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Entrevista a Carmen González, presidenta de la Asociación de Vecinos La Unificadora de la Punta (Valencia)

«Arrasaron la huerta para ampliar el puerto, y no han hecho nada en 14 años»

Fuentes: Rebelión

A Carmen González le gusta definirse simplemente como una vecina. Agricultora y exvecina de la huerta de La Punta, en Valencia, vivió en primera línea -como presidenta de la asociación vecinal- los episodios de lucha social que sostuvieron hace más de una década sus habitantes contra el proyecto de construcción de la Zona de Actividades […]

A Carmen González le gusta definirse simplemente como una vecina. Agricultora y exvecina de la huerta de La Punta, en Valencia, vivió en primera línea -como presidenta de la asociación vecinal- los episodios de lucha social que sostuvieron hace más de una década sus habitantes contra el proyecto de construcción de la Zona de Actividades Logísticas (ZAL) del Puerto de Valencia. Una sentencia reciente del Tribunal Superior de Justicia (TSJ) de la Comunidad Valenciana ratifica (14 años después) la nulidad del plan urbanístico que amparaba la ZAL. La zona de almacenamiento de mercaderías del puerto no se ha construido, a pesar de que el proyecto se «vendiera» como de máximo interés general por la Autoridad Portuaria, la Generalitat y el Ayuntamiento de Valencia. Pero se arrasaron 73 hectáreas de huerta fértil y 135 familias perdieron sus casas. Sobre todo, se perdió un estilo de vida alternativo al de la gran área metropolitana.

 

 

A finales de los 90, la Generalitat Valenciana aprobó el Plan Especial para que el Puerto de Valencia contara con la ZAL. Una reciente sentencia del TSJ ratifica la nulidad del plan y resuelve que ha de tramitarse nuevamente. ¿Supone esto un triunfo de los vecinos 14 años después?

 

Pensamos que la sentencia tiene un valor moral muy importante, ya que nos da la razón tras 15 años de lucha. Pero no es realmente la sentencia que queríamos. No sólo pretendíamos una sentencia que dijera que el procedimiento seguido fue ilegal, sino que además declarara la huerta de La Punta zona protegida, se nos devolvieran las tierras y se nos permitiera volver a construir nuestras casas. Eso hubiera sido lo justo, que no se pueda desarrollar la ZAL en un futuro. Lo que dice la sentencia es que se tramite de nuevo el proyecto urbanístico. Pero es cierto que con la sentencia obtenemos una victoria moral. Podemos mirar a la cara a todos los que nos llamaban «locos» y nos decían que luchábamos por dinero.

 

La zona adyacente al Puerto de Valencia donde se pretendía ubicar la ZAL continúa siendo, tras el paso de los años, un inmenso erial. Y eso que la iniciativa se vendió como estratégica e imprescindible para el desarrollo portuario.

Todo fue una gran mentira. Se nos expropió por razones de interés general y por el procedimiento de urgencia porque, supuestamente, el Puerto de Valencia debería estar en condiciones de competir con el de Barcelona y Algeciras. Pero existía la alternativa de llevar la ZAL a Puerto de Sagunto. De hecho, un estudio de viabilidad de 1993 avalaba esta opción. Realmente, la Zona de Actividades Logísticas del Puerto de Valencia es un proyecto especulativo. Mira su ubicación. Junto a la Ciudad de las Artes y las Ciencias, el club náutico, la dársena, la zona de atraque de cruceros, el puerto natural de l’Albufera y la Devesa del Saler. ¿Pretendían allí emplazar un polígono industrial como la ZAL?

¿Qué impacto ha tenido el proyecto sobre la huerta de La Punta?

 

Se arrasaron 73 hectáreas de una de las mejores huertas de Europa, que contaba con la declaración de Zona de Especial Protección Agrícola. Se derribaron 200 alquerías, casas y barracas; 135 familias resultaron afectadas. Si miras por ejemplo el «plan verde» de la ciudad de Valencia, que finalmente nunca se aprobó, los expertos calificaron la huerta periférica de Valencia (y, en concreto, La Punta) de zona que merecería una especial protección por su valor para la humanidad. No sólo hablamos de barracas mixtas de marjal y alquerías, también de «cebers», del sistema tradicional de riegos y de toda una forma de vida que sobrevivía gracias a los agricultores.

 

¿Y sobre los vecinos desalojados de sus casas?

 

Todavía hoy sentimos los efectos. Nos desahuciaron de nuestras vidas y perdimos nuestras raíces. Un desarraigo absoluto. En mi caso, hace cinco años que vivo en una zona castellanohablante y de interior, donde me cuesta mucho conocer a la gente y adaptarme. Además, los vecinos de La Punta tuvimos que hipotecarnos para acceder a una nueva vivienda con las compensaciones nimias que nos dieron por las expropiaciones. Que, en algunos casos, ni siquiera han terminado de cobrarse.

¿Cómo se vivía en la huerta de La Punta?

 

Todo el mundo se conocía y respetaba, aunque hubiera roces en la convivencia como en todas partes. Trabajábamos mucho «a tornallom», es decir, hoy trabajo yo en tu tierra para ayudarte y tú trabajas en la mía el día que me haga falta. Todos colaborábamos con todos según las necesidades de cada vecino. Era como una especie de obligación moral. En realidad, todo se basaba en relaciones de pura confianza. Si yo trabajaba por la tarde, una vecina me recogía a los críos del autobús y se los quedaba en casa hasta que yo volvía de la ciudad. Los niños podían ir tranquilamente por los caminos de huerta. Andando o en bicicleta. Además, la mujer de La Punta era «ama». Me explico. En muchos casos era la propietaria de la tierra, agricultora y la encargada de vender las mercancías. Tampoco tenían ningún problema a la hora de hablar de relaciones sexuales.

¿Consideras que subyace un modelo de ciudad a la construcción de la ZAL?

 

Sí, el de grandes espacios y obras faraónicas, donde la gente no tiene ningún sentido de pertenencia. Donde la gente no se conoce y las zonas como la huerta directamente no existen. Por eso en los últimos tiempos, gente joven de barrios tradicionales de Valencia como Russafa, Benimaclet o Natzaret intentan recuperar el tejido de los pueblos y los valores que siempre han estado presentes en la ciudad mediterránea. Pero a los gobiernos acomplejados que tenemos no les gusta nuestra identidad. Prefieren una ciudad americanizada, con grandes eventos, sin raíces ni significado.

¿Cómo recuerdas la resistencia vecinal de hace más de una década a las expropiaciones y los desalojos?

 

Fue una lucha en solitario. Hubo mucha gente que decía que nos apoyaba, pero con la boca pequeña y sólo en momentos muy concretos. La Federación de Asociaciones de Vecinos de Valencia se desmarcó y, de hecho, no formamos parte de la misma. Lo cierto es que, cuando se produjeron los desalojos estuvimos prácticamente solos. Con la única excepción de personas muy concretas de las asociaciones de vecinos y, sobre todo, de jóvenes del movimiento Okupa. Estos jóvenes estuvieron en La Punta okupando, luchando, trabajando y viviendo con nosotros. Como unos vecinos más. A ellos, todo nuestro agradecimiento.

 

Os enfrentasteis contra un gran enemigo: la Autoridad Porturaria de Valencia (uno de los poderes fácticos de la ciudad), la Generalitat Valenciana y el Ayuntamiento.

En efecto, luchamos contra el gobierno valenciano (primero contra el PSOE de Joan Lerma y después contra el PP de Camps), el consistorio y el puerto (que depende del Ministerio de Fomento). Pienso que si hubiera justicia, ahora que se ha declarado ilegal el proyecto, la fiscalía debería inculpar de oficio a los máximos responsables. Y estos tendrían que pagar por daño moral respondiendo con su patrimonio personal.

Denunciasteis en su día todo tipo de maniobras mafiosas con el fin de desahuciaros.

 

Podría ponerte muchos ejemplos. Un día llegaron unos «señores» a mi casa, donde se hallaban mis dos hijas, y les amenazaron. Intentaron entrar muchas veces. También recuerdo que, en medio de las luchas y después de una manifestación, un importante empresario nos amenazó con la pistola en el cinto. En otra manifestación, estando en el servicio de orden nos embistió un automóvil (era gente del puerto de Valencia). Historias así hay muchísimas. En la casa de otra vecina, «Reme», durante una comida familiar entró un grupo de gente con escopetas recortadas para amenazarlos. Todo está denunciado…

Por último, ¿Qué balance haces transcurridos los años?

 

La Punta se perdió por los errores garrafales que cometió determinada gente con responsabilidad. No se puede dejar a los vecinos a solas únicamente porque no nos vinculáramos directamente a los partidos políticos. Pero, como te decía, tampoco nos apoyaron los movimientos sociales. Ni los sindicatos agrícolas. Del PSOE, prefiero no hablar. No hicieron nada por nosotros. EUPV-IU poco podía hacer porque, durante un tiempo, no tenían representación en el Ayuntamiento ni en la Generalitat. Cuando la tuvieron, es cierto que nos faciliataron información desde dentro del consistorio.