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Los zombis están (estamos) aquí

Fuentes: La Marea

Los modelos de producción y la falta de reconversiones reales están generando una masa de colectivos a los que el Estado ha ido abandonando a lo largo de los años.

Desde fuera, una placita con un parque infantil rodeado de bares, se ve una cortina que se mueve con el aire. No hay mucha brisa a esa hora, las seis de la tarde de un jueves de octubre en el centro de Sevilla –crisis climática mediante–, pero sí la suficiente como para llamar la atención de quien pasa por ahí. Hay una puerta y un letrero que dice El Puma ruge. Y la puerta está abierta. Sobre todo eso, está abierta. La cortina protege del sol a quienes van tomando asiento dentro y, de algún modo, marca la línea entre lo que significa tener un techo y quedarse en la calle. Muchas de las personas que están ahí, familias enteras, estuvieron en algún momento al borde del desahucio: José Antonio, Ana, Celes, Carmen… Ahora son ellas las que echan una mano a las que están a punto de serlo: Eduard, Rosalía, Maribel…

En ningún caso, ni antes ni ahora, el Estado, el mismo que salvó a la banca, rescató a estas familias. En ningún caso, el Estado, ni antes ni ahora, ha puesto al servicio de estas personas todo lo que en esa pequeña sala hay esta tarde, cada jueves por la tarde desde hace diez años: una mujer que estuvo a punto de perder su casa que ahora hace de trabajadora social –«tienes que pedir cita en el registro oficial del Ayuntamiento de tu pueblo y explicarles que debe hablar con el fondo de inversión que quiere echaros»–; un hombre que estuvo a punto de ser desahuciado que hace ahora de abogado –«firmaste esa cláusula suelo bajo presión, por tanto, eso hay que denunciarlo y lo ganamos en el juez»–; una mujer que pasó noches en vela pensando en que se quedaría en la calle que hace ahora de psicóloga –«no te preocupes, el desahucio se ha parado, lo que pasa es que el papel que te ha llegado del juzgado aún no conoce el acuerdo con el banco, tranquilo, no pasa nada, todo está bien»–. O esa misma mujer, que va citando caso a caso de memoria, intentando encontrar soluciones para cada situación. ¿Cuánto se está ahorrando la Administración con todos estos voluntarios? ¿Cuántos trabajadores sociales necesita? ¿Cuántas psicológas? ¿Cuántos abogados? Hoy se vuelve a hablar de vivienda con las subidas de tipos de interés, con la inflación, y, afortunadamente, con las propuestas de cine social, pero los desahucios nunca se fueron.

Durante todos estos años, la PAH ha estado realizando el trabajo que el Estado, por acción u omisión, no hace o ha dejado de hacer. Quienes están ahí dentro esa tarde y todas las tardes de jueves son personas a la que el sistema excluye, ha excluido, deja o ha dejado en los márgenes, parafraseando la reciente película de Juan Diego Botto. Como los niños y niñas que viven sin luz en la Cañada Real de Madrid sin que pase nada, como las personas mayores que malviven en las residencias públicas sin que pase absolutamente nada, como los migrantes que, siguiendo el vocabulario de Josep Borrell –sin que pase nada–, vienen de «la jungla» al «jardín europeo»; como los trabajadores y trabajadoras pobres, que, tampoco sin que pase gran cosa, ni llegan a fin de mes; como las reconversiones que no se terminan; como los trabajadores de Zumosol, que van a cumplir un año acampados en los aparcamientos de la fábrica en Palma del Río (Córdoba), instalados en una pesadilla. «Aquí han venido todos los colores políticos y todos dicen lo mismo. Nos hacen muchas promesas, que van a hacer todo lo posible por nosotros, pero ninguno de ellos ha hecho algo en concreto, que nosotros lo veamos, algo físicamente», dice Fernando Trujillo, uno de los 38 trabajadores afectados, en uno de los múltiples vídeos difundidos por las redes sociales. También han dicho, a lo largo de este año, que hace mucho que no se pasa un periodista por ahí. «Desayunad bien, porque esta noche cenaremos en el infierno», recogen en otro vídeo en el que, con un montaje de estética terrorífica, hacen referencia a la batalla liderada por el espartano Leónidas.

Los zombis están (estamos) aquí
Foto: Plaza de El Pumarejo, en Sevilla, donde se celebran las asambleas de la PAH. O. CARBALLAR

Es ese el adjetivo, terrorífico, con el que mejor se puede definir la situación que viven muchos sectores, personas, en España y quizá sea lo siguiente –ya está siendo, de hecho– que esté por venir en este siglo en el que, como dijo Pedro Sánchez en una entrevista, lo único que faltaba era una invasión zombi. ¿Pero qué es un zombi? ¿Espera el presidente, esperamos la sociedad que venga una turba de zombis al estilo The walking dead? Por cierto, Amazon incluye una cláusula en uno de sus documentos legales por si hubiera un apocalipsis como el que hemos visto en las películas. ¿Pero no son zombis quienes van a trabajar día tras día en condiciones lamentables? ¿No son zombis aquellos sectores laborales que siguen sin alternativas a pesar de estar clínicamente muertos? ¿No son zombis a quienes el Estado ha dado ya por perdidos? ¿Quienes repiten consignas sin pensarlas? ¿No somos acaso un poco zombis todos y todas? Y, en ese caso, ¿está preparado el Gobierno para una invasión zombi, no ya de película, sino de aquellas, como lo que viene sucediéndose últimamente, que superan la ficción?

Escenas que dan miedo

En marzo de 2017, el senador por Compromís Carles Mulet hizo esta pregunta al entonces gobierno de Rajoy: «¿Qué protocolos tiene adoptados el Gobierno ante la posibilidad de un apocalipsis zombi?». El Gobierno respondió que no disponía de protocolos específicos, entre otros motivos, porque poco se podría hacer llegado ese momento. Cinco años después, el senador explica a La Marea qué ha pasado desde entonces: «Yo hice esa pregunta para denunciar que el Gobierno no respondía y muchas veces son preguntas importantes. […] Y el actual Ejecutivo, cuesta decirlo, es peor todavía. La falta de respeto que tienen especialmente los ministerios del PSOE hacia el control parlamentario es tremenda. Espero que no haya ninguna invasión porque, como sabemos, el Gobierno no tiene ningún protocolo», dice con sorna. Pero hace referencia igualmente a escenas que dan pavor. «Hace política gente que parece no tener cerebro y, lo que es peor, sin corazón. No sé si entraría en categoría de zombi u otro tipo de monstruo». Y entonces, fruto de esas políticas, como expresó Jamie Lee Curtis en una entrevista en la SER con motivo del estreno de Halloween, el final, todos nos convertimos a su vez en zombis: «De lo que habla esta nueva película es de que todos somos monstruos. Eso da miedo especialmente en esta época donde está resurgiendo el fascismo, particularmente en Italia, o con lo que está pasando en Irán, donde los derechos de las mujeres están puestos en duda». La actriz mencionaba un caso particular: «Tengo una hija trans. Hay amenazas contra su vida solo por existir como ser humano».

Ideas zombis

El Nobel de Economía Paul Krugman habla específicamente de ideas zombis. Se trata de conceptos, «verdades indiscutibles», que la derecha va repitiendo constantemente sin ajustarse a la realidad pero que van calando, como el mantra de que la bajada de impuestos beneficiará a todo el mundo –la idea zombi por excelencia–, que el gasto público debe recortarse al máximo, que no hay dinero suficiente para pensiones, para una educación y sanidad públicas. El terror sanitario, lo llama el economista.

«[Los privatizadores] vienen a enterrar la Seguridad Social, no a salvarla. No están verdaderamente preocupados por la posibilidad de que el sistema fracase algún día; están molestos por el éxito histórico del sistema. La Seguridad Social es un programa gubernamental que funciona, una demostración de que con una modesta cantidad de impuestos y de gasto se pueden mejorar las vidas de los ciudadanos y hacer que sean más seguras. Y es por eso que la derecha quiere destruirla», escribe en Contra los zombis. Economía, política y la lucha por un futuro mejor (Crítica, 2020).

¿Producción o extracción?

El catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla Manuel Delgado, que ha participado a finales de octubre en el denominado contrasalón minero –un contraevento en respuesta a un encuentro de compañías mineras en la capital andaluza–, insiste en esa tesis: «Son términos que se utilizan para esconder cosas que no conviene que se vean. Casi siempre para ocultar la apropiación de riqueza por una minoría parasitaria. Por ejemplo, y esto es especialmente válido para Andalucía, los daños y los costes de las actividades extractivas se ocultan llamándolos producción en vez de extracción. Hablamos de producción de corcho cuando el corcho lo produce el alcornoque y nosotros lo que hacemos es extraerlo. Hablamos de producción de aceite y ocurre lo mismo. O de producción minera cuando extraemos los minerales de la tierra».

Y añade: «Si dijéramos extracción estaríamos diciendo que estamos sustrayendo algo que ya existía, es decir, que estamos restando, pero si lo llamamos producción estamos dando a entender que estamos creando riqueza, estamos hablando de algo positivo. Aunque a veces, muchas veces, utilicemos el término producción para lo que es revender con beneficio sin que estemos creando nada». La economía convencional –resume– confunde producción con producción monetaria, con aparición de valores monetarios: «De modo que el término producción es una idea zombi».

En el evento minero, que reunió también a distintos representantes políticos de las administraciones central, autonómica y local, el presidente de la Junta, Juanma Moreno –en cuyo discurso la «revolución verde y sostenible» es ya todo un clásico– fue claro: «Es un sector crucial para la economía, crucial para la sociedad y, en definitiva, crucial para el presente y el futuro de todos». En la misma intervención, mencionó la transición energética, la responsalidad mediambiental, la lucha contra el cambio climático y anunció el aumento en un 20% de la «producción» de la minería metálica. «Es hora de crecer y de creer. Y una vez más, nos toca a todos estar la altura de estos imponentes desafíos (…) Esta legislatura va a ser la legislatura de la autorización de los grandes proyectos mineros en Andalucía».

El economista Delgado también traduce como término zombi el mercado. «Cuando se le pagan a un agricultor 50 céntimos por un kilo de tomates, menos de lo que le cuesta producirlos, se dice que ese precio es el resultado de ‘las leyes del mercado’, pero no. Es el poder de las grandes corporaciones de la distribución, que gobiernan las cadenas alimentarias e imponen sus condiciones al agricultor». Y habla, además, de crecimiento como otra palabra zombi: «Siempre se supone que nos conviene socialmente, que es algo positivo. En Andalucía la economía convencional recomienda el crecimiento como una manera de acercarnos a las economías más avanzadas. Pero es justo al revés. Como el crecimiento en Andalucía se vincula siempre a las actividades extractivas (agricultura, turismo y minería), mientras más crezcamos más se profundiza en el extractivismo y, por tanto, más nos alejamos de las economías avanzadas. Así podríamos nombrar muchos términos zombis. Por eso El Roto dice que la economía es una rama del ilusionismo».

La idea zombi del cambio climático

La idea de que el cambio climático es un fraude –a veces escondido en prácticas retardistas– es otro mantra zombi para Krugman. «Desde hace al menos dos siglos, el desarrollo del capitalismo industrial, hoy hegemónico en todo el globo, ha venido acompañado de un grado severo de destrucción ecológica y de una profunda transformación social que ha roto casi todo vínculo con los modos de producir y reproducir de las sociedades preindustriales», advierte un informe de Ecologistas en Acción sobre los distintos escenarios de trabajo en la transición ecosocial 2020-2030. En él, la organización incide en la necesidad de pasar de los planteamientos decrecentistas en términos genéricos a las hojas de rutas concretas. En los documentos oficiales está, en la agenda 2030 está, en el Plan Verde europeo está, en discursos como el del propio presidente andaluz está. Está, así en general, que la transición debe ser sostenible. En los PERTE está. Otra cosa es lo que se está haciendo de verdad, esas cosas físicas que echaba de menos el trabajador de Zumosol o esas reconversiones que nunca terminan de reconvertirse, como ha sucedido durante años en Asturias.

En el informe, Ecologistas en Acción reflexiona sobre cómo deberían transformarse diferentes sectores de actividad económica con el fin de conjugar lo ecológicamente posible con lo políticamente deseable. «Una nueva política transformadora y emancipatoria que no tome los límites ecológicos como una imposición dolorosa o simplemente los ignore, sino que parta de ellos como un campo de juego compatible con la construcción de vidas a la vez deseables, igualitarias, justas y mucho más autónomas», dice el documento.

Para la profesora Henar Álvarez Cuesta, catedrática de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social en la Universidad de León, resulta arriesgado hablar de sectores económicos muertos en su integridad: «Pero sí es cierto que fruto de la tan mentada digitalización y los necesarios cambios a realizar bien para adaptarnos al cambio climático, bien con el fin de combatirlo, prácticamente todos los sectores, de una u otra manera, tienen que transformarse». Como ejemplo explica que la aplicación de la tecnología a la actividad productiva genera polarización en el trabajo, crecimiento exponencial de la desigualdad y precariedad: «Y la mayor parte del ajuste está recayendo sobre el colectivo de trabajadoras –de nuevo la brecha de género emerge, a la que se añade aquella digital–, trabajadores jóvenes y para cuantas personas empleadas tengan una edad que las haga ‘irrecuperables’ en los términos actuales y perniciosos del mercado laboral».

De igual modo, añade, cualquier cambio legal o de tendencias de consumo va a afectar a las industrias implicadas y exige su reconversión y adaptación. Un ejemplo puede ser el de Zumosol o el de los trabajadores del centro de Bimbo en Paracuellos, empresas que trabajan con productos llamados a desaparecer o, como mínimo, a transformarse: bebidas azucaradas y bollos. O lo que está ocurriendo con la pesca de arrastre intensiva, que causa la desertificación biológica de los fondos marinos. Ante ello, por ejemplo, y la prohibición desde Europa al acceso de 87 zonas sensibles a todas los artes de fondo en las aguas comunitarias del Atlántico noreste, la respuesta del Gobierno ha consistido en estirar un poco más el tiempo, es decir, actuar en el corto plazo: «España seguirá adelante con la presentación del recurso a este reglamento ante el Tribunal de Justicia de la UE al entender que la Comisión no ha tenido en cuenta la información científica más reciente y ha hecho una lectura parcial de las recomendaciones, extendiendo la prohibición a modalidades que no estaban incluidas en los informes científicos, como el palangre de fondo. La Comisión tampoco ha valorado los preceptos de la Política Pesquera Común en relación con la búsqueda del equilibrio económico, social y medioambiental», explicaba en una nota el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Así, el ministro Luis Planas calificaba de «buena noticia» el acuerdo por el que, de momento, se podrá mantener la actividad en 41 de las 87 áreas vetadas.

‘Zombificación’ de las empresas

La COVID-19, obviamente, también ha marcado el nuevo panorama. Un informe de Funcas pone el foco en la creciente zombificación de las empresas tras la pandemia. «Este proceso se está intensificando tras el estallido de esta crisis, como consecuencia de la finalización parcial de las ayudas que se han tomado en materia de política económica (tanto monetaria como fiscal) que, aunque han sido bienvenidas y han contrarrestado los efectos de la crisis (el contrafactual hubiese sido mucho peor), han derivado o pueden derivar en un crecimiento de esta tipología de empresas».

Según las conclusiones a las que llegan los autores del estudio, Fernando Rojas, Francisco del Olmo y Diego Aires, en el que califican como zombis a las empresas que tienen diez años o más y que no pueden cubrir sus gastos financieros por intereses durante tres años consecutivos, el 62% de las empresas zombis son pequeñas o microempresas, lo que conlleva una importante vulnerabilidad en compañías que tienen, normalmente, mayores problemas en el acceso a la financiación. No obstante, advierten los autores, el porcentaje de grandes empresas en esta situación tampoco es pequeño, lo que se deriva de la situación de crisis en algunos sectores a causa de la pandemia y que puede ser un problema en términos de empleo si no se redefine su estrategia general y financiera. Desde una perspectiva sectorial, el 51% de las empresas zombis se localizan en el sector de servicios no dedicados a la distribución comercial. Y desde un punto de vista regional, destaca el peso de Madrid y Catalunya como regiones con mayor proporción de empresas zombis, seguidas de la Comunidad Valenciana, Andalucía y Galicia. Además, un 29% de las empresas de la muestra se encuentra en una situación de patrimonio neto negativo, mientras que, «y este es un hecho muy significativo», un 90% tiene resultados de explotación negativos, lo que es realmente representativo de la situación de vulnerabilidad que caracteriza a estas empresas zombis desde una perspectiva estratégica.

«Aunque hay razones para considerar que se aventuran tiempos de penumbra, al final el resultado obtenido depende de las elecciones que Administraciones Públicas, agentes sociales, empresarios y trabajadores realicen ante el panorama dibujado. Estos agentes han de adaptarse a las circunstancias cambiantes y deben ser capaces de alterar las consecuencias de procesos aparentemente ‘inevitables’ –reflexiona la catedrática Álvarez–. Con este horizonte, es necesario diseñar un proceso de transformación a otro modelo productivo en el que se aúnen ecología y empleo digno. Este cambio ha de llevarse a cabo modificando normas, pero respetando los derechos sociales para conseguir una transición justa hacia un desarrollo sostenible y un trabajo decente».

Trabajo decente y empleo productivo

El trabajo decente y el empleo productivo, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), son factores clave para alcanzar una globalización justa y reducir la pobreza. «Para ello, es necesario apostar por una reconversión tecnológica y ecológica, analizar qué tipos de empleos se pueden transformar, crear o eliminar, y qué condiciones tendrán en los próximos años con el fin de aquilatar qué políticas públicas, regulaciones y pactos sociales pueden desarrollarse para beneficiar a la mayoría. Quizá la fórmula ideal radique en saber dónde van a situarse los nuevos empleos, qué formación precisan y qué inversión necesitan», añade Álvarez. Y un apunte muy importante que vuelve a poner sobre la mesa la necesidad de eliminar las ideas y políticas zombis. Para una buena reconversión se necesita formación y, para lograrlo, todo el mundo debe tener acceso a ella.

En la asamblea de la PAH en el centro de Sevilla, esta misma tarde de octubre debaten también sobre si es necesario impartir un taller para mejorar en todo lo relacionado con las redes sociales. Saben que la protesta en la calle ya no es tan efectiva como un buen tuit o una buena story con mención a un determinado ayuntamiento, a un determinado banco. Y tienen la prueba: en cuanto lanzan una campaña, el banco en cuestión está llamando de inmediato para intentar parar «la mala imagen» y negociar. «Por eso tenemos que aprender también a usar estas nuevas tecnologías», insisten. La mayoría decide apuntarse al cursillo, que lo impartirá la semana siguiente el community manager de la organización, también voluntario.

«La prioridad demandada a los gobiernos y a los agentes sociales es precisamente promocionar la formación, cualificación y recualificación profesional, tanto a través del sistema educativo como a través de la formación para el empleo», explica la profesora Álvarez. «Las nuevas realidades laborales van a requerir asimismo de nuevas competencias profesionales, no solo relacionadas con los aspectos tecnológicos, sino también con habilidades transversales. También es preciso que desde la propia unidad productiva o sector se prevean los cambios que van a sufrir con el fin de anticiparse a los mismos, y no verse precisamente ‘eliminadas’, como ha sucedido con las empresas mineras del carbón», prosigue.

Aunque valora positivamente los PERTE, sobre todo en sectores cruciales como los cuidados o la economía circular, cree que los procesos vividos anteriormente de reconversión no invitan al optimismo. «Considero imprescindible que se tenga en cuenta en los procesos financiados como variable las condiciones laborales de las personas trabajadoras que intervienen en dichos procesos como elemento clave, así como los territorios para su desarrollo, teniendo en cuenta que también existen en este caso perdedores y ganadores, territorios zombis que solo son utilizados de forma extractiva, sin ver retornado el valor ofrece».

El turismo y la agricultura intensiva

El turismo es otro ejemplo. «Difícilmente puede sobrevivir en los términos actuales si sigue persistiendo en las coordenadas de intensificación de mano de obra precaria y explotación del recurso climático», argumenta. «Lo sucedido con las agencias de viajes es un aviso, y las consecuencias del turismo masivo en grandes y medianas ciudades resulta también insostenible a largo plazo; sin embargo, en lugar de anticipar soluciones para ir transformando las características de su actividad productiva, parece que cada vez se profundiza en las formas de trabajo y actividad actuales».

Al turismo se suma la agricultura intensiva, como explica el catedrático Delgado: «Los agricultores cada vez tienen que intensificar más la producción para tener los mismos ingresos, lo que significa que se está produciendo una apropiación de riqueza desde fuera. Y eso lleva a un trabajo cada vez más esclavo, es una agricultura que vive de fiao, como se decía antes. Es decir, la agricultura se sostiene extrayendo y consumiendo agua acumulada durante siglos e incluso miles de años en el pasado. Y nos estamos quedando sin ella. Lo mismo podríamos decir del suelo». Por eso es urgente, desde su punto de vista, una reconversión desde esa agricultura intensiva de exportación a una agricultura que sepa de las necesidades alimentarias (soberanía alimentaria), que cada vez se cubren más con importaciones.

Prospectiva y estrategia

La Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia, una Dirección General de la Presidencia del Gobierno, se encarga de analizar los retos y oportunidades que traerán las próximas décadas y, según recoge en su página web, de ayudar al país a prepararse para ellos. De zombis no habla. De esta oficina salió el España 2050, presentado a bombo y platillo por el presidente del Gobierno. Y ahora puede escucharse una serie de podcasts sobre lo que nos depararán los próximos años en la misma línea. Uno de ellos, por ejemplo, reflexiona sobre si los robots nos quitarán los trabajos. «Llevamos 2.000 años pronosticando que el progreso tecnológico provocará un desempleo masivo, pero esto nunca ha ocurrido», dice la explicación inicial. El contenido, en resumen, es una loa al positivismo, que no viene nunca mal, pero que, en algunos pasajes, como el que analiza la modalidad de trabajadores nómadas, puede recordar, si alguien la ha escuchado, a una de las parodias de los cómicos de Pantomima Full.

«No sé si la palabra es reconversión, pero sí es necesario que actúe la administración pública para reorientar. Una de las medidas es la jornada de cuatro días a la semana», afirma el senador Mulet. «Estamos en una nueva realidad donde casi vivimos para trabajar, hemos pasado del drama de mucha gente a la que se consideraba pobre a gente que trabaja y no llega a fin de mes. Toca reivindicar la cultura del ocio, hay que vivir la vida con dignidad. No podemos ser autómatas, con vidas que se limitan a trabajar, comer y dormir y sufrir por unas condiciones indignas», continúa.

¿Podemos, entonces, llamar zombis a todos esos trabajadores que van cada día a su puesto con unas condiciones laborales denigrantes? «Me resulta interesante ese término porque resulta evocador de unas circunstancias ajenas a las propias personas trabajadoras que modifican sus expectativas vitales e incluso su salud mental. Junto con ese término, yo cada vez utilizo más el adjetivo transparentes, en parte porque nos olvidamos de este colectivo, en parte porque parece que ya no forman parte del mundo laboral y desde luego porque son totalmente transparentes para la empresa», denuncia Álvarez.

A su vez, esos trabajadores se convierten en carne de cañón de las políticas de ultraderecha. El equipo que llevó a la victoria a Donald Trump, de hecho, se sirvió de determinados contenidos y series de televisión para saber qué cuestiones interesaban más a las personas que veían esos programas. Según publicó Forbes y recogió La Vanguardia, The walking dead interesaba a quienes se preocupaban por la inmigración. Así, la maquinaria de propaganda de la campaña se centró en que unos mensajes específicos llegaran a los oídos de espectadores proclives a aceptarlos. En EEUU y en Reino Unido sí cuentan con protocolos para una supuesta invasión zombi.

Los recursos

«Hay que dedicar recursos y educación en los presupuestos para hacer esta reconversión y construir esta economía zombi construida para enriquecer a una élite en una economía para cuidar la vida. Pero el sistema político está al servicio de la economía zombi en beneficio de una élite. Por eso en los presupuestos, por ejemplo en los que se acaban de presentar por el Gobierno central, estas actividades y reconversión alternativas están ausentes», concluye el profesor Delgado.

En La Brecha, la publicación editada por la CGT que analiza la coyuntura económica y social, el sociólogo Tariq Baig Vila expone diferentes alternativas que implican cambios en la concepción del trabajo, «voluntariamente o traumáticamente forzados por el contexto»: producir por valor de uso y no por valor de cambio, con lo que se asegura la sanidad, la educación, la vivienda la alimentación, el agua, el espacio, el tiempo y todo lo necesario para el desarrollo de la vida; producir lo necesario, no bienes posicionales que promuevan el despilfarro y la hibris; reducir la jornada laboral y repartir trabajo y riqueza, lo que conllevaría tiempo libre para el ocio, la familia, las amistades, la naturaleza o para la politización en la gestión popular de soberanías; pasar de sectores productivos con alto impacto, como el turismo de masas, el transporte, la construcción, las finanzas o las TIC, a otros sectores esenciales para la reproducción de la vida, como el alimentario, la silvicultura, los cuidados, la sanidad, la educación, la gestión de residuos, etc; relocalizar el trabajo; y repartir la riqueza.

Apoyo mutuo y cuidados

En la plaza sevillana del Pumarejo, esta tarde de octubre, otro de los puntos del orden del día escritos en la pizarra es En los márgenes. Mientras el gato de Felisa, la mujer que hizo posible que estuvieran reunidos bajo ese techo, se pasea por la sala, lanzan propuestas para ir al cine juntos, para que se les vea –«podemos ir con las camisetas verdes»–, pero, sobre todo, para acompañarse. Como harán en la fiesta prevista para finales de mes, en la que conmemorarán los diez años en marcha.

Desde entonces, el colectivo ha ayudado a más de 4.500 familias a permanecer en sus viviendas. El cuidado mutuo es una parte esencial del éxito. «Muchas veces, lo que ha sobrado de las fiestas, me lo he llevado a mi casa para comer. Así que no os preocupéis. El que no pueda traer nada, que no traiga nada, porque lo que pasará es que se llevará cosas», anima una de las participantes.

Cuando alguien llama la primera vez a la PAH, puede llegar a pensar que aquel teléfono que sale en la página web es antiguo. Pero siempre hay respuesta al otro lado. Lo puede coger Lali y llamarte Ana. Y recibirte en la puerta José Antonio. Y sentarte, por ejemplo, junto a una mujer que dice que irá con su camiseta a verde al Ayuntamiento para que hablen con el fondo de inversión que los quiere echar, pero que esa tarde lleva escrito sobre una camiseta negra: «El amor nunca falla». Desde dentro, más de tres horas después, ya no se ve la luz del sol. Cuando una traspasa de nuevo la cortina, en sentido inverso, para volver al mundo real, el de los zombis, ya ha anochecido. Y la plazoleta, antes vacía, luce ahora llena de veladores con todos los bares abiertos.

Reportaje publicado en la revista bimestral #LaMarea91. Consigue tu ejemplar aquí.

Fuente: https://www.lamarea.com/2022/12/27/los-zombis-estan-estamos-aqui/