Los levantamientos en Libia, coincidiendo con las luchas populares del resto de países del Magreb y Masrek, responden a razones semejantes a las del resto de países pero tienen connotaciones bien diferentes. En parte son el resultado del hartazgo de un pueblo que ha visto deteriorarse gravemente sus condiciones de vida en los últimos años […]
Los levantamientos en Libia, coincidiendo con las luchas populares del resto de países del Magreb y Masrek, responden a razones semejantes a las del resto de países pero tienen connotaciones bien diferentes.
En parte son el resultado del hartazgo de un pueblo que ha visto deteriorarse gravemente sus condiciones de vida en los últimos años al tiempo que comprueba la corrupción y el enriquecimiento de las camarillas cercanas al poder.
En 1969 la lucha anticolonial derrocó la monaquía fantoche del rey Idris, nacionalizó la industria petrolera y las grandes empresas bajo control de EE.UU y Gran Bretaña y generó un desarrollo agrario e industrial que permitió mitigar las graves desigualdades sociales y el acceso de la población a la vivienda, la educación y la sanidad públicas. No era una revolución socialista pero se situó claramente contra el imperialismo y el sionismo. Kadhafi formaba parte destacada del «eje del mal» y Reagan bombardeó Bengasi y Trípoli en 1986.
La situación cambió radicalmente a partir de los años 90, cuando el gobierno da un giro de 180 grados y empieza a abrirse a la penetración extranjera, sobre todo tras la invasión de Iraq en 2003. Las grandes empresas petroleras, fundamentalmente europeas, van controlando porciones cada vez mayores del crudo y del gas, se privatizan las industrias y, sobre todo, cediendo a las exigencias del FMI se van eliminando los subsidios a los productos alimenticios, combustible y se van anulando las medidas de protección social.
Mientras el pueblo se empobrecía y la corrupción y el nepotismo se extendía, Kadhafi era recibido con gran pompa por los gobiernos europeos convertido en un aliado «un poco excéntrico». El estallido de la ira popular tiene pues ráices semejantes a la que ha hecho levantarse a otros pueblos árabes, cuyos responsables son los gobiernos corruptos que han aplicado las políticas impuestas por el imperialismo.
Pero hay otros elementos. Sobre el caldo de cultivo de la legítima indignación popular es preciso analizar quién está dirigiendo la oposición. El elemento político fundamental es la Conferencia Nacional de la Oposición Libia integrada por el Frente Nacional por la Salvación de Libia (FNSL), fundado en 1981, financiado por la CIA y con oficinas en Washington, con una organización militar, el Ejército Nacional Libio, y por la Unión Constitucional Libia, organización monárquica que reclama lealtad al rey Idris. Ambas organizaciones reclamaron inmediatamente la intervención internacional.
Y la «comunidad internacional» está respondiendo. Las inmensas riquezas derivadas del control absoluto del petróleo y el gas, a los que hasta ahora no estaba accediendo EE.UU., son sin ninguna duda el objetivo de las «intervenciones humanitarias», dirigidas por los mismos que han sido y son los responsables directos de las mayores matanzas y sufrimientos perpetrados contra los pueblos.
Lo primero que votó el Consejo de Seguridad (CS) de la ONU han sido las sanciones a Libia, las mismas que asolaron al pueblo iraquí antes de la invasión, y el mismo CS que asistió sin rechistar a las masacres israelíes sobre Gaza y Líbano. Y para que no quepa duda de lo que se prepara, la evacuación de civiles británicos y alemanes se está realizando mediante barcos de guerra fuertemente armados, mientras el gigantesco portaviones USS Enterprise y la Sexta Flota se encaminan hacia Libia. Por su parte, la OTAN discute la imposición de una zona de exclusión aérea y el establecimiento de corredores militares desde Egipto y Túnez, los cuales además de cercar las instalaciones petroleras y de gas pondrían la bota militar sobre las esperanzas de democracia y soberanía de estos pueblos.
Al tiempo que Sarkozy clamaba por bombardeos selectivos para evitar que Kadhafi ataque a su pueblo con «armas químicas», Francia y Reino Unido, avanzadilla de las posiciones de EE.UU. en Europa han reconocido ayer al Consejo Nacional Libio de Transición (CNLT) integrado fundamentalmente por el FNSL y por la UCL que pretende restaurar la monarquía. Este «gobierno provisional» con sede en Bengasi está así mismo clamando por una intervención militar de la OTAN. ¿Es legítimo hacer paralelismos entre esta «oposición» y las revueltas populares en Tunez, Egipto y demás países árabes? ¿Alguien les ha oído reclama una intervención militar?
Por si hay alguna duda, comprensible en estos tiempos de tanta mentira mediática, acerca de la petición reiterada del «gobierno provisional» de una intervención militar informo de algo vivido directamente. Cuando asistía a una reunión preparatoria de una próxima manifestación en solidaridad con los levantamientos de los pueblos árabes y al exigir que se explicitara con toda claridad que los convocantes nos oponíamos radicalmente a cualquier intervención extranjera y exigíamos al gobierno español que no participara en acción alguna de la OTAN, ni prestara las bases, la representante de Casa Libia dijo que su organización seguía las directrices del gobierno provisional reclamando una intervención militar y que si la propuesta citada se aceptaba, ellos no suscribirían el Manifiesto. La propuesta se aceptó.
Para cualquiera que se moleste lo más mínimo en informarse está claro que las organizaciones libias anteriormente son criaturas de la CIA y/o expresión de una monarquía que debe su existencia al sometimiento al colonialismo. Nada nuevo, por otra parte; es lo mismo que ocurrió con la oposición iraquí o con los jefecillos locales que hacen el trabajo sucio y esperan ocupar su lamentable cuota de poder aupados por las armas del imperio.
No me cabe duda de que entre los alzados hay sectores del pueblo libio que rechazan la intervención extranjera y, que como en otros países árabes, reclaman democacia y justicia social. Cuando oigamos su voz – aún débil o sepultada por la propaganda – merecerán el apoyo y la solidaridad que están generando las demás luchas populares árabes,; pero deberán diferenciarse nítidamente de quiénes no son más que esbirros del imperialismo en Libia.
Después de lo que sabemos, de lo que hemos conocido directamente de su propaganda de guerra como pretextos inventados para masacrar, deponer gobiernos que no se les someten y asesinar a centenares de miles de personas, ¿Alguien puede creer que estén vertiendo lágrimas por los sufrimientos de ningún pueblo y mucho menos que la OTAN, la mayor maquinaria de guerra y de destrucción se apreste a realizar «intervenciones humanitarias»?
Por otra parte, la intervención en Libia serviría perfectamente como «aviso para navegantes» para los demás pueblos árabes». Esa y no otra es la lectura del apoyo de la Liga Árabe a un ataque a Libia: sería el mejor regalo que se les podría hacer a corruptas petromonarquías que ven sus tronos tambalearse por la ira popular.
No puede haber la menor duida: es al pueblo libio y a los pueblos árabes a quienes corresponde decidir sobre sus gobiernos en su legítima lucha por la democracia y la soberanía sobre sus recursos, que inevitablemente les lleva a confrontar con el sionismo y el imperialismo.
A nosotros nos toca hacer todos los esfuerzos posibles por intentar detener los proyectos criminales del imperialismo, a defender la lucha por la autodeterminación de los pueblos y a impedir que ni un sólo soldado, ni una sóla base se utiliza para atacar a ningún Estado.
Como en Iraq, el problema central no es quién es Sadam o Kadhafi, sino que papel juegan los recursos de sus pueblos en los planes de dominación y expolio de las grandes potencias. Hoy como entonces: ¡No a la guerra imperialista!
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.