El aprovechamiento del agua en zonas fronterizas intensifica disputas diplomáticas y desafíos ambientales.
La construcción del embalse de Kaddoussa en Marruecos, sobre el río Guir, ha provocado tensiones entre el Reino y la República Argelina Democrática y Popular, que acusa al proyecto marroquí de “reducir drásticamente el flujo de agua hacia el embalse argelino de Djorf Torba”. Este último, construido en los años 60, abastece a más de 200.000 personas en Béchar y a 5.000 hectáreas de terrenos agrícolas. Según las autoridades argelinas, la puesta en funcionamiento del embalse marroquí en 2021 exacerbó los efectos de las sequías, dejando sin agua a la región. En respuesta, Argelia inició un ambicioso proyecto de transferencia hídrica desde Guetrani, valorado en 30.000 millones de dinares, que incluye estaciones de bombeo y una red de 213 kilómetros de tuberías.
El conflicto también tiene repercusiones internacionales. En foros como el Mundial del Agua de 2024 en Bali, Argelia denunció a Marruecos por alterar “el equilibrio ecológico transfronterizo”, mientras este último justifica la obra como “una medida para irrigar 5.000 hectáreas y potenciar la producción de dátiles”. Expertos, como la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD), advierten sobre el impacto ambiental y social de este modelo agrícola intensivo en un entorno árido, destacando la competencia entre grandes explotaciones y pequeños agricultores por recursos hídricos limitados.
Ambos países enfrentan un problema compartido: el envasado de sus embalses. En Marruecos, esta problemática reduce su capacidad de almacenamiento anual en 75 millones de m³, mientras que en Argelia la acumulación de sedimentos obliga a liberar agua para proteger infraestructuras. Aunque el agua es esencial para el desarrollo agrícola e industrial en la región, las tensiones en torno a su uso agravan la ya deteriorada relación entre estos países vecinos.
Situación geopolítica
El río Guir, situado en el norte de África, fluye desde el Alto Atlas marroquí hacia Argelia, recorriendo más de 400 kilómetros en una región desértica y escasamente poblada. Su cauce atraviesa áreas históricamente disputadas por Marruecos y Argelia, cuya relación se caracteriza por tensiones políticas, incluidas diferencias sobre la soberanía del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos.
La construcción de infraestructuras hídricas en este río, por tanto, tiene una importancia geoestratégica clave, ya que afecta el acceso al agua potable, la agricultura y el desarrollo industrial en ambas naciones. En un contexto de cambio climático y creciente escasez hídrica, esta disputa se inserta en una rivalidad más amplia, donde Marruecos busca consolidar su desarrollo agrícola e industrial, mientras Argelia intenta proteger sus recursos naturales y mantener su influencia regional, reflejando dinámicas globales de competencia por recursos vitales.
A nivel global, Marruecos tiene como principal aliado estratégico a EEUU y Occidente, mientras los principales socios internacionales de Argelia son Rusia, China y varios países del denominado “Sur Global”. No obstante, Argel intenta mantiener relaciones amistosas con países los países del sur de Europa por su posición geoestratégica, donde destacan los acuerdos gasísticos.