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El auge del movimiento «OWS«

Fuentes: Rebelión

Hace algunos días regresé de Vancouver, Canadá, en donde tomé parte en la IV Conferencia Internacional sobre Che Guevara, por invitación de las Comunidades de Solidaridad con Cuba de esa ciudad del extremo oeste canadiense, organizadores del evento. Antes de comenzar la conferencia tuve la oportunidad de visitar el lugar donde acampan los «indignados» de […]

Hace algunos días regresé de Vancouver, Canadá, en donde tomé parte en la IV Conferencia Internacional sobre Che Guevara, por invitación de las Comunidades de Solidaridad con Cuba de esa ciudad del extremo oeste canadiense, organizadores del evento.

Antes de comenzar la conferencia tuve la oportunidad de visitar el lugar donde acampan los «indignados» de esa urbe en un céntrico parque junto al edificio del Museo de Bellas Artes de Vancouver.

Lo primero que llamó mi atención fue que, al pie de la estatua de la reina Victoria que preside el parque, sobresalía una placa que originalmente solo tenia el nombre de la monarca inglesa a la que los indignados habían agregado varias palabras para convertir el letrero en un «Hasta la Victoria Siempre», que simbólicamente vincula al heroico guerrillero y líder revolucionario cubano y latinoamericano con su protesta.

También me impresionó el sistema de comunicación de los manifestantes, carentes de comunicación electrónica, a base de la repetición por los presentes de cada frase de los discursantes para hacer llegar la alocución a todos los participantes, sin altoparlantes.

El movimiento «Ocupa Wall Street» es probablemente el hecho político más trascendental que haya tenido lugar en Estados Unidos desde que concluyera la II Guerra Mundial, porque ha convertido a los grandes alzamientos de 1968 en apenas su precedente y a su repercusión internacional en una acontecimiento global.

Algún día se conocerá más acerca de su origen y la identidad de sus iniciadores en Estados Unidos, pero desde ya puede asegurarse que ellos no han sido líderes políticos ordinarios de los que genera el sistema «democrático representativo» sino audaces jóvenes revolucionarios surgidos y madurados en la rebeldía contra la injusticia y la voraz explotación del capitalismo.

Si en los años 60 del pasado siglo la rebeldía de los jóvenes estadounidenses chocaba contra algo así como un muro de acero y concreto que protegía al sistema capitalista de explotación con los poderosísimos recursos y medios represivos (más o menos sutiles) que garantizaba el ejercicio de su dominio a la acaudalada minoría explotadora, todo estaba dispuesto para aconsejarles la renuncia a sus objetivos imposibles y optar por proyectar su energía liberadora hacía otros propósitos mas realizables.

Proliferaban las protestas contra las injustas guerras que su país libra contra naciones más débiles y la inclusión en los movimientos de solidaridad con los agredidos, o las actitudes de renuncia a todo lo injusto, estéril o superficial de su sociedad opulenta, que proclamaba el movimiento «hippie». El imperio metabolizó los símbolos y sistemas de tal movimiento, y les extrajo sus contenidos hasta convertirlos en materia inerte o absorber de ellos todo lo que resultara utilizable en su contra.

Por eso, en esta ocasión, es significativo que el movimiento de rebeldía fuera definido como el verdadero causante de todos los males que el imperialismo provoca a nivel global, sintetizado ello en el llamado a ¡Ocupar Wall Street!

La voracidad capitalista, que en las actuales condiciones impuestas por la crisis mundial incrementa la explotación que ejerce el uno por ciento más acaudalado de la población estadunidense (Wall Street) sobre los obreros y la eufemísticamente llamada clase media, hace que la pobreza extienda su manto sobre el restante segmento de la población (99%) como realidad dramática o como amenaza inminente, dejó listas las condiciones para el violento alzamiento.

Nadie es capaz de predecir si estamos ante el presagio de la etapa final del capitalismo o si el movimiento Ocupa Wall Street está llamado a extinguirse, por desgaste o por represión. Lo que si es evidente es que su legado, si no triunfa, será duradero y positivo.

Así en Vancouver como en Montreal, ciudad situada cerca de la costa oriental de Canadá, pude charlar con algunos «indignados» que me saludaban con júbilo al conocer mi nacionalidad. Afirmaban que los indignados cubanos habían llegado al poder cincuenta años antes y por eso éramos para ellos un paradigma.

Para los cubanos es un gran honor ser tenidos como tales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.