El campamento ha amanecido este martes bajo un asedio militar sin igual en sus tres semanas de vida. Desde primeras horas de la mañana hemos visto sumarse camiones, furgonetas, helicópteros de militares, bomberos y policías. Por ende, la seguridad interna saharaui también ha endurecido sus controles. La presión aumenta. Aunque al mismo tiempo puedes ir […]
El campamento ha amanecido este martes bajo un asedio militar sin igual en sus tres semanas de vida. Desde primeras horas de la mañana hemos visto sumarse camiones, furgonetas, helicópteros de militares, bomberos y policías. Por ende, la seguridad interna saharaui también ha endurecido sus controles. La presión aumenta. Aunque al mismo tiempo puedes ir hablando con Hassana y escucharle decir con una sonrisa «mira, sólo hay saharauis, ningún policía, puedes decir lo que quieras». ¿Está tratando de definir la libertad?
La libertad o el respeto de todos sus derechos desde el Empleo a la Vivienda o la libertad de expresión y todo los que para buen entendedor poca explicación más requiere, motivó este campamento. Desde la muerte de Najem El Garhi, que intentaba entrar con su familia, se han endurecido los controles de acceso. A lo largo de esta semana se han producido más tiroteos en las inmediaciones y se ha impedido entrar a mucha gente, además de requisar los víveres.
Por lo tanto, ahora se suman reivindicaciones humanitarias que ya no lanzan a Marruecos sino a la ONU o a ese extraño ente llamado Comunidad Internacional.
La presión que ejerce Marruecos desde el exterior del campamento se traslada a la seguridad interna y sus razones parecen tener. Entre ayer y hoy han interceptado cuatro policías secretos que, según sus sospechas, querían entrar para palpar la reacción tras la muerte de El Garhi.
De momento la reacción dentro del campamento fue un minuto de silencio frente a una jaima exactamente igual a las de Tindouf sobre la que ondea una bandera negra.
Por otro lado, a el que sí han dejado entrar aunque a regañadientes es a un periodista de Al Jazzera que, por defensor de la postura marroquí, consiguió la autorización que se le denegó a muchos periodistas españoles.
Ante esto la organización del campamento, reclama que se permita la entrada de la prensa y que, si no, ésta sea capaz de entender que están tratando de ocultar a una parte de la realidad.
El campamento es sin duda una imaginativa vuelta de tuerca en la resistencia pacífica de un pueblo al que le cuesta captar la atención del mundo a pesar de la denuncia que no sólo ellos sino organizaciones como Human Right Watch, Amnistía InternacionaI o el propio Parlamento Europeo llevan años haciendo de la constante violación de sus derechos.
Los más mayores, como Dheida, que supera los noventa años, celebran que por primera vez incluso la prensa marroquí se esté haciendo eco de sus reivindicaciones. De fuera llegan no obstante noticias más negativas. El cuerpo del niño El Garhi fue enterrado sin permitir la presencia de su familia. Y algunos de sus tíos y primos, desde dentro del campamento, denuncian el secuestro del cadáver. Un cadáver que es mártir ya para sus familias, para todos los saharauis, como decía su madre pocas horas después de su muerte.
Desde luego lo es para los cerca de 40.000 acampados que lejos de estar aterrorizado por este aumento o represión en torno al campamento repiten constantemente que «esto no tiene vuelta atrás» y que no se moverán del desierto hasta que «recuperamos nuestros derechos o muramos en el desierto». El desierto son sus raíces y eso hace desde luego llevadero para ellos la vida que para otros sería imposible.
Mientras los distintos comités hacen su trabajo y vigilan o atienden heridos, la mayoría de habitantes, mujeres, ancianos y niños, simplemente viven. Reparten el queso y el pan en el desayuno. Comparten el té a cualquier hora, asean sus jaimas y se visitan unos a otros.
Fuente: http://www.guinguinbali.com/index.php?lang=es&mod=specials&task=view_special_new&cat=3&id=1027