Después de 45 años de abandono y silencio, el Sáhara Occidental o provincia 53 de España, sigue sumida en el mayor de los olvidos posibles, sufriendo la división de un pueblo hermano, la privación de las libertades y el sometimiento a los dictados de una monarquía despótica y cruel como es la marroquí. Todo ello, con la tolerancia de los organismos internacionales y la connivencia de las “democracias” occidentales para las que priman la expoliación de los recursos naturales saharauis negociados con el ocupante, a la defensa de sus derechos como pueblo soberano que debe ser.
Para entender este conflicto, hay que situarse en la etapa pre-democrática en la que se dieron una serie de condiciones favorables para los planes expansionistas de Hassan II. El primero era el apoyo de Francia y EE.UU. con que contaba Marruecos y el segundo la situación política que España vivía en ese momento con Franco moribundo, una dictadura debilitada por los acontecimientos sociales que vivía y un heredero nombrado por el dictador que necesitaba acreditarse internacionalmente para que fuera reconocido en una nueva etapa que habría de venir tras la muerte inminente del dictador. A ello hay que añadir la parálisis reinante en el gobierno de Arias Navarro consciente ya, de que el fin de la dictadura estaba anunciado y que la democracia había ganado la calle.
El apoyo con que contaba Hassan II, reforzó sus tesis expansionistas y osó desoír el dictamen del Tribunal internacional de Justicia de La Haya, hecho público el 16 de octubre de 1975 (y solicitado por el mismo Marruecos), en el que no se reconoce soberanía alguna de este país sobre el Sáhara Occidental.
No obstante ese mismo día Marruecos anuncia la Marcha Verde con el siguiente pronunciamiento: “Tenemos que iniciar una marcha verde desde el Norte de Marruecos hacia el Sur y desde el Este al Oeste. Tenemos, querido pueblo, que levantarnos como un solo hombre, con orden y organización para dirigirnos al Sáhara y encontrarnos con nuestros hermanos allí”. Lo que habría de venir, es sobradamente conocido. Napalm, fósforo blanco, muerte y un largo exilio para la mitad del pueblo saharaui que huye y encuentra refugio en Tindouf al amparo del gobierno argelino y que, 45 años después, aún sigue viviendo en esas condiciones.
El 21 de octubre de 1975, el entonces príncipe Juan Carlos de Borbón, heredero del dictador, se niega a aceptar la jefatura del Estado con carácter interino. Quiere plenos poderes para poder actuar en el Sáhara Occidental.
Una semana después (31 de octubre), el monarca español asume la jefatura del Estado y ese mismo día convoca un Consejo de Ministros en la Zarzuela con un tema prioritario, el Sáhara. Juan Carlos manifiesta su férrea determinación de ponerse al frente de la situación. Lo que oculta, es que ya ha enviado a su hombre de confianza, Manuel Prado y Colon de Carvajal, a Washington a negociar las condiciones con el entonces Secretario de Estado, Henry Kissinger.
Juan Carlos es consciente de que una guerra colonial con Marruecos, podría precipitar los acontecimientos y hacerle perder su corona antes de ceñirla.
El Secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger acepta la mediación solicitada por el nuevo jefe del Estado español e intercede ante Hassan II y en las siguientes horas se firma un pacto secreto por el que Juan Carlos se compromete a entregar el Sáhara español a Marruecos a cambio del total apoyo político de EE.UU, en su andadura como rey de España.
El 2 de noviembre Juan Carlos visita las tropas españolas en El Aaiún a los que no duda en decirles: “España no dará un paso atrás, cumplirá todos sus compromisos, respetará el derecho de los saharauis a ser libres”. Y también dice: “No dudéis que vuestro comandante en jefe estará aquí con todos vosotros, en cuanto suene el primer disparo”.
Lo que sucedió después es de todos conocido.
Juan Luis Vallina Ariznavarreta, directivo del Ateneo Republicano de Asturias y fundador de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui
Fuente: https://www.cronicapopular.es/2020/04/la-traicion-al-pueblo-saharaui/