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El principal ganador en las elecciones marroquíes

Fuentes: Alfanar

La victoria del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) oculta dos cuestiones esenciales que son el núcleo del problema en Marruecos: el tema de la Constitución, que sigue dejando los poderes principales en manos del rey, y la naturaleza del sistema electoral, que no ayuda a reflejar la verdadera voluntad del pueblo, por no hablar de […]

La victoria del Partido Justicia y Desarrollo (PJD) oculta dos cuestiones esenciales que son el núcleo del problema en Marruecos: el tema de la Constitución, que sigue dejando los poderes principales en manos del rey, y la naturaleza del sistema electoral, que no ayuda a reflejar la verdadera voluntad del pueblo, por no hablar de las irregularidades cometidas en estas elecciones de las que hablaremos en los próximos días.

En relación a la primera cuestión, debemos recordar antes de analizar los resultados de las últimas elecciones que éstas se han celebrado al amparo de una Constitución a la que se han opuesto muchas fuerzas vivas dentro del país, y por cuya modificación la gente sigue saliendo a la calle porque es una Constitución semi otorgada, fabricada por una institución real, bendecida por los partidos políticos y votada en las condiciones que todos sabemos, con porcentajes que nos recuerdan a las elecciones y las Constituciones otorgadas de Hasán II.

Hasta en su esencia, esta Constitución, en virtud de la cual el próximo Parlamento y el próximo gobierno gestionarán los asuntos públicos de Marruecos, consolida los poderes más importantes en manos del rey. Con el transcurso de los días los marroquíes descubrirán hasta qué punto son limitados los poderes del presidente del gobierno. El papel del Parlamento no va a salirse del guión del control simbólico al gobierno que seguirá siendo «el gobierno de Su Majestad», no el «gobierno del pueblo marroquí», por una sencilla razón: el rey es su presidente real, no sólo porque el gobierno tendrá primero que rendirle cuentas a él antes de rendírselas al Parlamento, y porque también tiene derecho a destituir a sus ministros después de consultarle al presidente del gobierno y sin su consentimiento, sino porque preside el Consejo de Ministros que establece «las orientaciones estratégicas de la política del Estado», como estipula el artículo 49 de la nueva Constitución.

REPLANTEAR EL SISTEMA ELECTORAL

La segunda cuestión que debemos mencionar para entender la limitación del margen democrático del que disfrutará el próximo gobierno está en la esencia del juego político. Las reglas sobre las cuales se basa ese juego no son democráticas. Empiezo con lo básico y principal en cualquier proceso electoral. Lo que hace del proceso electoral un proceso democrático, o sea, un proceso que puede destacar a un grupo de personas que representen la verdadera voluntad del pueblo, es el sistema electoral porque es el que determina las reglas del juego y nos demuestra hasta qué punto cumple con los criterios de las consultas democráticas y si sus resultados abrirán paso al establecimiento de una democracia real o ficticia.

Como todos sabemos, el sistema electoral adoptado en Marruecos es el sistema electoral proporcional de listas, un sistema que ha fracasado porque sigue reproduciendo la misma débil escena política y no deja espacio a la irrupción de fuerzas políticas fuertes. Esto se debe a la voluntad política del primer artífice de la decisión política en Marruecos, a favor de quien no juega la irrupción de semejantes fuerzas ya que competirían con él por la legitimidad del gobierno, que saca su legitimidad del pueblo de manera democrática. ¿Qué encontramos si observamos los resultados de las últimas elecciones? Que se ha reproducido la misma débil escena política, pero de manera más absurda esta vez, demostrando que la mayoría de los electores votaron a personas antes que a partidos y programas. Baste decir que la mayoría de los ganadores en estas elecciones, dejando aparte a los diputados del PJD, son notables. Si echamos un vistazo a los nombres de los nuevos diputados elegidos en las listas de la Unión Socialista de Fuerzas Populares (USFP) y del Partido del progreso y el Socialismo (PPS), sin tener en cuenta los demás partidos ya que estos dos se consideran democráticos, sabremos hasta qué punto se les votó como partidos políticos y programas o solo como a individuos y notables, y a veces, como a narcotraficantes.

Siempre en relación al sistema electoral, toca hablar de la repartición de los distritos electorales, una parte importante en la cadena del proceso electoral. Quien impone la repartición es quien domina el diseño del panorama de la escena política y controla el equilibrio de las fuerzas políticas que siguen en manos del Ministerio del Interior que era y sigue siendo uno de Ministerios de Soberanía más importantes, y que recibe sus principales orientaciones directamente de Palacio y no de otras partes. Dado que el proceso electoral es un proceso cerrado en el que no se puede separar la cuestión del sistema electoral de la repartición de los distritos electorales, el proceso de inscripción electoral cierra el círculo de este proceso, y, o bien lo fortalece o bien lo vacía de su contenido. Un proceso electoral no tiene sentido sin votantes. Aquí radica la importancia de la participación en las elecciones: la alta participación y la adopción del principio de igualdad entre los votantes es lo que da credibilidad al proceso electoral en la representación de la voluntad del pueblo.

EL PARTIDO DE LOS «VOTOS NULOS»

Volviendo a lo sucedido en las elecciones del 25 de noviembre, las listas de los inscritos excluyó desde el principio a cerca de siete millones de personas aptas para participar en las elecciones. Según el primer informe del Comité de Supervisión del Parlamento Europeo, el número de votantes aptos en Marruecos, es decir, los ciudadanos mayores de 18 años, supera los 20 millones, cuando en las listas del Ministerio del Interior solo había 13,4 millones de personas inscritas.

Si analizamos los resultados de las recientes elecciones, participaron 6.030.000 votantes si damos por sentado que el porcentaje de participación alcanzó el 45%, una cifra que ninguna parte puso en duda, pero, por otra parte, nada demuestra que es real. Ni siquiera las imágenes difundidas por los canales oficiales lograron mostrarnos una breve fila de votantes en uno de los colegios electorales. La primera obsesión del poder fue la de aumentar la tasa de participación, así que no se descarta que hayan pasado por alto algunas prácticas que contribuyeron al aumento de ese porcentaje en la tarde del día de elecciones. De hecho han empezado a hacer aparición algunas de las irregularidades cometidas en varias circunscripciones electorales de El Aiún, Lafqih Bensaleh… Tal vez mañana aparezcan otras circunscripciones bajo el estado de shock.

Aunque demos por válido ese 45%, los que han elegido el nuevo Parlamento que formará el próximo gobierno son sólo 4,8 millones de marroquíes, sobre todo si incluimos el 20% de votos nulos, dato revelado por el Instituto Nacional Demócrata estadounidense. Alrededor de 1,2 millones votos fueron cancelados por razones desconocidas, lo que convierte al «partido de los votos nulos» en el partido más grande de Marruecos en cuanto a votos, por encima del partido ganador de estas elecciones, el PJD. ¿Qué porcentaje representan los 4,8 millones de votantes de un total de más de 20 millones de votantes aptos para votar? ¿Y de los más de 33 millones de habitantes que tiene Marruecos? Es una pregunta provocadora porque toca la esencia del proceso electoral y plantea más de un interrogante sobre la credibilidad de estos resultados en la representación de la voluntad del pueblo marroquí.

Por todas estas razones las elecciones en Marruecos no son un proceso transparente que gestione la batalla política entre verdaderas fuerzas políticas, sino una herramienta para justificar una realidad política no democrática. En estos momentos se utilizan como un mecanismo para ganar tiempo y como un calmante para la calle a la espera de que pase la tormenta.

TODOS GANADORES

Volviendo al principio para que no nos distraigamos de la esencia del tema: quién tiene el poder real en Marruecos. El gran ganador de estas elecciones es el Palacio Real como institución que sigue monopolizando los poderes más importantes. De hecho, lo que ha ganado Palacio ha sido más tiempo para contener las demandas de la reforma que exige la calle influida por los vientos de cambio que soplan sobre algunas capitales árabes.

Durante los últimos nueve meses el rey ha logrado contener la ira de la calle y para eludir las demandas de cambio adoptó un paquete de pequeñas reformas que le hizo ganar más tiempo, pero no ganar el round del enfrentamiento a las demandas, cuyas respuestas siguen tardando. Los resultados de las últimas elecciones han dado a Palacio más puntos tanto en el país como fuera de él.

En el interior, la llegada de los islamistas al poder tendrá el efecto de una terapia de choque que alimentará la esperanza de la espera en grandes sectores de la sociedad marroquí que aspiran al cambio. En el exterior, la victoria de los islamistas, aunque muchas capitales occidentales saben que ésta no les dará poderes reales para traducir la verdadera voluntad de los que les votaron, ha sido muy aclamada por ser el primer modelo en la región que sortea la tormenta de la primavera árabe de una manera tranquila y plácida.

Los resultados de las elecciones, que dan una clara victoria a la oposición islámica, son los mismos que premiaron a la coalición gubernamental híbrida cuyo mandato ya ha expirado. Si nos fijamos en estos resultados desde el punto de vista de pérdidas y ganancias, encontramos que la oposición islámica ha ganado, la mayoría gubernamental anterior ha sido premiada y la monarquía ha resultado victoriosa.

Parece que el único perdedor de este round hasta el momento es el movimiento juvenil del 20 de Febrero y las fuerzas que le apoyan, pero la derrota se puede convertir en una victoria a medio plazo cuando la antigua oposición islámica choque con las obligaciones de ejercer el poder dentro de una estructura cerrada donde el poder sigue concentrado en un solo lugar: el Palacio.

La próxima prueba será la más difícil para todos porque las reglas del juego serán más claras, al menos en lo que concierne a la ubicación de los jugadores, entre aquellos que apostaron por una reforma gradual desde dentro y quienes siguen alzando sus voces en la calle para expresar su desesperación por la espera, cuya cuenta atrás real ha comenzado con los resultados de las últimas elecciones, ya sea hacia la distensión o hacia la explosión.

Fuente: http://www.boletin.org/control/product/~category_id=ESP_ROOT/~product_id=LK-0129-11-11