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Sybrina Fulton, madre de Trayvon Martin

«Hizo falta que le pegaran un tiro a mi hijo para que me pusiera en pie»

Fuentes: The Guardian / El diario

Su hijo adolescente fue asesinado en 2012 por un vecino armado en un ataque que conmocionó a EEUU e impulsó Black Lives Matter. Desde entonces, Sybrina no ha dejado el activismo y en los últimos meses ha dado sus primeros pasos en política.

Pocas personas han tenido una entrada en la vida pública tan involuntaria y con perfil tan alto como Sybrina Fulton. Hasta febrero de 2012 estaba satisfecha de ser una habitante más de Florida. Anónima y empleada por el Departamento de Vivienda de la ciudad de Miami mientras criaba dos hijos junto a su exmarido, Tracy Martin. Pero entonces, uno de sus hijos, Trayvon, de 17 años, fue asesinado a tiros.

Una tarde, Trayvon iba caminando hacia casa de la novia de su padre. Iba desarmado y metido en sus cosas. Entonces un vecino armado, un vigilante de barrio, George Zimmerman, decidió que el comportamiento del chico era sospechoso. Llamó a la policía y, desoyendo el consejo de los agentes, decidió seguir a Trayvon. 

Poco después tuvieron un encuentro violento y Zimmerman mató al chico. Zimmerman alegó que lo había hecho en defensa propia. En el juicio, cinco meses después, fue declarado no culpable de asesinato en segundo grado [intencional pero sin premeditación].

El incidente llamó la atención de medios de todo el mundo, detonó protestas callejeras masivas y marcó el inicio del movimiento Black Lives Matter [Las vidas negras importan]. Fulton se convirtió, de un día para otro, en su cara visible, encabezando marchas de protesta y pronunciando discursos claros y directos, pronunciados muchas veces con lágrimas en los ojos y el luto fresco y a flor de piel. «Esto no va de blanco y negro», dijo durante una protesta. «Es sobre lo correcto y lo incorrecto». 

Ocho años más tarde, Fulton, de 54 años, tiene un papel público a nivel nacional. Es activista, escritora, oradora y columnista. Su trabajo la ha puesto en contacto con personas poderosas como la familia Obama, que la invitaron a la Casa Blanca (Barack Obama dijo que Trayvon pudo haber sido él mismo 35 años antes), Hillary Clinton, Jay-Z y Beyoncé (que la incluyó en un álbum visual de título Lemonade). El año pasado Fulton hizo su primera incursión en la política. Lo ha descrito así: «Hizo falta que le pegaran un tiro a mi hijo para que me pusiera en pie». 

A Fulton la arrojaron al foco mediático. Pero tomó la decisión de quedarse. En una conversación a través de Zoom desde su casa de Florida explica que tras la muerte de Trayvon sabía que su vida y su privacidad no volverían a ser lo mismo. 

«Me negué a quedarme callada. Mi hijo se quedó sin voz y yo me negué a permitir que se convirtiera en alguien tiroteado hasta la muerte por alguien que no ha pasado por prisión. Comencé centrándome en Trayvon. Así entré en el activismo. Después descubrí que todo esta va más allá de Trayvon”. 

Esa transformación no fue, en ningún caso, automática. «La mayor parte de mi vida, el 95%, fui feliz. Mi vida fue plena. Cuando llegó la tragedia, me descubrí en un lugar oscuro, uno que desconocía. Y no sabía cómo manejarlo. La gente me decía que no sabía manejarlo. La gente me decía lo fuerte que era, pero yo no me sentía así. Me sentía débil, desesperada», cuenta mientras se seca las lágrimas con un pañuelo. Detrás de ella hay una estantería con fotos de Trayvon.

«Todos los días me decía a mí misma lo fuerte que era. Lo era. Pero no me sentía así. Necesitaba que la imagen que transmitía fuera similar a lo que sentía por dentro. Fue entonces cuando comencé a creer en mí misma. Comencé a confiar en Dios, rezaba y meditaba. Un día me miré en el espejo y me dije: eres fuerte». 

Fulton ha sido más activa que nunca desde que el movimiento Black Lives Matter explotó de nuevo el año pasado. Los asesinatos de George Floyd, Breonna Taylor y Ahmaud Arbery, de gran impacto público y que distan mucho de ser los únicos, actuaron como catalizadores del que se considera el mayor movimiento de protesta de la historia de Estados Unidos. 

Se calcula que hasta 25 millones de estadounidenses han participado en protestas contra el racismo y la violencia policial el verano pasado. El nombre y la imagen de Trayvon son, todavía, imagen y elemento fundamental del movimiento. A ellos se hace referencia en redes sociales, pósters o en gestos de estrellas del deporte como la tenista Naomi Osaka, que se puso una mascarilla con su nombre durante su participación en el US Open el pasado mes de septiembre. 

Sea cual sea el confort que Fulton siente cuando el nombre de su hijo es objeto de muestras de respeto, que siga ahí muestra lo poco que se ha avanzado desde su muerte. Ve que existe un paralelismo, por ejemplo, con el caso de Arbery. Como Trayvon, era un joven negro desarmado cuyo único «crimen» era estar en una zona en la que alguien –civiles y no policías– pensó que no debía estar. Hacía ejercicio en un barrio de Georgia cuando tres hombres armados decidieron seguirle en sus vehículos dando pie a un encontronazo fatal. 

En todo caso, y a diferencia de lo que pasó en el caso de Trayvon, las muertes de Floyd y Arbery están grabadas. «La gente se vio forzada a ver una verdad incómoda», dice Fulton. «Se obligó a la gente a que viera aquello con lo que los afroamericanos tienen que lidiar a diario. Lo vieron con sus propios ojos y no han sido capaces de gestionarlo, por eso hay tanta gente sumando fuerzas en las calles. Nunca ha habido tantas personas blancas apoyando Black Lives Matter». 

Fulton se obligó a ver el vídeo de la muerte de Floyd. «No hice comentario alguno en varios días. No podía. Era…». Pierde el hilo. Se detiene para secarse las lágrimas. «Es, realmente, de verdad, de verdad, una situación muy mala. No entiendo el sistema de justicia, las políticas de la policía, sus procedimientos… si eso es lo que llamamos ‘servir y proteger’… una persona a la que tan sólo había que detener… ¿cómo pudo acabar muerta?»

Al menos, la discusión abierta a lo largo y ancho del país y el debate en marcha sobre el papel de la policía, le reconfortan. Igual que el cambio de Gobierno. La respuesta del Gobierno presidido por Donald Trump a las protestas del año pasado fue, en muchas ocasiones, excesiva, violenta, alentada por la retórica presidencial, pura inflamación. Como lo eran sus negativas a condenar en público a supremacistas blancos como los Proud Boys. Trump describió a BLM como un «símbolo de odio» que «está destruyendo muchas vidas». 

La presidencia de Joe Biden supone un cambio bienvenido y necesario. Mucho, dice. En lo que respecta a la justicia racial en particular, es optimista. «Ha admitido que hay un problema que hay que abordar. Reconocer el problema es el primer paso. Muchos no han reconocido el hecho de que en este país existen diferencias raciales. Se niegan a intervenir sobre problemas como la reforma policial, la injusticia del sistema de justicia, la discriminación en materia de vivienda o el encarcelamiento masivo, por nombrar sólo algunos».

De la calle a la política

Ahora se debate si BLM ha tocado techo como movimiento de protesta y cómo traducir ese activismo en representación política. Muchas madres con experiencias similares a la de Fulton ya transitan por esa vía. Lezley McSpadden -la madre de Michael Brown, cuyo asesinato en 2014 a manos de la policía en Ferguson, Missouri, alimentó la primera ola de protestas de BLM– se presentó como candidata al Ayuntamiento de Ferguson en 2019. Quedó tercera. 

Desde la muerte de Brown, ese Ayuntamiento ha pasado de tener una sexta parte de concejales negros a tener la mitad. Más éxito ha tenido Cori Bush, una exenfermera que también entró en política a raíz de la muerte de Brown y que en 2020 fue elegida congresista por el distrito 1 de Missouri. O Lucy McBath, cuyo hijo Jordan Davis, de 17 años, también fue asesinado a tiros en Florida en noviembre de 2012 tras una discusión porque tenía la música alta. Ahora es la representante demócrata por el 6º distrito del Congreso de Georgia, tras derrotar a un republicano blanco y a favor de las armas en las elecciones legislativas de 2018.

Candidata en Miami

El pasado mes de agosto, Fulton se presentó como candidata a representante del condado de Miami-Dade. Su candidatura proponía mejoras en el ámbito local, control de armas y una defensa de la gente corriente (no pidió que se retirasen fondos de la policía). Fulton ha vivido toda su vida en la zona que pretendía representar. Se licenció en inglés en la Florida Memorial University, una universidad con una mayoría de estudiantes negros y con fuertes vínculos cristianos. Luego trabajó durante más de 25 años para la Agencia de Desarrollo de la Vivienda del Condado de Miami-Dade.

Su candidatura recibió el apoyo, entre otras, de Hillary Clinton, Cory Booker y Elizabeth Warren, pero perdió frente a Oliver Gilbert, exalcalde de Miami Gardens (que también es afroamericano), por sólo 331 votos. «Nunca me vi involucrada en política, pero decidí presentarme porque en mi propia comunidad sucedían cosas que no me convencían», dice. ¿Se plantea volver a presentarse? «Bueno, mucha gente me ha dicho: ‘Tienes que volver a hacerlo porque estuvo muy cerca’. Para ser sincera, no puedo decírtelo ahora mismo. Lo estoy pensando. Tengo claro que voy a darle vueltas y veré si hay otra posición a la que quiera presentarme en un futuro próximo».

Marcha celebrada en 2012 en Seattle en apoyo a Trayvon Martin y su familia.

El trabajo de Fulton ha sido casi siempre apolítico y de base, orientado a la reconciliación, la comunidad y la oportunidad. En 2012 creó la Fundación Trayvon Martin, que ahora dirige junto con el padre de Trayvon y su otro hijo, Jahvaris Fulton, de 30 años. Su trabajo se centra en cuestiones relacionadas con la violencia de las armas, el empoderamiento de los jóvenes afroamericanos y el apoyo a las familias. 

Desde 2014, por ejemplo, Fulton ha organizado cada año un Círculo de Madres en Florida. En él se reúnen un centenar de madres de todo el país que han perdido hijos o familiares a causa de las armas durante un fin de semana. «Se trata de sanar la mente, el cuerpo y el alma. Nos reímos juntas, lloramos juntas y nos abrazamos. Hacemos todas esas cosas que a los hombres les resultan extrañas», ríe. 

«No hace falta conocerse para hacerlo; tenemos compasión. No digo que los hombres no la tengan, pero es más fácil para nosotras curarnos como grupo». Lamenta no haber podido celebrar el evento el año pasado por culpa de la COVID-19. «Tuvimos que hacer una llamada de Zoom, que no es lo mismo que tener gente a tu alrededor con capacidad de abrazarte». Pero el Círculo de Madres es una red que crece. Esas madres están volviendo a sus comunidades y formando sus propios círculos locales. «Así es como se cura este país».

Mujeres fuertes

Fulton viene de una larga tradición de mujeres fuertes. Nacida en Miami, creció con su bisabuela, su abuela y su madre. «No digo que no hubiera hombres fuertes, pero las mujeres de mi familia eran dominantes. Eran cariñosas, pero al mismo tiempo se ocupaban de todo. De los niños y de sus maridos. Iban a trabajar, mantenían la casa limpia, cocinaban, ahorraban dinero y se iban de vacaciones. Las veía hacer de todo. Eran mis supermujeres».

Tras una entrada política alentadora, la vida de Fulton podría encontrarse ahora ante otra encrucijada; al igual que el país. ¿Qué le gustaría que pasara ahora?

«No creo que Black Lives Matter desaparezca mientras las vidas negras no sean iguales», dice. «Ahora no es posible. Este sistema que tenemos ahora no puede seguir. No puede ser que nos sintamos extranjeros en nuestro propio país. Queremos estar cómodos en nuestras propias casas, estar cómodos corriendo por la calle, poniendo la música demasiado alta o, en el caso de Sandra Bland, simplemente ser detenidos. [Bland fue detenida violentamente por una infracción de tráfico menor en Texas en 2015. Tres días después apareció ahorcada en su celda de la cárcel]». 

«Nos convertimos en un manojo de nervios cada vez que la policía nos para porque nunca sabemos cuándo nos van a disparar y matar». Es necesario un cambio positivo, dice, e incluso después de la salida de Trump, eso no ocurrirá de la noche a la mañana. «No se trata de cambiar las leyes; una ley es bastante fácil de cambiar. Se trata de cambiar la mentalidad. Eso es muy difícil».

En cuanto a su propio futuro, tanto si vuelve a la política como si no lo hace, es probable que siga activa y ocupada. «Seguiré luchando», dice. «No habría elegido esta vida. No habría elegido algo tan duro, pero me tocó esto. Sólo tengo que usar lo que está a mi alcance y asegurarme de que mi voz suena en positivo». Para lograrlo, acaba de terminar de escribir su segundo libro. El primero, Rest in Power: The Enduring Life of Trayvon Martin, fue escrito a cuatro manos con Tracy Martin y publicado en 2017. 

El próximo, ya sola, es de autoayuda y asesoramiento vital. «Hablo de cómo afrontar el regreso desde los lugares oscuros y tenebrosos por los que he pasado. ¿Cómo se vuelve de la pérdida de un hijo, de una casa, de un trabajo, de un padre? No se trata en absoluto de instrucciones, sino de un resumen de lo que hice y de lo que pasé para volver de ese lugar oscuro».

A pesar de su evidente fortaleza y resiliencia, nadie que haya perdido un hijo llega a superarlo de verdad. «La mayoría de mis días son buenos, pero sigo teniendo mis días malos. Tendré un hueco en mi corazón el resto de mi vida».

Traducido por Alberto Arce

Fuente: https://www.eldiario.es/internacional/theguardian/sybrina-fulton-madre-trayvon-martin-hizo-falta-le-pegaran-tiro-hijo-pusiera-pie_128_7215741.html