Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Elisa Viteri
«Y los grandes propietarios, los que deben ser desposeídos de su tierra por un cataclismo, los grandes propietarios con acceso a la historia, con ojos para leer la historia y conocer el gran hecho: cuando la propiedad se acumula en unas pocas manos, acaba por serles arrebatada. Y el hecho que siempre acompaña: cuando hay una mayoría que tiene hambre y frío, tomará por la fuerza lo que necesita. Y el pequeño hecho evidente que se repite a lo largo de la historia: el único resultado de la represión es el fortalecimiento y la unión de los reprimidos», (John Steinbeck – Las uvas de la ira).
John Steinbeck escribió su obra maestra Las uvas de la ira con 37 años, en 1939, al final de la Gran Depresión. Steinbeck obtuvo el Premio Nobel y el Pulitzer. John Ford hizo después una adaptación clásica al cine en 1941, con Henry Fonda. Es considerada como unas de las mejores 25 cintas en la historia de EE.UU. El libro fue también uno de los más prohibidos en la historia de ese país. Steinbeck fue estigmatizado como comunista y anticapitalista por mostrar apoyo a los trabajadores pobres. Algunas cosas nunca cambian, y los intereses acaudalados que controlan los medios tratan de alejar la culpa de nuestra depresión actual de sus actos fraudulentos. La novela representa una crónica de la Gran Depresión y un comentario sobre el sistema económico y social que la causó. La obra de Steinbeck sobre los trabajadores pobres reverbera con el pasar de las décadas. Escribió la novela en medio de la última Cuarta Crisis. Sus temas de la inhumanidad del hombre hacia el hombre, la dignidad e ira de la clase trabajadora, y el egoísmo y codicia de la clase acaudalada parecen verosímiles en la actualidad.
Steinbeck se convirtió en el campeón de la clase trabajadora. Cuando decidió escribir una novela sobre la difícil condición de los trabajadores agrícolas migrantes, tomó muy en serio su tarea. Para prepararse, vivió en una familia de trabajadores agrícolas y viajó con ellos a California. Setenta años después, las difíciles condiciones de la clase trabajadora son las mismas. Si Steinbeck estuviera vivo en la actualidad, viviría con una familia de trabajadores de la industria automovilística de Michigan en viaje a la fantasilandia de la energía verde, donde los automóviles se mueven con maíz y luz solar. La clase trabajadora soportó la carga principal de la Gran Depresión en los años treinta y soporta la carga de nuestra actual Enorme Depresión. Steinbeck sabía hace setenta años quiénes eran los culpables. Sabemos quiénes son los culpables en la actualidad. Son los mismos. Los intereses bancarios acaudalados causaron la Gran Depresión y crearon el desastroso colapso que hasta ahora ha destruido 7 millones de puestos de trabajo de la clase media. Steinbeck comprendió que la clase trabajadora pobre de este país tenía más dignidad y compasión por el prójimo que cualquier banquero de Wall Street a la busca de enriquecimiento a costa de la clase trabajadora.
Los pobres de Oklahoma y los ríos de leche y miel
«¿Cómo se puede asustar a un hombre que carga con el hambre de los vientres estragados de sus hijos además de la que siente en su propio estómago acalambrado? No se le puede atemorizar, porque este hombre ha conocido un miedo superior a cualquier otro», John Steinbeck – Las uvas de la ira.
El EE.UU. de 1930 era diferente en muchos aspectos del EE.UU. de 2011. La población de EE.UU. era de 123 millones, los cuales vivían en 26 millones de casas, o sea 4,7 personas por casa. Actualmente, la población de EE.UU. es de 310 millones, que viven en 118 millones de casas, o sea 2,6 personas por casa. La estructura de la vida y el trabajo del país eran dramáticamente diferentes en 1930. El porcentaje de la población que vivía en áreas rurales bajó a un 40%, desde el 60% que se vivía en 1900, debido a la rápida industrialización del país. Un cuarto de la población todavía trabajaba en granjas. Actualmente, menos de un 20% de los estadounidenses viven en áreas rurales, mientras que menos de un 2% viven en granjas. En 1935, había 6,8 millones de granjas en EE.UU. Actualmente hay 2,1 millones. La granja familiar ha sido desplazada sin prisa pero sin pausa por mega-granjas corporativas desde los años veinte, y 46.000 granjas representan actualmente un 50% de toda la producción agrícola.
Gráfico 1 – tanto la población agrícola como la población rural de EE.UU. han disminuido como parte de la población general de la nación.
La lamentable situación apremiante del trabajador agrícola estadounidense no comenzó con la caída de los mercados bursátiles en 1929. Las semillas de la destrucción fueron plantadas antes y durante la Primera Guerra Mundial. La automatización mediante la tecnología permitió cultivar más tierra. Los precios agrícolas aumentaron debido a la fuerte demanda mundial, llevando a los agricultores a aumentar drásticamente los cultivos. Al aumentar los precios de los productos agrícolas básicos, los agricultores cayeron en la clásica trampa en la que cayeron los compradores de inmensas y pretenciosas casas nuevas desde 2000 hasta 2006. Los agricultores incurrieron en inmensas deudas para adquirir más tierras y equipos agrícolas ya que los bancos locales estaban dispuestos a alimentar sus ilusiones con préstamos. Era una ocasión que no se podía perder. Jim Grant, en su libro Money of the Mind: Borrowing and Lending from the Civil War to Michael Milken describió el resultado final:
Como el mercado alcista en las acciones, el mercado alcista en las tierras de cultivo generó la creencia de que los precios aumentarían eternamente. «Los especuladores, que no tenían ningún interés en la agricultura, compraron tierras por el aumento anual del 6% u 8% que parecía seguro durante los primeros años del siglo…». El aumento en los precios agrícolas sólo había comenzado. El precio del trigo era de 62 centavos por fanega en 1900. Fue de 99 centavos en 1909, 1,43 dólares en 1916, y 2,16 en el pico en 1919. Para colocar 2,19 dólares en perspectiva, fue un precio que no se volvió a ver hasta 1947.
El colapso de los precios a comienzos de los años veinte hubiera sido suficientemente devastador, pero el daño se complicó por la deuda. Al llegar el verano de 1921, los precios de los cultivos habían bajado en no menos de un 85% en comparación con el clímax de posguerra. Los habitantes de Nebraska, al ver que el maíz había llegado a ser más barato que el carbón, lo quemaron. Como sucede en todo mercado, la caída en los precios reveló las debilidades en la estructura del crédito que había financiado el aumento.
Entre 1919 y 1921, la cantidad de bancos que quebraron ascendió a 724, y sólo uno de los mayores, el National City Bank, fue rescatado por Washington DC. La zona central, donde vivía más de un 40% de la población, no participó en los años locos de los 20. Wall Street y el Noreste urbanizado vivieron la rápida acumulación de riqueza durante los años veinte. Los trabajadores agrícolas pobres del cordón agrícola tuvieron dificultades para subsistir. La tierra cultivada siguió aumentando incluso después del descalabro de principios de los años veinte, y se triplicó entre 1925 y 1930. La tierra estaba sobre-cultivada y no se la cuidaba adecuadamente, privando al suelo de nutrientes orgánicos y aumentando su exposición a la erosión. Luego, la Madre Naturaleza consiguió vengarse, como lo hace ahora en todo el globo.
El «Cuenco de polvo» fue un período de fuertes tormentas de polvo que causaron un importante daño ecológico y agrícola en las tierras de las praderas del medio oeste entre 1930 y 1936. El fenómeno fue causado por una severa sequía combinada con décadas de agricultura extensiva sin rotación de cultivos, campos en barbecho, cultivos protectores u otras técnicas para impedir la erosión. El uso del arado profundo en la capa arable virgen de las Grandes Llanuras había desplazado a los pastos enraizados que normalmente sostenían el suelo y atrapaban la humedad incluso durante períodos de sequía y fuertes vientos. Esas inmensas tormentas de polvo, bautizadas como «ventiscas negras» y «rodillos negros», reducían a menudo la visibilidad a unos pocos metros. El «Cuenco del polvo» afectó 40.000.000 hectáreas, centradas en los estados de Texas y Oklahoma.
Los pequeños agricultores fueron los más afectados. Incluso antes de que impactaran las tormentas de polvo, la invención del tractor limitó drásticamente la necesidad de mano de obra en las granjas. Esos pequeños agricultores ya estaban usualmente endeudados, al pedir dinero prestado para semillas y pagarlo cuando llegaba la cosecha. Cuando las tormentas de polvo dañaron las cosechas, el pequeño agricultor no sólo no pudo alimentar a su familia, sino que tampoco pudo saldar su deuda. Los bancos entonces embargaban las pequeñas granjas y la familia del agricultor se quedaba sin vivienda y sin trabajo. Entre 1930 y 1935, cerca de 750.000 granjas desaparecieron debido a la bancarrota o a una subasta forzosa.
Millones de hectáreas de tierra laborable fueron inutilizadas, y cientos de miles de personas se vieron obligadas a abandonar sus hogares de toda la vida. Se fueron por la Ruta 66 hacia la tierra prometida: California. Cientos de miles de familias viajaron por esa ruta solitaria durante los años treinta.
Muchas de esas familias, conocidas frecuentemente como «Okies» ya que muchos provenían de Oklahoma, migraron a California y otros estados, donde encontraron condiciones económicas un poco mejores durante la Gran Depresión que las que habían dejado atrás. Sin tierras, muchos se convirtieron en trabajadores migrantes que viajaban de granja en granja para cosechar frutas y otros cultivos a salarios de hambre. Aunque la Gran Depresión afectó a todos los estadounidenses, cerca de un 40% de la población quedó relativamente indemne. No fue el caso de los «Okies«.
Los californianos trataron de impedir que los migrantes se mudaran a su estado creando puntos de control en las principales carreteras llamados «bloqueos de vagabundos». California incluso inició una ley «anti-Okie» que castigaba con penas de cárcel a todo el que introdujera «indigentes». Aunque Steinbeck destaca el sufrimiento de familias de agricultores migrantes en Las uvas de la ira, en realidad, menos de la mitad (un 43%) de los migrantes eran agricultores. La mayoría de los migrantes provenía del este del Cuenco de polvo y no trabajaba en granjas. Hasta 1940, 2,5 millones de personas habían abandonado los estados de las praderas; 200.000 de ellas se fueron a California.
La inhumanidad del hombre hacia el hombre
«Siempre me pareció extraño que las cosas que admiramos en los hombres, la bondad y la generosidad, la franqueza, la honestidad, la comprensión y el sentimiento acompañan al fracaso en nuestro sistema. Y esos rasgos que detestamos, nitidez, codicia, ambición, mezquindad, egoísmo, interés personal, son los rasgos del éxito. Y mientras los hombres admiran la calidad de las primeras, les gusta el producto de la segunda», John Steinbeck.
La novela de Steinbeck fue un fenómeno nacional. El libro aseguró a Steinbeck la admiración de la clase trabajadora, debido a la simpatía del libro hacia el hombre de a pie y su prosa accesible. Fue estigmatizado de comunista por los grandes terratenientes de California y acosado continuamente por J. Edgar Hoover [jefe del FBI, N. del T.] y el IRS [Servicio de Impuestos Internos] durante casi toda su vida. El libro fue elogiado, discutido, prohibido y quemado. Un libro sólo puede generar tanto calor si se acerca demasiado a una verdad que los que están en el poder no quieren que sea revelada. Las uvas de la ira hizo precisamente eso. Steinbeck quería culpar al que se lo merecía:
«Quiero colocar una etiqueta de vergüenza sobre los hijueputa codiciosos que son responsables de esto [la Gran Depresión y sus efectos]».
Los banqueros que se apoderaron de sus granjas y los apartaron como si fueran basura, los especuladores de Wall Street que se enriquecieron traficando con deudas de la clase trabajadora, y los acaudalados terratenientes que trataron como criminales a los trabajadores agrícolas migrantes, fueron los culpables de los sufrimientos de millones. La pirámide de la riqueza era tan desigual en 1929 como en la actualidad. Riqueza desigual: el 1% de la población en la punta de la pirámide tenía ingresos 650% mayores que los del 11% de los estadounidenses que estaban abajo. La tremenda concentración de la riqueza en manos de unos pocos significaba que la continua prosperidad económica dependía de las grandes inversiones y los gastos en lujo de los ricos.
En 1929, el 1% más rico poseía un 40% de la riqueza de la nación. El 5% superior ganaba un 33% del ingreso en el país. El 93% inferior sufrió una caída de un 4% en el ingreso disponible real entre 1923 y 1929. La clase media incluía a sólo un 20% de todos los estadounidenses. La sociedad estaba fuertemente orientada hacia los poseedores. En 1929, más de la mitad de los estadounidenses vivía bajo un nivel mínimo de subsistencia. Los que poseían los medios necesarios aprovechaban las bajas tasas de interés para utilizar el margen para invertir en acciones. El requerimiento de margen era de sólo un 10%, de modo que se podía comprar acciones por un valor de 10.000 dólares por 1.000 dólares y pedir prestado el resto. Con tasas de interés artificialmente bajas y una economía en auge, las compañías extrapolaron la buena racha e invirtieron en inmensas expansiones. Durante los años veinte hubo 1.200 fusiones que se tragaron a más de 6.000 compañías. En 1929, sólo 200 mega-corporaciones controlaban más de la mitad de toda la industria de EE.UU. Los pocos se enriquecieron, mientras los muchos se revolcaban en la pobreza y la desesperación.
Cuando expertos autoproclamados en la Gran Depresión, como Ben Bernanke, proclaman que la Reserva Federal contribuyó a la Depresión al no expandir con la rapidez suficiente el suministro de dinero, practican el arte de la Gran Mentira. La Gran Depresión fue causada sobre todo por la expansión del suministro de dinero por la Reserva Federal en los años veinte que llevó a un auge insostenible impulsado por el crédito. Tanto Friedrich Hayek como Ludwig von Mises predijeron un colapso económico a comienzos de 1929. Desde el punto de vista austríaco esa inflación del suministro de dinero condujo a un auge insostenible en los precios de activos (acciones y bonos) y en bienes de capital. Ben Strong, jefe de la Reserva Federal, trató de ayudar a Gran Bretaña manteniendo bajos los tipos de interés y al dólar estadounidense débil frente a la libra. Las tasas de interés artificialmente bajas llevaron a la sobre-inversión en los textiles, la agricultura y los automóviles. En 1927 bajaron una vez más las tasas, lo que condujo a un frenesí especulativo que llevó al Jueves Negro. La elite gobernante de la sociedad eran los especuladores de Wall Street. Sólo 1,5 millones de personas de una población total de 127 millones invertían en el mercado bursátil. Los préstamos al margen aumentaron de 3.500 millones de dólares en 1927 a 8.500 millones en 1929. Los precios de las acciones aumentaron un 40% entre mayo de 1928 y septiembre de 1929, mientras las transacciones diarias aumentaron de 2 millones de acciones a 5 millones por día. Para cuando la Reserva Federal hizo tardíos recortes en 1928, era de lejos demasiado tarde para evitar un derrumbe del mercado bursátil y la depresión.
La Reserva Federal fue creada por banqueros para beneficiar a banqueros. La Reserva Federal compró 1.100 millones de dólares en valores del gobierno desde febrero a julio de 1932, lo que hinchó su cartera hasta los 1.800 millones. Las reservas totales de los bancos sólo aumentaron en 212 millones de dólares, pero sucedió porque la población estadounidense perdió confianza en el sistema bancario y comenzó a guardar más dinero en efectivo, un factor que estaba en gran parte fuera del control del Banco Central. La posibilidad de una estampida bancaria llevó a los banqueros locales a ser más conservadores al prestar sus reservas, y fue la causa de la incapacidad de inflar de la Reserva Federal. Desde su creación entre bastidores en una medianoche de 1913, la Reserva Federal, propiedad de los bancos, ha tratado de beneficiar a sus dueños, los grandes intereses bancarios de Wall Street y sus protectores políticos en el Congreso. La clase trabajadora nunca ha sido otra cosa que organismos hospedadores utilizados por los parásitos para gravarlos y engatusarlos a fin de que se endeuden.
La desigualdad de ingresos y riqueza llegó a un nuevo pico en 2007, el mayor nivel de desigualdad desde 1929. William Domhoff detalla esa desigualdad como sigue:
En EE.UU., la riqueza está fuertemente concentrada en relativamente pocas manos. En 2007, el 1% de los hogares (la clase alta) poseía un 34,6% de toda la riqueza en manos privadas, y el 19% siguiente (la capa de administradores, profesionales, y pequeños empresarios) poseía el 50,5%, lo que significa que sólo un 20% de la gente poseía un extraordinario 85%, dejando sólo un 15% de la riqueza para el 80% inferior (trabajadores asalariados y remunerados). En términos de riqueza financiera (el valor total neto menos el valor de la casa en propiedad), el 1% de los hogares tenía una parte aún mayor: un 42,7%.
Fuente: Domhoff.
El ingreso real promedio por hogar en EE.UU. es actualmente de 49.777 dólares. En 1999, antes de la toma del poder por George Bush, era de 52.388 dólares. Una disminución de un 5% en diez años. Aún más inquietante es el hecho de que el 20% de los hogares en el pico de la pirámide experimento un verdadero aumento de sus ingresos. El 50% inferior perdió ingresos durante los últimos diez años, y el 20% inferior perdió un 8% de ingresos en ese período. No es sorprendente que haya tanta ira entre la clase media trabajadora en el país frente al rescate para el 1% superior. Sesenta millones de unidades domésticas ganan menos actualmente de lo que ganaban hace 10 años. Las políticas de la Reserva Federal durante los últimos diez años han beneficiado a los especuladores y castigado a los adultos mayores, los ahorradores y a la clase media trabajadora. Cada política, programa y regulación presentada por la Reserva Federal en los últimos tres años ha servido para fortalecer, enriquecer y apoyar a sus propietarios de Wall Street, demasiado grandes para fracasar. La familia trabajadora de clase media estadounidense, mientras tanto, es demasiado pequeña para importar.
Steinbeck se dio cuenta proféticamente de que el sufrimiento de la clase trabajadora no se debía al mal tiempo, a la mala suerte, o a las acciones de la clase trabajadora. Era causado por el abuso de poder e influencia en todo el país por parte de la acaudalada elite gobernante en su esfuerzo por enriquecerse por todos los medios. Circunstancias históricas, sociales, y económicas separan a la gente entre ricos y pobres, terratenientes e inquilinos, y los que están en roles dominantes luchan cruelmente por preservar sus posiciones. Durante la Gran Depresión los agentes de bolsa, banqueros y empresarios mantuvieron un papel dominante, mientras agricultores, trabajadores, y el hombre de a pie eran tratados como perros. Steinbeck utilizó este simbolismo al hacer que el perro de la familia de Joad fuera atropellado por una persona rica que conducía un elegante coche descapotable al principio de la novela. Steinbeck veía a los grandes terratenientes de California como el epítome de los malignos Poseedores. Los terratenientes crearon un sistema por el cual los migrantes eran tratados como animales, enviados de un inmundo campo al borde de la carretera a otro, denegados salarios llevaderos, y obligados a volverse contra sus hermanos simplemente para sobrevivir.
El mundo de Steinbeck era negro y blanco, bueno y malo, rico y pobre. Actualmente, los medios corporativos dominantes lo estigmatizarían como un chiflado anticapitalista, socialista. Los que tienen el control quieren que las masas se pierdan en matices grisáceos. En los años treinta era más obvio quién era el culpable. La red de seguridad social de los programas del Nuevo Trato de Franklin Delano Roosevelt acababa de comenzar. Estoy seguro de que en aquel entonces parecía una buena idea aliviar el sufrimiento de los pobres. En realidad, hizo poco por ayudar, ya que la tasa de desempleo era todavía de un 18% en 1939, diez años después del comienzo de la Depresión. Esos programas, junto con cientos implementados desde los años treinta, han creado una clase marginada dependiente y han dejado a EE.UU. con una deuda no financiada de más de 100 billones de dólares. Los ricos utilizan las 70.000 páginas del código tributario del Servicio de Impuestos Internos para evitar impuestos. Utilizan su riqueza para comprar influencia en Washington DC, amañando el juego a su favor. El 50% de la población, la base de la pirámide, no paga impuestos sobre la renta. La clase media trabajadora, con ingresos reales en disminución, paga la cuenta. Es engañada por una industria financiera dispuesta a mentir, confundir y defraudar para que crea que puede vivir como los ricos. Directores ejecutivos, superestrellas corporativos lisonjeados por los medios corporativos, subcontrataron los puestos de trabajo bien remunerados de la clase media a países extranjeros, aumentando las utilidades por acción, el precio de sus acciones y sus bonificaciones de mega-millones. Podrá no parecer semejante a los años treinta, pero es peor para millones de familias estadounidenses de clase media trabajadora.
La dignidad de la ira
«…y en los ojos de la gente se refleja el fracaso; y en los ojos de los hambrientos hay una ira creciente. En las almas de las personas las uvas de la ira se están llenando y se vuelven pesadas, cogiendo peso, listas para la vendimia», John Steinbeck – Las uvas de la ira.
Los sentimientos de Steinbeck respecto a la gente sobre la que escribía pueden ser resumidos en este pasaje:
«Si tienes problemas o estás herido o necesitado… acude a la gente pobre. Son los únicos que te van a ayudar… los únicos».
Los Joad se niegan a ser quebrantados por sus circunstancias. Mantienen su dignidad, honor y amor propio, a pesar de las dificultades y tribulaciones que los afectan. El hambre, la muerte trágica, y el maltrato de las autoridades no les amilanan. Su dignidad ante la tragedia contrasta con la vileza de los terratenientes ricos y los policías que trataban a los trabajadores migrantes como criminales.
No importa cuánta desgracia y degradación se acumulan sobre los Joad, su sentido de justicia, familia, y honor nunca desfallece. Steinbeck creía que mientras la gente mantuviera un sentido de injusticia, un sentido de cólera contra los que trataban de menoscabar su amor propio, nunca perdería su dignidad. Tom Joad es el símbolo de todos los trabajadores pobres maltratados que se niegan a ser vencidos. Los terratenientes y la policía son los opresores. Tom mata a un policía en una lucha por la dignidad de los trabajadores. La despedida de Tom de su Madre, captura la esencia de la lucha:
«En donde haya una pelea para que los hambrientos puedan comer, allí estaré. Donde haya un policía pegándole a uno, allí estaré. Si Casy sabía, por qué no, pues estaré en los gritos de la gente enfurecida y estaré en la risa de los niños cuando están hambrientos y saben que la cena está preparada. Y cuando nuestra gente coma los productos que ha cultivado y viva en las casas que ha construido, allí estaré, ¿entiendes?», Tom Joad – Las uvas de la ira
La ira de Steinbeck se dirigía contra los banqueros que robaban las granjas, los terratenientes de California que trataban a los trabajadores como alimañas, y la policía que se ponía de parte de los ricos y brutalizaba a los trabajadores. La cólera y la ira de Tom Joad contra los que querían que se acobardara son presentadas con fuerza en este pasaje:
«-Ya lo sé, Madre. Lo estoy intentando. Pero esos ayudantes del sheriff… ¿Has visto uno alguna vez que no tuviera el culo gordo? Y menean el culo y muestran su revólver por ahí. Madre -dijo-, si ellos estuvieran trabajando con la ley, lo podríamos soportar. Pero no es eso. Su trabajo es minarnos la moral. Intentan que estemos encogidos, arrastrándonos como una perra apaleada. Tratan de destrozarnos. Por Dios, Madre, llega un momento en que lo único que uno puede hacer para conservar la dignidad es atizarle a un policía. Nos están comiendo la dignidad».
Actualmente la ira de Steinbeck se concentraría en los mega-bancos de Wall Street, las mega-corporaciones y los políticos que les permiten que saqueen la riqueza de la nación. Las sequías, los embargos y la tecnología llevaron a millones de agricultores a las ciudades durante los años treinta y la tendencia se aceleró con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. EE.UU. se convirtió en el fabricante del el mundo entero, y la manufactura representaba más de un 28% del PIB a mediados de los años cincuenta. El negocio de la banca, los seguros y los bienes raíces representaba menos de un 11% del PIB.
Desde la adopción de la tarjeta de crédito a gran escala a finales de los años sesenta, el papel de los banqueros y de la deuda en nuestra sociedad ha crecido incansable e implacablemente. A mediados de los años ochenta fue demasiado tarde para echar marcha atrás, cuando el sector financiero sobrepasó al sector manufacturero en importancia relativa para nuestra economía. Actualmente, los beneficios generados por los banqueros mediante la venta de deuda a la clase media, la creación de derivados para estafar viudas y fondos de pensiones, y el manejo de sus instituciones como casinos espídicos subidos al apalancancamiento financiero representan un 21,5% del PIB. Los beneficios de manufacturas ascienden ahora a un miserable 11,2% del PIB, mientras directores ejecutivos titanes de la industria de la General Electric, Hewlett Packard, Intel y Apple enviaron los puestos de manufactura a Asia en un noble esfuerzo por aumentar las utilidades por acción y otorgarse recompensas con paquetes de 30 millones de dólares.
Fuente: www.mybudget360.com
La deuda total de EE.UU. en porcentaje del PIB se mantuvo notablemente estable durante tres décadas en aproximadamente un 130%, mientras que los beneficios financieros como porcentaje del PIB se ubicaban consistentemente un poco por debajo del 1%. El ascenso de Alan Greenspan al trono de la Reserva Federal desató una tormenta de polvo de deuda y de beneficios bancarios durante los últimos 25 años. Los beneficios totales de la industria crediticia y financiera crecieron cada una en más de un 250%. Los salarios reales de los trabajadores de clase media son más bajos actualmente de lo que eran en 1971. Desde que los puestos de trabajo mejor pagados en la manufactura fueron enviados a ultramar, Wall Street llenó el vacío suministrando millones de deuda al estadounidense promedio para que pudiera comprar cosas producidas en China por gente que tomó sus puestos de trabajo. Wall Street y los medios corporativos convencieron a los estadounidenses de clase media de que su estándar de vida aumentaba con las olas de deuda. El padrino, Greenspan, protegía y custodiaba a los grandes bancos. Cuando cometían errores en sus esfuerzos por expoliar y saquear a gran escala, el padrino reducía las tasas de interés e inundaba el sistema con liquidez. Si es cara, son ellos lo que ganan, si es cruz, pierde EE.UU.
Fuente: Barry Ritholtz
Los poderosos bancos de Wall Street trabajaron sin límites, sin regulación y sin escrúpulos en su insaciable saqueo y pillaje de la riqueza del público estadounidense. La Reserva Federal suministró el combustible y el Congreso encendió la mecha con la revocación de Glass-Steagall, llevando finalmente a la mayor explosión financiera en la historia de las finanzas del mundo en 2008. La crisis financiera fue creada por los mayores bancos de Wall Street y las políticas de la Reserva Federal. Es un tributo a su poder monetario, a la total captura de los medios dominantes, y al total control de los políticos corruptos en Washington DC, el que de alguna manera los bancos Demasiado-Grandes-para-Quebrar sean más grandes ahora de lo que eran antes de la crisis. La clase media trabajadora ha pagado la cuenta de los billones que han sido transferidos a los cofres de esas empresas criminales. Como recompensa, los ahorristas reciben un 0,25% por sus ahorros. Esos sujetos han dejado sin trabajo a 8,5 millones de personas en los últimos tres años. Steinbeck comprendió que los banqueros que embargaron las casas de los agricultores pobres y alimentaron la especulación que condujo al Jueves Negro no eran otra cosa que extensiones de un monstruo maligno:
«El banco es algo más que hombres. Fíjate que todos los hombres del banco detestan lo que el banco hace, pero aún así el banco lo hace. El banco es algo más que hombres, créeme. Es el monstruo. Los hombres lo crearon, pero no lo pueden controlar».
Los banqueros que controlan actualmente nuestra economía merecen el mismo desprecio e ira que Steinbeck acumuló sobre bancos y terratenientes de California en los años treinta. Jesse, del Jesse’s Café American, captura la ira en su evaluación de nuestro estado de cosas actual:
«Los bancos deben ser refrenados, y el sistema financiero reformado, y se debe restaurar el equilibrio de la economía, antes de que pueda haber alguna recuperación ininterrumpida. Todo lo demás es saqueo y locura, con la apatía y el egoísmo complaciente como sus cómplices».
Egoísmo y altruismo
«Nunca más voy a tener miedo. Pero lo tuve. Por un momento pareció como si nos hubieran derrotado. Derrotados por completo. Parecía como si no tuviéramos a nadie en todo el mundo, sólo enemigos. Como si nadie siguiera siendo amistoso. Me hizo sentir bastante mal, y también asustada, como si estuviéramos perdidos y a nadie le importara… Los ricos van y se mueren y sus hijos no sirven para nada y van desapareciendo. Sin embargo, Tom, nosotros seguimos surgiendo. No te inquietes, Tom. Llegan nuevos tiempos, distintos.-Tranquilo -dijo ella-. Debes tener paciencia. Mira, Tom… nosotros, nuestra gente, seguirá viviendo cuando estos otros hayan desaparecido. Escucha, Tom, nosotros somos la gente que vive. No nos pueden borrar del mapa. Nosotros somos la gente, nosotros seguimos adelante…», Ma Joad – Las uvas de la ira.
La elite del poder que cree que puede controlar a las masas como un titiritero maneja una marioneta debería andar con cuidado. La ira de las masas puede ser feroz y repentina. Preguntadle a Hosni Mubarak. Como Steinbeck se dio cuenta hace muchas décadas, el egoísmo descontrolado, apoyado y alentado por las autoridades, conduce a la pobreza, a la desesperación y a veces a la revolución. El falso mantra de una economía basada en el interés propio y el libre mercado es una cortina de humo propagada por los pocos con riqueza y poder para oscurecer la verdad de que han utilizado su riqueza y su poder para amañar el juego a su favor. Los que no tienen nada pueden soñar con llegar a poseer, pero las probabilidades de lograr ese sueño son actualmente minúsculas. Steinbeck distingue con mordacidad entre el egoísmo de la clase acaudalada y el altruismo de los trabajadores pobres. En contraste y en conflicto con esta política de egoísmo está la conducta de los migrantes entre ellos. Conscientes de que su sustento y supervivencia dependen de su devoción hacia el bien colectivo, los migrantes se unen -compartiendo sus sueños, así como sus cargas- a fin de sobrevivir.
Los que tienen el control tienen que mantener la división de las masas. Necesitan que los estadounidenses sean distraídos por amenazas terroristas fantasma, diferencias políticas irrelevantes, American Idol, Charlie Sheen, Lindsey Lohan y Lady Gaga. Necesitan que los estadounidenses se concentren en sí mismos. Su mayor temor es que el pueblo estadounidense se dé cuenta de que «Nosotros» podemos cambiar la dirección de este país y llevar ante la justicia a los perpetradores de crímenes contra el pueblo de este país. John Steinbeck vio el poder potencial del hombre común si se convierte en «Nosotros»:
«Un hombre, una familia, obligados a abandonar su tierra; este coche oxidado que cruje por la carretera hacia el oeste. Perdí mis tierras, me las quitó un solo tractor. Estoy solo y perplejo. Y por la noche una familia acampa en una vaguada y otra familia se acerca y aparecen las tiendas. Los dos hombres conferencian en cuclillas y las mujeres y los niños escuchan. Este es el núcleo, tú que odias el cambio y temes la revolución. Mantén separados a estos dos hombres acuclillados; haz que se odien, se teman, recelen uno del otro. Aquí está el principio vital de lo que más temes. Este es el cigoto. Porque aquí «he perdido mi tierra» empieza a cambiar; una célula se divide y de esa división crece el objeto de tu odio: «nosotros hemos perdido nuestra tierra». El peligro está aquí, porque dos hombres no están tan solos ni tan perplejos como pueda estarlo uno. Y de este primer «nosotros», surge algo aún más peligroso: «tengo un poco de comida» más «yo no tengo ninguna». Si de este problema el resultado es «nosotros tenemos algo de comida», entonces el proceso está en marcha, el movimiento sigue una dirección. Ahora basta con una pequeña multiplicación para que esta tierra, este tractor, sean nuestros. Los dos hombres acuclillados en la vaguada, la pequeña fogata, la carne de cerdo hirviendo en una sola olla, las mujeres silenciosas, de ojos pétreos; detrás, los niños escuchando con el alma las palabras que sus mentes no entienden. La noche cae. El pequeño está resfriado. Toma, coge esta manta. Es de lana. Era la manta de mi madre, cógela para el bebé. Esto es lo que hay que bombardear. Este es el principio: del » yo » al » nosotros » «.
El pueblo de EE.UU. tiene una alternativa. Puede continuar por un camino de apatía, egoísmo y persecución del lucro, o puede unirse con generosidad y preocupación por el bienestar del prójimo y de futuras generaciones aún no nacidas. El camino actual, forjado por una minoría de una elite privilegiada acaudalada, llevará a la destrucción de este país y a una miseria de una escala sin precedentes. Depende de cada uno de nosotros mostrar el coraje de John Steinbeck, quien sin pensar en sí mismo, se alzó contra las rocas de la condena, y se pronunció a favor de los que no tienen una verdadera voz en las salas de la justicia, o en las salas del gobierno. Al hacerlo se convirtió en enemigo del status quo político. ¿Estáis dispuestos a incurrir en la ira de los intereses creados y enfrentar sus mentiras y propaganda con la furia de vuestra propia ira en busca de la verdad? Esos sujetos están seguros de que no tenéis el coraje, la fortaleza de ánimo y la ira para derrotarlos.
«Mis ojos han visto la gloria de la llegada del Señor:
Está pisoteando la vendimia en la cual se guardan las uvas de la ira;
Había liberado el nefasto rayo de Su terrible espada:
Su verdad sigue adelante».
– Himno de batalla de la República.
Fuente: http://www.opednews.com/