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Razones para la rebeldía

Fuentes: Rebelión

Texto de presentación del libro de Guillermo Toledo, «Razones para la rebeldía», celebrado en la Casa Elder (Santa Cruz de Tenerife) el 11 de enero de 2013

Iniciamos esta intervención felicitando a los compañeros de Taller de Comunicación por esta iniciativa de difundir en Tenerife uno de esos libros, que califico de necesarios, como es «Razones para la rebeldía» y por contar, además, con la presencia de sus autores, Guillermo Toledo y Pascual Serrano. Asimismo quiero mostrar mi gratitud por invitarme a ejercer de presentador en este acto.

He de compartir con ustedes que después de la lectura de esta obra y durante el proceso de elaboración de estas líneas valoré distintos enfoques, pues éste no es un libro cualquiera. Evidentemente este libro, por muchas razones, creo que merece un tratamiento diferenciador en cuanto al aspecto formal de un acto de estas características, pero no por ello debe ser tratado con menor rigor y seriedad y, a mi modesto entender, exige un nivel de compromiso contundente por mi parte. Así que he intentado compaginar ambas opciones.

«Razones para la rebeldía» puede ser catalogado como un texto de testimonio sobre algunos de los últimos conflictos sociopolíticos. Se desenvuelve en dos planos estrechamente interrelacionados, el individual y el profesional, y gira sobre dos ejes entrelazados, el panorama nacional y el escenario internacional. Y todo ello perfectamente compactado y definido por un compromiso ideológico pragmático y por una decidida apuesta en la construcción de una nueva sociedad. Pero evidentemente este libro va mucho más allá de ser un mero instrumento testimonial para adquirir un valor añadido que lo reconvierte en un texto para la reflexión, donde Guillermo Toledo nos muestra una serie de «problemas» a los que responde con su pragmatismo y con sugerentes aportaciones y donde Pascual Serrano consigue enmarcarlo dentro del contexto social.

Este libro no tiene como finalidad ofrecer un modelo de ciudadano, ni dar lecciones éticas, ni ideológicas, ni tampoco es una exaltación del personalismo, ni del individualismo sino que más bien es una propuesta que partiendo de un ejercicio de reflexión intenta estimular, incitar y agitar al lector y al ciudadano. En definitiva, un texto de agitación que pretende remover consciencias, desde una perspectiva de búsqueda de razones para la rebeldía, tanto en el espacio más inmediato como en su contexto global. Así pues, una excelente herramienta para la reflexión y, sobre todo, un razonado llamamiento a la acción y al activismo.

Éste es un libro, por otra parte, muy complejo por los asuntos que trata, pero de sencilla comunicación. Y tiene la facultad de introducir al lector, especialmente al ciudadano activo, en una dimensión en la que puede hacer suya o no, compartir o rechazar el planteamiento social y profesional de Guillermo Toledo pero que, en cualquier caso, predispone a un necesario diálogo abierto entre lector y autor.

«Las razones para la rebeldía» contiene otra cualidad destacable: no es, ni mucho menos, un libro cerrado. Es un texto que debemos concebirlo como abierto y participativo, en el que entre todos debemos esforzarnos en continuar escribiendo nuevas páginas en pos de esa anhelada transformación social. Y es, al mismo tiempo, un libro diferente, como no podía ser de otra manera. Arranca con una nota editorial, infrecuente en el mundo de las ediciones, donde se explica su origen. A veces, tan importante, como el libro en sí mismo, es la motivación que lo inspira, ya que nos habla de su autor, sus pretensiones o circunstancias. Y el nacimiento de esta obra no es el resultado de una iniciativa de su autor o autores, sino que proviene de una proposición realizada por Ediciones Península a Guillermo Toledo para que expusiera sus motivos de rebeldía.

Sin embargo, Guillermo enfrascado en aquellos momentos en la acampada de Sol no podía hacer frente a ese compromiso. Y de forma circunstancial entra en escena la figura del amigo Pascual. La editorial consigue comprometerlo para que durante unas intensas jornadas y mediante el procedimiento de entrevista/conversación -realizada en los días previos al embarque de Guillermo en la Segunda «Flotilla de la Libertad»- pudiera llevar a buen puerto el encargo editorial. Y el resultado es este libro que hoy presentamos. Asimismo debemos hacer constar, y eso dice mucho también, que parte de los derechos de autor se destinan al Sindicato de Obreros del Campo (SOC).

Sin menoscabar las lucidas aportaciones de Guillermo Toledo, es de justicia resaltar la labor realizada por Pascual Serrano. Los que hemos trabajado el género de la entrevista, somos conscientes del esfuerzo que encierra y más cuando es abordada con tanta profundidad. Y en este sentido, Pascual ha sido todo un virtuoso. Ha tenido la enorme capacidad para desaparecer del campo de acción, del plano principal, aunque detectamos como su sello impregna todo el libro, tanto en la concepción metodológica y estructural como en el exquisito cuidado y delicadeza a la hora transmitir con respeto y fidelidad el ideario de su entrevistado, sin esconder, ni magnificar asuntos.

Otro rasgo a destacar es que «Razones para la rebeldía» cuenta con un sutil y brillante prólogo de Julio Anguita, intitulado «Las aldeas de Potemkin», en el que recurre a un símil para sintetizar a la mínima expresión el contenido esencial del libro, que no es otro que la confrontación entre el «mundo real» y la «tremenda realidad». «El texto -dice Anguita- no es solo el acta de una experiencia permanente en la lucha y en la búsqueda de la justicia; es una reflexión acerca de las apariencias y de quienes las montan, beneficiándose de ellas». Para concluir con un genial epílogo: «Absténganse los súbditos, lean los ciudadanos».

Una amplia selección de asuntos de verdadero interés general recorre de forma entrecruzada cada rincón de este libro y que grosso modo podemos reagrupar en dos grandes áreas: su espacio profesional y social, definido por su caracterización ideológica que es su leit motiv y el elemento que nuclea la obra en su conjunto. Se inicia con una exposición sobre el origen de su compromiso, su entorno familiar, que se va enriqueciendo a través de su propio proceso vital que le arrastrara a una activa implicación en el movimiento social a partir de la perversa Ley de Extranjería. Su activismo social está perfectamente forjado a través de una decidida y continúa toma de posición con respecto a un conjunto de problemas domésticos y globales: la privatización sanitaria, la crisis democrática, la monarquía, el 15-M; el militarismo y los conflictos bélicos, el Sáhara, el pueblo palestino, etc.

Su espacio profesional también es su otro campo de batalla. Guillermo traslada su compromiso a la creación artística con su grupo de teatro Animalario; contribuye a desmontar esos decorados Potemkin al propiciar, junto a Ernesto Alterio y Alberto San Juan, el clima adecuado para que sus compañeros de profesión alzaran la voz del «No a la Guerra» de Irak durante la entrega de los Premios Goya de 2002; se enfrenta abiertamente a la Ley Sinde; denuncia los cambalaches de la Sociedad General de Autores; exterioriza el complejo mundo que se esconde detrás las bambalinas y realiza interesantes reflexiones sobre el séptimo arte, la caja tonta, internet, la cultura, etc.

Sería conveniente detenernos en esos episodios intrahistóricos, que son muy reveladores y que nos acercan un poco más a ese «mundo real» tras desmantelar los decorados de cartón piedra, pero las limitaciones de este acto nos imposibilita abordar esas cuestiones ahora. Así que, tendrán que esperar ustedes a leerse estas ciento cuarenta y una páginas para descubrirlas. De todas formas me gustaría realizar un comentario sobre otro aspecto planteado por Guillermo desde distintas perspectiva como es el de los medios masivos de (in)comunicación, que han desplegado acciones represivas y manipuladoras sobre su persona y sus luchas. Un procedimiento muy habitual en las redacciones, como ha señalado Pascual en sus diversos trabajos, donde se engendran seres endemoniados para consolidar una corriente de opinión uniformada y descerebrada. Solo hay que repasar la prensa de este país -la de la derecha y la de la falsa izquierda- o los grandes entes televisivos, que están en las mismas manos, para comprobar cómo han crucificado, desvirtualizado y hasta ridiculizado a Guillermo Toledo en el terreno personal, profesional y social. Ataques con los que se pretenden desviar la atención del conflicto en el que participa Guillermo, utilizando al personaje como noticia central para banalizar y marginar el origen real del problema y, por tanto, relegar la información del mismo.

Ante estas feroces agresiones, amigo Guillermo, sabes que no estás solo. Contigo y junto a ti hay una legión de ciudadanos y ciudadanas que comparten una sacrificada lucha social. Muchos de ellos desde el anonimato y sin transcendencia pública ni mediática y que igual que tú sufren los zarpazos del régimen en su mundo laboral, profesional, social y que sus nombres forman parte de esas malditas listas negras por el simplemente hecho de defender sus idearios, por denunciar injusticias, corruptelas, por señalar a los especuladores y por no aceptar un régimen antisocial y antidemocrático. Sí, antidemocrático, porque la democracia es otra cosa bien distinta, como sabemos.

Al inicio apuntábamos que el presentador de un libro de estas características no debe limitarse a trazar rasgos generales o realizar algún que otro comentario sino que como ciudadano tiene la obligación y el deber, por simple coherencia, de dar respuestas y que, por otra parte, no hacemos otra cosa que retomar ese mensaje, esa invitación, que tanto Toledo como Serrano intentan trasladar al lector y al ciudadano con este libro. Así que, con el permiso de ustedes y con la mayor capacidad de síntesis posible -ya que no es nuestra intención exponer nuestras posibles razones para la rebeldía, aunque algunas de ellas están, desde luego, contenidas en este libro-, con brevedad decía, pero también con rotunda contundencia y claridad, me van a permitir compartir dos consideraciones y una observación.

Mi primera consideración es que debemos transitar sin más dilación por el camino de la insumisión y desobediencia social y civil. Y este pensamiento está fundamentado en la propia esencia de los valores democráticos, porque cuando un gobierno legisla contra el pueblo, cuando destruye los principios de libertades, cuando recorta nuestros derechos, cuando fomenta desigualdades, etc., la sociedad tiene el sagrado deber de reaccionar, tiene la obligación de desobedecer, de sacudirse el yugo e instaurar su soberanía o en palabras de Thomas Jeffersson «derrocar ese gobierno y proveer nuevas salvaguardas para su futura seguridad».

La segunda consideración es que ha llegado la hora de la verdad, como decía José Martí, y ha llegado la hora de actuar conjuntamente y mostrar nuestro compromiso radical contra un sistema corrupto, especulador y criminal.

Mientras que nuestra observación, derivada de un estricto ejercicio de autocrítica, intenta llamar la atención sobre ese criterio que responsabiliza el origen de «nuestros males» exclusivamente a elementos y agentes externos. Y en este sentido, debemos subrayar nuestra corresponsabilidad social en la situación actual por nuestra complacencia social y organizativa. Es evidente, que tanto la ciudadanía como las organizaciones reivindicativas -algunas viciadas y otras atomizadas por personalismos y ambiciones antisociales- no hemos estado, o no hemos sabido estar, a la altura de las circunstancias. Esta realidad, junto a otros comportamientos histórico-culturales, ha conformado una sociedad resignada e inmovilista, hasta extremos que rozan el masoquismo social, y ha servido de elemento autoregulador del propio descontento social, al tiempo que garantiza y consolida el statu quo del poder establecido. En otras palabras, no existe contrapoder.

La realidad es que tenemos un pueblo que no reacciona, que no exige y que no lucha por sus aspiraciones al menos de forma mayoritaria. Un pueblo vencido y sometido a unas estructuras de poder represivas, sutiles y agresivas, que se imponen en todos los ámbitos. Un pueblo que soporta lo indecible, que costea una crisis generada por un grupo dominante, especulador y avaricioso, que en connivencia con el apoyo institucional de los representantes públicos, se beneficia de este nuevo modo de explotación y se siente cada vez más fuerte y autoritario al incrementar considerablemente su poder tras redistribuir discriminaciones sociales y recortar cada día más libertades y derechos sociales.

De ahí que Guillermo Toledo reivindique «el papel de los ciudadanos en marcar los pasos para proyectar el futuro». Y a nosotros nos queda simplemente elegir cuál será nuestro camino: «seguir aguantando o salir a la calle y exigir nuestros derechos». Por este, y por muchos otros más motivos, no quisiera concluir mi intervención sin invitarles encarecidamente a la lectura de este libro convencido de que no se sentirán defraudados. Muchas gracias por su presencia y al combate social.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.