El pasado mes de febrero el presidente francés Emmanuel Macron, con un ojo puesto en las presidenciales, reconoció tácitamente el fracaso de la Operación Barkhane y anunció el comienzo del retiro de las tropas francesas que desde el 2012 “intentaron” contener el avance del terrorismo wahabita en Mali.
Lo que se terminó de concretar de manera total, tras una sucesiva transferencia de bases militares, en la mañana del pasado lunes 15 de agosto, cuando un convoy de unos cincuenta blindados de la Barkhane, con 300 legionarios y paracaidistas del Grupo Táctico del Desierto de Monclar estacionados en la ciudad de Gao, en el norte de Mali, cruzaron el puesto fronterizo de Labbézanga rumbo a Níger dejando atrás no solo a 59 camaradas muertos, una inversión inútil cercana a los 5.000 millones de dólares -solo en el espacio de 2015 a 2020- y uno de los más memorables desastres de su historia colonial. Además de haber provocado un exasperado espíritu antifrancés que amenaza con trascender fronteras.
Este renovado odio por la antigua metrópoli es lo que ha obligado a Francia a que también deba abandonar la Misión de Mantenimiento de Paz de las Naciones Unidas en Mali (MINUSMA), la que el Consejo de Seguridad de la ONU extendió hasta 2023.
Desde aquel anuncio de Macron, un poco sofisticado pero contundente, un mecanismo de sabotaje y presión contra Mali se puso en marcha para que esa retirada, como suelen hacer siempre las potencias coloniales, se convierta solo en un repliegue estratégico.
Las relaciones entre París y Bamako se comenzaron a deteriorar tras la negativa de los coroneles que protagonizaron los golpes de Estado del 2020 y 2021, agotados por la inoperancia de la clase política malí frente al terrorismo y aliada históricamente a los intereses franceses.
No cabe duda de que la partida de la Operación Barkhane da una oportunidad a los grupos terroristas que operan en la región: Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS) y la franquicia de al-Qaeda para el Sahel, el Grupo de Apoyo al islam y los musulmanes o GSIM (Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn), que han tenido un crecimiento exponencial desde la llegada de los franceses en 2012 extendiéndose desde un pequeño foco en el norte de Mali a Burkina Faso, Níger y algunos países del área del Golfo de Guinea, lo que ha provocado miles de muertos y millones de desplazados.
Por lo que la junta militar dirigida por el coronel Assimi Goita, quien al igual de algunos de sus camaradas ha hecho cursos de capacitación militar en Moscú, convocó al cada vez más intrigante Grupo Wagner -una compañía militar (mercenarios) rusa que ya opera en varios países africanos- para que asista a las FAMa (Fuerzas Armadas de Mali).
Si bien París, por ahora, ha debido obligatoriamente cerrar el capítulo Mali, no abandona en absoluto su presencia en las antiguas colonias, donde tiene importantes intereses económicos y estratégicos, muchos más en este momento de inestabilidad mundial por la contraofensiva rusa en Ucrania y la creciente tensión entre China y los Estados Unidos, que ha tenido históricamente como epicentro a Taiwán y que ahora se ha incrementado por el estúpido y provocador viaje de Nancy Pelosi.
Los restos de la Operación Barkhane han sido trasladados a Níger para que, desde Niamey, unos 1.000 soldados franceses continúen operativos con aviones de combate, drones y helicópteros, a los que se les podría sumar, según las circunstancias, un contingente adicional de entre 300 y 400 efectivos para operaciones especiales en las fronteras con Burkina Faso y Mali. Además, el Elíseo dispondrá de cerca de 1.000 hombres en el Chad y un número no revelado de tropas de elite que operan en otros puntos de la región.
La justicia malí, entre tanto, deberá investigar y resolver el confuso incidente de la cincuentena de militares de Costa de Marfil detenidos el pasado 10 de julio en el aeropuerto de Bamako, sospechados de ser mercenarios quienes pretendían, según la acusación: “delinquir contra el Gobierno y atentar contra la seguridad del Estado”. Los militares marfileños también han sido acusados de “tenencia, porte y transporte de armas de guerra”.
Según la defensa de los marfileños, que se mantienen detenidos en la escuela de gendarmería cercana a la capital malí y procesados recién el pasado viernes 12 de agosto, los detenidos habían sido contratados para brindar seguridad en las oficinas de una compañía aérea. Otras versiones señalan que llegaron a Mali para incorporarse a las fuerzas de la MINUSMA para lo que las Naciones Unidas, que dirigen dicha operación, no habrían hecho los trámites correspondientes.
A poco más de un mes de iniciado el conflicto, por ahora diplomático, las reuniones convocadas por el presidente de Togo, Faure Gnassimbé, el pasado 28 de julio en Lomé para resolver la cuestión, se han estancado, ya que Bamako exige no solo una disculpa oficial de Abiyán y el reconocimiento de que la responsabilidad del incidente ha sido de Costa de Marfil, sino que pretende la extradición de varios funcionarios del Gobierno como Ibrahim Boubacar Keïta, derrocado en el 2020, acusados de corrupción. Mientras los marfileños reclaman una disculpa formal de Bamako por la detención de sus 49 hombres.
Este confuso incidente ha generado tensiones entre Bamako y Abiyán y que podría parecer que este último estaría complotado con París para generar más inestabilidad en el atribulado gobierno del coronel Goita.
Presión francesa
Conociendo la historia colonialista de Francia cualquiera tendría razón de sospechar que París, con el anuncio de su retirada, no se quedaría cruzada de brazos viendo como su excolonia escapaba de su control dando un pésimo ejemplo al resto de las naciones africanas que padecieron y siguen padeciendo el yugo francés. Por lo que, utilizando el sonsonete de la postergada vuelta a la democracia de los coroneles, acusan a Bamako de perpetrar todos los crímenes que sí se comenten en el Chad, pero al ser el gendarme designado por Francia en el continente, a este país nunca se le ha reclamado absolutamente nada, mientras la dinastía Déby, por donde transita el poder de manera insolente desde hace más de tres décadas, no genera ninguna indignación y mucho menos represalias a la antigua metrópoli.
Más allá del aumento de las operaciones terroristas en el norte y centro del país, que en un acto inédito en estos últimos diez años atacaron una base militar cercana a Bamako -muy lejos de su área de influencia- se suman los ataques mediáticos y las campañas de prensa contra las FAMa, que en complicidad con el Grupo Wagner no dejan de producir matanzas de civiles y anuncios constantes del quiebre interno de la junta gobernante.
En una carta al jefe del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, en este periodo presidido por China, el pasado lunes 15 el ministro de Relaciones Exteriores de Malí, el coronel Abdoulaye Diop, solicitó una reunión urgente del Consejo de Seguridad, ya que en la carta denuncia que el espacio aéreo del país ha sido violado más de 50 veces en lo que va del año por Francia, utilizando drones, helicópteros militares y aviones de combate con el fin de recoger información para los khatibas terroristas que operan en el Sahel, a los que también se les han lanzado armas y municiones además de filtrar datos de inteligencia. En la carta Mali también denuncia que dos jefes terroristas habían sido transportados a principios de agosto por un helicóptero francés hasta un lugar cercano a Tombuctú (norte de Mali), por lo que la nación africana advierte de que si continúan las operaciones francesas en su territorio se reserva el derecho de utilizar la fuerza en legítima defensa.
Las acusaciones de Mali han resultado “sorprendentes” al nuevo jefe de la Barkhane, el general Bruno Baratz, quien declaró a la prensa desde la nueva base de la Operación en Niamey que “Es un poco insultante para la memoria de nuestros 59 camaradas y también para la memoria de todos los malienses que lucharon junto a nosotros y al personal de la MINUSMA que cayeron luchando por Malí”. Por su parte, la embajada francesa en Bamako también ha salido a desmentir la presentación de Mali ante la ONU. Mientras, el repliegue estratégico de Francia, más temprano que tarde, pasará a convertirse en una contraofensiva.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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