¿Qué hace el ejército francés en África? (1), es el título del último «dossier negro» de la asociación Survie para la editorial [francesa] Agone. Un dossier que no puede ser más actual en este año de conmemoración del cincuentenario de las independencias africana. Entrevista con el autor que retoma algunas de las cuestiones abordadas en este dossier. Traducido del francés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
La tercera parte de su libro se titula «La rehabilitación de lo colonial» y su lectura me ha producido un verdadero malestar. Yo no sabía que el ejército francés, al menos las fuerzas especiales que operan en África, estuvieran forjadas hasta ese punto por la nostalgia del colonialismo. Me pregunto si más allá de los retos económicos y políticos no hay que ver en la fuerte implicación militar francesa en África una manifestación de potencia, como si Francia siguiera sin digerir las independencias africanas, como si no pudiera renunciar a ser «una Francia más grande» (fórmula que designaba al imperio francés)…
Los políticos lo reivindican muy claramente; ya se trate de Mitterrand, de Chirac o de Sarkozy, siempre se encuentra en su discurso la idea de que «Francia debe conservar su rango en el mundo». Es bien sabido que es el argumento que legitima el mantenimiento de esta presencia militar en África. Por supuesto, dicha presencia ofrece muchas ventanjas: en gran medida condiciona la posibilidad de mantener unas situaciones de monopolio económico en algunos países y de vigilar los recursos estratégicos.
Además, algunos regímenes africanos como los de Chad o la República Centroafricana sólo se mantienen por la fuerza de las armas, por el apoyo del ejército francés.
Desde las independencias, el principal pretexto del mantenimiento de la presencia militar francesa es defender a los países africanos, con los que se han firmado acuerdos militares, contra las agresiones exteriores. En la práctica casi nunca hay agresiones exteriores, el ejército francés sólo ha servido para controlar los problemas internos de unos regímenes que se enfrentan a rebeliones armadas o a movimientos populares.
Lo más frecuente es que los ejércitos de los Estados africanos postcoloniales se comporten con sus propias poblaciones como ejércitos de ocupación. Sus fuerzas armadas se conciben ante todo para responder al peligro del «enemigo interno» y no al de una agresión exterior. Sus análisis muestra claramente la responsabilidad de Francia en esta situación.
Absolutamente, eso formaba parte del kit teórico doctrinal que se inculcó a los oficiales africanos formados en las escuelas militares francesas. Hay que recordar que en el momento de las independencias los ejércitos africanos se crearon de la nada, así que constituyen una especie de prolongación del ejército colonial francés. Los ejércitos africanos son filiales del ejército francés, están estructurados sobre el mismo modelo, formados a partir de la misma ideología: la doctrina militar de la «guerra revolucionaria», de la «contrainsurrección», que quiere que el objetivo principal del ejército sea el control de la población. Pero para los ejércitos africanos no se trata del control de una población extranjera, como en el caso del ejército francés en Argelia. La misión de los militares africanos es controlar a sus propias poblaciones, pero con los mismos métodos que empleó el ejército francés en sus guerras coloniales. Es lo que ocurrió en Camerún en el momento de la independencia, en la sangrienta guerra que se declaró contra los maquis del UPC (Unión de las Poblaciones Camerunesas). En el caso de Ruanda el investigador Gabriel Périès encontró unas memorias de oficiales ruandeses, formados en Francia en las décadas de 1980 y 1990, en las que se vuelve a encontrar esta obsesión de luchar contra el enemigo interior, de establecer tácticas contra la insurrección. Llevada hasta el final, la lógica del «control de la población» lleva al genocidio …
Al establecer la genealogía de la guerra contra la insurrección, su libro subraya las continuidades y similitudes que existen entre las guerras coloniales de Indochina y Argelia, y las guerras postcoloniales de Camerún (una guerra ocultada) y de Ruanda.
Lo único que he hecho ha sido mencionar unos trabajos que existían sobre el tema. Oficialmente, desde el final de la guerra de Argelia se han abandonado estas teorías contrainsurreccionales y se han proscrito métodos como la tortura o la guerra psicológica. En la práctica, hubo una primera oleada de exportación a las dictaduras sudamericanas de las tácticas antisubversivas francesas: así, personas como el general Aussaresse (conocido por sus revelaciones sobre el uso sistemático de la tortura en Argelia) pudieron seguir transmitiendo su «pericia y experiencia»… Después esta pericia y experiencia antiinsurreccional se recicló en el África francófona para controlar las independencias y el periodo posterior a la independencia. Lo que trato de demostrar es que esta tradición de la «guerra revolucionaria» continúa hoy de forma más sutil. Cuando se leen las publicaciones militares contemporáneas se encuentran referencias a personas como Trinquier (principal teórico de la «guerra en contra de la insurrección»), pero también referencias a las técnicas de conquista colonial de Liautey o de Gallieni (guerras coloniales de «pacificación» de finales del siglo XIX y principios del XX); estrategas que vuelven a estar de moda cuando se trata de pensar en una situaciones de conflicto como las Afganistán o Costa de Marfil.
Así pues, el ejército francés mantiene una relación íntima con su historia colonial en el plano de la pericia y experiencia, y de los discursos. ¿Existe una especificidad del ejército francés desde este punto de vista?
Los militares franceses consideran que en el plano del contacto con las poblaciones hay una tradición cultural más fuerte que la de los anglosajones. El ejército francés alardea de una auténtica pericia y experiencia que le permite ser aceptado mejor como ejército de ocupación. Es la cuestión del «control de las poblaciones». Para los militares franceses no hay que hacer como los estadounidenses, que llegan militarmente por la fuerza y a continuación se encierran. El ejército francés se vanagloria de ser capaz de actuar de manera psicológica, llevando a cabo operaciones «cívico-militares» para hacer que las poblaciones civiles acepten la presencia de los militares. Siempre con esta idea, que se remonta a Indochina, consideran que se va a poder separar el grano de la paja y cortar a las rebeliones de sus bases populares.
¿Ha recurrido el ejército francés a conocimientos de tipo etnológico en su trato con las poblaciones de los países ocupados?
Cuando se rasca un poco siempre se da con una especie de disposición a pensar surgida directamente del periodo colonial. Se supone que las fuerzas especiales francesas poseen, además de una pericia y experiencia propiamente militar, unos conocimientos culturales, etnológicos, que les situarían en mejores condiciones para operar en ciertas zonas geográficas del mundo, en particular en África. Estos conocimientos «culturalistas» descansan en unas concepciones completamente superadas desde el punto de vista universitario. Cuando se leen las intervenciones de oficiales en coloquios se encuentran cosas absolutamente asombrosas, como que «la presencia del ejército francés es necesaria porque a los africanos les cuesta proyectarse hacia el futuro». Los mismos clichés manidos que salpicaron el discurso de Dakar de Sarkozy: este viejo fondo colonial que pretende ser un conocimiento que permite una intervención sobre unas poblaciones.
Volvamos al caso de Camerún, el primer país africano que accedió a la independencia el 1 de enero de 1960. Desde mediados de la década de 1950 hasta principios de la de 1970 se produjo una auténtica guerra en este país: decenas de miles de muertos, más de 100.000 según algunas fuentes. ¿Esta guerra que llevó a cabo un régimen a sueldo de Francia contra la UPC tiene que ver también con la guerra «antiinsurreccional»?
Recientemente el investigador Gabriel Périès ha demostrado cómo en la misma época se calcaron en Camerún los dispositivos establecidos en Argelia (2). La división en zonas de los territorios, la tortura a gran escala, la deportación de las poblaciones, la política de tierra quemada: todo lo que se hacía en Argelia se retomó tal cual en Camerún. Hay que señalar al respecto el excelente documental Autopsie d’une indépendance [Autopsia de una independencia] (3) en el que se oye a Mesmer declarar a propósito de los bombardeos de pueblos con napalm que «no tiene importancia». Éstas son cosas que al cabo de los años empiezan a aflorar a la superficie.
Por lo tanto, esto pone en tela de juicio el mito de una «descolonización suave»…
La «descolonización discreta» sigue siendo la versión oficial si nos referimos a los programas escolares de historia en el primer y segundo ciclo de enseñanza secundaria. Uno de los retos del estudio de la descolonización es mostrar que hubo, por un lado, una descolonización violenta, la de Argelia, y por otro, una descolonización calificada de pacífica, de «suave». Los casos de Camerún y Madagascar bastan para mostrar que es un completo mito: el mito de las independencias sin hacer ruido preparadas por Deferre y De Gaulle tras la Conferencia de Brazzaville en 1946. En la práctica, todo lo que Francia concedió fue contra la voluntad de la metrópoli, con frecuencia después de intentos desesperados de retomar las riendas violentamente. Esto fue acompañado de un proceso de eliminación de los movimientos independentistas y de sus dirigentes, pero también de la promoción de politicos devotos a los intereses franceses. En la época de posguerra hubo un auge de movimientos independentistas, autonomistas, progresistas, revolucionarios, un viento de esperanza irresistible: había diferentes ideologías que movilizaban a las poblaciones y estos movimientos fueron sofocados, destruidos y a veces completamente erradicados, como en el caso de Camerún. Así pues, hubo un periodo en el que las poblaciones africanas se quedaron huérfanas de varios movimientos y dirigentes. Esto empieza a renacer ahora con los movimientos sociales africanos y las contracumbres en las que el centro de las preocupaciones de la sociedad civil es la cuestión de la dominación neocolonial, ya se trate de la presencia francesa o de sistemas mas globalizados, como la deuda y las políticas impuestas por el FMI y el Banco Mundial.
Volvamos al ejército francés. Usted menciona en su libro un «detalle» que produce escalofríos: siempre se ha apodado a las tropas de marina la «Colonial»…
En este componente del ejército francés surgido del ejército colonial las cuestiones de tradición y de identidad son cuestiones extremadamente fuertes, en particular en las fuerzas especiales. Las tropas de marina están muy orgullosas de su pasado colonial y reivindican su espíritu y sus métodos. Tanto las paradas militares como los editoriales de su revista L’Ancre d’or se siguen cerrando con las palabras «Y en nombre de Dios, ¡viva la Colonial!».
E imagino que con frecuencia encontramos a estas tropas de marina en las operaciones francesas que se llevan a cabo en tierra africana.
En efecto, forman la mayor parte de las fuerzas especiales a las que se llama durante las operaciones sensibles: operaciones «puñetazo», operaciones con un fuerte contenido en servicios de inteligencia. También las encontramos en las operaciones europeas (EUFOR). Durante la primera de ellas en la República Democrática de Congo en 2003 Francia se había jactado de haber inculcado cierta cantidad de métodos a unas fuerzas especiales europeas, en particular a las fuerzas especiales suecas. Desde entonces nos preguntamos de qué métodos se trataba, porque algunos militares entre estas fuerzas suecas se habían quejado ante sus superiores de haber tenido que soportar la visión de actos de tortura practicados por los militares franceses a congoleños. Esto hizo mucho ruido en Suecia y mucho menos en Francia…
¿Hay un control del parlamento francés sobre las operaciones militares en África?
Desde la modificación constitucional operada en el verano de 2008, teóricamente el parlamento tiene derecho a observar las operaciones exteriores, pero es un derecho muy limitado. Los diputados tienen derecho a ser informados de una operación exterior en los tres días posteriores a su desencadenamiento, con lo que se encuentran ante un hecho consumado. El parlamento sólo posee poder de control sobre las operaciones importantes de más de cuatro meses (que sólo representan una pequeña parte de las operaciones militares) cuya renovación puede denegar. En cambio, no existe ningún control sobre las operaciones secretas de defensa especiales ni sobre las operaciones clandestinas de la DGSE [Dirección General de Servicios Especiales, el servicio de inteligencia encargado de la seguridad del territorio, n. de la t.]
Ciertamente, Chad y la República Centroafricana (RCA) representan hoy el ejemplo más caricaturesco de la injerencia militar francesa en algunas regiones de África. Además, usted dedica un lugar destacado en su libro a estos dos ámbitos de intervención.
En 2006 Francia montó en la RCA una operación del mismo tipo que Kolwezi (rescate del régimen de Mobutu gracias a la intervención de los paracaidistas franceses): en la total ignorancia tanto de la población francesa como de los parlamentarios, el ejército francés envió a los paracaidistas para reconquistar Birao. Este tipo de operación hoy sigue siendo completamente posible. Más recientemente, durante la última ofensiva seria de los rebeldes en la capital de Chad hubo una intervención oficial del ejército francés con el pretexto de proteger a sus ciudadanos. Esta operación permitió proteger el aeropuerto, desde donde pudieron despegar los mercenarios de [el presidente de Chad] Idriss Deby… Según el diario La Croix, la «protección» de aeropuerto de N’Djamena también fue acompañada de una intervención militar de las fuerzas especiales francesas que participaron directamente en los combates contra los rebeldes: una operación clandestina que sigue sin ser reconocida por las autoridades francesas …
En su último informe sobre la República Centroafricana, Human Rights Watch es muy crítica en relación con las últimas intervenciones del ejército francés en la RCA.
En el informe anual que publicó en 2007 la ONG señaló varias cosas: detalló la política de tierra quemada llevada a cabo por el ejército centroafricano con las poblaciones del norte, unas poblaciones acusadas de mantener a los movimientos rebeldes. También aquí encontramos las técnicas coloniales francesas: se trata de aterrorizar a las poblaciones para que dejen de apoyar a los rebeldes. Los excesos más graves se cometieron justo después de las intervenciones francesas. Tras la toma de Birao por el ejército francés las fuerzas centroafricanas devastaron esta ciudad. En aquel momento, en la prensa los militares franceses hicieron a los rebeldes responsables de las destrucciones. Después se supo que se trataba de un intento de ocultación que es muestra de la complicidad en un crimen de guerra. En el informe de HRW también hay unas fotos que plantean preguntas: se ve a unos oficiales franceses al lado de la OCRB (Oficina Central de Represión del Bandidaje), una especie de milicia que se dedica a las ejecuciones sumarias.
Vista la naturaleza de sus intervenciones en África, ¿Francia está realmente en condiciones de conmemorar el cincuentenario de las «independencias» africanas?
Se percibe un gran malestar en relación con la conmemoración de este cincuentenario. Este malestar no es ajeno al hecho de que todas las intervenciones orales de Nicolas Sarkozy sobre la cuestión de África afirman una voluntad de ruptura con las prácticas de sus antecesores. Pero fuera de estos discursos, no se ve ruptura alguna: sigue siendo el reino de los diferentes tipos de presión, de los emisarios ocultos, de los acuerdos secretos, de las operaciones clandestinas. A modo de celebración va a haber cosas bastante caricaturescas: un desfile del 14 de julio en el que bajo la cobertura de rendir homenaje a los tiradores africanos se va a invitar a ejércitos como los de Camerún o de Congo, conocidos pero sus excesos contra las poblaciones. Todavía están por hacer la verdadera descolonización y la celebración de esta descolonización…
Notas
1. «Que fait l’armée française en Afrique ?«, Agone, octubre de 2009.
2. cf. Une guerre noire, enquête sur les origines du génocide rwandais (1959-1994), Gabriel Périès y David Servenay, La Découverte, 2007.
3. Cameroun, Autopsie d’une indépendance, dirigida por Gaëlle Le Roy y Valérie Osouf, duración 52′, producción: France 5 / Program 33, 2007.
Algunas referencias:
En Centrafrique, stratégie française et enjeux régionaux
http://www.monde-diplomatique.
État d’anarchie (rapport Human Rights Watch sur la RCA)
Rébellions et exactions contre la population civile
http://www.hrw.org/fr/reports/
Cameroun : retour sur une décolonisation sanglante
http://www.afriscope.fr/spip.
Où est le «centre» de l’Afrique ?
http://www.africultures.com/
Marchés militaires et économie de la prédation, des pays du lac Tchad et du Soudan occidental au Golfe de Guinée.
http://www.africultures.com/
Cinquante ans de décolonisation africaine
http://www.africultures.com/
Fuente: http://www.africultures.com/
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