Cuando se hagan públicas las filtraciones que ojalá alguna vez el futuro nos depare, tal vez sepamos qué pasó realmente en estos días para que finalmente Rusia y China, no solo no utilizaran su derecho al veto para frenar este último anatema o resolución de la ONU, sino que, junto a Alemania, Brasil e India, […]
Cuando se hagan públicas las filtraciones que ojalá alguna vez el futuro nos depare, tal vez sepamos qué pasó realmente en estos días para que finalmente Rusia y China, no solo no utilizaran su derecho al veto para frenar este último anatema o resolución de la ONU, sino que, junto a Alemania, Brasil e India, en vez de votar en contra por lo menos, como era su derecho, se abstuvieran. He leído por ahí que algunos califican de hipócritas a estos países abstinentes. Entonces, ¿qué quedaría para los otros, los que votaron a favor de esta ominosa e hipócrita declaración de guerra encubierta con motivos humanitarios? ¿Que quedaría para ERC, Esquerda (???) de Cataluya que votó a favor de implicar a España en esta guerra de conquista?
Pero volviendo a algo más importante, y mientras permanecemos esperanzados de que algún nuevo mártir destinado al escarnio en una cárcel de máxima seguridad en EEUU nos provea de informaciones que nos expliquen la sorpresiva actuación de Rusia y China, yo adelanto que para mí Rusia es un enigma, más grande que China. Con China puede que haya obrado a favor de su derecho al veto el ejemplo reciente, precisamente, del secuestro de los activos económicos que Libia tenía distribuidos a lo ancho y a lo largo de la economía capitalista. Luego del fuego graneado contra Libia con acusaciones de alto calibre afirmando que ese gobierno ejercía violencia contra su población civil desarmada (acusaciones que resultaron hasta ahora abiertamente falsas, para variar) los gobiernos occidentales bloquearon los fondos del gobierno de Gadafi. Con ese argumento o garrote vil puesto sobre sus cabezas, los dirigentes chinos pueden haber temido consecuencias tan devastadoras como ésta para sus propios activos en dólares, en el caso de no satisfacer su comportamiento a los gobiernos occidentales, hambrientos y endeudados como están con China.
Para recordar un poco lo que la apisonadora de información sepulta cada día en falsas tumbas a cielo abierto copio acá uno de los antecedentes más antiguos en este nuevo episodio de la remanida expresión «zona de exclusión aérea»: «Esto es una masacre», dijo por teléfono la frenética mujer libia a Anderson Cooper de la CNN mientras se agazapaba de miedo en su apartamento en Trípoli. (El testimonio resultó falso, como el caso de las tumbas en Trípoli) «Seguramente fue pura coincidencia que ese «Grito en la noche» desde Libia haya tenido eco, en la misma red, unas pocas noches después, en boca del arquitecto de la guerra de Irak, ex presidente del Banco Mundial y criminal de guerra Paul Wolfowitz, quien pocos días antes de la dramática transmisión de Cooper (el autor de la falsa entrevista) pidió una «zona de exclusión aérea» sobre Libia impuesta por la OTAN. (de un artículo de Willian Norman Grigg, publicado al comienzo de esta escalada, y no suficientemente atendido por la izquierda). Los guionistas que escriben el impactante relato en 3d de la vida diaria (a estas horas se anuncia el estreno del episodio de la guerra abierta en Libia), parece que conocen todos los trucos del culebrón, de la miniserie, o Gran Hermano, que vienen a ser lo mismo.
Ya dije que esto da asco. Pero después del asco vienen las arcadas: desde que Hillaridad hizo su tan triste aparición en aquel ya enterrado (apresurada y provisoriamente) tema de Egipto, rogando como rogó desde el principio paciencia eterna con Mubarak para luego, con su plan C, aparecer pidiendo apoyo a su frustrada momia resucitada, Suleimán, o como se llame aquel siniestro as que la secretaria se sacó de la manga inventando un cargo de vicepresidente, hasta entonces inexistente en Egipto, Hillaridad, pasó a un estratégico segundo plano. Después de sus continuados furcios o exabruptos en Egipto, se mandó a callar durante un par de semanas, en las que todos disfrutábamos de su ausencia. No sin antes, decir, ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU que los EEUU pensaban decretar entre otras cosas, una «zona de exclusión aérea» para Libia. Y después se mandó a callar en público, mientras ponía al rojo vivo los teléfonos de sus «socios» de Europa y de las tiranías que le son adictas en el mundo árabe para arrinconarlos durante un par de semanas en que los que no participábamos en su cruzada secreta disfrutamos de su ausencia, mientras los guionistas planeaban su reaparición áurea. En el ínterín entraron en escena Cachorro Blair seguido por Luna Menguante Sarkozi quienes sacaron su carota amorrada «en defensa del pueblo libio» y aconsejaron prescribir al pestilente ex reciente amigo Gadafi una camionada de bombardeos cuatro o cinco veces al día hasta dejarlo, según solía amenazar en sus tiempos aquel otro Obama, aquel Bush que devino en éste, con mandar a todo el que se le cruzara en el camino a la mismísima edad de piedra. Edad de piedra que en realidad representan con más énfasis y convicción estos miembros conspicuos de la juventud hillariana (Sarkozi busca su apariencia más jovial) que hace una semana entraron en escena con una valentía sobreactuada. Fue para bajarle el dedo a «este» tirano desvalorizado, cuando por un lado no solo está probado que no tiene armas de destrucción masiva, -lo que fue un requisito ineludible que los buenos modales occidentales exigían hasta ahora para tirar bombas a los tiranos que no les son afectos-, cuando por otro lado Gadafi no planeaba actos terroristas contra occidente como habría sido excusa exclusiva, casi exclusiva, hasta hace solo unas semanas si se querían iniciar nuevas guerras y ejecutar excomuniones con una bula papal antiterrorista. Luego de aquella desaparición de escena de Hillary, que resultó ser un truco de los guionistas, se hizo evidente un movimiento de pinzas bastante bien ejecutado, si se descarta que contaban con la verosimilitud aportada por todos los medios de comunicación que ayudaron a pasar el efecto. Fue así: mientras parecía que Hillaridad se oponía a una escalada, cuando incluso su secretario de Guerra afirmaba que no era el momento de abrir un nuevo frente de guerra para EEUU, llegaron al primer plano Cachorro Blair y Alain (Qué) Tupé el French de la mano de todos los medios, a coro, sincronizados, coreografiados diciendo que estos eran los únicos fieros defensores del «establecimiento de una zona de exclusión aérea», a la que se oponía EEUU: La antigua «zona de exclusión aérea o la nueva resolución 1973 de la NULA-ONU son solo eufemismos que, recordemos, en el diccionario de Eupócrita significa adobar previamente con bombardeos bien especiados y luego llevar a horno a fuego máximo hasta el punto de cocción de una guerra generalizada, como probablemente ocurrirá, o está ocurriendo ya. Porque el argumento avanza inexorablemente hacia su bien planeado desenlace.
Fué un movimiento de pinzas ejecutado por Obama y Clinton, desde un propicio segundo plano, simulando al principio su oposición a la opción guerrera, con el concierto doblegado de cachorro Blair y Sarkozy, pariendo un nuevo anatema-resolución-declaración de guerra desde la también doblegada, una vez más, NULA-ONU. Un movimiento planeado tempranamente, aprovechando el calor de Túnez y Egipto, para leudar la masa de un alzamiento en Libia, con posterior intervención y ocupación militar, primero al este, y a dividir y reinar.
Todo esto ocurre justamente la misma semana en que Obama ha decidido prolongar ad eternum la estadía infernal de los detenidos sin juicio ni pruebas en su contra en Guantánamo. Justamente cuando se hace evidente que Obama tendría que devolver su premio Nobel de la Paz y empezar a ser señalado como cómplice y continuador de Bush. Cuando se vuelven a escuchar testimonios de que a Brad Manning, al que se acusa de ser el origen de las filtraciones que hizo públicas Wikileaks, se lo mantiene en una cárcel de máxima seguridad, en el interior de USA, en estados próximos a la tortura física y adentrados en la tortura psicológica. Cuando se anuncian grandes manifestaciones en Brasil y Chile repudiando la visita del nuevo Bush: «Obama go home«. Cuando todo el concierto de los medios predominantes silencia todas estas coincidencias y tapona la publicación de una declaración del vicecanciller de Libia (emitida apenas conocerse la aprobación de esta nueva resolución siniestra de la ONU) que afirmó que su gobierno ha acatado la resolución de la ONU, que detuvieron toda acción militar, y lo que es más importante y asesino no publicar, que reclaman la presencia de observadores internacionales de la ONU, Alemania, Brasil o Turquía para que vayan a documentarse en el terreno, con toda garantía de libertad de movimiento, de que no existe ninguna acción militar en curso por parte del ejército de Libia contra los rebeldes.
El silencio o taponamiento de una declaración como esta que, si se quisiera mínimamente evitar la guerra, podría abrir un camino creíble, comprobable, rápido y efectivo para lograr una resolución pacífica de la crisis en Libia, es una nueva prueba que se agrega a una larga lista ya existente que permitiría acusar a los medios predominantes de complicidad con una matanza planificada, para emprender otra ocupación colonial, en el siglo XXI, al mando del premio Nobel de la Paz, que ahora si está iniciando una guerra propia, además de continuar todas las que dijo que iba a terminar.
Ante este exhibicionismo de acciones intrépidas y decididas por parte de Obama en su campaña por la «democracia y los derechos humanos» uno podría decir que hay que tomarle la palabra para que la aplique a toda la gama de dictaduras que EEUU sustenta con disimulo y descaro al mismo tiempo. La presidenta de Brasil ha mandado a decir a Obama que no quieren más su «alianza para el progreso», que quieren que los traten con seriedad. Tambíen se podría agregar como en la broma, «no nos dé más de su democracia Obama, go home«. Tomarle la palabra a Obama a estas alturas no tendría sentido porque no se necesita ningún sofisticado detector de mentiras para saber que no se puede creeer en ninguna de sus palabras.
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rCR