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Una reflexión de Manuel Sacristán y una nota de Francisco Fernández Buey

Fuentes: Rebelión

Tras el reciente acuerdo CiU-ERC es conveniente recordar dos momentos directamente relacionados con la temática nacional y la tradición marxista-comunista catalana. En la que fue su última entrevista (fue realizada, significativamente, por Mundo Obrero), Manuel Sacristán (1925-1985), medio año antes de su fallecimiento, diciembre de 1984, señalaba: «A mí me parece que los nacionalismos ibéricos […]


Tras el reciente acuerdo CiU-ERC es conveniente recordar dos momentos directamente relacionados con la temática nacional y la tradición marxista-comunista catalana.

En la que fue su última entrevista (fue realizada, significativamente, por Mundo Obrero), Manuel Sacristán (1925-1985), medio año antes de su fallecimiento, diciembre de 1984, señalaba:

«A mí me parece que los nacionalismos ibéricos están más vivos que nunca, los tres. Paradójicamente el menos vivo es el español [SLA: habla en 1984}. Por eso no he dicho los cuatro. Lo digo en el sentido de que en el caso español los nacionalistas son de derechas, incluida mucha gente del PSOE, pero de derechas de verdad. En cambio, en los otros tres nacionalismos, por razones obvias, por siglos de opresión política y opresión física, el nacionalismo no es estrictamente de derechas, sino que hay también nacionalistas de izquierda (…) la vitalidad de los tres nacionalismos no españoles de la Península es tanta, que aunque parece tópico yo no creo que se clarifique nunca mientras no haya un auténtico ejercicio de derecho a la autodeterminación. Mientras eso no ocurra, no habrá claridad ni aquí, ni en Euskadi, ni en Galicia. Sólo el paso por ese requisito aparentemente utópico de la autodeterminación plena, radical, con derecho a la separación y a la formación de Estado, nos dará una situación limpia y buena, ya se trate de un Estado federal o de cuatro Estados. Todas las técnicas políticas y jurídicas que se quieran aplicar para hacer algo que no sea eso no darán nunca un resultado satisfactorio» [el subrayado es mío].

La vindicación y la perspectivas son claras y la posición política minoritaria desde la que eran realizadas esas reflexiones también. Prácticamente nadie en el ámbito nacionalista catalán abogada por esos planteamientos en aquellos años.

Ni que decir tiene que nada de lo apuntado recuerda a argumentos de privilegiados a la Padania. Se habla de derechos y de pueblos, y de situaciones buenas y limpias políticamente. Para avanzar colectiva y solidariamente se entiende.

No hay que olvidar tampoco que el dret a decidir, el derecho a decidir, es un invento lingüístico en absoluto inocente diseñado por las fuerzas nacionalistas neoliberales (y sus intelectuales orgánicos, algunos de ellos procedentes del PSUC) para erradicar o abonar el olvido de la cosmovisión, el lenguaje y las aportaciones de la tradición marxista. Creen que el mundo es o se asemeja al lenguaje que usamos para hablar de él.

Catorce años después, en 1998, Francisco Fernández Buey escribió un artículo titulado «Autodeterminación y estado federal». Estaba también en aquellas fechas en minoría de cuatro o cinco. Víctor Ríos, algún compañero más y, destacadamente, Julio Anguita. Cuando a mediados de los noventa el entonces coordinador general de IU habló de ese derecho y asuntos relacionados, fuerzas políticas -Iniciativa per Catalunya entre ellas a través de tres de sus mosqueteros: Rafael Ribó, Joan Saura y Jordi Guillot- que ahora están por el «dret a decidir», salieron al ágora pública para reírse y descalificar las declaraciones sobre el tema -y sobre las características reales y depredadoras de la burguesía catalana- del que llamaban, despectivamente, califa de Córdoba.

En el original de ese artículo, el autor de La gran perturbación añadía tiempo después (no puedo precisar la fecha) una nota manuscrita. Defiende la racionalidad de vindicar derechos colectivos y apunta las inconsistencias del individualismo: «Si sólo hubiera derechos individuales, no se ve por qué podemos hablar -y con razón- de derechos sociales, de derechos cívicos, de derechos de las mujeres, de derechos de los niños, de derechos de los animales, etc. La paradoja [1] del lenguaje se ha hecho tal que el individualismo liberal contemporáneo puede defender al mismo tiempo que no hay derechos humanos colectivos y que hay derechos de los animales considerados como especies» [el subrayado es de FFB]

Excelente argumento. Aparecía en un artículo que, recuerdo, abogaba al mismo tiempo por la autodeterminación y por el estado federal.

El papel del profesor de metodología de las ciencias sociales finalizaba señalando: «EUiA no ha nacido para eso. EUiA no tiene que hacer más diferencias entre trabajadores castellano-hablantes y trabajadores catalano-hablantes que las que establecen los mismos trabajadores con normalidad y respeto a la diferencia. Lo que sí tiene que hacer es combatir las discriminaciones, las injusticias y las intolerancias, de uno u otro signo, donde las hay».

Combatir las injusticias y las discriminaciones. Ese sigue el punto esencial en una Catalunya cada vez más desigual, con mayor pobreza, explotación y marginación, cada vez más atravesada por luchas de clases en las que los grupos dominantes, las 400 familias de Millet, el encausado, siguen ganando por goleada insoportable.

Por ahora.

Salvador López Arnal es miembro del Frente Cívico Somos Mayoría

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.