Traducción para Rebelión de Carlos Valladares.
En la tarde del 6 de Enero, Frances Fox Piven, una distinguida profesora, legendaria activista, escritora y colaboradora de esta revista por largo tiempo, recibió un correo electrónico de un remitente anónimo. No había escrito nada en el cuerpo del correo, sólo este mensaje en el título : MUÉRETE HIJA DE PUTA. No era la primera vez que Piven recibía este tipo de despreciables correos, ni iba a ser la última. Otro correo le decía «Vuélvete para Canadá zorra ignorante»; otro terminaba con este deseo: «Ojalá que contraigas pronto un cáncer».
Piven se inquietó pero no se mostró sorprendida. No son unos correos agradables de recibir pero son comedidos si los comparamos con los comentarios aparecidos en la página web del programa de Glenn Beck, The Blaze, en donde ella ha sido el blanco de una implacable campaña para demonizarla, y cosas aun peores.
En ese sitio, al amparo del anonimato de los pseudónimos, decenas de personas han llamado al asesinato de Piven, e incluso se han ofrecido voluntarios para hacer el trabajo personalmente.
«Que alguien le diga a Frances que tengo 5000 cartuchas [sic] listas y daré Mi vida para que se Nos devuelva la libertad» escribía superwrench4.
«UN DISPARO… UN MUERTO» proclamaba Jst1425.
«La única redistribución en la que estoy interesado es en la de ese metal precioso llamado… PLOMO» declaraba Patriot1952.
Mensajes como estos se encuentran mezclados con comentarios machistas, brotes de un peculiar antisemitismo y con insultos sobre la apariencia de Piven (que de hecho es una mujer bella) y sobre su edad (78 años).
Estos ataques fueron evidentemente provocados por el reciente artículo editorial de Piven en The Nation haciendo un llamamiento a la movilización masiva de los desempleados (Movilizando a los parados, número de enero del 10 al 17 de enero –Mobilizing the Jobless). Pero Beck ha tenido a Piven en su punto de mira durante algún tiempo. Durante los últimos años ha mencionado a Piven, a la vez que a su marido, Richard Cloward, en al menos veintiocho programas, en los cuales los ha retratado como los cerebros de un complot izquierdista denominado «La estrategia Cloward-Piven», la cual orquestó supuestamente la crisis financiera de 2008, la reforma sanitaria, la elección de Obama y un hipotético fraude electoral masivo, entre otros eventos históricos mundiales (Ver «The Mad Tea Party» de Richard Kim).
Cloward y Piven, dijo en cierta ocasión Beck, «se encuentran entre los principales responsables de la inestabilidad y el posible colapso de nuestro sistema económico». En su más reciente diatriba contra Piven (el 17 de enero) le llamaba en repetidas ocasiones «la enemiga de la Constitución». Según el discurso de Beck, como Piven y sus compañeros izquierdistas apoyan la desobediencia civil en ciertas circunstancias, son ellos -no las fuertemente armadas milicias de la extrema derecha- los que amenazan la seguridad de los Estados Unidos.
Resulta tentador no otorgar dignidad a estas ridículas distorsiones dando el silencio como respuesta.
Sin embargo diremos algunas cosas: Piven, a lo largo de su carrera como activista y académica, ha encarnado lo mejor de la democracia estadounidense. Ha dedicado su vida a dar voz a los marginados a través de campañas de registro de votantes, a labores de organización de base y cuando ha sido necesario, a protestas en la calle. Su preocupación principal ha sido el modo en que la injusticia económica ha doblegado y erosionado nuestro sistema democrático. Sin embargo quedarse sentada llorando no ha sido nunca su estilo. Su principal habilidad ha sido la de identificar los puntos fuertes de los grupos oprimidos -y lograr que los utilicen.
No es extraño pues que los pseudopopulistas de la derecha la encuentren tan amenazadora. Esta campaña, evidentemente orquestada, tan centrada en la persona de Piven, si bien preocupante, toma un cariz de gravedad añadida en el contexto del reciente atentado contra la congresista Gabrielle Giffords, el juez federal John Roll y otras dieciocho personas en Arizano. Sin embargo mientras los comentaristas discuten si el asesino en este caso -un perturbado mental llamado Jared Loughner- se inspiró en los desvaríos de los demagogos de la extrema derecha, la historia olvidada de Byron Williams ofrece un ejemplo sencillo de como la retórica del odio enciende la violencia.
En Julio, Williams, un ladrón condenado por el robo de un banco, se puso un chaleco antibalas y se subió a un vehículo con un arma de mano de 9 mm, una escopeta de caza y un rifle del calibre 308 equipado con cartuchos antiblindaje y arrancó rumbo a San Francisco. Se dirigía a la Fundación Tides, a la que se había mencionado en al menos veintinueve programas de Glenn Beck, algunas veces asociada a Piven. Su objetivo, como más tarde dijo a la policía, era asesinar a «los dirigentes de la fundación Tides y del ACLU (la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles)» para «provocar una revolución». La madre de William comentaba que su hijo había estado viendo las noticias en la televisión y se había enervado al comprobar «como el Congreso estaba siguiendo el programa de esos izquierdistas». O como el mismo decía, «Nunca habría sintonizado la Fox si no fuera porque Beck salía ahí. Las cosas que decía y las cosas que sacaba a la luz me llegaron al alma». Una patrulla de tráfico de California paró y detuvo a William por conducción temeraria, tras un tiroteo, evitando que se llevara algún otra alma al más allá.
En el caso de un periodista responsable y de un medio responsable, tal incidente habría dado pie a un proceso de severa autocrítica. Pero estamos hablando de Glenn Beck y de la Fox y como es notorio en el caso de la campaña contra Piven nada de eso ocurrió. En los cientos de comentarios sobre Piven en The Blaze, no hay ninguna advertencia para bajar el tono de la retórica violenta, ni ninguna intervención del editor del chat para moderar su contenido. De hecho parece que los que comentan se animan los unos a los otros: un comentario hace notar que Piven vive en Nueva York y enseña en la CUNY (La Universidad de la Ciudad de Nueva York); otro entonces copia un enlace a una página web en la que aparece la dirección de Piven y su número de teléfono.
«¿Por qué sigue viva esta mujer?» pregunta capnjack.
«Básicamente por que tú no la has matado, creo yo, mira, es hora de que alguien con verdadero interés y con la valentía que da la convicción en las propias ideas HAGA ALGO YA», responde Diamondback.
Y los llamamientos al asesinato no se limitan a Piven. Un comentario de Civilunrestnow sirve de muestra para captar perfectamente el tenor de las fantasías homicidas de la ultra-derecha:
«Yo propongo hacerlo. Hay 90 millones personas con mas de 220 millones de armas legales, la MAYORÍA en las manos de gente que se proclama de centro DERECHA. Creo que es hora de reducir el superávit de sabandijas, vagos, de trabajos para izquierdistas, de medios de comunicación, de políticos progres, y de la MAYORÍA de los abogados».
Ni que decir tiene que estos trastornados ultra-derechistas disfrutan también del amparo de la primera enmienda. Pero la abrumadora y transparente apología del asesinato en la página web de Beck, y en otros populares sitios de extrema derecha, no puede ser tratada a la ligera como cosas que se dicen. Hubo un tiempo en que el terrorista de Oklahoma City Timothy McVeigh decía cosas, lo mismo que Scott Roeder, el asesino de el Doctor George Tiller. Hemos tenido suerte de que Byron Williams fuera detenido antes de llegara a la puerta de la Fundación Tides. En cierto sentido fue una suerte también para Glenn Beck ¿Hasta cuando nos va a acompañar la suerte?
Fuente: http://www.thenation.com/article/157900/glenn-beck-targets-frances-fox-piven