Nada de lo que suceda en el Sahel y sus áreas lindantes, respecto a la violencia, puede separarse de la compleja situación planteada para los Estados Unidos y Francia, con la aparición de la Alianza de Estados del Sahel (AES), que con su sesgo profundamente anticolonialista conformaron en 2023 Burkina Faso, Mali y Níger.
La AES no solo surgió como un modo de enfrentar al terror fundamentalista que desde el 2012 se expande por el Sahel a través de las khatibas tributarias de al-Qaeda y el Daesh, bajo las banderas del Jamāʿat nuṣrat al-islām wal-muslimīn (Grupo de apoyo al Islām y los musulmanes) y Estado Islámico del Gran Sahara. Sí, también, para evitar el retorno de las potencias occidentales que en distintas fases fueron expulsadas de estos tres países por ser las principales responsables de la actual situación, no solo respecto a la violencia integrista, sino también de su atraso, tras más de un siglo de explotación y saqueo.
Por lo que, en este contexto, no deja de llamar la atención la actitud de Argelia, que a finales de marzo derribó un dron de Burkina Faso y a principios de marzo hizo lo mismo con otro de Mali. Por lo que los tres países de la alianza saheliana han retirado sus embajadores de Argel.
Esto agrega más dramatismo a la candente situación en la frontera entre Argelia y Mali en lo que refiere a la cuestión tuareg. Bamako acusa a los tuaregs, o imuhag como ellos mismos se nombran, de haberse aliado no solo a los terroristas wahabitas, sino también de estar recibiendo asistencia de los Estados Unidos, Francia y Ucrania. Mientras que argelinos, que apoyan por diferentes razones a los tuaregs, acusan a Mali de haber anulado el Acuerdo de Argel de 2015 en enero del año pasado, generando un intercambio de reproches que ha ido escalando, que no beneficia a ninguno de los dos países, ni a los tuaregs, mientras que tanto los takfiristas, como Washington y París, tendrían mucho para ganar.
Tanto la alianza saheliana como Argelia pueden considerarse aliados de Rusia, que en diferentes proporciones abastece a ambos sectores de armamento, logística y fondo, en un caso para la guerra contra los terroristas, en el otro para defensa.
La actual situación ha provocado un peligroso incidente, con el derribo a mediados del pasado de un dron malí por parte de Argelia, que según ella había violado su espacio aéreo, mientras que Bamako insiste en que fue abatido cuando se encontraba en el suyo.
Argelia brinda apoyo a los tuaregs en sus reclamos territorial y de autonomía a Bamako. Lo que originó las rebeliones de 2012, la actual situación. Aunque podría significar un tiro en el pie para Argel, dado que el genuino reclamo tuareg por milenario reino perdido de Azawad, también, entre otros países, incluye regiones de Argelia. Aunque con esta posición, Argel pretende aplacar los reclamos tuaregs de los territorios que hoy están bajo su posesión.
Esta dinámica pone a Moscú en una encrucijada, ya que Argelia ha sido históricamente su principal socio africano, con quien además mantiene un importante flujo comercial, que se da en el contexto de la “Operación Especial” rusa en Ucrania, que le es muy necesaria.
Mientras que la alianza saheliana se está convirtiendo en una gran plataforma de llegada y expansión de los intereses de Moscú en el corazón del continente.
Esta situación obligará al ministro de Exteriores ruso, Sergei Lavrov, a apelar a su experimentado manejo de la diplomacia para equilibrar los pesos entre sus socios, para lo que a comienzo de abril se reunió en Moscú con sus pares de AES.
Por su parte, Argelia intenta reducir su dependencia en el aspecto militar de Rusia, recurriendo a los mercados de India y los Estados Unidos, que seguramente recibirán con los brazos abiertos al nuevo cliente. Mientras que, por parte de Francia, más allá de las siempre tensas relaciones y por estos días mucho más con su antigua colonia, se cree que le ha ofrecido ayuda en inteligencia, logística y posiblemente también armamento, si decidiera lanzar una operación militar contra Mali.
Otra aparente provocación argelina se produjo en la frontera con Níger, cuando devolvió a más de mil refugiados de varios países africanos que habían ingresado por la frontera nigerina en la conocida ruta que parte desde Assamaka (Níger) para llegar a Túnez y Libia y desde sus puertos seguir hacia Europa.
De mantenerse esta actitud agresiva hacia sus vecinos de parte de Argelia, seguirán escalando las tensiones. Lo que será utilizado por la troika Washington-París-Kiev para que detone la presencia rusa en Argelia, al tiempo que un conflicto armado con la Alianza del Sahel, podría dar esperanzas a los colonialistas de un retorno a las tierras de donde han sido expulsados.
Ataque a Benín
Benín ha responsabilizado directamente a Burkina Faso y Níger por la falta de cooperación por el ataque terrorista que dejó cincuenta y cuatro soldados benianos muertos. Si bien desde hace años se conoce la cada vez más activa presencia de terroristas en el norte de Benín (Ver: Benín, los muyahidines ya están allí) y de Togo, la operación de la franquicia de al-Qaeda en el Sahel no ha sido una novedad, ya en enero otra treintena de militares benineses había muerto en el área de Parque W, junto a la frontera con Níger.
Desde Porto Novo, se apunta directamente a la falta de planes de contención del terrorismo por parte de Burkina Faso y Níger para que desde allí se hayan filtrado los muyahidines que dieron muerte a sus hombres, localizados en el mismo sector del ataque de enero.
La acusación de Benín abre una nueva grieta entre los países de la región con el bloque saheliano, al que han sido hostiles desde que cada uno de los países integrantes comenzó a diferenciarse de los planes políticos de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO), que, tras el golpe anticolonialista en Níger de julio de 2023, hasta se planteó, además de un bloqueo y sanciones económicas, una acción militar para reponer al gobierno prooccidental del expresidente Mohamed Bazoum. (Ver: Níger: Ruidos en el patio trasero de Francia).
Son constantes y cada vez más letales los ataques que están sufriendo en sus países los tres ejércitos que sucesivamente han tomado un rumbo nacionalista: a partir del 2020 Mali, en 2022 Burkina y al año siguiente Níger.
Es notorio cómo, a partir de estos últimos cuatro años, la actividad insurgente ha experimentado un incremento cada vez más importante, teniendo como epicentro los tres países que conforman la Alianza del Sahel, aunque sí existe una deriva hacia los países del golfo de Guinea (Benín, Costa de Marfil y Togo). La magnitud que ha tomado el terrorismo en Burkina Faso, Mali y Níger no se puede entender sin que factores extrarregionales, que podrían ser Arabia Saudita, Catar y/o los Emiratos Árabes Unidos, por cuenta y orden de Washington, estén financiando a las khatibas de al-Qaeda y del Daesh. Que han elevado sus acciones dos veces y media en comparación con las operaciones anteriores al 2020, cuando casualmente comenzó la oleada de golpes nacionalistas.
Los terroristas parecen contar con recursos infinitos a la hora de sus golpes. Superando en cantidad y calidad del armamento, además de equipos de comunicaciones y movilidad, superando en cada ítem a los que poseen los ejércitos nacionales. Permitiéndoles ganar cada vez más territorio y controlar las rutas de abastecimiento.
Esa disponibilidad, sumada a las buenas pagas de sus combatientes, les permite contar con todo lo necesario para llevar, casi al unísono, ataques en áreas separadas por miles de kilómetros. Destruyendo aldeas y pequeños pueblos, quemando siembras, secuestrando civiles, ejecutando militares, lo que provoca un mayor número de desplazados y una sensación de inestabilidad constante en las poblaciones, que viven con la sensación permanente de estar rodeadas de la fantasmagórica omnipresencia del terror.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asía Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC
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