En el conflicto de Malí es preciso dejar de hacer el paradigma entre islam y terrorismo, y la guerra entre el sur de este país y el norte habitado exclusivamente por los tuareg yihadistas. Se trata de simplificaciones y generalizaciones abusivas, que pasan por alto los aspectos históricos y estructurales que el presente análisis pretende […]
En el conflicto de Malí es preciso dejar de hacer el paradigma entre islam y terrorismo, y la guerra entre el sur de este país y el norte habitado exclusivamente por los tuareg yihadistas. Se trata de simplificaciones y generalizaciones abusivas, que pasan por alto los aspectos históricos y estructurales que el presente análisis pretende exponer para comprender este conflicto en su totalidad, con la consiguiente identificación de los actores internos y externos, y las perspectivas que se presentan.
El país cuenta 13 millones de habitantes y está integrado principalmente por los peul, bambara, malinké, soninké, senufo, songhai, dogon y tuareg (el 10 por ciento de la población del norte, donde los songhai constituyen la etnia mayoritaria), y comparte fronteras con siete países del África Occidental. Es la suma, por su superficie, de los territorios de Costa de Marfil, Guinea Conakry, Senegal, Burkina Faso, Benín y Togo.
Desde finales de la década los 60 se produjeron tres golpes de Estado: el 18 de noviembre de 1968, el general Moussa Traoré derribó a Modibo Keita e instauró una dictadura feroz. Fue derribado, a su vez, el 26 de marzo de 1991 por el general Amadou Toumani Touré, llamado ATT, y que se ganó el apodo de «soldado de la democracia» por instaurar el proceso de democratización con la celebración de las elecciones multipartidistas, ganadas por Alpha Oumar Konaré, que tras sus dos mandatos, se retiró dando paso, tras el veredicto de las urnas a ATT. A este último, un grupo de oficiales subalternos, liderado por el capitán Amadou Haya Sanogo, le echó del poder en marzo de 2012, como resultado de la corrupción reinante, la inoperatividad del Estado, y de los altercados ocurridos con los movimientos separatistas tuareg en el norte del país.
Durante todo este tiempo, el Estado maliense tuvo que enfrentarse a las rebeliones de los tuareg que venían reclamando su propio Estado, el Azawad, en el norte del país. En los cincuenta últimos años, se han producido cuatro rebeliones tuareg para conseguir este objetivo, al considerar este grupo nómada las fronteras como un impedimento a sus actividades, además del sentimiento de exclusión económica y social por Bamako.
I. Las causas históricas, intermedias y actuales del conflicto maliense
A. Causas lejanas
El conflicto de Malí tiene raíces que se remontan al periodo precolonial con el ataque del imperio de Malí de Kankan Musa, en el siglo XV, por los tuareg, que se aprovecharon de las disputas internas para conquistar las ciudades del norte como Gao, Tombuctú y Mema, imponiendo el islam.
Las dimensiones coloniales del conflicto tienen que ver con la Conferencia de Berlín (1884-1885), donde las potencias europeas se dividieron el continente africano en función de sus intereses económicos y políticos, y en el descuido de las realidades socioculturales y medioambientales locales. En el caso de Malí (llamado entonces «Sudán francés») se unió en un mismo territorio a pueblos con diferentes características y modos de vida: la población del sur sedentaria y la del norte nómada, junto a un desarrollo desigual entre ambas partes, favoreciendo a los sureños (que no se opusieron a la colonización, al contrario de la rebelión tuareg del norte), y que heredaron el aparato del Estado en el momento de la descolonización.
El 22 de septiembre de 1960, el Sudán francés accede a la independencia bajo el nombre de Malí, liderado por Modibo Keita. Las fronteras, arbitrarias y artificiales del país se mantuvieron tal y como fueron definidas en su día, conforme a la ideología jacobina, con la consiguiente negación del derecho a la autodeterminación de los grupos étnicos.
B. Causas intermedias
Los programas de ajuste estructural (PAE) de las instituciones financieras internacionales (Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional), impuestos en la década de los 80 y 90, empeoraron la situación del país como consecuencia de las privatizaciones y de la máxima apertura externa. El resultado fue la descomposición política y económica de muchos Estados africanos, sometidos a los deberes externos en detrimento de las obligaciones internas.
En el caso concreto de Malí, la liberalización de la economía y la privatización de las empresas públicas, en el marco de los PAE, tuvieron como consecuencia la destrucción de la educación y de la salud, la agudización de la extrema pobreza, del desempleo y de la precariedad, favoreciendo, sobre todo en el norte, la emigración de los jóvenes y las iniciativas de las instituciones de caridad islámicas, que se sustituyeron al Estado ausente.
En 1994, Francia procedió a la devaluación del franco CFA (moneda común de 14 países africanos ex colonias francesas), conforme a las recomendaciones de las instituciones financieras internacionales (IFI). El resultado fue la pérdida del poder adquisitivo y la pauperización de amplias capas de la población.
C. Causas inmediatas
C.1. La crisis argelina de los 90
Argelia se hundió en esta década en una cruel guerra civil tras el golpe de Estado militar, para impedir el acceso al poder del Frente Islámico de Salvación (FIS), tras su victoria en las urnas. El fin de la guerra civil en este país condujo a las formaciones terroristas de los Grupos Islámicos Armados (GIA), convertidos en el Grupo Salafista para la Predicación y el Combate (GSPC), después en AQMI, a refugiarse en el norte de Malí donde se reorganizaron ante la indiferencia y/o impotencia del gobierno de Malí. Es decir, el norte de este país se convirtió en la retaguardia de grupos islamistas armados, movilizados y financiados por los fundamentalistas saudíes.
C.2. La guerra civil en Libia en 2011
Es preciso también vincular el conflicto de Malí con la guerra civil en Libia, que desestabilizó todo el Sahel. Muchos jóvenes tuareg se alistaron en el ejército de Gadafi en las décadas anteriores, algunos incluso lucharon al lado de los talibanes en Afganistán. Procedieron al traslado masivo de armas ilegales a Malí, en el momento en el que los bombardeos de la OTAN (encabezada por Francia y Gran Bretaña) destruían las infraestructuras militares del coronel Gadafi. Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), que luchaba al lado del régimen libio, se aprovechó también de la situación para sacar las armas del país hacia Malí, incrementando considerablemente su capacidad militar y movilidad en el Sahel. En este contexto, los soldados tuareg del AQMI regresaron fuertemente armados a Malí, dispuestos a llevar a buen puerto la causa por la que luchaban: la realización de su sueño de independencia del Estado de Azawad. A todo ello, es preciso añadir la entrega de armas, en paracaídas en el sur de Libia, por Sarkozy, echando gasolina al fuego. De este modo, la caída de Gadafi se convirtió en el exportador del caos, el terrorismo y la militarización en el Sahel.
C.3. Las torpes estrategias de ATT para mantenerse en el poder
El presidente ATT, llegando a final de sus dos mandatos, puso en marcha subterfugios de todo tipo para prolongarlos, impidiendo la celebración de las elecciones. Esto se sumaba a su mal gobierno, con la implicación de los altos cargos políticos y militares en el tráfico de drogas, armas y actividades criminales en el norte del país, además del desconcierto total ante la rebelión que acababa de estallar en esta región y la descomposición de la clase política o gobernante maliense. Lo que condujo al mencionado golpe de Estado del capitán Sanogo, con el respaldo de la sociedad civil.
A todos estos factores, se puede añadir la desertificación en el norte del país en la década de los 80 y 90 (en particular entre 1990 y 1997), que no sólo expulsó hacia Libia a muchos jóvenes tuareg reclutados en el ejército de Gadafi, sino que además generó conflicto agrarios, y no étnicos, nacidos de las sequías.
II. Los actores locales del conflicto
A. El Estado maliense
Durante mucho tiempo se presentó a Malí como un modelo de democracia y de crecimiento económico, y se perdió de vista que era un «simulacro de democracia», impuesto según los criterios occidentales, y destinado a complacer a sus padrinos extranjeros, las IFI. En realidad, se instauró en este país el nepotismo, la corrupción y una nueva clase de nuevos ricos, tal y como denunció repetidas veces Aminata Traoré. El gobierno se desentendió de los problemas de desarrollo, en particular en el norte del país. Además, el ejército maliense es débil, mal equipado y desanimado.
B. Los movimientos rebeldes: tuareg e islamistas
Entre estos movimientos, es preciso mencionar, principalmente, los siguientes: El Movimiento Nacional para la Liberación del Azawad (MNLA), movimiento laico tuareg, que inició la rebelión en abril de 2012 para crear un Estado tuareg en la región del Azawad; Ansar Dine (los defensores de la religión), milicia de origen tuareg, integrado por salafistas fundamentalistas, cuyo principal objetivo es la conquista de todo el territorio maliense y la imposición de la ley islámica, la sharía; el Movimiento para la Unicidad y el Yihad en África Occidental (MUYAO), salafista, el cual es una emanación del AQMI, y con pretensiones cercanas a las de Ansar Dine.
AQMI que se juntó a la rebelión tuareg iniciada por el MNLA, se propuso como principal objetivo la conexión de los movimientos salafistas sahelianos y del norte de África con Boko Haram o «los talibanes del norte de Nigeria», que armaba y entrenaba. Quiso aprovecharse del debilitamiento del gobierno de Malí para crear en la región el núcleo de un Estado islámico. Después se separó del MNLA, al que echó de varias zonas del norte, para juntarse a Ansar Dine, próximo a los tuareg, y al MUYAO, integrado por mauritanos y malienses, para imponer la sharía en las principales ciudades del norte de Malí.
Por lo tanto, el MNLA terminó cambiando de estrategia aliándose, en junio de 2012, con el ejército maliense con el objetivo de derrotar a sus aliados de ayer, las milicias islamistas radicales.
III. La intervención francesa: ¿neocolonialismo o lucha contra el terrorismo?
La «operación Cerval», desde que se llevó a cabo el 11 de enero de 2013, para hacer frente al avance de los yihadistas, tras la caída de la ciudad estratégica de Konna, en el centro (lugar de paso entre el norte y el sur del país), ha suscitado reacciones opuestas. Para unos, se trata de una operación neocolonialista. Para otros, era necesaria, para salvaguardar la integridad territorial de Malí contra los ataques terroristas.
Francia justifica su intervención por la invitación del presidente interino Dioncounda Traoré; el visto bueno de la organización regional (CEDEAO), y la resolución 2085 del CS de la ONU, que autorizó tácitamente dicha intervención.
En su entrevista con la RFI y TV5 Monde, el 31 de mayo de 2013, el presidente François Hollande (propuesto por la Unión Africana al «premio Houphouët-Boigny», destinado a las personas que han contribuido a la paz en África), tras hacer un balance positivo de la operación que ha conseguido, según él, importantes resultados militares y prácticos, manifiesta que la principal razón de esta intervención es la liberación de Malí de la dominación e influencia terroristas.
Sin embargo, y de acuerdo con Aminata Traoré, las verdaderas razones de la intervención de Francia son:
- Económicas: el acceso al uranio de Níger (en la zona fronteriza con Malí), fundamental para la independencia energética de Francia, y que explota la multinacional francesa AREVA.
- De seguridad: la lucha contra la presencia en la zona de grupos terroristas que se dedican a la toma de rehenes franceses y a la gran criminalidad, y en particular al narcotráfico y la venta de armas.
- Geopolíticas: el contrarrestar la presencia de China en la zona y la lucha contra los flujos migratorios procedentes de esta región.
En fin, la ayuda a Malí tendrá un precio. El presidente Dioncounda Traoré está obligado por Francia (que le salvó de otro golpe de Estado que preparaba el capitán Sanogo) a negociar con los tuareg moderados e independentistas del MNLA, favorables a los intereses franceses. De este modo, el MNLA conseguirá muchos de sus objetivos que no pudo alcanzar por las armas. El MNLA, que no es representativo del pueblo tuareg, sigue controlando la ciudad de Kidal donde se niega a la presencia de las tropas malienses para evitar supuestamente los enfrentamientos. Francia exigió que se respetara la fecha de celebración de las elecciones en Malí (el 28 de julio de 2013), aunque no estuvieran reunidas las condiciones objetivas para su celebración, en particular la reconciliación, la estabilidad y la creación de instituciones democráticas, en las que ha de participar el MNLA, y que se tome en cuenta los intereses de los tuareg, repartidos como es sabido en áreas de Argelia, Libia, Níger y Malí. Es decir, zonas ricas en hidrocarburos y recursos minerales.
IV. Los países africanos y la ONU ante el conflicto de Malí
Todos los países africanos, anglófonos, francófonos y lusófonos, han aplaudido la intervención francesa, o han guardado silencio. No ha habido ninguna condena a la intervención «neocolonialista», como sucedió en otras ocasiones (Costa de Marfil y Libia). La principal razón es el rechazo al terrorismo y, sobre todo, el apego al principio de la intangibilidad de las fronteras heredadas de la colonización de la OUA/UA.
Por su parte, la CEDEAO intenta implicarse en el conflicto a través de la Misión Internacional de Apoyo a Malí (MISMA), que apenas ha empezado a desplegarse sobre el terreno.
Sin embargo, todo deja entrever la futura transformación de la fuerza africana en una operación de mantenimiento de la paz de la ONU o la denominada Misión Multidimensional Integrada de las Naciones Unidas en Malí (MINUMA), que será operativa en julio de 2013, con el objetivo de contener a los grupos islamistas, encargarse de la seguridad en las zonas pacificadas, proteger a los civiles y respaldar el proceso político. De este modo, Francia intenta retirar paulatinamente sus tropas del país, reduciendo sus efectivos a 1.000 soldados de aquí a finales del año. Dicho con otras palabras, se crea una fuerza paralela, dejando la lucha antiterrorista a las tropas francesas.
V. Conclusión y perspectivas
La resolución del conflicto de Malí pasa por la adopción de un nuevo modelo federal de Estado y la eliminación de las fuentes de financiación de los grupos terroristas.
Sin embargo, las principales fuerzas políticas malienses se oponen a la solución federal: el gobierno sigue apostando por un Estado unitario y centralizado (sólo permitiendo algunas formas de descentralización) y el MNLA por un Estado tuareg. Es decir, la ausencia de voluntad política para conseguir la reconciliación nacional, pues muchos tuareg siguen considerando a los negros como esclavos o descendientes de esclavos (los bella).
El error que se ha cometido por ahora ha consistido en dar prioridad a la solución militar (operación Cerval, MISMA, MINUMA…), a los que se ha dedicado importantes fondos, que bien pudieran haberse dirigido a la educación, la sanidad, el agua, la vivienda, la agricultura y el medioambiente (lucha contra la desertificación) o la creación de empleos para la juventud condenada a la precariedad. Son estos aspectos descuidados los que crean el caldo de cultivo o la adhesión de los jóvenes a los grupos yihadistas y de narcotraficantes, y de futuras rebeliones y revueltas.
A pesar de reducir considerablemente sus capacidades de acción los grupos yihadistas radicales, siguen siendo operativas. Algunos grupúsculos de estos movimientos, refugiados en los montañas inasequibles de Ifoghas y en el sur de Argelia y Libia, siguen cometiendo atentados en Gao y Tombuctú, e incluso extendiendo sus ataques a las ciudades nigerinas de Agadez y Arlit, bajo la instigación de Mokhtar Belmokhtar, el jefe yihadista, responsable de la toma de rehenes en Argelia (In Amenas) en enero de 2013.
Nada puede asegurar, a raíz de lo sucedido en Irak, Afganistán y Libia, que la lucha antiterrorista acabará en Malí con aquellos movimientos. Tampoco se puede confiar en la fuerza de mantenimiento de la paz de la ONU, que no pudo conseguir dicho objetivo, por ejemplo, en la República Democrática del Congo después de 15 años de presencia de sus tropas. La solución debe ser política, mediante el diálogo entre los malienses, y en el campo social, es decir, mediante un amplio programa de desarrollo y de lucha contra la pobreza en todo el país, y en particular en el norte, como se hizo en el vecino Níger, empezando por la renuncia a la militarización y al neoliberalismo, que ha agudizado la precariedad y la miseria. Es triste, según lamenta el informe del grupo parlamentario galo «Sahel», que los cuatro meses de la intervención francesa hayan costado unos 200 millones de euros; es decir, un monto superior a los fondos dedicados por la cooperación bilateral francesa al desarrollo rural en la última década.
Los problemas estructurales que han conducido al conflicto de Malí siguen intactos, y no van a ser resueltos por la celebración de las elecciones.
Mbuyi Kabunda es profesor e investigador en el Instituto Internacional de DDHH de Estrasburgo y profesor visitante en distintas universidades españolas.
Artículo publicado en el número 57 de Pueblos – Revista de Información y Debate, tercer trimestre de 2013.