A mediados del siglo XIX, el partido republicano, representante de los intereses del naciente capital industrial del norte, ganó la batalla militar contra el partido demócrata sureño, representante y defensor de la plantación esclavista y de la propia esclavitud. Sin embargo, las instituciones sureñas -incluyendo su sistema religioso que justificaba la esclavitud y que definía […]
A mediados del siglo XIX, el partido republicano, representante de los intereses del naciente capital industrial del norte, ganó la batalla militar contra el partido demócrata sureño, representante y defensor de la plantación esclavista y de la propia esclavitud.
Sin embargo, las instituciones sureñas -incluyendo su sistema religioso que justificaba la esclavitud y que definía al blanco como ser social superior – no desaparecieron. La derrota sufrida por el sur caló hondamente en la sociedad sureña que, desde entonces, vio al norte como extranjerizante, secularizante y foráneo: un enemigo al que había que combatir. La guerra civil, que para el norte terminó en 1865, solo comenzaba para el sur.
Lo anterior es una apreciación de Nelson P. Valdés, intelectual cubano radicado en Estados Unidos hace cuatro décadas en entrevista que le hice por correo electrónico.
Según este profesor, experto en asuntos históricos de EE.UU. quien hasta su reciente retiro, se desempeñó como profesor de la Universidad de Nuevo México, el asesinato de Abraham Lincoln por un sureño en 1865 significó el primer cuestionamiento del poder de los norteños. Y tal situación se ha mantenido hasta estos días.
El sur, desde entonces, se ha visto discriminado por el poder del norte. A medida que se fue extinguiendo la granja familiar o «family farm» (reemplazada por el negocio agrario o «agribusiness»), esos granjeros desplazados que se oponían al nuevo capitalismo -que pagando bajos sueldos a mejicanos hacía imposible que los granjeros prosperaran- se aliaron a los sureños.
En el sur se desarrolló un nacionalismo sureño contrario al norte. Si se piensa en Estados Unidos como una sola nación, esto puede no ser percibido. Pero es que en realidad son dos naciones con dinámicas diferentes, enfatiza el profesor Nelson P. Valdés.
Los del sur eran librecambistas o «free traders» porque la plantación en el sur dependía de la exportación de algodón a Europa. Los del norte, que se industrializaba, eran proteccionistas, influidos por una ideología de trabajo por cuenta propia orientada a depender de la labor de los granjeros en el campo, con o sin esclavos.
En el sur, que geográficamente se extiende en la costa este hasta Virginia y llega a las puertas de Washington, dominaba la plantación.
La derrota militar del sur no fue la derrota de las instituciones del sur, ni tampoco de la ideología. El norte sería industrializado y con el tiempo (hoy) depende de las finanzas, los bancos y las hipotecas – ya que las industrias desaparecieron al ser exportadas al tercer mundo. El sur, por otro lado, continuó siendo agrícola hasta la década de 1920 cuando comenzó la extracción en grande del petróleo en Texas, Luisiana y Alabama. Por tanto, será en el sur que, poco a poco, se desarrolle el poderoso grupo de poder petrolero.
En el sur, donde los blancos eran mayoritariamente pobres pero se veían superiores a los esclavos, surgió en 1867 el Ku Klux Klan, cuya función era mantener de facto aquello que la ley prohibía. Se mantuvo la prohibición del voto a los negros y solo a raíz de una nueva intervención del norte con tropas federales un siglo más tarde, se legalizaron los derechos civiles de los negros.
La ideología nacionalista y conservadora se funde en el sur con la tradición de identifición con el pasado. ¡Después de todo, los «founding fathers» (padres fundadores) reconocieron la esclavitud y no la cuestionaron! La Constitución original permitía la esclavitud.
El aspecto religioso no debe ser ignorado. La ideología de la revancha está basada en la religión de los bautistas sureños (Southern Baptists o Calvinistas). Dios escoge a un grupo en particular y, para los sureños, ellos son el pueblo escogido – contra los norteños. Perdieron la guerra civil porque Dios los estaba probando. La expansión del país antes y después de la guerra civil es protagonizada por sureños. Y lo mismo sucede en estados fronterizos con Canadá – donde se une una tradición luterana del norte de Europa con actitudes racistas. También muchos sureños se fueron para Alaska. El estado de Utah, está poblado por mormones, teología racista con bases sureñas provenientes de esa tradición derechista de Arizona.
Grupos étnicos y de negros han sido influenciados por esta ideología mediante el «prosperity gospel» o evangelio de la prosperidad y la seguridad en que enfatiza este movimiento desde el siglo XIX.
El presidente Barack Obama representa, según la óptica sureña, a los intereses del norte. Es norteño (de Chicago), negro y aliado del mundo de las finanzas – los tres elementos que unen a la derecha sureña contra el norte.
Considera el profesor Nelson P. Valdés que los puntos de vista de estos dos polos de la política de EEUU acerca de las relaciones con Cuba hay que verlos a partir del hecho de que, los sureños son conservadores y por ello opuestos, hasta el odio, a las ideas políticas progresistas. Por su parte, a los demócratas del norte no les interesa gastar capital político en el tema Cuba. Esto hace que sea este un «non issue» o tema nulo en los marcos de esta situación nacional.
Además, «los gobernantes cubanos no han comprendido que existen dos países en Estados Unidos, con dos políticas exteriores».
Cuando en Norteamérica se habla, sobre todo en períodos de elecciones, de estados azules y rojos se están refiriendo a dos naciones. Y, para el profesor Nelson P. Valdés, la que está creciendo es la sureña.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.