Con motivo de la publicación de su libro Décoloniser la Kanaky-Nouvelle-Calédonie, publicado por Anacharsis y del que Contretemps ha publicado un extracto [véase más abajo], Benoît Trépied, antropólogo del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia (CNRS, Centro Nacional de Investigación Científica), aborda las razones de la explosión política y social que sacudió este territorio del Pacífico a partir del 13 de mayo de 2024. Se pregunta tanto por «el alcance y los límites del camino de descolonización recorrido hasta entonces» (p. 6) como por «las formas contemporáneas del hecho colonial».
Contretemps: ¿Qué le llevó a escribir este libro?
Benoît Trépied – El detonante fue la realidad política y social en torno a los acontecimientos del 13 de mayo de 2024, cuando ardió la región de Numea. Después de haber sido muy solicitado por los medios de comunicación en mayo y junio, necesité tomar distancia por medio de la pluma. Me parece que, gracias a la acumulación de obras científicas sobre Kanaky-Nueva Caledonia desde hace muchos años, los y las investigadoras hoy tenemos cosas que decir para aclarar el debate. Es tanto más importante frente a los discursos mediáticos y políticos dominantes, tan simplistas como provocadores, que desde el 13 de mayo solo hablaban al aludir al pueblo canaco de «gamberros», «mafiosos», «racistas antiblancos» o de una revuelta teledirigida desde el extranjero. Me parece fundamental explicar las causas profundas de esta explosión social y política, dar claves para entenderla volviendo sobre el contexto colonial de Kanaky-Nueva Caledonia, sus rupturas y sus continuidades, hasta nuestros días. Tanto en esta cuestión como en otras las ciencias humanas y sociales desempeñan un papel fundamental para hacer que se entiendan las cosas, alimentar la reflexión de la ciudadanía y desarrollar un espíritu crítico.
Contretemps – ¿Cuál es el objetivo principal de su libro?
Benoît Trépied – El libro trata de explicar las razones del 13 de mayo volviendo a situar este acontecimiento en una secuencia histórica más amplia. En primer lugar repasa el difícil y tortuoso proceso político que llevó a los Acuerdos de Paz de Matignon en 1988 y de Numea en 1998, y después la historia precolonial y colonial del país hasta los mortíferos enfrentamientos de la década de 1980 entre independentistas canacos y lealistas caldoches [partidarios de que Kanaky-Nueva Caledonia siga unida a Francia], pasando por los efectos ambiguos del acceso a la ciudadanía de la población canaca después de 1946. A continuación la obra propone una especie de balance de la secuencia de los acuerdos en términos económicos, sociales y políticos para destacar todo el camino que se ha recorrido hacia la descolonización, pero también las tensiones, los falsos pretextos y las opciones políticas que han permitido que sigan prosperando mezzo vocce las desigualdades, las discriminaciones y el racismo colonial, en particular en la aglomeración urbana de Numea. Finalmente, el último capítulo analiza lo que ha ocurrido desde el 13 de mayo en ese momento de aceleración de la historia en el que muchas cosas han dado de pronto un vuelco, un momento que todavía sigue y nadie sabe cómo va a acabar.
Contretemps: ¿Qué papel desempeña el contencioso colonial en la crisis actual?
Benoît Trépied – Históricamente, Francia convirtió a Kanaky-Nueva Caledonia una colonia de asentamiento. Debido a las oleadas de personas emigrantes francesas del pasado y del presente, el pueblo autóctono canaco se ha ido convirtiendo progresivamente en una minoría en su propio país. Hoy en día representa aproximadamente el 40 % de la población del territorio y de ahí proviene un conflicto estructural entre dos legitimidades: la legitimidad histórica del pueblo canaco que, como pueblo originario colonizado, es el único al que le concierne el derecho de autodeterminación desde el punto de vista del derecho internacional, y la legitimidad democrática a la francesa en torno al axioma «un hombre, un voto», que en la práctica ratifica los efectos de la colonización de asentamiento al reducir al pueblo canaco a una simple minoría demográfica y electoral frente a una mayoría no canaca que se opone a la independencia. Los Acuerdos de Matignon y de Numea fueron un intento inédito de conjugar ambas legitimidades en vez de oponerlas. Ese intento es lo que se hizo trizas a partir del 13 de mayo de 2024.
Contretemps – ¿Por qué la cuestión del censo electoral hizo saltar todo por los aires?
Benoît Trépied – Porque, precisamente, cristaliza este conflicto de legitimidades. En 1998 el Acuerdo de Numea había encontrado un compromiso a ese respecto. Para evitar que las políticas de poblamiento y la lógica de hechos consumados marginaran e invisibilizaran a la población canaca, las y los independentistas habían conseguido que la población francesa que llegara después de 1998, esto es, después del inicio oficial del proceso de descolonización, no pudiera votar en las elecciones provinciales. Para la población canaca esta «congelación» del censo electoral es una muralla infranqueable contra la colonización de asentamiento. Ahora bien, eso es lo que el Estado francés y las personas lealistas han tratado de revisar en 2024. A pesar de la oposición de las personas independentistas, han querido imponer a marchas forzadas la ampliación del censo electoral con el fin de poder integrar a las personas recién llegadas de Francia, que en su inmensa mayoría se oponen a la independencia. Las personas independentistas han considerado esta decisión un cuestionamiento del proceso de descolonización y un alineamiento del Estado [francés] con la postura de las personas lealistas, y de ahí que se hayan exacerbado las tensiones hasta llegar a las movilizaciones y cortes de carreteras por parte de las personas independentistas del 13 de mayo, que degeneraron en unos disturbios urbanos dramáticos: 14 personas muertas a tiros, daños por valor de más 2.000 millones de euros, y una economía y un país en ruinas.
Contretemps – En este contexto, ¿cómo se puede descolonizar Kanaky-Nueva Caledonia?
Benoît Trépied – Recordemos que, como la llamada Polinesia Francesa, Kanaky-Nueva Caledonia está incluida en la lista oficial de la ONU de los países que deben ser descolonizados. El problema de la descolonización es complejo en la antigua colonia de asentamiento caledonia. No solo implica la cuestión de la independencia y del vínculo con Francia, sino también el lugar que ocupa el pueblo canaco en la sociedad caledonia. Por consiguiente, descolonizar requiere replantearse a la vez la relación política entre el archipiélago y Francia, y las relaciones sociales entre personas canacas y no canacas. Los Acuerdos de 1988 y de 1998 habían previsto unos dispositivos originales para actuar sobre ambos aspectos: transferencia de competencias, políticas de reequilibrio, reconocimiento de la identidad canaca, construcción de una ciudadanía de Nueva Caledonia, ley de protección del empleo local, restricción del derecho de voto, referéndums de autodeterminación, reflexión sobre las diferentes formas posibles de recuperar la soberanía en el siglo XXI, etc. Hasta principios de la década de 2020 Kanaky-Nueva Caledonia pasaba por ser un laboratorio excepcional de la descolonización. Pero la actitud conservadora e incluso reaccionaria de algunos responsables políticos lealistas y del Estado francés a partir de 2021 ha hecho fracasar esta «apuesta por la inteligencia» que tanto apreciaba Jean-Marie Tjibaou, el dirigente canaco asesinado en 1989.
Contretemps – ¿Cómo analiza usted la postura del Estado francés y, sobre todo, la de Emmanuel Macron?
Benoît Trépied – Tras la firma de los Acuerdos de Matignon en 1988 bajo la égida de Michel Rocard, todos los gobiernos franceses, tanto de izquierda como de derecha, reprodujeron su método defendiendo una postura neutra del Estado francés en esta cuestión, con una voluntad de no instrumentalizar más la cuestión caledonia con fines políticos, como había hecho Jacques Chirac en 1988 con el asunto de [la masacre de] Ouvéa. Pero Emmanuel Macron y sus ministros encargados del tema, Sébastien Lecornu y luego Gérald Darmanin, rompieron con esta postura en nombre de la nueva estrategia «indo-pacífica» de Francia en Oceanía. A partir de 2021, cuando se vio que las personas partidarias de la independencia tenían posibilidades reales de ganar el tercer y último referéndum del Acuerdo de Numea (el único que es verdaderamente decisivo), han hecho todo lo posible por mantener el archipiélago en el seno de Francia, aun a riesgo de pisotear el espíritu de los Acuerdos, de aliarse abiertamente con las personas lealistas y romper la confianza que con tanto esfuerzo había construido Rocard entre las y los independentistas y el Estado. El regreso de esta represión imperialista francesa a la cúpula del Estado, que consiste en considerar el archipiélago en función de los intereses de Francia y no de la propia Kanaky-Nueva Caledonia, ha precipitado al país al abismo. Por último, desde el 13 de mayo, el Estado francés ha desplegado una política represiva en todos los sentidos al criminalizar a ultranza la revuelta canaca, incluido el encarcelamiento preventivo de varios dirigentes independentistas canacos al otro lado del mundo, en cárceles francesas, desde hace casi un año. Parece que tanto ayer como hoy Francia es a todas luces incapaz de lograr llevar a cabo una descolonización.
Texto original de la entrevista: https://www.contretemps.eu/kanaky-lutte-anticoloniale-entretien-benoit-trepied/
Extracto del libro de Benoît Trépied, Décoloniser la Kanaky-Nouvelle-Calédonie
El 13 de mayo de 2024 Kanaky-Nueva Caledonia vivió una conflagración sin precedentes que hará época. Los daños humanos, materiales y políticos fueron considerables. Pero, sobre todo, se detuvo bruscamente un proceso de descolonización único en la historia. Este libro pretende aportar las claves para comprender semejante conmoción.
El libro repasa el largo camino de emancipación, desde el poblamiento canaco hace tres mil años hasta la población colona llegada a «blanquear» el territorio, desde la lucha por la independencia hasta los acuerdos de paz, y examina los cambios que se han producido en estos últimos cuarenta años desde el punto de vista tanto social como económico y político.
Benoît Trépied, antropólogo del Centre National de la Recherche Scientifique de Francia, propone así un cuadro completo y accesible con la esperanza de que esta obra ilumine conciencias y contribuya modestamente a idear las vías para conseguir que en el futuro se logre una descolonización. Publicamos a continuación la conclusión del libro donde se hace un repaso de lo que actualmente está en juego.

Conclusión
«Los canacos os fastidiarán hasta la independencia, os guste o no», Jean-Marie Tjibaou, 4 de septiembre de 1987 (1).
«Esto es Kanaky, os guste o no», pancarta independentista, Numea, mayo de 2024 (2)
Apenas dos meses después del levantamiento del 13 de mayo de 2024 las elecciones legislativas de julio han sido una llamada de atención en Kanaky-Nueva Caledonia, no solo debido a la sorprendente victoria de [el dirigente independentista] Emmanuel Tjibaou, sino también, y sobre todo, porque los resultados muestran que en la actual relación de fuerzas las personas independentistas no necesitan restringir el censo electoral para ganarlas. Sus 10.000 votos de ventaja, obtenidos con un censo electoral abierto, suscitan tanta esperanza en su bando como temor entre el lealista.
Pero esta nueva situación también plantea dudas sobre la pertinencia de la batalla referente a la congelación del censo electoral que ha enardecido el país. Así, algunos comentaristas y responsables políticos consideran a la luz del escrutinio que el cataclismo del 13 de mayo no tenía razón de ser, puesto que ya no se sostiene el argumento de la minoría electoral del pueblo canaco. Por ejemplo, para el partido L’Éveil océanien «eso significa que la insurrección ya era un disparate, primero respecto a la forma, con muertos y heridos, directos o indirectos, empresas quemadas, miles de empleos perdidos y vidas trastocadas para siempre, y después respecto a su fondo a la vista de los resultados de las elecciones legislativas» (3).
El escrutinio de julio de 2024 es, sin la menor duda, un momento crucial electoral y político, y la crisis que vive Kanaky-Nueva Caledonia desde hace ocho meses es una tragedia inconmensurable. Con todo, no creo que la insurrección del 13 de mayo haya sido un «disparate». Todo el objetivo de este libro era demostrar que tenía sentido, por muchas razones.
Censo electoral, ciudadanía y descolonización
En términos electorales en primer lugar, hoy no es mañana. No sabemos qué flujos y reflujos electorales conocerá en el futuro Kanaky-Nueva Caledonia: la población canaca se moviliza a este respecto para protegerse del riesgo futuro de ser marginada. Sobre todo, no hay que perder de vista el alcance extremadamente político y simbólico que tiene la congelación del censo electoral, lo cual, más allá de lo que hay en juego en lo inmediato desde el punto de vista electoral, se inscribe fundamentalmente en una larga historia de alienación y de lucha. Es un mecanismo esencial de la descolonización tal como lo define el Acuerdo de Numea, un mecanismo que pasa por un doble movimiento de exclusión y de inclusión.
En lo que se refiere a la exclusión, la restricción del censo electoral supone para el pueblo canaco una muralla infranqueable contra la colonización de asentamiento, que sigue siendo de actualidad y lo seguirá siendo mientras la población francesa se pueda instalar a su antojo en el archipiélago. Excluir del voto a la población francesa desembarcada en Kanaky-Nueva Caledonia después de 1998, esto es, después del inicio oficial del proceso de descolonización, es una manera de recordarle dónde meten el pie. Esta población francesa no está ni en la Región Parisina ni en la Costa Azul, sino en las antípodas de Europa, en una tierra de Oceanía que trata de librarse de una historia colonial compleja y traumática de la que esa población francesa no forma parte. Si simula ignorar este hecho, entonces perpetúa y reproduce una lógica colonial contra la que la población canaca no ha dejado de levantarse desde el siglo XIX. Es la misma lógica que la que le hizo levantarse una vez más el 13 de mayo.
En lo que se refiere a la inclusión, el cuerpo electoral congelado fija las fronteras de la ciudadanía caledonia. Dicho de otro modo, define el perímetro de las personas que reconocen Kanaky-Nueva Caledonia como su país, personas que son de aquí y no de otros lugares, y que, por tanto, se supone que no contemplan el futuro sin el pueblo canaco, el pueblo originario y por ese motivo ineludible. El pueblo canaco ha aceptado compartir su derecho a la autodeterminación y a la descolonización con estas personas caledonias de todos los orígenes, «víctimas de la historia» o otras.
Para resolver el contencioso colonial que les enfrentó durante mucho tiempo, quienes firmaron el Acuerdo de Numea encontraron la mejor solución, que no se parece a ninguna otra: hacer pueblo en una ciudadanía compartida y construir juntos un país comprometido con la vía de un destino común, de la emancipación y de la soberanía. Durante el periodo del Acuerdo de Numea este pueblo caledonio en ciernes, este «nosotros y nosotras» formado con la unión del pueblo canaco y de otras comunidades de Kanaky-Nueva Caledonia, era quien votaba en las elecciones provinciales.
En cierto modo es una cuestión de tomarlo o dejarlo: o bien la ciudadanía del país entran en el juego y se embarca en la piragua canaca, por utilizar una metáfora oceánica, para definir juntos un camino de futuro, es decir, una forma de recuperar la soberanía que convenga a todo el mundo, o bien niega el hecho autóctono y permanece en las orillas de una colonia, con la mirada vuelta hacia París. Pero en ese caso, vivirá siempre en una situación de inseguridad colonial latente en la que el país correrá el peligro de incendiarse una y otra vez, o bien acabará por marcharse.
Y es que, ocurra lo que ocurra, el pueblo canaco no renunciará nunca a su soberanía alienada por la colonización francesa. No tiene otro país que Kanaky-Nueva Caledonia. Nos guste o no, la frase que pronunció Jean-Marie Tjibaou en marzo de 1985 sigue siendo de actualidad cuarenta años después y lo seguirá siendo en el futuro: «En Caledonia la paz se llama independencia canaca» (4).
Ahora que ha terminado el proceso abierto por el Acuerdo de Numea, se debe discutir acerca del perímetro del cuerpo electoral, lo mismo que acerca de todos los demás dispositivos previstos por el texto de 1998. Sin embargo, este punto debe ser objeto de una atención particular precisamente porque no remite solo a lo que hay en juego desde el punto de vista electoral, sino también a la propia definición de ciudadanía caledonia, esto es, a las fronteras del futuro pueblo caledonio.
Lo que en adelante hay que inventar es un código de la ciudadanía de Kanaky-Nueva Caledonia, en un contexto en el que el pueblo autóctono canaco, minorizado históricamente, todavía debe acoger en el censo de ciudadanos y ciudadanas a personas recién llegadas, aun cuando este pueblo canaco se niegue a ser invisibilizado o ahogado en el pueblo caledonio – a fortiori en el pueblo francés. Entre autoctonía y ciudadanía, identidad canaca y destino común, independencia y vínculos con Francia hay lógicas de escalas y de encajes complejos que hay que articular.
Una cuestión tan sensible solo se puede abordar con mucho tiempo y sagacidad. No se puede desvincular de una reflexión global sobre el futuro del país. Y solo se puede resolver en Numea, por parte de las principales personas interesadas que conocen todos los matices, y no en París por parte de parlamentarios francés que desconocen las sutilezas del problema. Por haber actuado a este respecto como un elefante en una cacharrería esgrimiendo las grandes palabras «República» y «democracia» para ocultar la naturaleza colonial del problema que hay que resolver (en cierto modo como Charles Pasqua que cuarenta años antes declaraba, sin más, que «la defensa de Bastia comienza en Numea»), el Estado [francés] y las personas lealistas han vuelto a precipitar a Kanaky-Nueva Caledonia al abismo.
Para entender bien la magnitud de la tragedia, destaquemos, además, que las personas independentistas ya habían aceptado, antes del 13 de mayo y como compromiso, integrar en el censo electoral provincial a todas aquellas personas nacidas en el país. La idea era instaurar un procedimiento de acceso a la ciudadanía caledonia basado en el derecho de suelo. Estas personas «nativas» no son una cantidad desdeñable: representan grosso modola mitad de las 25.000 personas a las que potencialmente afecta el proyecto de ley constitucional, si nos fijamos en las listas electorales generales (aunque, como ya hemos mencionado antes, distan mucho de ser fiables).
La otra mitad está formada por ciudadanas y ciudadanos franceses que llegaron al país hace más de diez años, pero después de 1998, y que, por tanto, están inscritos en las listas electorales generales, pero excluidos de las elecciones provinciales -incluido, hay que repertirlo, una cantidad desconocida, pero sin duda significativa de personas que ya no viven en el país y que se debería eliminar del censo. También en esto el Estado [francés] y las personas lealistas se han negado a transigir y a considerar esta propuesta de apertura de las y los independentistas, con los resultados que conocemos.
Situación colonial y lucha canaca
Si el levantamiento del 13 de mayo no es un «disparate» es también porque se gestaba desde hacía mucho tiempo. El proyecto de ampliación del censo electoral fue la gota que colmó el vaso, pero en el fondo el problema va mucho más allá de la cuestión del voto. En primer lugar refleja el sentimiento de desposesión colonial que todavía perdura entre muchas personas canacas, sobre todo jóvenes, y con el que los Acuerdos de Matignon y de Numea no lograron acabar.
Lo que explotó a partir del 13 de mayo de 2024 fueron todas estas frustraciones canacas que se había ido acumulando en silencio desde 1988: la amargura ante un proceso de descolonización que se detuvo a las puertas de Numea, la insatisfacción debido a que tras los bellos discursos sobre el destino común, se mantengan mecanismos estructurales de dominación, de explotación y de exclusión heredados del pasado colonial; la aversión a un sistema político, económico y social que, a pesar de todos los avances hacia el reequilibrio, sigue siendo profundamente colonial, con la bendición de los cargos electos y de los patronos lealistas, y que reproduce una y otra vez las desigualdades y discriminación en detrimento de la población canaca; el rechazo de una clase política independentista que ha envejecido sin renovarse y que se ha burocratizado; el hartazgo nacido de la experiencia reiterada del desamparo social, del racismo cotidiano, de la estigmatización y del desprecio (sobre todo de la juventud, a la que constantemente se identifica con delincuencia), mientras que en Numea coexisten una gran precariedad que afecta casi exclusivamente a la población canaca y oceánica, y un alarde de riqueza entre la población europea; por último, el rencor hacia la población francesa del Hexágono que, ignorante del largo contencioso colonial caledonio, desembarca en territorio canaco y al cabo de un tiempo se lo apropia sin siquiera pensarlo, engañada por la falsa evidencia de la bandera roja, blanca y azul, como han hecho antes generaciones de colonos.
En estas condiciones hay que ser ciego, sordo y amnésico, o dar muestra de una buena dosis de mala fe, para considerar, como hace [el diputado caledonio antiindependentista] Nicolas Metzdorf, que los acontecimientos del 13 de mayo de 2024 tienen que ver con el fascismo o el racismo antiblanco, cuando en el fondo se trata de una revuelta contra una situación colonial. A lo que en realidad estamos asistiendo es a un levantamiento contra la herencia colonial que sigue imponiendo su impronta al país y a sus habitantes, a una insurrección vinculada al hecho de que no se ha concluido el proceso de descolonización de Kanaky-Nueva Caledonia.
Miles de jóvenes canacos junto a otros oceánicos, se lanzaron de cabeza a este torbellino al grito de «Kanaky» a partir del 13 de mayo. Su rabia, su energía y su cólera condensadas en este grito de guerra sembraron el caos. Como escribió entonces el filósofo Hamid Mokaddem, en primera fila al vivir en un barrio del norte de Numea, «más que ante un motín generalizado, estamos ante una revuelta de jóvenes canacos que quieren confrontar y llegar hasta el final. Al final de la noche, Kanaky» (5).
Todos los testimonios de primera mano que he podido reunir describen un torrente de violencia que ha sorprendido a todo el mundo, tanto por su magnitud como por su aspecto confuso y desordenado. Muchas personas entre la población canaca y entre los dirigentes políticos condenaron la revuelta y tacharon a los «alborotadores» de irresponsables que reducen a cenizas todo el camino recorrido por el pueblo canaco desde la firma de los Acuerdos de Matignon. Otras personas, por el contrario, han defendido a estos nuevos «luchadores» que, en su opinión, recogían la antorcha de la larga lucha canaca contra el orden colonial, con sus propias referencias, sus estrategias y su capacidad de acción (a través, sobre todo, de las redes sociales), y que estaban dispuestos a destruir todo y a sacrificar todo por Kanaky, incluidas sus vidas. Tanto en el entorno rural como en las islas algunas personas canacas no ocultaron su satisfacción y su orgullo al ver la juventud de la ciudad levantarse así y se precipitaron a Numea para observar más de cerca la revuelta, incluso para participar en ella.
Por ese motivo, hasta que no se demuestre lo contrario, no me parece convincente la hipótesis de que hubiera unos «patrocinadores de los excesos» que hubieran preparado de antemano la destrucción minuciosa de Numea, a pesar de lo que los dirigentes lealistas y los representares locales del gobierno y la fiscalía franceses han repetido hasta la saciedad para dar crédito a la idea de que hubo un plan premeditado de la [organización independentista canaca] CCAT (Cellule de Coordination des Actions de Terrain). Es indudable que en los momentos de fervor militante se pronunciaron en ambos bandos discursos encendidos: en las manifestaciones independentistas se oyeron gritos como «¡Vamos a quemar Numea!», a los que respondió la famosa frase de Sonia Backès amenazando con «armarla» (6). Pero parece que las y los jóvenes que se levantaron a partir del 13 de mayo no han obedecido más que a sí mismos (7).
¿El fracaso del Acuerdo de Numea?
En las actuales circunstancias, en vista del profundo malestar colonial que todavía hoy gangrena a la sociedad caledonia y cuya consecuencia es esta explosión urbana, tenemos derecho a preguntarnos si, finalmente, el Acuerdo de Numea ha sido un fracaso.
En mi opinión, no se cuestionan necesariamente la letra y el espíritu del Acuerdo. El proyecto del Acuerdo de Numea sigue siendo audaz, prometedor y, en muchos aspectos, inigualable al imaginar una forma original de descolonización en el siglo XXI que articula a la vez la identidad canaca y el destino común, que crea una ciudadanía compartida en el camino de la soberanía, que trasciende los errores coloniales y los antagonismos en una comunidad de destino, y que organiza la reconciliación entre excolonizadores y excolonizados en un nuevo tipo de dinámica de emancipación.
Lo que, en cambio, no ha estado a la altura del aliento político de 1998 ha sido su puesta en práctica, y quienes son responsables de ello son las y los dirigentes nacionales y locales. En primer lugar las y los lealistas, que con demasiada frecuencia renegaron de sus firmas al pie del Acuerdo de Numea y nunca han roto realmente con sus viejos reflejos colonialistas y racistas. En segundo lugar el Estado francés que, bajo el impulso de Emmanuel Macron, ha bloqueado deliberadamente el proceso de descolonización desde 2021 en nombre de los intereses superiores de Francia en la región de «Indo-Pacífico». Por último, las y los independentistas que, a pesar de las derivas demostradas de los demás signatarios, consideraron que había más que perder que ganar en un enfrentamiento demasiado frontal con el proceso institucional en curso.
En cierto modo parece que la dirigencia del FLNKS (siglas en francés del Frente de Liberación Nacional Canaco y Socialista) confió demasiado en el Acuerdo de Numea, como si desde 1998 su firma hubiera creado de facto una «independencia en el presente» (8) y un acceso inevitable a la soberanía. Se podría hacer, además, una constatación análoga respecto a su optimismo concerniente al proyecto de una fábrica en el norte que debía financiar la independencia y cuyo cierre es el otro cataclismo de 2024, del que se habla menos porque quedó eclipsado por el 13 de mayo.
En cualquier caso, los cargos electos independentistas, demasiado ocupados en gestionar las provincias del Norte y de las Islas, apenas se movilizaron para oponerse a las políticas reaccionarias de la derecha local de la provincia del Sur, en el Congreso o en el gobierno. Sin embargo, Numea ya no es la ciudad blanca que era, pero lo mínimo que se puede decir es que la población canaca y oceánica que vive en ella, en particular en los barrios populares y en las casas ocupadas, no ha tenido un lugar destacado entre las prioridades del FLNKS bajo la era de los Acuerdos. En la práctica fue abandonada a su suerte y a los cargos electos lealistas de la provincia del Sur.
En el momento de los Acuerdos de Matignon en 1988 el reparto del poder por medio de la creación de las tres provincias [del Norte, del Sur y de las Islas] había permitido traer la paz; treinta y seis años después quien ha desenterrado el hacha de guerra es la población los canaca de la provincia del Sur, y en particular los «niños perdidos» de «Babilonia», como se dice en el archipiélago. Estas personas olvidadas de los Acuerdos en el corazón del feudo lealista de Numea se rebelaron al grito de «¡Esto es Kanaky!».
Descolonizar Kanaky-Nueva Caledonia
«Para comprender nuestro malestar y nuestras aspiraciones, hay que recordar que todavía no hemos sido descolonizados», declaraba Jean-Marie Tjibaou en 1984. «Este mundo moderno, que todavía no hemos exorcizado, sigue llevando la marca de una colonización que nos humilla, que nos castra» (9). Cuarenta años después muchísimas cosas han cambiado a mejor para el pueblo canaco gracias a los Acuerdos, pero esta «marca de la colonización» no ha desaparecido. La descolonización de Kanaky-Nueva Caledonia es más actual que nunca para sacar al país del atolladero.
A corto plazo, esto pasa por un cambio total de actitud por parte del Estado [francés] y de las personas lealistas. La respuesta puramente represiva y punitiva de la que han dado muestra respecto al pueblo canaco desde el 13 de mayo de 2024 es un impasse total que lleva al país directamente a la catástrofe, una catástrofe mucho peor que la de los últimos meses, al tiempo que ya se respira en el aire un trágico perfume de Argelia francesa. Si las autoridades nacionales y locales persisten en esta lógica de confrontación y de venganza, como ya hicieron en 1986-1988, Kanaky-Nueva Caledonia corre peligro de sumirse en otro baño de sangre, en una nueva Ouvéa, y de no poder levantarse nunca. Ni la aceleración de la maquinaria policial, judicial y penal del Estado ni las medidas de represalias económicas y sociales adoptadas por los dirigentes lealistas y la patronal permitirán apaciguamiento alguno, todo lo contrario.
El pueblo canaco tiene memoria. Sabe que fue el Estado [francés] quien hizo descarriar el decisivo tercer referéndum de 2021 para impedir que ganara el «sí» a la independencia. Desde 1998 ha observado que las personas lealistas eludían la exigencia de descolonización que contiene el Acuerdo de Numea. Antes de eso, el pueblo canaco recuerda la actitud de la administración y de los colonos respecto a los suyos, la injusticia y la humillación colonial sufridas por sus antepasados, las revueltas canacas brutalmente reprimidas, generación tras generación, desde la década de 1850 hasta la de 1980 (10).
A la luz de esta larga memoria del hecho colonial, las opciones políticas de Emmanuel Macron y Sonia Backès no son sino los últimos avatares contemporáneos de una opresión colonial que dura desde hace más de 170 años. Es indispensable abandonar este planteamiento de la cuestión caledonia que es colonialista en Numea e imperialista en París.
Kanaky-Nueva Caledonia volverá a estallar a largo plazo si no se ofrece ninguna respuesta política y social a la reivindicación canaca de soberanía e independencia, una aspiración más acuciante que nunca entre las generaciones jóvenes nacidas en la época de los Acuerdos. Esta no es solo la lección del 13 de mayo, sino también el sentido de la historia. Basta pensar en la inversión de las diferencias electorales de los últimos años, desde los 18.000 votos menos del independentismo en el referéndum de 2018 a sus 10.000 votos de ventaja en las legislativas de 2024.
Se puede mencionar también lo que ocurre fuera de la Gran Numea, en Voh-Koné-Pouembout, Bourail, Poindimié y otros lugares, donde la población canaca y la caldoche han hecho las paces en nombre de su pertenencia común al país, en el marco inclusivo y unificador de la ciudadanía caledonia. En este ámbito rural donde la presencia canaca es ineludible, personas de todas las comunidades se comprometen ahora con la construcción de un futuro compartido que de una forma u otra lleve a la soberanía. Y cuando Numea ardía, se reunieron para reafirmar sus lazos de ciudadanía.
En la propia aglomeración [Numea] la insurrección de mayo-junio de 2024 también sacó a la luz una solidaridad inédita entre comunidades, en particular entre la canaca y la oceánica, tanto por parte de las y los insurgentes como de quienes residen en barrios que son mixtos desde el punto de vista social y étnico. Por último, el cada vez mayor apego afectivo de la juventud wallisiana, caldoche, mestiza, etc., a los símbolos de Kanaky atestigua también la emergencia de un apoyo popular a la idea de un país libre y emancipado en el que cada persona tenga su lugar.
En vez de reprimir a diestro y siniestro, el Estado [francés] y los responsables locales deberían basarse en estos cambios sociales y políticos que son el mayor éxito del Acuerdo de Numea, y que provienen de una decisión fundamental tomada en 1998: la de reconocer el hecho colonial en toda su magnitud y sus múltiples dimensiones. El proyecto de un destino común solo tiene sentido porque quienes firmaron el Acuerdo eligieron nombrar y describir el fenómeno colonial, porque calibraron sus consecuencias históricas y contemporáneas tanto desde el punto de vista político como del socioeconómico y cultural, y porque trataron de actuar para liberarse de ello.
En aquel momento se diseñó una vía original de descolonización para Kanaky-Nueva Caledonia y las personas que ahí habitaban. Ninguna paz duradera en el país será posible si no se prosigue esta dinámica de descolonización, si esta no suscita la refundación de un nuevo contrato social y político, y si no desemboca en una forma original de independencia que hay que inventar. No hay otra solución.
Benoît Trépied, Décoloniser la Kanaky-Nouvelle-Calédonie, Anacharsis, Toulouse 2025.
Notas:
(1) Jean-Marie Tjibaou, rueda de prensa del 4 de septiembre de 1987.
(2) Mokaddem, 2024, p. 29 (foto).
(3) L’Éveil océanien, « Résultats des législatives », comunicado del 10 de julio de 2024.
(4) Tjibaou, 1996, p. 176.
(5) Mokaddem, 2024, p. 37.
(6) Nogues, 2024.
(7) Mokaddem, 2024 ; Ellen Salvi, «Dans les quartiers populaires de Nouméa, la colère des jeunes couve toujours», Mediapart, 12 de diciembre de 2024 ; Louise Chauchat y François Roux, «Nouvelle-Calédonie: quand la justice devient le bras armé du politique face à l’insurrection kanak pour son indépendance», La Lettre. La revue du Syndicat des avocats de France, octubre de 2024.
(8) Néaoutyine, 2005.
(9) Citado en Bensa, 1998, p. 105.
(10) Véase sobre todo Bensa, Goromoedo y Muckle, 2015.
Texto original del extracto: https://www.contretemps.eu/decoloniser-kanaky-nouvelle-caledonie-livre-trepied/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.