Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens
Ayer se concedió el Premio Nobel de la paz a tres mujeres, dos liberianas y una yemení, en palabras del comité de selección: «por su lucha no violenta por la seguridad de las mujeres y por los derechos de las mujeres a la plena participación en el trabajo por construir la paz». Aunque no tengo dudas del mérito de esas valerosas mujeres, saludé la noticia con un poco de tristeza. Tengo que confesar que había esperado otro ganador, no un jefe de Estado o un activista por los derechos humanos, sino una mujer común, de cuarenta y ocho años, cuya distinción es que perdió a su hijo este año a la tierna edad de veintiséis años.
Su nombre es Manoubia, y vive en una casa de tres piezas en el vecindario Hay al-Noor de Sidi Bouzid, Túnez. La ciudad queda aproximadamente a trescientos kilómetros al sur de la capital, Túnez, y hasta hace poco atraía raramente la atención del gobierno. Por cierto, Sidi Bouzid estaba tan abandonada en términos de inversiones que el desempleo podría ascender a un treinta por ciento.
La familia de Manoubia proviene originalmente de una aldea llamada Sidi Salah, en los suburbios de Sidi Bouzid. Pero cuando el banco embargó las tierras que la familia poseía junto con otros vecinos de la aldea, en las cuales cultivaban aceitunas y almendras, se vio obligada a irse a la ciudad. Su hijo Tariq se había opuesto al embargo, pero no logró convencer al banco. Incluso se había dirigido al gobernador pidiendo una compensación. Con la partida a Sidi Bouzid, terminó por ejercer el oficio de vendedor de vegetales y frutas, esforzándose por ganar lo suficiente para mantener a flote a su familia. Sobre todo, Tariq quería asegurar que sus hermanas Samia, Laila, y Basma tuvieran la oportunidad que él no tuvo de ir a la universidad.
Aunque Tariq había asistido a la escuela de un aula única en Sidi Salah y había pasado a la escuela secundaria, abandonó la educación formal a los dieciocho años para asegurar un ingreso permanente para la familia. Su padre, que había trabajado como obrero de la construcción en Libia, murió cuando Tariq tenía solo tres años. Como vendedor de frutas y verduras, Tariq nunca podía dormir mucho, sobre todo porque no tenía ningún vehículo para llevar sus productos del campo al mercado. Por cierto, esperaba poder ahorrar lo suficiente algún día para comprar una camioneta. Sin embargo, a pesar de haber trabajado durante siete años en el comercio de vegetales y frutas, de lo que estaba muy orgulloso, todavía había poca perspectiva de que pudiera cumplir esa esperanza.
Tariq lograba ganar normalmente el equivalente a cinco dólares diarios. Pero el acoso que él y otros vendedores enfrentaban en el mercado de frutas podía costarle hasta catorce dólares en un momento. Era porque, a diferencia de los demás vendedores, Tariq se negaba a pagar las coimas de siete dólares que rutinariamente cobraban los corruptos inspectores de policía. Como resultado, podía enfrentar una multa del gobierno de catorce dólares.
Manoubia se despidió por última vez de su hijo Tariq aproximadamente a las ocho de la mañana del 17 de diciembre de 2010. Ese día, mientras iba de camino al mercado con su tío, Tariq fue nuevamente acosado por los policías. Para resolver la situación, su tío apeló al jefe de policía, quien envió a una agente a la escena. La policía confiscó una canasta de manzanas de Tariq, y al intentar apoderarse de una segunda, el joven bloqueó su gesto. Hubo un altercado durante el cual se dice que la policía golpeó a Tariq en la cara. Esto, junto a la confiscación de la balanza electrónica de Tariq, causó una profunda humillación al hijo de Manoubia, y lloró abiertamente ante la multitud que se había reunido.
Como había hecho en el pasado, Tariq fue al edificio municipal de Sidi Bouzid en busca de compensación. Llegó a pedir una audiencia con el gobernador respecto a la injusticia que había sufrido, pero le negaron una reunión. Y así, sin que lo supiera Manoubia, a las11:30 de la mañana del 17 de diciembre Tariq se paró frente a la oficina del gobernador, vertió combustible por todo su cuerpo y se prendió fuego. A pesar de haber sufrido quemaduras en un noventa por ciento de su cuerpo, se aferró a la vida durante casi tres semanas. Tariq falleció el 4 de enero de 2011.
Manoubia es una mujer común que sufrió una pérdida extraordinaria. Pero al honorar su pérdida, y al recordar a su hijo Tariq -quien prefería su segundo nombre, Muhamad, a su nombre oficial- honoramos las pérdidas de innumerables padres en Túnez, Libia, Egipto, Siria, Bahréin, Yemen y otros lugares, cuyos hijos se han sacrificado este año por la causa de la dignidad. Honorad a Manoubia Bouazizi. Recordad a Muhamad Bouazizi.
Paul Sedra es profesor asociado de historia en
Fuente: http://www.jadaliyya.com/pages/index/2825/manoubia-and-her-son
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