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La guerra civil en Libia y su impacto económico

Fuentes: Rebelión

1. Introducción La historia contemporánea de Libia ha estado determinada por las inmensas riquezas energéticas que yacen bajo su suelo, unas reservas de petróleo liviano descubiertas en 1959, a ocho años de independizarse Libia del poder colonial inicialmente italiano, y después de la segunda guerra mundial, franco-inglés. Como resultado de la luchas de la población […]

1. Introducción

La historia contemporánea de Libia ha estado determinada por las inmensas riquezas energéticas que yacen bajo su suelo, unas reservas de petróleo liviano descubiertas en 1959, a ocho años de independizarse Libia del poder colonial inicialmente italiano, y después de la segunda guerra mundial, franco-inglés. Como resultado de la luchas de la población beduina y la intervención de los poderes coloniales, efectivamente, en 1951 se instauró una monarquía constitucional, a cuyo frente se situó el rey Idris I, antiguo Emir de Cirenaica – como fuera conocida la parte oriental del país – quien sin embargo, sería apartado del poder en 1969 a consecuencia del golpe de Estado que perpetraría un grupo de oficiales del ejército libio liderado por un Muammar Al-Gaddafi de veintisiete años de edad. Hoy, este hecho se conoce como la Revolución Libia, de inspiración popular, pan-arabista y nasserista.

Con la llegada de Muammar Al-Gaddafi al poder, se desencadena un proceso de profundos cambios políticos, sociales y económicos: se universaliza la educación (en 1951 en Libia había dieciséis graduados universitarios, formados en el extranjero); se llevan a cabo procesos de nacionalización del sector estratégico de la industria petrolera hasta entonces en manos de franceses, ingleses e italianos, además de la nacionalización de la base estadounidense de Wheelus Airfield y de la inglesa de Adem (convertida en la base Gamal Abdel Nasser); se crea la Gran Yamajiría Árabe Libia Popular y Socialista, en ejecución de lo que sería el poder popular directamente ejercido.

El sistema social tribal vigente en Libia (como en muchas partes del mundo árabe) jugará un papel esencial en la estructuración de ese nuevo poder popular protagónico y conservará ese carácter fundamental hasta la actualidad. La división en tribus, clanes y familias determinará la necesaria concesión de cuotas de poder a cada uno en una estructura compleja y de alguna forma difusa, pues el poder será ejercido de acuerdo a fidelidades tribales y el nombramiento en cargos también responderá a criterios de equilibrio tribal, sin necesariamente lograr mantenerlo, lo cual como observaremos, tendrá profundas consecuencias para el surgimiento del conflicto armado que hoy está devastando ese país.

El proceso de transformación política que culminaría en la proclamación de la Gran Yamajiría Árabe Libia Popular y Socialista, situó al país y a Gaddafi en el bando de los catalogados como enemigos de Estados Unidos y Occidente, a lo que contribuiría significativamente el apoyo inicial activo a la causa palestina, pero muy en particular, la decidida promoción al embargo petrolero de 1973 como instrumento político de presión a Estados Unidos y Occidente. El 14 de abril de 1986 se haría realidad la operación militar estadounidense «Cañón de El Dorado», que buscará acabar con el Líder de la Revolución Libia e incitar a una sublevación popular. Este operativo fracasaría en su objetivo, no sin dejar graves daños a raíz de los bombardeos a objetivos militares y civiles en Trípoli y Bengazi, en los que perdería la vida una de las hijas de Muammar Al-Gaddafi. A las acusaciones de patrocinio de actos terroristas por parte de Libia, le sucederá la imposición de un embargo económico.

No obstante los ataques del campo occidental, algunas políticas contradictorias de Gaddafi crearán en ciertos sectores árabes una imagen de aliado objetivo de Estados Unidos e Israel y responsable de debilitar mortalmente a las fuerzas progresistas árabes. En este contexto se inscribe la traición al movimiento contestatario árabe al entregar a Abdel Khaled Mhjub y al Coronel Hachem Al-Attah, líderes del partido comunista de Sudán, el más grande partido comunista árabe, quienes habían encabezado una rebelión de oficiales en Sudán; además de la desaparición del líder chií iraní-libanés Imán Mussa Al-Sadr, fundador del primer movimiento político chií del mundo árabe, Amal. A esto se une adicionalmente, el aporte significativo al cambio demográfico de Israel, al facilitar la migración de ochenta mil judíos de Etiopía.

2. Viraje político y cambios económicos

El comienzo del siglo XXI marca el inicio en Libia de un giro político, acompañado de reformas económicas. Se suceden visitas de altas personalidades, como Nelson Mandela y el entonces Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, que finalmente logran persuadir al Líder libio de encontrar una fórmula satisfactoria para resolver el conflicto creado alrededor de la explosión de un avión comercial estadounidense (de PAN AM) en 1988 sobre la localidad escocesa de Lockerbie, de cuya autoría se responsabilizaba a varios ciudadanos libios. El bloqueo económico impuesto a Libia hará mella en el país, que forzará a Gaddafi a múltiples concesiones, desembocando en una normalización de la relación con Estados Unidos y sus aliados, especialmente reforzada por el apoyo libio a la política antiterrorista de la administración Bush tras los ataques a las Torres Gemelas en septiembre de 2001. Al levantamiento de las sanciones internacionales, se suma la paralización en 2008 por parte del entonces presidente Bush de las sanciones unilaterales impuestas por Estados Unidos, con la consecuente retirada de Libia de la «lista de Estados patrocinadores del terrorismo». Durante esos años se sucederían las visitas de los jefes de Estado de occidente: Tony Blair, Gordon Brown, Nicolas Sarkozy, Rodríguez Zapatero y el rey Juan Carlos.

En paralelo a la apertura política, se producirá un brusco cambio en la política económica de Libia. Una ola de privatizaciones dará final a las reformas económicas progresistas realizadas en los primeros años de la Revolución Libia. Muy en particular, será el sector petrolero, tanto en su rama productora como de distribución, el que sufra las mayores privatizaciones. La apertura a la inversión extranjera dará lugar rápidamente a la entrada de numerosas empresas petroleras internacionales asociadas al capital occidental, italianas, españolas, francesas, estadounidenses, inglesas, etc.

El proceso privatizador se aplicó a la gran mayoría de empresas públicas, con el apoyo del Fondo Monetario Internacional, que aplaudía la «apertura» económica en Libia. Como en los países de su entorno, la corrupción también triunfaba en Libia, enriqueciendo a familias cercanas a a Gaddafi. Todo ello terminaría desembocando en medidas de política económica de corte neoliberal que afectaría a toda la población libia a través de la subida de los precios de los alimentos (fenómeno que se observa a escala mundial) y el simultáneo recorte de subsidios públicos. La frustración de una sociedad jóven (como en el caso de Túnez y Egipto) se ha visto reforzada por el incremento del desempleo.

Lo sucedido en Libia durante el último decenio se resume en las palabras de Ayman El-Kayman en ocasión a la visita que realizara Muammar Al-Gaddafi a Francia en 2007:

«Hace casi diez años, Gadafi dejó de ser para el Occidente democrático un individuo poco recomendable: para que le sacaran de la lista estadounidense de Estados terroristas reconoció la responsabilidad en el atentado de Lockerbie; para normalizar sus relaciones con el Reino Unido, dio los nombres de todos los republicanos irlandeses que se habían entrenado en Libia; para normalizarlas con Estados Unidos, dio toda la información que tenía sobre los libios sospechosos de participar en la yihad junto a Bin Laden y renunció a sus «armas de destrucción masiva», además de pedir a Siria que hiciese lo mismo; para normalizar las relaciones con la Unión Europea, se transformó en guardián de los campos de concentración, donde están internos miles de africanos que se dirigían a Europa; para normalizar sus relaciones con su siniestro vecino Ben Alí, le entregó a opositores refugiados en Libia». (El Kayman, 2007)

3. Rebelión versus Guerra civil

Lo cierto es que a pesar de compartir elementos importantes que dieron lugar a los alzamientos populares en Túnez y Egipto, especialmente referidos a la desmejora de las condiciones de vida de la población (aunque en menor medida en Libia, donde parte importante del ingreso petrolero se destinó a políticas sociales universales, particularmente en los sectores de educación y vivienda) y al déficit democrático, resulta muy aventurado igualar estos fenómenos en los tres casos. Pues es evidente que existen intereses de geoestrategia energética que determinan un tratamiento singular del caso libio por parte de las potencias occidentales, su implicación inmediata en el conflicto y su resolución de intervención incluso militar.

Más allá de apoyar la soberanía del pueblo libio, resulta necesario acelerar la búsqueda activa de la paz y el diálogo que garantice el efectivo ejercicio de ese derecho, evitando el inicio de un conflicto que cada día que pasa se asemeja más a una guerra civil, un escenario que responde en mayor medida a la excusa perfecta que fundamente una intervención militar de occidente a través de la OTAN. A ello hay que añadir la ignorancia de qué fuerzas políticas se encuentran al lado de la oposición, pues no existe una imagen coherente de esta, más allá de la confluencia de intereses y las recientes incorporaciones de figuras públicas que han abandonado el campo gubernamental, siendo éstas precisamente un factor de riesgo para un desenlace negociado.

En definitiva:

«Nadie duda que buena parte de las demandas de la sociedad libia sean legítimas, pero al mismo tiempo nadie puede ser tan ingenuo de pensar que las recientes movilizaciones no cuentan con el respaldo material y tácito de las potencias occidentales, que con armas y otras medidas buscan un cambio de régimen favorable a apuntalar sus intereses en Libia y en el conjunto de la región» (Rekondo, 2011)

5. El impacto económico y los mercados

Esta ola de levantamientos de los pueblos árabes ha aumentado el riesgo geopolítico en el Norte de África y Medio Oriente con sus consecuencias en la economía global, debido a que es una zona sensible para la economía mundial. La región concentra mas del 60% de las reservas totales de crudo y casi el 50% del gas. Esto ha generado una repercusión sobre los precios del petróleo, el cual en lo que va de año ha aumentado un 14%, hasta superar los 107 dolares el barril tipo brent en el mercado electrónico Intercontinental Petroleum Exchange (ICE).

Libia es un país dependiente de la economía del petróleo, el gas y la petroquímica. Es el noveno país con mas reservas probadas de petróleo, produce 1,79 millones de barriles diarios situándose en lugar numero 18 entre los principales productores, y exporta 1,52 millones de barriles de petróleo diariamente, colocándose entre los 15 mayores exportadores de petróleo.

Libia exporta petróleo, gas, productos químicos y petroquímicos principalmente a Italia 37.65%, Alemania 10.11%, Francia 8.44%, España 7.94%, Suiza 5.93%, Estados Unidos 5.27%, e importa maquinaria, productos semi elaborados, alimentos, equipos de transporte y productos de consumo de Italia 18.9%, China 10.54%, Turquía 9.92%, Alemania 9.78%, Francia 5.63%, Túnez 5.25% y Corea del Sur 4.02% (CIA, 2011).

En los últimos 12 meses ha habido un incremento de un 15% en los precios de los alimentos a nivel mundial (Banco Mundial, 2011), lo que ha contribuido a generar una situación de descontento social generalizado en la zona del Medio Oriente y el Magreb, muy dependiente de la importación de alimentos. Este es una de las tantas demandas de los ciudadanos que exigen cambios en la política económica en Túnez, Egipto, Bahrein, Yemen, Argelia, Marruecos y Libia.

A nivel global, se observa un aumento sobre los precios de las materias primas energéticas, un aumento de liquidez global debido a las bajas tasas bancarias, una caída en la oferta de alimentos que implica un aumento en el precio de los mismos, y los actuales acontecimientos en Medio Oriente aumentan el riesgo empujando a la alza el precio del petróleo. Todo esto contribuye a aumentar la tasa de inflación, lo que tiene efectos negativos en el poder de compra de los ciudadanos. Si a ello sumamos el alza de los precios de los alimentos, nos lleva a una situación doblemente compleja para la ciudadanía.

Además del efecto real en los precios, se prevén otros efectos producto de la especulación en los mercados financieros, los cuales están reaccionando ante un aumento de la inflación a mediano plazo, posibles cambios en las intervenciones de los Bancos Centrales, deterioro de las perspectivas de crecimiento económico debido a la situación en Medio Oriente, el terremoto en Japón, e incrementos en las tasas bancarias debido al aumento del riesgo. Sobre esto último, las primas de riesgo de los principales países compradores de Libia han aumentado, situando el bono español en 225 puntos básicos, Italia 165 puntos básicos y Grecia en 860 puntos básicos.

Las bolsas han reaccionado a la baja, registrándose las mayores caídas en las bolsas de Grecia con -4,58% e Italia con -4,62%.

En el mercado de divisas, la primera reacción fue un aumento del precio del dolar y del yen, contra una caída del euro debido a que la zona Euro es la principal compradora del petróleo Libio y también su principal proveedor de bienes.

Conclusiones

En el norte de África y el Medio Oriente, se esta desatando una revolución política, que como toda revolución, no es predecible ni programada, lo que aumenta las incertidumbres respecto al futuro de la región.

Esto aumenta los niveles de riesgo en una región especialmente importante por sus riquezas energéticas, lo que contribuye a un alza en el precio del petroleo y acrecienta aún más la crisis del sistema económico capitalista.

Si el crudo mantiene su tendencia alcista, seguirá incrementándose el costo de los alimentos y las mercancías en general debido al aumento de los costos de la energía necesaria para producir como también para transportar los productos. Esto se reflejara en un aumento de la tasa de inflación.

Por tanto, para la economía global es necesario que el conflicto en Medio Oriente y Libia en particular, se solucione a la brevedad de forma pacífica, ya que la prolongación del conflicto generaría más incertidumbre a los mercados y aumento de los precios del petróleo y de los alimentos.

Por otro lado, las maniobras de la OTAN, lideradas por Estados Unidos, Francia e Italia en busca de apropiarse del petróleo de Libia sólo alargaría el conflicto con escenarios similares a los ya vividos en Iraq que implicaría daños a los pozos petroleros y alza del petróleo. Ello, sin contar con todos los costos que significa una guerra genocida por apropiarse de los recursos naturales, que en el caso de Iraq le ha costado la vida a un millón de civiles inocentes.

Bibliografía

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.