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Reanudación de las manifestaciones en Túnez

¿Hacia una segunda revolución?

Fuentes: Viento Sur

Todo partió de unas declaraciones del ex-ministro del Interior del gobierno de Beyi Caíd Esebsi. Farhat Rayi ( «señor Limpio» ) afirmó el 4 de mayo pasado, en una entrevista, que podía probar que está previsto dar un golpe militar en caso de victoria de Ennahda (principal partido islamista) en las próximas elecciones. Sostuvo asimismo […]

Todo partió de unas declaraciones del ex-ministro del Interior del gobierno de Beyi Caíd Esebsi. Farhat Rayi ( «señor Limpio» ) afirmó el 4 de mayo pasado, en una entrevista, que podía probar que está previsto dar un golpe militar en caso de victoria de Ennahda (principal partido islamista) en las próximas elecciones. Sostuvo asimismo que los antiguos responsables del RCD (el partido de Ben Alí disuelto hace poco) todavía controlan buena parte del país. Finalmente, acusó al gobierno de Esebsi de estar manipulado bajo mano por el clan de Ben Alí a través, en particular, del general en jefe del ejército, Ammar, y de Kamel Eltaïef, amigo íntimo de Ben Alí.

Entre el 5 y el 9 de mayo pasado tuvieron lugar manifestaciones casi permanentes y en gran parte espontáneas en la capital y en todas las principales ciudades del país. La respuesta del poder consistió en una feroz represión, acompañada de la proclamación del toque de queda, primero en las ciudades de provincias y después en Túnez. La policía disparó con fuego real contra los manifestantes en la capital, causando decenas de heridos; además de un muerto confirmado, hay otros cinco jóvenes que se debaten entre la vida y la muerte. Todavía se desconoce su estado, y hay heridos que han sido rechazados en los hospitales por presiones de la policía.

Un gobierno sometido a presión

Se trata de una reacción inédita por parte de este nuevo gobierno provisional, constituido el 27 de febrero tras la caída de Mohamed Ganuchi. Esta actitud ha provocado el estallido de disturbios en una serie de barrios populares de la capital, en Kasserine o en Sidi Bouzid. El lunes hubo en Túnez una sentada protagonizada por jueces y abogados que reclamaban explicaciones al poder sobre esta cuestión. Ese mismo día, en Nabeul, la policía mató en una manifestación a un miembro del Partido del Trabajo Patriótico y Democrático (PTPD). En los días siguientes, 10 y 11 de mayo, volvió la calma, pero «una calma inquietante» , dice Wassila Ayachi, una de las coordinadoras regionales de la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) en Benarús. El jueves, 12 de mayo, todavía hubo numerosas detenciones arbitrarias en las calles y los cafés. En una semana han sido detenidas centenas de personas. La intervención televisada de Beyi Caíd Esebsi, el primer ministro en funciones, el domingo 8 de mayo a última hora de la tarde, tras cuatro días seguidos de manifestaciones y motines, no hará sino agudizar el descontento. Con tono deliberadamente provocador, echó toda la culpa de los actos de violencia de los últimos días a las declaraciones de Farhat Rayi. Sin abordar las reformas políticas o sociales del Estado, Esebsi no se disculpa – «asumo todo» – por la represión desatada por su gobierno contra los manifestantes, la población en general y los periodistas, y se jacta incluso de no ser tan sanguinario como sus homólogos libios o sirios. Es una curiosa manera de «pacificar» la situación. Con respecto a los casos de corrupción, «la justicia está haciendo su trabajo» . En cuanto a la elección de la Asamblea constituyente (prevista para julio), cuando el Alto Comité ha aprobado un texto que prevé que los antiguos responsables del RCD no puedan volver a presentarse, Esebsi asume la responsabilidad de denegar esa posibilidad, por mucho que no esté facultado para ello.

La estrategia de la tensión

Según numerosos militantes de izquierda, si el discurso de Esebsi se presenta como una provocación, quiere decir que forma parte de una estrategia de la tensión aplicada desde la cúpula del Estado. Así lo atestiguan los extraños incendios que se produjeron simultáneamente, el pasado 29 de abril, en cuatro cárceles tunecinas, de las que escaparon centenares de presos; el llamativo despliegue policial en todas las vías principales; los ataques repetidos de milicias patronales o del RCD contra los revolucionarios… Incluso acaban de acusar a unos jóvenes que viven en barrios populares de haber recibido dinero o drogas de ex-miembros del RCD para saquear tiendas y sembrar el caos. Se trata de una hipótesis como cualquier otra. En todo caso, el objetivo del poder parece cada vez más claro: negociar la libertad democrática a cambio del retorno de la seguridad. Un militante nos explica: «Imaginaros un muelle que en estado normal está distendido. Con el clima creado a raíz de las manifestaciones y las reivindicaciones sociales, empieza a tensarse. Entonces, ¿qué hace el poder? Trata de tensarlo hasta el límite. Los partidos no están interesados en que se rompa el muelle, así que el poder impone sus opciones: mantener este clima, meter mano en el proceso postelectoral y perpetuar el poder establecido.»

Causas más profundas

Fijémonos en las reivindicaciones de los manifestantes. Todo el mundo, en la prensa y en las declaraciones públicas en Túnez, coincide en decir que Farhat Rayi es enteramente responsable del «desorden» y de las «violencias» de los últimos días, y que hay que llevarlo a los tribunales. Es una manera evidente de escamotear al verdadero responsable de la situación: el antiguo régimen, que sobrevive con otros medios, especialmente a través del gobierno de Esebsi. Las declaraciones de Rayi, en el mejor de los casos, fueron la gota de agua que hizo que se desbordara la jarra. Las razones son más profundas; tienen su origen en la revolución que derribó al dictador Ben Alí el 14 de enero. Los manifestantes, pertenecientes en su mayoría a las clases populares (obreros, estudiantes, jóvenes «marginales», parados), exigen ahora la dimisión del gobierno provisional y la aceleración del proceso revolucionario, especialmente en la vertiente social. Hoy exclaman a viva voz que no quieren ser los primeros olvidados de la revolución. Saben que ya no tienen nada que perder, pues no han ganado nada, o ¡tan poca cosa! Temen, en suma, y con razón, que Esebsi aproveche su posición para reforzar su poder personal, proteger a sus amigos y limitar las consecuencias de la revolución. Es sabido que aunque hubiera surgido de las filas de la revolución, cosa que no es cierta (recordemos que fue primer ministro de Burguiba, el dictador que precedió a Ben Alí), incluso si tuviera la voluntad de satisfacer las reivindicaciones del pueblo tunecino, no podría hacerlo en el plazo que le queda y con la legitimidad de que dispone. El problema, precisamente, es que utiliza su «mandato» para frenar las conquistas de la revolución, para limitar en lo posible la ruptura con el antiguo régimen, al que está profundamente vinculado. A modo de ejemplo podemos citar el trato de favor concedido a Imed Trabelsi, el sobrino de la mujer de Ben Alí que ha sido condenado a dos años de cárcel por consumo de drogas cuando está metido hasta el cuello en negocios mafiosos y ha contribuido al saqueo de gran parte de los recursos del país. Otro ejemplo: la negativa a aplicar los acuerdos salariales y los convenios colectivos suscritos antes o durante la Revolución de enero. La negativa a cerrar las negociaciones sociales, disolver la policía política que sigue existiendo en Túnez, los retrasos y vaguedades en torno a las elecciones a la Asamblea Constituyente. Está claro que al margen de la veracidad o no de las palabras de Farhat Rayi, de lo que se le acusa no es casi nada en comparación con los problemas políticos achacables a Esebsi.

No estamos ya ante una nebulosa de rumores basados en revelaciones dudosas, ya no es esto lo que está en juego, sino la legitimidad misma de este gobierno. Las principales acusaciones son numerosas. Además, «buena parte de los militantes ya sabían lo que ha salido a la luz» , señala Filel, militante del Partido Comunista Obrero de Túnez (PCOT). Lo que ha hecho salir de nuevo a los jóvenes a la calle es ante todo la persistencia de un hombre del pasado, que se apoya, al igual que sus predecesores, en las instituciones creadas por Burguiba y Ben Alí, es decir, en la policía, el ejército, el control de la información, la represión de las fuerzas de oposición populares. No se trata de un gobierno «tecnocrático» que se contenta con gestionar los asuntos corrientes y preparar las elecciones.

La revolución no ha terminado

Hay que subrayar, finalmente, algo que se pretende ignorar: la revolución no ha terminado. Sigue estando viva. Tanto si las movilizaciones de estos últimos días constituyen el comienzo de la segunda revolución, una cuarta casbah o un movimiento de respuesta a la ofensiva contrarrevolucionaria, los tunecinos siguen estando con ambos pies en el movimiento revolucionario que comenzó el 17 de diciembre con la inmolación de Mohamed Buasisi en Sidi Bouzid. Estas manifestaciones desmienten la idea muy extendida de que la revolución se detuvo con la caída de Ben Alí el 14 de enero y de que nos hallamos ahora en un periodo de «transición democrática» largo y apacible, en el que el nuevo régimen debería poder trabajar en calma a fin de poner en pie un nuevo sistema democrático. No sólo el gobierno de transición no es democrático, sino que vamos rumbo a una situación en la que el antiguo régimen podría recuperar el poder tras las elecciones a la Asamblea constituyente, convocadas de momento para el 24 de julio. Nos hallamos por tanto en un momento histórico en que los intereses de la revolución y de los revolucionarios chocan con la labor de quienes se arrogan el título de representantes, con el gobierno de Caíd Esebsi a la cabeza.

Todavía se libra una verdadera batalla en todos los frentes y en todas las ciudades de Túnez las huelgas, sentadas, manifestaciones de jóvenes, de parados, de estudiantes y de obreros siguen presionando sobre los sindicatos, los partidos políticos y el gobierno de transición para que no roben la victoria a la revolución y para que esta pueda cumplir sus numerosas promesas. Entre los resultados provisionales de las recientes movilizaciones, el primer ministro va a anunciar la dimisión de cuatro ministros del gobierno actual. ¿Se trata de un primer signo de debilidad? La UGTT, a su vez, se halla en una fase de concertación importante para definir su estrategia ante la Asamblea Constituyente. Se trata de una decisión esperada desde hace tiempo por los sindicalistas en Túnez y por todos aquellos y aquellas que esperan que la central sindical desempeñe un papel activo al lado de los revolucionarios.

Fuente: http://www.vientosur.info/articulosweb/noticia/?x=3917: