Mientras el presidente de Ghana, Nana Akufo-Addo, se ilusiona con el probable préstamo de 3.000 millones de dólares que le otorgaría el FMI y se espera para mediados de marzo en el marco de la restructuración del canje de deuda, debería solucionar la situación de la deuda interna, incrementada tras atravesar el 2022 el año al que se ha considerado el peor de las últimas dos décadas.
El anuncio de Akufo-Addo lo realizó en Accra, la capital ghanesa, en el transcurso de una conversación que mantuvo con el Ministro Federal de Finanzas de Alemania, Christian Lindner, durante la visita oficial al país africano, en el marco de la embestida que está realizando el canciller Olaf Scholz en procura de asegurarse las materias primas necesarias para la transición energética que Alemania necesita hacer de manera prioritaria y mucho más ahora, en el contexto de la guerra en Ucrania.
El freno económico del país africano se articula con dos informes de relevancia acerca del avance del terrorismo wahabita, que desde hace por lo menos dos años amenaza con entrar de lleno en los países del litoral del Golfo de Guinea.
El primero de los informes, del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), realizado con datos de encuestas a 2.200 personas en ocho países del continente (Burkina Faso, Camerún, Chad, Malí, Níger, Nigeria, Somalia y Sudán.), que señala que es la pobreza la principal causa del gran flujo de reclutas para ingresar a las organizaciones terroristas que desde hace más de una década vienen expandiéndose en África.
Por lo tanto no es el fanatismo religioso, sino la falta de trabajo lo que lleva fundamentalmente a los jóvenes a convertirse en milicianos de alguno de los muchos grupos terroristas que operan en el continente, con sueldos que pueden alcanzar hasta los quinientos dólares al mes, lo que quizás no pueda ganar un grupo familiar en un año de trabajo. Al sueldo se le suman otros beneficios, como la entrega de uniformes, en algunos casos vehículos, particularmente motos, y hasta un cierto “prestigio” en los grupos sociales de los muyahidines. En segundo término, la incorporación de los militantes se debe al abuso que ejercen las autoridades contra la población civil, en muchos casos contra los futuros insurgentes, familiares o clanes a los que pertenecen, fundamentalmente por ser pobres, estar aislados y de escasa preparación intelectual. Recién en tercer lugar aparece la cuestión religiosa como causa para incorporarse a alguna de las khatibas del Grupo de Apoyo para el Islam y los Musulmanes vinculados a al-Qaeda (GSIM) y el Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), la franquicia local del Dáesh que ha empezado a marchar hacia el sur.
El segundo de los informes, que apremia particularmente al Gobierno ghanés, se refiere a la cada vez más inminente llegada a la región del golfo de Guinea (Ghana, Guinea, Benín, Togo y Costa de Marfil) de las bandas terroristas, que desde que se establecieron en el norte de Mali en 2012 y frente a la inoperancia de los ejércitos locales y fundamentalmente al de Francia y otras potencia occidentales. Los muyahidines han ganado miles de kilómetros cuadrados de territorio ya no solo en Mali, sino también en Níger y Burkina Faso, provocando la muerte de miles de civiles y el desplazamiento de cerca de tres millones de personas.
Tanto Benín como Costa de Marfil y Togo ya han sufrido acciones armadas por parte de estos grupos rigoristas. Benín ya suma una veintena actos terrorista desde 2021, mientras que desde ese mismo tiempo Togo ha sufrido al menos cinco, aunque no todos fueron revindicados por los integristas.
Particularmente Ghana se ha mantenido al margen de este tipo de acciones, pero están las presiones y el miedo de las poblaciones del norte que ya han empezado a sufrir las consecuencias económicas y sociales de la visita inminente.
A pesar de que Accra ha organizado una táctica integral de defensa fortaleciendo su presencia militar para evitar que las poblaciones locales simpaticen con los terroristas, los que, por lo general, intentan comprarse el apoyo por medio de diferentes aportes que pueden incluir bombas de agua, generadores eléctricos, atención médica e incluso efectivo, el Estado también ha fortalecidos sus lazos con las poblaciones locales.
En noviembre enviados de Washington, Londres y París se reunieron en Accra con funcionarios de los países del Golfo de Guinea para establecer estrategias comunes con la intención de evitar los “errores” cometidos en los países de donde ya han sido expulsados, como Mali y Burkina Faso.
En el encuentro de Accra el ministro de Seguridad Nacional de Ghana, Albert Kan Dappah, avisó a sus huéspedes de que era inminente la propagación del terrorismo, por lo que las medidas a tomar eran de carácter urgente.
Durante el 2022 en todo el continente africano se ejecutaron 6859 acciones terroristas, lo que implica un incremento del veintidós por ciento con relación al año anterior, por lo que se espera otro salto por lo menos similar para este año.
El fuego viene del norte
En el norte de Ghana, en el área fronteriza de Bawku, en un centro de actividades agrícolas y ganaderas con rápido acceso a Burkina Faso y a Togo se viene produciendo, desde hace varias décadas, un conflicto entre las dos grandes etnias de la región -los maprusi y los kusasi- por el control de la jefatura del pueblo, que si bien es un cargo honorífico, también conlleva un peso políticamente importante. Dicha disputa, a lo largo del tiempo, ha generado infinidad de enfrentamientos y docenas de muertos, solo en los últimos cinco días han muerto más de diez personas, según funcionarios del gobierno local.
Mientras, el ejército establece pequeñas avanzadas a lo largo de la frontera e inmigraciones, está incrementado su presencia de 50 soldados a 400, a los que se les sumarán otro medio millar de efectivos, lo que posibilitó la capturara el año pasado de dos presuntos muyahidines que llegaron heridos desde Burkina Faso, a pesar de que muchos expertos consideran que los terroristas han destinado Ghana como santuario para poder atender a sus heridos, reponer fuerzas para ingresar otra vez a la guerra que se libra más allá de las fronteras del país, mientras otras khatibas han comenzado a tener presencia en cercanías de Benín,
Una investigación de la Konrad Adenauer Foundation and Promediation descubrió que al menos 200 ghaneses ya han sido reclutados en la frontera, aunque no se ha logrado establecer si ya han vuelto al país.
Aunque el Gobierno está extremado la seguridad en el área de Bawku, por primera vez en la región se ha frustrado el intento de la voladura de un puente con artefactos explosivos improvisados (IED) el pasado día 6.
Desde entonces la agencia de seguridad está trabajando en el interior de Bawku y sus entornos con la intención de, más allá de detener a los responsables del ataque frustrado que no se han dado a conocer, mostrar una respuesta contundente para evitar que lo vuelvan a intentar.
Establecer retenes seguros a lo largo de los 550 kilómetros de la porosa frontera entre Ghana y Burkina Faso es altamente complejo ya que esta área se ha caracterizado históricamente por contar con una gran cantidad de rutas de contrabando por donde circula gran cantidad de oro, producto de la extracción ilegal, amparada por funcionarios corruptos, por lo que en Accra se teme que dicho “negocio”, como ya ha pasado en otros países del continente con otros productos, pueda ser acaparado por los terroristas.
Ghana pretende la creación de la llamada Iniciativa Accra para la cooperación en seguridad y el intercambio de inteligencia entre los países de la cuenca del Golfo, a los que se podrían sumar los países sahelianos, de los que no estarán ausente los servicios de inteligencia militar de Occidente antes que lleguen los muyahidines.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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