con buenas intenciones en su cobertura, ¿por qué olvidan continuamente los numerosos indicios que apuntan a la criminalidad y agresividad israelí?
Una referencia creciente que nuevamente flota entre analistas políticos y de los medios es que Israel tiene más habilidad que los árabes en la conducción de guerras mediáticas. Se cita a menudo, por ejemplo, a la Dirección Nacional de Información, un centro de propaganda israelí que fue establecido pocos meses antes de la devastadora guerra contra Gaza del año pasado. Irónicamente, el centro fue establecido después de recomendaciones hechas por una investigación israelí de la guerra de este país contra el Líbano en 2006, también sangrienta. Irónicamente, porque ciertas investigaciones independientes de la guerra censuran al ejército por violación de los derechos humanos, en vez de recomendar el establecimiento de un organismo de hasbará -más como propaganda- para justificar los crímenes cometidos contra los civiles.
A pesar de ello, incluso una hasbará semejante debe haber tenido poco impacto en la presentación de crímenes y hostilidades israelíes contra sus vecinos.
Posiblemente se podría considerar la afirmación que la historia del éxito mediático de Israel se origina en la propia experticia mediática de Israel bajo circunstancias muy específicas: que los portavoces israelíes son íconos de articulación y donaire; que las represalias palestinas ante los crímenes israelíes en Gaza fueron viles y crueles; que el bloqueo mediático israelí tuvo tanto éxito que a los periodistas occidentales no les quedó otra manera de encontrar hechos creíbles, descifrables; que no hay portavoces árabes bien informados y suficientemente articulados para presentar aunque sea la apariencia de una narrativa coherente para enfrentar la ofrecida por Israel.
Pero ninguna de estas suposiciones es convincente. El ministro de defensa israelí, Ehud Barak, es tan vacilante en inglés como en su propio idioma. La resistencia palestina sólo mató a 13 israelíes, 10 de los cuales eran soldados -y recientemente «lamentó» la muerte de los tres civiles- mientras que Israel mató a 1.400 palestinos, en su mayoría civiles, y se mantiene imperturbable. El bloqueo mediático israelí de Gaza durante la guerra -que incluso continúa actualmente- apenas impidió que los reportajes y los informes fueran conocidos en todos los rincones de la tierra, gracias a los valientes esfuerzos de medios árabes y de periodistas, fotógrafos y camarógrafos independientes de todo el mundo, respaldados por las conclusiones de las Naciones Unidas y otros grupos independientes. Todo esto hizo que la dimensión de la tragedia fuera conocida por todos. Y finalmente, se puede encontrar en casi cada ciudad occidental y universidad o instituto de investigación de prestigio los más elocuentes y comprometidos académicos, diplomáticos y activistas palestinos y árabes.
Pero de alguna manera fue Israel el que «reivindicó el éxito en la guerra de relaciones públicas», según Anshel Pfeffer en Jewish Chronicle, días después del ataque inicial de Israel contra Gaza. Pfeffer citó a Avi Pazner, ex embajador de Israel en Italia y Francia y «uno de los funcionarios encargados de presentar el caso de Israel a los medios del mundo», quien afirmó que «cada vez que Israel bombardea, es difícil explicar nuestra posición al mundo… pero al menos esta vez todo estaba listo y en su sitio.»
Una redomada tontería. Por haber sido alguien que ha sido acribillado a preguntas y desafiado en los medios por hacer declaraciones tan escandalosas como que «Israel tiene que aprender a respetar los derechos humanos internacionales», no puedo tomar en serio a los medios cuando pretenden ser «objetivos». Si eso fuera la norma, ninguna campaña de hasbará israelí hubiera llegado tan solo a mellar las percepciones públicas de la guerra criminal. Ningún insensible portavoz del ejército israelí podría explicar la lógica destrucción injustificable de Gaza, en la que unos civiles hambrientos fueron perseguidos en una prisión al aire libre sin un lugar para escapar y sin que nadie acudiera en su ayuda.
Los responsables israelíes siguen felicitándose por una tarea bien hecha y deben de estar preparando una nueva maravillosa campaña de hasbará para justificar las matanzas que han de suceder. Sin embargo, hay algunas cosas que se están haciendo cada vez más obvias, por lo menos para el resto de nosotros. Primero: el secreto del «éxito» israelí, si existe, no resulta de su propio trabajo, sino más bien proviene de la decisión de los medios, tomada hace años, de proteger la imagen de Israel. Segundo: a pesar de la fanfarria y de los comentarios auto-congratulatorios, Israel ahora ha perdido en gran parte la guerra en los medios, y la marea desde la guerra de Gaza ha estado cambiando gracias a los esfuerzos sin respaldo financiero pero sólidos y cada vez más decididos de grupos de medios independientes, intelectuales, periodistas ciudadanos, activistas de la sociedad civil, artistas, poetas, editores de blogs, gente de a pie y de aquellos en los medios que poseen el valor de desafiar a la hasbará israelí y sus devotos.
Ramzy Baroud (www.ramzybaroud.net) es un periodista publicado internacionalmente y editor de PalestineChronicle.com. Su último libro My Father Was a Freedom Fighter: Gaza’s Untold Story (Pluto Press, Londres), está disponible ahora en Amazon.com.
© Copyright Ramzy Baroud, Global Research, 2010
Fuente: http://www.globalresearch.ca/