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Nigeria, terror contra terror

Fuentes: Rebelión

Nigeria tiene problemas mucho más graves que atender que las recientes amenazas del presidente norteamericano, Donald Trump, que ha declarado a ese país “de especial preocupación”, preámbulo para una remota intervención militar a raíz de la persecución que allí sufren los cristianos.

Aunque, si quisiera, Trump también podría hacerlo por los musulmanes, los animistas y cualquier otra religión que sea, e incluso ateos y agnósticos. Porque están en constante peligro de vida los 238 millones de nigerianos. A no ser que en sus planes figure la posibilidad de convertir a Nigeria en cabecera de playa para intervenir con más comodidad a los países miembros de la Alianza de Estados del Sahel o AES (Mali, Burkina Faso y Níger) para interrumpir sus procesos anticolonialistas. Es importante recordar en este punto que, en 2023, tras el golpe nacionalista y anticolonialista de Níger, fue justamente el presidente nigeriano Bola Tinubu quien encabezó la reacción, amenazando con invadir ese país con las fuerzas de la Comunidad Económica de Estados de África Occidental o CEDEAO (ver: Hacia la guerra total en el Sahel).

De paso, sería bueno recordarle a Trump que en Siria su gran amigo, el emir Abu Mohammad al-Golani, hace lo mismo contra alauitas, chiíes, drusos y cristianos, y ni recordar lo de los sionistas en Gaza, donde también son martirizados cristianos.

Si bien es improbable que el más blondo de los neoyorquinos lo haga, sería bueno de una vez que abandone su vocación de comadre de barrio y deje de recorrer el mundo hurgando en la basura ajena para asumir la responsabilidad de cumplir las promesas que con estruendo de metralla dispara a diario contra Rusia, China, Irán, India, Venezuela, Corea del Norte, Nicaragua, Cuba, Afganistán, México, California, Nueva York y un etcétera que tiende a agigantarse cada día y se atreva de una vez a declarar la guerra al mundo.

Los nigerianos, mientras tanto, viven asolados por la brutal corrupción del Gobierno del presidente Bola Tinubu y padecen las consecuencias de la degradación medioambiental producto del saqueo de sus recursos naturales, particularmente del petróleo, por empresas multinacionales que han exterminado la fauna y la flora a lo largo del delta del río Níger. Y entre otros peligros inminentes también se podría incluir el crimen común, que se ha estructurado en verdaderas milicias tributarias del Daesh y de al-Qaeda, que desde que se inició el conflicto en 2009 han generado al menos unos sesenta mil muertos, además de provocar el desplazamiento de dos millones y medio de personas.

Quizás sean estas khatibas las que han puesto al país en el mapa como nunca desde la guerra de Biafra (1967-1970). Particularmente el grupo Boko Haram, que saltó al estrellato internacional por el secuestro en 2014 de 276 alumnas de una escuela en Chibok, estado de Borno, en el noreste del país, de las que todavía siguen desaparecidas 219. (Ver: Nigeria: La sonrisa de Michelle).

Desde entonces, aunque el grupo fue fundado en 2002, ha protagonizado verdaderas carnicerías desde que en 2009 Abubakar Shekau se convirtió en emir de la organización tras la desaparición de su fundador, Mohammed Yusuf.

La impronta vesánica que imprimió Shekau a Boko Haram continuó más allá de su muerte en 2021, e incluso impregnó a los grupos que se desgajaron de él. En 2015 surgió ISWAP (Estado Islámico Provincia del África Occidental), liderada por Abu Musab al-Barnawi, hijo de Mohammed Yusuf. Más tarde ambas khatibas han sufrido escisiones, como el Jama’atu Ansarul Muslimina fi Biladis Sudan o Ansaru (Vanguardia para la protección de musulmanes en las tierras negras) en 2012, aunque estos grupos apenas consiguen diferenciarse de las bandas del crimen común. Más todavía cuando en agosto pasado fueron detenidos sus dos principales líderes, Mahmud Muhammad Usman y Mahmud al-Nigeri.

La guerra entre estos dos grandes brazos del terrorismo en Nigeria, más allá de que ambos son tributarios del Daesh, no tardó en estallar con batallas que han dejado centenares de muertes, entre las que se anotan la de sus dos principales emires como ya hemos señalado, la de Shekau en marzo de 2021 y en agosto de ese mismo año la de al-Barnawi, ambos a consecuencia de su propia guerra. Más allá de las operaciones del ejército de Nigeria, que ha dado golpes casi letales a ambas organizaciones obligándolas a replegarse por meses para reconstruirse y volver a la batalla.

Se conoció que el domingo día 9 un nuevo episodio de la guerra entre ambos grupos se libró a orillas del lago Chad dejando al menos doscientos muertos. Los combates estallaron en cercanías de la aldea de Dogon Chiku, una zona que históricamente ha sido utilizada por los muyahidines para golpear tanto en Nigeria como en Chad.

Aprovechando la seguridad que les brindan los imbricados corredores fluviales del lago, suelen usar algunas islas como cuarteles de invierno, desde donde, además de controlar el movimiento de las aldeas, cobran impuestos a comerciantes, pescadores, leñadores y pastores.

La batalla del domingo 9 en la que, según informantes locales, el Iswap habría sufrido numerosas bajas, al tiempo de la pérdida de un importante número de embarcaciones que cayeron en manos de Boko Haram. Ha sido el último gran enfrentamiento, aunque no se descarta que en la dinámica territorial que ha tomado esta guerra muy pronto estallen nuevos enfrentamientos. Más si tenemos en cuenta la nueva perspectiva que dan a la situación el recrudecimiento de la guerra en todo el arco que ocupa la Alianza de Estados del Sahel, donde tanto el Jama’at Nasr al-Islām wal Muslimin o JNIM (Grupo de Apoyo al Islām y los musulmanes), adscrito a al-Qaeda, como el Estado Islámico para el Gran Sahara, combaten en varios frentes a los ejércitos de la AES.

Esta última batalla quizás haya sido la más mortífera entre ambas khatibas desde 2016, cuando comenzó esta guerra. El antecedente más similar se produjo en mayo de 2021, cuando Iswap lanzó una ofensiva en el bosque de Sambisa, durante años un santuario impenetrable de Boko Haram. Durante esa campaña fue cuando Shekau, rodeado y sin posibilidades de escapar, eligió inmolarse con un explosivo antes de caer en manos de milicianos de Iswap. A partir de diciembre de 2022 la nueva dirigencia de Boko Haram recuperó la iniciativa lanzando operaciones contra dos bases de Iswap en el estado de Borno. Con esas acciones consiguió apoderase de gran cantidad de armamento, además de asesinar a más de un centenar de efectivos del Iswap.

Si bien poco a poco el Iswap fue alcanzando más potencia de fuego y logística gracias a los aportes de sus financiadores del golfo Pérsico, los servicios de inteligencia occidentales y sus operaciones de contrabando de oro y secuestros extorsivos, con el tiempo Boko Haram consiguió revertir la tendencia, consiguiendo mayor presencia en el lago Chad, equilibrando la situación.

Un nuevo jugador se afianza

Desde diciembre del año pasado conocíamos que milicianos del Jama’at Nasr al-Islām wal Muslimin (JNIM) habían ingresado a territorio nigeriano desde la frontera de Benín, aunque todavía no se reportaron acciones (Ver: África: Adieu la France, a jamais!).

Mientras se expande por el Sahel, hoy el principal centro de terrorismo mundial. Con una población total de 75 millones de personas, más allá de los casi doce mil muertos, obligó al desplazamiento de otros tres millones de personas. Mientras los terroristas también han avanzado hacia las naciones ribereñas al Golfo de Guinea (Benín, Togo, Ghana y Costa de Marfil).

Con ese impulso, el JNIM busca expandirse también en Nigeria, donde ninguna khatiba de al-Qaeda tuvo presencia desde 2014, cuando Boko Haram hizo su baya’t (juramento de lealtad) al Daesh.

A finales de octubre último se registró el primer ataque en territorio nigeriano del JNIM, contra una patrulla militar en el estado de Kwara, en el centro-norte del país, próxima a la frontera con Benín, por donde se habían infiltrado en diciembre pasado.

Según expertos locales, el JNIM ha elegido el estado de Kwara por su ubicación en el centro del país, cercao a la ciudad de Abuya, la capital federal.

Al igual que prácticamente todas las fronteras de África, Nigeria tiene un alto déficit de seguridad, por donde históricamente se han filtrado contrabandistas y traficantes de todo tipo; desde hace más de una década lo hacen también los muyahidines, pasando de un país a otro sin mayores dificultades más allá de la vigilancia satelital del Africom (Comando de Estados Unidos para África) que, junto a sus aliados europeos, está dejando hacer al terrorismo en el continente.

Desde Kwara, el JNIM espera expandirse hacia otras regiones nigerianas, más allá de tener que enfrentar al ejército nacional, a Boko Haram y el ISWAP. Esto deja al Estado de Osun particularmente vulnerable por su proximidad a Kwara, donde en la guerra de terror contra el terror se espera que alcance su máximo esplendor.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.