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De maestros, profesores y lecciones

Fuentes: Rebelión

No me digan que no es curioso, en pocos años hemos pasado de tener que escuchar en boca de la derecha aquello de que vivimos en una sociedad sin alma donde la juventud no respeta ni a los maestros, a asistir en vivo y en directo a la mayor campaña de desprestigio y acoso a […]

No me digan que no es curioso, en pocos años hemos pasado de tener que escuchar en boca de la derecha aquello de que vivimos en una sociedad sin alma donde la juventud no respeta ni a los maestros, a asistir en vivo y en directo a la mayor campaña de desprestigio y acoso a profesores y profesoras de la que se tenga recuerdo en el estado español, precisamente a manos de ¿la juventud? No, de la derecha.

Ahora resulta que los profesores y profesoras ya no son aquellos pobrecitos inocentes que tenían que soportar, casi sin posibilidad de defenderse, los ataques de manadas de jóvenes descarriados por obra y gracia de la LOGSE, y para los cuales era necesario y urgente restaurar el respeto perdido por la sociedad.

Ahora resulta que los profesores y profesoras ya no son ese gremio tan importante para el progreso general que había que hacer respetar a cualquier precio, incluso dejando clara su figura de autoridad mediante una tarima flotante, el plan altar, que situase a los docentes por encima del alumnado en cada clase de cada centro escolar del estado español.

Ahora resulta, en definitiva, que a los maestros y maestras, profesores y profesoras, no solo no hay que hacerlos respetar entre la ciudadanía, sino que hay que ponerlos en la diana mediática, convertirlos en enemigos públicos número uno, y mostrar a todo el mundo los privilegios y la cara dura que hay en cada uno de nuestros profesores y profesoras.

Que si cobran mucho y trabajan poco, que si tienen trabajo fijo, que si son unos insolidarios, que si no se puede tolerar que no acepten trabajar lo mismo que un currito cualquiera, que si tienen dos meses de vacaciones y encima quieren hacer huelga. En fin que, por si usted no lo sabía, hay que poner uno a uno a todos los maestros y maestras en la Plaza de Oriente y fusilarlos al amanecer, por getas y por vividores.

Vamos, que solo falta que Aguirre, Botella o Lucía Filgar manden a la patrulla de la Guardia Civil a los centros públicos, para ponerlos a trabajar a punta de pistola, o que con una llamada al Ministro del Interior se declare el estado de alarma. Sin duda, es lo que merecen, como en su día lo merecieron los controladores aéreos, e incluso los trabajadores del Metro.

De fondo, claro, lo de siempre. Quien se atreva a no pasar por el aro, da igual lo ponga el PP que lo ponga el PSOE, ¡a los leones! Que ya habrá una parte de la clase trabajadora dispuesta a alienarse con las tesis de quienes mandan y ordenan.

Bueno, a ver si por fin nos enteramos. Cuando pensamos que la lucha por defender sus condiciones laborales de otras personas no es una lucha nuestra, estamos, simple y llanamente, abriendo la puerta a que, antes o después, vengan a atacar nuestros derechos, y no haya nadie, más que nosotros mismos, dispuestos a defenderlos. Y tal vez ni eso.

Pasó con la huelga de funcionarios, pasó con la huelga del Metro de Madrid, pasó con la huelga de los controladores aéreos, y, claro, pasó con la Huelga General. Ahora está pasando con los maestros, y mañana seguirá pasando y pasando y pasando, hasta que nos vean de rodillas, derrotados y sin posibilidad alguna de levantarnos.

No, no solo es la educación pública lo que está en juego. Es mucho más. Es, de nuevo, la dignidad de la clase trabajadora. Siga viendo la televisión y amando al opresor, mientras odia al oprimido. Siga votando PPSOE. Sigue creyendo que la huelga de Madrid no va contigo. Siga, en definitiva, con las rodilleras puestas. Siga sin aprender la lección.

Ellos te lo pagarán con una reforma constitucional Express, como es debido.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.