Desde hace poco más de un mes se ha afianzado en Túnez un discurso sumamente peligroso, xenófobo y discriminatorio por parte del presidente Kais Saïed contra migrantes subsaharianos, entiéndase negros, llegados después de largos y desgastantes periplos, en procura de estabilidad económica o buscando medios para llegar a Europa.
Ninguna de las diatribas de Saïed escapa de las vulgaridades típicas de los neofascistas para estos casos en el país magrebí: “son los inmigrantes quienes están detrás de la mayoría de los delitos”. La nueva postura del Gobierno de manera inmediata fue acompañada por gran parte de la sociedad local y rápidamente se convirtió en ataques a personas, saqueos o desalojos forzados contra los sectores apuntados por el incendiario discurso presidencial.
En las peroratas del presidente tunecino se han empezado a multiplicar palabras como qawmiyya y wathaniyya (patriotismo y nacionalismo) las que bien sabemos adónde conducen cuando son utilizadas por oportunistas.
Saïed también “denunció”, tras la revolución de 2011 que dio inicio a lo que se conoció como la “Primavera Árabe”, a los partidos políticos prodemocráticos del país “orquestaron un arreglo criminal para cambiar la composición demográfica de Túnez mediante la importación de hordas de migrantes africanos negros”. Según el presidente, esta conjura amenaza con convertir a Túnez en un país africano, sin vínculos con las naciones árabes e islámicas, trayendo términos como tawteen (afincar), que en este contexto se entiende como “colonizar”.
Saïed, quien en julio de 2021 provocó un autogolpe que le permitió suspender la actividad parlamentaria por lo que asumió plenos poderes y estableció una nueva ley electoral que se acomoda a sus intereses.
Tras la diatriba nacionalista ha ordenado una serie de disposiciones con carácter urgente para contener la migración “ilegal” y detener el plan criminal, que se ha identificado como “teoría del gran reemplazo”, por lo que se están produciendo razzias permanentes en las que se ha detenido a decenas de ciudadanos subsaharianos, sin ninguna explicación.
Desde que el Gobierno impulsó el discurso de odio, junto a una serie de medidas contra los refugiados iniciadas exactamente el pasado 11 de febrero, Saïed no se ha privado de atacar a quienes se han manifestado contra el nuevo perfil oficial, como activistas de ONG, sindicalistas, periodistas, abogados, jueces, figuras políticas de la oposición e incluso algún empresario.
Según analistas locales, el “fervoroso” discurso del Gobierno que exalta los valores del islam y los árabes, en verdad intenta disimular el desmadre económico que vive Túnez, procurando llevar la atención de los ciudadanos a cuestiones casi absurdas, como la peligrosa presencia de “africanos” en el país, que no sobrepasan las 22.000 almas, según el Instituto Nacional de Estadística de Túnez, frente a una población de 12 millones de ciudadanos tunecinos, aunque las versiones más ultramontanas del nacionalismo tunecino afirman que en el país hay cerca de 700.000 subsaharianos.
La pavorosa crisis económica de Túnez, de la que Saïed no ha encontrado la manera de salir desde que llegó a la presidencia en 2019, ha puesto al país al borde del default, generando cada vez un mayor descontento en la población y particularmente en la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT) que ha salido a marchar por las calles de las principales ciudades del país exigiendo un cambio en la política económica. La influencia de la UGTT en la sociedad tunecina alcanza a importantes sectores más allá del mundo del trabajo, por lo que no es un hecho menor su presencia en las calles.
A dichas protestas Kais Saïed ha respondido con represión y la divulgación de teorías extravagantes donde la “tunecidad” estaría amenazada por la migración africana, a los que ha sumado a los grupos LGBTQ+, que desde el año pasado han empezado a ser perseguidos por la policía.
Además el Gobierno ordenó la detención de una docena de figuras relevantes de la vida tunecina, mientras se sabe que los servicios de seguridad se encuentran investigando las actividades de otra cantidad similar. Los detenidos, que se expresaron contra las políticas económicas y el desbocado discurso xenófobo, han sido secuestrados ilegalmente y otros encerrados en “pabellones psiquiátricos” sin nada que lo justifique.
Por otra parte, el Gobierno parece haber perdido el control de lo que ha provocado su propio discurso, ya que el estallido de la violencia racista contra migrantes subsaharianos no se ha podido contener a pesar de la “voluntad” de las fuerzas de seguridad.
Mientras se siguen reportando detenciones de migrantes, el 23 de febrero la Guardia Nacional de Túnez informó de que unos cien “africanos” habían sido detenidos sorprendidos en el cruce de las fronteras. Poco después Saïed pidió a organismos internacionales acciones claras y urgentes para detener el flujo de inmigrantes hacia Túnez, al tiempo que insinuó arreglos criminales para provocar un cambio demográfico que comparó con la tragedia real que el pueblo palestino vive desde finales de la Segunda Guerra Mundial con la invasión sionista a su territorio, frente a la inacción de las grandes potencias.
La Unión Africana expresó su profunda preocupación por los comentarios racistas del presidente Kais Saïed, mientras los gobiernos del África subsahariana han comenzado a implementar políticas para repatriar a sus ciudadanos después de que varias embajadas de los países afectados hayan sido prácticamente tomadas por sus súbitos en búsqueda de ayuda legal. Mientras, personas cuyos países no cuentan con representación diplomática en Túnez han levantado campamentos frente a la delegación de la Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas (OIM) en procura de una solución.
Ya son más de 300 ciudadanos malíes los que llegaron a Bamako en un avión fletado por el Gobierno. Lo mismo ha sucedido guineanos, marfileños y gaboneses.
Unos 30 estudiantes de Costa de Marfil, a pesar de tener toda su documentación en orden, prefirieron abandonar el país magrebí por temor a que se reiteren las acciones violencia que han soportado estas últimas semanas.
Según el relato de los repatriados se producen ataques casi todos los días, las amenazas e intimidaciones son constantes e incluso los caseros los están desalojando sin respetar los contratos, con agresiones físicas y sin darles tiempo a retirar sus pertenencias. Lo mismo ha sucedido con sus trabajos, de los que están siendo despedidos y en casi todos los casos sin indemnización.
Migajas de Bouri
Aprovechando la apertura a la xenofobia el diminuto Partido Nacionalista Tunecino (TNP), que nunca ha ocupado un solo escaño en ningún nivel del Gobierno, ha conseguido, alcanzar una exposición destacada estas últimas semanas, la noche del 21 de febrero, tras que el presidente Kais Saïed se haya agenciado de su ideario político respecto a la cuestión de los inmigrantes negros, u tilizando el sentimiento antinegro y antiafricano que en verdad se expande desde hace años entre los sectores populares, que encuentran en los migrantes competidores naturales ante los trabajos, ya que se sobrentiende que están dispuestos a aceptar empleos por debajo de los sueldos ordinarios.
Según la “teoría del gran reemplazo” usada en los discursos de Saïed, que preconiza las ideas del intelectual francés Renaud Camus, quien se convirtió además en un icono de la intelectualidad gay francesa en un ideólogo del supremacismo blanco en Estados Unidos y Europa. Pero Saïed omite que el discurso panfletario de Camus también apunta a los árabes como parte del problema de los franceses blancos.
En Túnez se ha desatado un estado de conmoción general ya no sólo contra inmigrantes negros, sino incluso contra tunecinos de raza negra, provocando docenas de episodios de violencia y acoso sexual practicado por grupos de jóvenes que incursionan en las propiedades señaladas para sacar a la rastra a sus habitantes para después incendiar esas viviendas con todo lo que tengan en su interior a excepción de lo que fue prolijamente robado.
Cómo si las políticas esgrimidas por Kais Saïed no fueran lo suficientemente tensionantes, el presidente tunecino, tras su visita del pasado 16 de marzo a las instalaciones de la Compañía de Actividades Petroleras de Túnez (Etap), ha reavivado un antiguo conflicto fronterizo con Libia en vista de las ganancias del yacimiento petrolífero de Bouri, una disputa que llevó 80 años y fue resuelta por la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en 1982 y confirmada en 1985 a favor de Trípoli.
El campo marino de Bouri, a 120 kilómetros al norte de la costa libia y actualmente bajo su control, está considerado uno de los mayores yacimientos petrolíferos activos del Mediterráneo, con reservas por 4.500 millones de barriles de crudo recuperable y 3,5 billones de pies cúbicos de gas natural asociado, de los que según Saïed Túnez ha recibido migajas de Bouri, a lo que Aïssa Aribi, presidente del comité de energía del Parlamento libio, contestó en un comunicado “La riqueza de Libia pertenece al pueblo libio”.
Ahora habrá que poner atención a qué responde la intención del presidente tunecino para desempolvar aquella vieja disputa saldada hace décadas en un momento que las relaciones entre ambas naciones no están pasando un momento conflictivo, como sí ha sucedido en otras oportunidades.
Las ostentosas declaraciones de Kais Saïed, que según muchos analistas solo estaría intentado construir una imagen de hombre fuerte, también han llamado la atención a la Unión Europea (UE), que prepara un desembarco de funcionarios para controlar la situación en vista de que de profundizarse la crisis económica y los pogromos contra los “africanos”, tunecinos e inmigrantes intentarán saltar a Europa para dar más razones a los Camus y sus teorías del gran remplazo.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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