La vergonzosa declaración institucional del PSOE (inicialmente fue el presidente pero, a continuación, el aparato político y mediático del partido ha salido en tromba en su apoyo) intentando dar carpetazo al contencioso del Sáhara Occidental, puede haber sorprendido, por insólito, a quienes no estén al corriente de los pormenores de lo que allí ocurre desde 1975.
Empero, para quienes lleven tiempo comprometidos, o al menos al tanto de la lucha por la independencia de este territorio, antigua colonia-provincia española, y hayan seguido las posiciones políticas de los partidos con respecto al tema, no habrá resultado una sorpresa a tenor de la invariable posición mantenida por el partido socialista desde que ganara sus primeras elecciones en 1982.
La esperanza depositada en las palabras de Felipe González cuando, de visita en Tindouf, proclamó su célebre «estaremos con el Frente Polisario y los saharauis hasta la victoria final», se diluyó, como azucarillo en un vaso de café, al llegar al gobierno. González, Zapatero, Sánchez, por no mencionar a ministros como Trinidad Jiménez o Moratinos, jamás han declarado de manera taxativa que el referéndum de autodeterminación sea la vía justa y democrática para resolver un problema que se arrastra desde el comienzo de la Transición. Dada la oportunidad del momento hablamos del PSOE, pero al resto de partidos que han gobernado desde el 76 (en realidad solo dos: UCD y PP) pueden aplicarse similares consideraciones pues ninguno ha tenido voluntad política de resolver la situación.
El PSOE ha insistido en que España tiene que mantenerse neutral y que la solución vendría de un «acuerdo aceptable por las dos partes». Dos indiscutibles falacias: en un conflicto en el que la ONU encarga a un estado que lo administre, este no puede ser neutral, tiene que pringarse en la solución; y el acuerdo aceptable puede darse si las partes arrancan de la misma situación y detentan los mismos derechos, que no es el caso al ser uno el ocupante y el otro el ocupado. Siempre se han amparado en que, desde los Acuerdos Tripartitos de Madrid, España ya no es la potencia administradora, algo rotundamente falso, como se ha encargado de aseverar la ONU en multitud de ocasiones. Desde ese momento, la sumisión a los dictados de Hassan II y Mohamed VI ha sido total. Una inexplicable actitud timorata ha llevado al PSOE a no hacer frente a la chulería de la monarquía alauita y a callar ante sus continuos atropellos: el bombardeo con napalm de la población que huía hacia Argelia tras la Marcha Verde, el torpedeo a la celebración del referéndum acordado con el Polisario, la salida descontrolada de pateras hacia las costas españolas, la agresión a las aguas territoriales de Canarias, el expolio de unos recursos que no son suyos, la brutal represión contra la población saharaui en los territorios ocupados…
Llevamos mucho tiempo soportando los chantajes del régimen marroquí sin que el gobierno les ponga freno. Las justificaciones geoestratégicas o económicas que se manejan para justificar este cambio de política, no pueden estar por encima de las resoluciones de Naciones Unidas y de los Tribunales Internacionales sobre el respeto a los DDHH en el Sáhara ocupado y sobre el derecho a la autodeterminación e independencia del último territorio africano sin descolonizar.
No deja de ser sorprendente esta propuesta de autonomía calificada por Albares como la más «realista, seria y creíble» para solucionar un problema enquistado desde hace casi 50 años. Entre otras cosas, porque España no tiene legitimidad para decidir el futuro del pueblo saharaui. Es la población, tanto de los campamentos como del Sáhara ocupado, la que, a través de un referéndum de autodeterminación, debe manifestar su opción por la independencia o por su integración en Marruecos, como se acordó (con aval de la ONU) tras el alto al fuego que dio fin, en 1991, a la primera guerra entre las partes.
Todos sabemos cómo entiende una dictadura, como la de Marruecos, el concepto de autonomía. Si nos atenemos al ejemplo del Rif donde han reprimido, con brutal saña, las manifestaciones por la autonomía real de una región abandonada desde hace décadas, ¿alguien piensa que vaya a ser diferente en el Sáhara tras una ocupación que se mantiene inalterada desde la salida de España, en febrero de 1976?
Los medios de comunicación, que están centrados en exclusividad en el conflicto ucraniano, parecen olvidar que una segunda fase de la guerra en el Sáhara Occidental, entre el Polisario y el ocupante, está en plena vigencia desde noviembre de 2020 cuando Marruecos rompió el alto al fuego.
El gobierno español mira para otro lado en un conflicto que le afecta directamente como administrador del territorio. Y Marruecos niega que esté en guerra contra las unidades del Frente Polisario, mientras su ejército, compuesto por soldados tendenciosamente informados sobre lo que están defendiendo, sufre continuas bajas parapetado tras los 2.500 kilómetros de muro que separa el Sáhara ocupado de los territorios liberados.
Pedro Sánchez se ha aprovechado de la guerra en Ucrania para lanzar un órdago que se puede volver en su contra. En la opinión pública española, tiene mal encaje su actitud de firmeza (al menos en apariencia) con Putin y su claudicación servil ante Mohamed VI. ¿Se olvida de que en Tindouf viven 170.000 refugiados saharauis desde 1976 y otros tantos en el Sáhara ocupado? No es consciente o no quiere ver que lo que Putin está haciendo en Ucrania lo viene haciendo Mohamed VI, y antes su padre, en el Sáhara desde hace cinco décadas.
Con esta espantada, el presidente Sánchez consigue, por un lado, desprestigiar al Estado español en el ámbito de las relaciones internacionales por hacer dejación de su responsabilidad de potencia administradora encomendada por la ONU y compromete acuerdos de vital importancia como los que se mantienen con Argelia. Además, pone en serias dificultades la estabilidad de la coalición de gobierno y hace un vergonzante corte de manga a sus propios votantes que pudieron leer en su programa electoral que el PSOE promovería la solución del conflicto del Sáhara Occidental a través del cumplimiento de las resoluciones de Naciones Unidas.
Con ser todo esto grave, quizás lo más indignante es que, con esta sumisión a las pautas marroquíes, Sánchez ha dado por buena la invasión del Sáhara a sangre y fuego en 1975, la represión implacable del pueblo saharaui que, en los territorios ocupados, ha sufrido y sufre detenciones arbitrarias, desapariciones, torturas, violaciones, ejecuciones sumarias… y, ante la población saharaui que vive en los campamentos de refugiados, Sánchez se ha mofado de medio siglo de penurias. A mayores, el PSOE, a partir de las declaraciones de Sánchez, será responsable, político y moral de las víctimas que cause la actual guerra que mantiene el Frente Polisario, con legítimo derecho, contra el ejército invasor marroquí.
Va a ser difícil encarrilar de nuevo el tema, pero esperamos que la demostrada tenacidad del pueblo saharaui y la solidaria protesta de las gentes de bien lo hagan posible.
Francisco Gozalo Viejo y Aurelio Quintanilla Fisac son miembros de la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Segovia.
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