«Bienvenidos a la Resistance». Durante la primera presidencia de Donald Trump, a los socialistas les encantaba repetir esta frase con ironía. La Resistance liberal [el entramado liberal anti-Trump surgido a partir de 2016], sostenían, se limitaba a gestos performativos de oposición, a culpar de todo a Rusia y a depositar una fe ingenua en que los «adultos responsables» del Partido Demócrata retomarían el control y devolverían las cosas al statu quo previo a 2016. Sin embargo, desde que Trump volvió a la Casa Blanca, la situación cambió de manera bastante drástica.
Una vez más, buena parte de la base liberal está en abierta rebelión contra una dirigencia que fracasó de forma estrepitosa en el objetivo de frenar el avance sostenido de la extrema derecha. Pero ahora muchos liberales votan a Zohran Mamdani, se desplazan hacia la izquierda en relación con Palestina y miran con creciente simpatía al socialismo como respuesta al fenómeno Make America Great Again [Hacer grande de nuevo a los Estados Unidos, MAGA, por sus siglas en inglés].
Daniel Denvir, conductor del podcast de Jacobin Radio The Dig, conversó con el organizador y activista de Democratic Socialists of America (DSA) de Nueva York Eric Blanc; con el estratega político progresista Waleed Shahid y con la codirectora ejecutiva de Indivisible Project, Leah Greenberg, sobre cómo y por qué los liberales y la llamada Resistance se radicalizaron. Esta transcripción fue editada por extensión y claridad.
DD: Una parte importante de lo que la izquierda socialista viene intentando hacer es convencer a la base liberal demócrata de que la única forma de abordar las causas profundas del fenómeno MAGA y de Trump es enfrentando al neoliberalismo y a las guerras eternas, y desplazando al establishment del Partido Demócrata.
Lo que parece especialmente significativo en este momento es que estas políticas populistas de izquierda y de socialismo democrático, del tipo que vemos tanto en la coalición de Zohran Mamdani como en la gira Luchar contra la oligarquía de Bernie Sanders, están irrumpiendo con mucha fuerza. ¿Cómo se radicalizó tanto en los últimos doce meses la base liberal, que antes había depositado su confianza en el establishment demócrata para protegerse de Trump?
LG: No creo que en este momento se pueda separar la reacción de la base liberal de las dinámicas sociales más amplias que venimos viendo desarrollarse. Durante la administración Trump 1.0 al menos existía una pretensión bastante sólida, por parte de actores corporativos y de muchas instituciones de la sociedad, de que estaban tratando de sostener unas ciertas normas de la democracia liberal, de proteger a algunas poblaciones vulnerables, etcétera. Podemos ser muy claros en que eso no surgía de la bondad de sus corazones. Pero sí generaba un contraste significativo. Lo que vimos esta vez fue un colapso institucional prácticamente total de las élites frente al trumpismo, que comenzó casi inmediatamente después de la elección.
Entonces, para quienes creyeron lo que les decía la dirigencia demócrata —que esto era un «fascismo en ciernes», que iba a representar una amenaza personal directa para ellos, sus comunidades y sus vecinos—, ver esta combinación de ineptitud de la dirigencia demócrata, que se replegó hasta enredarse en discusiones internas circulares culpando a distintos grupos en lugar de hacer algún tipo de balance serio, y al mismo tiempo observar cómo un montón de otras instituciones —desde Jeff Bezos y Mark Zuckerberg hasta [la cadena minorista] Target y prácticamente cualquier corporación que se te ocurra— se apresuraban a arrodillarse ante Trump, dejó mucho más claro que el proyecto de consolidar el poder político de MAGA y el proyecto de consolidar el poder corporativo eran una misma cosa. Eso preparó el terreno para gran parte de lo que vino después.
WS: Si se mira a las universidades, estudios jurídicos, al gobierno federal, a los medios y a los empleados de organizaciones afectadas por la consolidación del Big Tech, hay una diferencia tangible entre 2017 y 2025 en cuanto al tipo de trabajadores de cuello blanco, de clase media o media-alta, probablemente liberales en términos ideológicos o prácticos, que hoy están siendo realmente presionados y atacados por esta administración. No solo en el plano retórico, sino también en el de las políticas concretas.
J. D. Vance, Donald Trump y Elon Musk realmente odian a esta clase liberal. Fantasean con reemplazarla por robots y por inteligencia artificial. Creo que hay una forma muy concreta en la que esta clase está siendo asfixiada, mientras que el partido y los representantes electos que supuestamente deberían representarla no muestran ninguna voluntad de pelear por ella de manera contundente.
EB: Coincido con Leah en que el punto central es que no solo Trump es mucho peor esta vez, sino que además las instituciones lo están resistiendo mucho menos. Esa contradicción resulta profundamente radicalizante.
Creo, además, que esto antecede a la elección. Por ejemplo, la incapacidad del establishment del Partido Demócrata para desplazar a Joe Biden y todo el fiasco en torno a su edad, que ya medio olvidamos, puso en evidencia ante una parte importante de la base liberal que, más allá de la retórica, las motivaciones de quienes están en la cima parecen tener mucho más que ver con el ego y la carrera personal que con enfrentar seriamente al fascismo. Fue una experiencia muy reveladora.
También hay una dinámica más general: dado que el impulso autoritario de esta nueva administración es tan profundo, los liberales, por razones legítimas aunque quizás limitadas, perciben el ataque a la democracia como algo central para su política, en un grado que tal vez otros sectores de la población no sienten de la misma manera.
Eso genera una radicalización como respuesta a los acontecimientos. Si nunca creíste que el sistema funcionaba tan bien, como ocurre con muchos sectores de izquierda o con trabajadores no universitarios, quizás los ataques a la democracia no ocupen un lugar tan central en tu cabeza. Pero si realmente creías —y considero que los liberales tienen razón en creerlo— en la importancia de defender la democracia liberal, entonces este momento se vive como un llamado a la acción más potente que para casi cualquier otro sector de la población.
DD: Joshua Cohen publicó hace poco un post interesante en el que sostenía que el problema central no era solo Trump, sino que el liberalismo había perdido la capacidad de ofrecer una explicación convincente de por qué la democracia liberal valía la pena. En ese vacío, argumentaba, la derecha autoritaria pudo imponer su propio relato. Me interesa saber hasta qué punto creen que ese diagnóstico ayuda a entender por qué sectores de la base liberal parecen hoy más abiertos a ideas socialistas o populistas de izquierda.
WS: Dos de las principales movilizaciones de masas que tuvieron éxito en el último año fueron las protestas contra Tesla y No Kings [No a los reyes], que para mí son dos iteraciones distintas de lo que quizá pueda llamarse «la revuelta liberal autónoma». Creo que estos esfuerzos muestran que la gente está buscando expresar su bronca y su frustración y quiere poder hacerlo de una manera que no se sienta necesariamente como ideológica, ni siquiera socialista, sino como parte de una lucha contra Donald Trump y el fascismo.
Creo que la tercera movilización más exitosa con impacto nacional fue la elección de Zohran Mamdani. Donde realmente se pone a prueba todo esto es, obviamente, en las elecciones, porque hay muy pocos lugares en los que personas que son socialistas o incluso socialdemócratas puedan ganar una elección solo con quienes se identifican con esos términos. Hay que construir una coalición que cruce ideologías y demografías. Y muchas veces esas personas —algunos de los candidatos socialistas populistas más jóvenes— encarnan esa lucha contra el autoritarismo mucho mejor que el establishment demócrata.
LG: Retomando ese argumento, sobre por qué existe esta crisis de confianza en este momento, la propuesta fundamental de Biden 2020 era que el trumpismo era una locura pasajera que podía corregirse eligiendo al candidato más anodino, más persuasivo. Lo ponías en el cargo, los adultos volvían a estar al mando, las cosas se acomodaban y la fiebre se se terminaba. Esa era la promesa. Y mucha gente la compró, o incluso la aceptó a regañadientes.
Y creo que el problema básico que estamos viendo ahora es que no hay una propuesta posterior, no hay una promesa de continuidad por parte de la dirigencia demócrata electa que explique este momento. Claramente no se trata de una fiebre pasajera. MAGA es una fuerza en la política estadounidense y va a serlo durante un período prolongado.
¿Cómo se sale realmente de una situación en la que, cada cuatro años, cada elección se vuelve un referéndum sobre la democracia y una amenaza de consolidación autoritaria? No creo que la dirigencia demócrata haya ofrecido una teoría significativa que reemplace el marco aquél de «esto es una fiebre temporal». Que alguien logre formular de manera convincente una propuesta alternativa es, de hecho, la forma en que vamos a desplazar nuestra política en una dirección que no implique confrontaciones constantes con el peor 30 por ciento de la sociedad estadounidense. Creo que ese es el camino para romper ese techo.
EB: Lo que yo agregaría es que esta es, en muchos sentidos, una dinámica sorprendente para la izquierda, en el sentido de que el voto liberal resulta, en varios aspectos, un desarrollo inesperado para la izquierda socialista. No creo que la gente estuviera realmente preparada para ver no solo una repetición de la Resistance 1.0, y eso explica en parte por qué estamos teniendo esta conversación hoy. Hubo un corrimiento hacia tratar de entender lo que está pasando, pero creo que probablemente tengamos que ir más lejos para ser realmente concretos. Por ejemplo, DSA recién se sumó hace poco a la coalición No Kings, y creo que eso es una buena señal de que se está intentando pensar cómo trabajar con este tipo de movimiento de resistencia liberal más amplio.
Pero también existió, a veces, una tendencia a ser un poco condescendientes con la protesta de No Kings, por ejemplo. Entonces, cuando pensamos en cómo nos relacionamos con la resistencia liberal, creo que esto es algo importante a tener en cuenta. Nuestra tarea principal en este momento no es solo diferenciarnos de los liberales —especialmente de los liberales que están ahí afuera peleando—, sino involucrarnos con ellos y ser los mejores constructores posibles de las movilizaciones No Kings.
WS: Algo más sobre la trayectoria del liberalismo del Partido Demócrata: las advertencias del establishment demócrata a los liberales sobre la amenaza del fascismo hacen que la inmigración pase a ser un tema central en esta historia, ya que, contra lo que suele creerse, los liberales blancos tienden a ser un sector demográfico muy favorable a los derechos de los inmigrantes en este país.
Solo en la última semana, desde el ala derecha y el ala izquierda del liberalismo demócrata, tanto David Brooks como Michelle Goldberg publicaron columnas en el New York Times sobre derechos de los inmigrantes. La columna de Goldberg era sobre organizaciones que defienden los derechos de los inmigrantes a las que se podía donar durante las fiestas. David Brooks escribió una columna sobre una iglesia en Connecticut que está ayudando a inmigrantes indocumentados y a personas que buscan asilo para enfrentar al ICE [Servicio de Control de Inmigración y Aduanas].
Dado que hoy que los funcionarios electos no están liderando la lucha en torno a la inmigración con la misma intensidad, creo que eso genera una apertura enorme para que este sector de personas, que realmente se preocupa por la inclusión, el pluralismo y la protección de los más vulnerables, encuentre formas autónomas de involucrarse y llenar un vacío que la dirigencia de su propio partido no está cubriendo.
LG
Si puedo ofrecer el reverso, la imagen especular de eso, creo que las dos primeras señales de la disociación entre la base y la dirigencia electa fueron el proyecto H. R. 9495, la llamada «ley asesina de organizaciones sin fines de lucro», con la que intentaron avanzar de manera bipartidaria inmediatamente después de la elección, y luego la Ley Laken Riley, en enero.
Un recuerdo muy nítido que tengo es el de haber intentado comunicarle a dirigentes demócratas electos que nuestra base estaba genuinamente alarmada y enojada, y que no entendía por qué íbamos a otorgarle a Donald Trump más poder en materia de control y fiscalización, más poder sobre las organizaciones sin fines de lucro, más poder para ir contra los inmigrantes y consolidar una fuerza policial secreta, para recibir como respuesta algo que oscilaba entre la desestimación y el desprecio. Y frente a esto escuché a personas decir, básicamente: no solo no estamos de acuerdo, sino que además esta es la razón por la que perdimos la elección.
Después, hacia mediados de febrero, cuando las llamadas, el volumen y la bronca estaban desbordando, me encontré con muchos de esos mismos integrantes del establishment demócrata preguntándose: «¿Por qué está todo el mundo tan enojado?». Nuestra reacción fue: «Venimos diciendo que esto se estaba acumulando. Hay una brecha constante entre lo que ustedes le comunican a la gente sobre lo que les importa y las cosas que efectivamente están haciendo. Y eso ahora vuelve para atacarlos».
DD
Leah, muchos señalaron que, para la base liberal, la división no pasa tanto por «izquierda versus centro» como por «quienes pelean versus quienes se pliegan». ¿Pero ambas definiciones no están volviéndose cada vez más lo mismo?
LG
Yo lo describiría como un eje x y un eje y: el eje horizontal es qué tan a la izquierda están tus posiciones políticas; el eje vertical, en qué medida crees que este momento es el de una emergencia que requiere usar todas las herramientas disponibles. Y que eso, en última instancia, exige reformas estructurales que aborden de manera significativa las raíces de la crisis.
Lo que diría sobre nuestra gente es que se ubican a sí mismos en lugares muy distintos del eje izquierda-centro, pero que todos están en niveles muy, muy altos del eje de «esto es una emergencia que requiere poner en juego todo lo que tenemos». Y suele haber una fuerte correlación entre quienes están más a la izquierda y quienes perciben este momento como una emergencia. Hay mucha superposición respecto de lo que se es necesario hacer.
Cuando hoy hablamos de reformas estructurales, no estamos solo volviendo a lo que discutíamos en 2021. No se trata únicamente de la For the People Act [Acta para la gente]. Estamos hablando de la Ley de Derecho al Voto, pero también de derechos electorales, además de qué vamos a hacer con la Corte Suprema, qué vamos a hacer con el sistema bipartidista que sigue produciendo estos conflictos, qué vamos a hacer con la concentración del poder corporativo que permitió que los fascistas del Big Tech operen como respaldo de esta administración.
Creo que hay mucha superposición cuando uno piensa en cuál es el conjunto final de soluciones para el momento en el que estamos, soluciones que permitirían construir de manera efectiva un país donde las personas puedan ser parte, vivan con dignidad y tengan voz. Así que no pondría el foco tanto en las etiquetas en sí mismas, pero sí creo que, cuando hablamos concretamente de cómo salir de este momento y de cómo mejorar genuinamente la vida de la gente, hay un enorme potencial de convergencia.
DD
No son solo los liberales los que cambiaron desde la primera administración Trump, como ya comentó bastante gente. La izquierda socialista también está en una situación bastante distinta. En los años posteriores a la elección de 2016, una gran cantidad de personas rechazaron desde la izquierda, o al menos miraron con escepticismo y suspicacia, muchos aspectos de la Resistance liberal. Para una parte de la izquierda socialista, esa política de la Resistance encuadraba a la elección de Trump como el producto de la «interferencia rusa» y buscaba simplemente hacer retroceder el reloj para volver a la política previa a Trump, es decir, a esa idea de que, como mencionaba Leah antes, «la fiebre se va terminar cuando los adultos vuelvan a la casa».
Al mismo tiempo, hubo un debate intenso dentro de la izquierda socialista acerca de si el proyecto de Trump era fascista o no. Toda la izquierda se oponía a Trump. Pero hubo un debate a veces interesante, a veces bastante arcano, sobre si «fascista» era el concepto adecuado. Ahora, en cambio, toda la izquierda online ama a Jennifer Welch y está de acuerdo en que el proyecto de Trump es fascista. Si bien hay sectores de la izquierda que pueden tener algunas reservas respecto de la Resistance, me parece que una creciente mayoría coincide en que deberíamos enlazar nuestros brazos y sumarnos.
Eric, ¿cómo describirías esa trayectoria dentro de la izquierda socialista y la política interna de la izquierda socialista respecto de cómo relacionarse con la Resistance liberal?
EB
Lo primero que diría es que el hecho de que esta vez la Resistance liberal esté enfrentando de manera muy explícita al establishment del Partido Demócrata es algo que lo cambia todo. Si hay algo que a los socialistas nos gusta hacer es pelear contra el establishment demócrata. Así que ahí hay una afinidad evidente, que explica buena parte de la apertura para involucrarse.
También creo que hay una cuestión de urgencia. La última vez, muchos en la izquierda, yo incluido, teníamos una lectura, en parte válida, según la cual la administración Trump no representaba una ruptura tan radical con el republicanismo y la política de derecha. Pero, como sostenían los liberales, esta vez quizás incluso subestimamos la amenaza. Lo digo sin vueltas: yo no pensé que esta vez Trump fuera a ser tan malo como lo fue. Creo que muchos subestimamos eso. Y después hay algo inmediato, no solo en abstracto, sino en términos muy concretos: qué significa el hecho de que, hablando desde mi experiencia personal, como izquierdista, por primera vez en mi vida tuve que considerar qué pasaría si pierdo mi trabajo por expresarme políticamente.
Hay una urgencia, y lo digo desde un lugar de privilegio relativo. Tengo un trabajo sindicalizado. Doy clases en una universidad pública. Pero creo que la intensidad del ataque autoritario en todos los frentes generó en la izquierda una sensación de llamado de «todos a sus puestos» en un grado que no se sentía tanto la última vez. Entonces la pregunta que me hacía era: ¿qué se hace con eso?
Siento que lo que la izquierda sabe hacer muy bien es pelear contra el establishment demócrata. No creo que tengamos tanta experiencia reciente en cuanto a cómo trabajar en coalición con los liberales contra la derecha. No es que alguien se oponga, pero esto exige cosas distintas, que no hemos hecho de manera consistente en los últimos tiempos. Así que la tarea pasa por pensar realmente cómo escalar en una pelea más amplia. Y eso exige seguir planteando que nuestra lucha principal ahora mismo es contra la derecha, y no contra la Resistance liberal.
WS
Otra cosa de la que tenemos que dar cuenta —y es algo muy raro, que casi nunca pasa— tiene que ver con el hecho de un candidato de izquierda que gana una elección siendo públicamente conocido como izquierdista o haciendo campaña explícitamente en esos términos. Así que hay una reconfiguración constante de cómo se define la pelea dentro del Partido Demócrata (una reconfiguración en la que yo mismo participé) entre la vieja guardia y la nueva generación: cambio versus establishment del statu quo. Hay momentos en los que el clima político sopla en la dirección correcta, y hoy el de los liberales se convierte en el terreno donde hay que decidir de qué lado estás. Y ese giro se vuelve muy efectivo electoralmente.
Otra cosa en la que pienso es que las dos elecciones al Congreso que tuvimos en 2020 —las de Cori Bush y Jamaal Bowman— estuvieron fuertemente impulsadas por el movimiento por la justicia racial durante las protestas por George Floyd… Y cuando el New York Times respaldó públicamente a Jamaal Bowman, el apoyo que veíamos en las encuestas entre liberales blancos con educación universitaria pasó de alrededor del 17 por ciento a cerca del 70 por ciento de un día para el otro.
En retrospectiva, cuando recordamos que Zohran Mamdani fue rechazado varias veces por el New York Times a través de su consejo editorial —el Times le dijo a los votantes de Nueva York que no lo votaran— y aun así ganó, eso me da la sensación de que los guardianes del liberalismo, en particular en el Times, están siendo cada vez menos determinantes entre 2020 y 2025.
DD
Y Zohran obtuvo sus mejores resultados en algunos barrios de clase media y alta de Brooklyn. De hecho, sus porcentajes más altos fueron en Park Slope, Cobble Hill y zonas similares.
WS
Una forma de pensarlo es que No Kings es la expresión de los «mayores de cuarenta y cinco», y la gira contra la oligarquía de Bernie Sanders y Alexandria Ocasio-Cortez (AOC) es la expresión de los «menores de cuarenta y cinco». Tal vez la edad sea el principal factor de división, por las distintas experiencias de la crisis financiera y de la política desde la época de Barack Obama.
Pero el punto que intento marcar es que los liberales se vuelven un pivote muy importante en estos momentos de avance y reacción de una política más progresista. Porque entre 2023 y 2024 creo que vivimos un poco de esa reacción, en contra de Black Lives Matter en particular. Ahora que estamos atravesando una reacción a esa reacción y hay una apertura real para combinar esos dos espíritus: el de la gira contra la oligarquía y el de las marchas No Kings.
LG
Creo que ahí también hay un núcleo importante en torno al desacople de la confianza de los liberales mainstream respecto de los medios de comunicación tradicionales. Uno de los grandes cambios que vimos tiene que ver con los lugares en los que la gente siente que puede obtener noticias y análisis confiables. La realidad es que, obviamente, después de la compra por parte de Bezos el Washington Post ya no es lo que era. Pero incluso en relación con instituciones como el New York Times, se evidencia mucha más desconfianza respecto del papel que jugó el periodismo mainstream.
WS
De ahí el ascenso de Jennifer Welch.
DD
Quiero retomar el punto generacional que acabás de mencionar. Estuve trabajando bastante en Rhode Island armando coaliciones con grupos liberales de la Resistance. Esta semana tengo dos reuniones distintas con grupos locales de ese tipo en el estado para construir algo de cara a las primarias de 2026. Uno de ellos es un capítulo de Indivisible.
Algo que me sorprendió desde que empecé a hacer este trabajo de manera más intensa es que todos sabemos que la gente que va a protestas como No Kings tiende a ser más grande. Pero cuando empecé a conversar con muchos de estos referentes, me decían: «¿Dónde están los jóvenes?». Y eso me sorprendió mucho, porque yo lo veo al revés: los jóvenes están extremadamente involucrados en grupos como DSA, organizando los acampes contra el genocidio en Gaza y demás.
Entonces se daba una situación total de espejo deformante, en la que personas mayores dentro de la Resistance liberal pensaban que los jóvenes estaban completamente desmovilizados frente a la amenaza fascista. Yo les decía: ¿quién creen que organizó inicialmente la campaña de Zohran en Nueva York? Esta discusión que estamos teniendo sobre cómo construir coaliciones entre socialistas y liberales de izquierda también parece ser, en el fondo, una conversación sobre cómo construir coaliciones intergeneracionales.
WS
Es un fenómeno realmente interesante que la protesta No Kings tienda a estar compuesta por personas con múltiples títulos universitarios, en algunos casos de sesenta años para arriba. Y mientras que mi percepción de la gira contra la oligarquía es que es mucho más joven. Pero no sé bien cómo juegan la raza y el género en esas dos expresiones distintas.
Creo que el matrimonio y las tensiones entre esas dos luchas constituye el futuro de una especie de realineamiento progresista dentro del Partido Demócrata. En 2020, eso estuvo claramente dividido por una elección que no fue con voto por orden de preferencia, y en la que imagino que muchas de las personas que hoy impulsan la protesta No Kings no votaron a Bernie Sanders, sino quizá por Biden, a Elizabeth Warren o Pete Buttigieg.
Obviamente, en la gira contra la oligarquía ocurre lo contrario: asumo que la gran mayoría de la gente votó a Bernie Sanders. Lo interesante es que las protestas No Kings no tienen un líder electo que funcione como vocero. Y hay algo muy inspirador en eso, en ese esfuerzo generado por ciudadanos, que no está sostenido por el carisma de figuras como AOC o Bernie. Al mismo tiempo, los componentes programáticos o ideológicos pueden ser un poco menos claros en comparación con la gira contra la oligarquía, donde creo que la política está más explícita.
También tengo curiosidad por la experiencia de ustedes dos, Leah y Dan. Hubo muchísima discusión a mitad de este año sobre una palabra que no usamos todavía pero que empezó a circular para describir al ala liberal del Partido Demócrata: «abundancia» [a partir del libro Abundance, de Ezra Klein y Derek Thompson]. Tengo la sensación de que, a nivel de base, lo que impulsa la expresión política en la movilización de No Kings o en Indivisible no pasa por la «abundancia».
Esa es una suposición mía. No sé si es cierta o no, pero creo que hay una distancia entre el discurso de élite dentro del liberalismo y el discurso de masas de dónde está la gente en su vida cotidiana, dónde están las «wine moms» de base
[definición un poco irónica para un sector de mujeres blancas, de clase
media o media-alta, generalmente suburbanas, en muchos casos madres de
hijos ya grandes y altamente politizadas, consumidoras intensivas de
medios liberales, redes sociales, podcasts y newsletters para las que el
consumo de vino podría funcionar como marcador de un cierto estilo de
vida]
.
DD
Algo realmente notable es que para la protesta reciente de No Kings se logró un acuerdo decisivo para que hubiera una oradora palestina y todo un contingente por la liberación de Palestina dentro de la movilización. Entiendo que esto se debatió y se resolvió entre un grupo de organizadores liberales de base de la Resistance en Rhode Island, y que hubo algunas disidencias. Pero finalmente llegaron a la decisión firme de confluir específicamente con Jewish Voice for Peace [Voz judía por la paz]. Eso representa no solo un avance entre la izquierda socialista y la Resistance liberal de izquierda, sino que también fue una coalición fundamentalmente intergeneracional, porque de un lado había personas de cabello mucho más canoso y del otro había mucha más gente millennial y zoomer.
LG
Creo que eso refleja bastante bien el lugar al que llegamos en términos del encuadre nacional. En la primera marcha No Kings, en junio, yo marché al lado de Ruwa Romman, de Georgia, que fue una de las oradoras. Y tratamos de ser muy intencionales a la hora de equilibrar el hecho de que No Kings no es una entidad que tenga una plataforma —no tiene un conjunto de ideas programáticas que esté impulsando sino que es un frente amplio contra el autoritarismo— y, al mismo tiempo, ser muy claros en la inclusión de voces que reconocen al movimiento por Palestina. Así que hay una negociación continua y un proceso permanente de construcción conjunta a nivel local que viene desarrollándose en distintos lugares y en distintos contextos. De verdad creo que es muy importante ese tejido entre el componente intergeneracional y el frente amplio.
Hay muchísimos hilos distintos a los que quiero responder acá. Primero, en relación con el ciclo de 2020, tuvimos una conversación muy prolongada con nuestros liderazgos sobre si íbamos o no a hacer un respaldo explícito en la elección presidencial. ¿Debíamos hacerlo? ¿A quién apoyábamos? Tenemos algunos datos de ese proceso que sugieren que la principal candidata entre nuestra gente era Warren, con mucha fuerza. Había una facción fuerte pero más pequeña que apoyaba a Bernie. Y había algunas personas dispersas entre distintos candidatos moderados. Las cosas se ordenaron bastante rápido en las etapas finales, de una manera que limita nuestra capacidad de decir quién fue hacia dónde a medida que distintos candidatos entraban y se retiraban. Pero el sentimiento dominante más fuerte era que la gente no creía realmente que un respaldo presidencial fuera la principal prioridad para los núcleos de organización local que, muchas veces, estaban muy involucrados en una contienda local, en una elección al Congreso o en un conjunto más amplio de activismos que no podían interrumpir para intentar incidir en la carrera presidencial. Ese fue el lugar al que la gente llegó de manera bastante consistente. Y después de esa conversación, respetamos mucho eso a nivel nacional. Y por eso tenemos un cierto sentido de cuáles son las posiciones políticas óptimas de nuestra base.
Además, en general la gente tenía una mirada muy distinta sobre las primarias durante el primer mandato de Trump, en comparación con la actualidad. Ahí es donde, en términos prácticos, estaba la gente respecto de la «abundancia». Creo que este es uno de los puntos donde hay una brecha enorme, como decías, entre la conversación que le preocupa a los comentaristas de élite y la conversación que está teniendo lugar entre activistas de base y militantes de a pie. Porque inmediatamente después de la elección se produjo un momento muy confuso en el que Abundance, un libro que estaba pensado para un eventual mandato de Kamala Harris o un segundo mandato de Biden, fue más o menos resignificado como una explicación de por qué perdimos, y quedó absorbido dentro de un discurso extremadamente tóxico de reproches postelectorales y de un conjunto prolongado de discusiones sobre la reconstrucción del partido.
No puedo enfatizar lo suficiente hasta qué punto nada de eso le interesaba a la gente que estaba entrando en pánico frente al fascismo, lo cual, en muchos sentidos, es una pena. Como alguien que personalmente siente mucho entusiasmo por la política de la abundancia, creo que esa confusión preparó el terreno para una serie de dinámicas poco saludables. Y si bien creo que de tu parte hiciste mucho trabajo para tratar de desenredar esas corrientes, y eso lo valoro, el impacto práctico fue que muchas personas que probablemente habrían estado abiertas a distintas partes de ese argumento lo percibieron, en su mayoría, como algo irrelevante frente a las preguntas urgentes del momento, que eran: «¿Qué vamos a hacer concretamente para proteger nuestros derechos fundamentales, para enfrentar este ataque masivo?».
EB
La profundidad de la radicalización juvenil que continuó desarrollándose desmiente uno de los principales lugares comunes que circularon después de la reelección de Trump en 2024, que quizás recuerden, cuando desde el establishment se impulsó la idea de enfrentar a ciertos grupos y decir: «Tenemos que girar al centro, dejar de pelear por los inmigrantes y las personas trans». Parte de ese argumento era que los jóvenes estaban dando un giro dramático hacia el centro y que, si no los acompañábamos…
DD
Como parte de un «cambio de humor social».
EB
Siempre fui muy escéptico frente a eso. No me parecía que estuviera en los datos. Había algo marginal con los varones jóvenes, y parecía que buena parte del voto joven estaba atravesado por la ansiedad económica. La experiencia del último año demuestra de manera concluyente que, en contra de ese argumento, los jóvenes siguen estando en la izquierda de manera muy consistente.
Puede ser que, dentro de la izquierda juvenil activista radical, con la que estoy bastante involucrado, todavía haya una cierta vacilación a la hora de volcarse de lleno a la lucha contra el autoritarismo. Parte de eso tiene que ver con Palestina. Vale la pena señalarlo porque es cierto que estamos confluyendo con sectores más liberales, pero también hubo una experiencia muy extendida entre jóvenes que participaron de los acampes y sintieron que las grandes instituciones liberales, básicamente, los estaban perjudicando. Pensá en las élites universitarias, pero también en buena parte del mundo del comentariado político, en el New York Times… Hay una polarización real, y creo que también hubo cierto escepticismo hacia algunos liberales por no poner en primer plano la lucha contra el genocidio. Todavía estábamos viviendo un poco a la sombra de eso, y no se terminó de superar del todo. Lo otro que agregaría es que la gira Luchar contra la Oligarquía y la campaña de Zohran no se centraron exclusiva o únicamente en el combate contra el autoritarismo. Tuvieron esa combinación de lucha contra el autoritarismo y enfoque económico radical.
El principal lugar desde el que podemos volver a conectar a la izquierda juvenil activista radical con los liberales es la lucha contra el ICE. Este es un punto que realmente reúne a todos: hay una repulsión profunda en ambos sectores frente a lo que la administración Trump está haciendo contra nuestros amigos, familiares y vecinos indocumentados. Ese es un terreno en el que espero que podamos escalar mucho más en el corto plazo.
DD
Un cambio grande que noté entre la primera y la segunda administración Trump, en relación con los miembros comunes de la Resistance liberal, es un énfasis mayor en enfrentar al régimen de Trump, en lugar de hablar de manera despectiva o demonizar a sus votantes comunes. De hecho, Zohran lanzó su campaña parándose en una esquina y preguntándole a la gente por qué había abandonado a los demócratas y por qué había votado a Trump. Y alrededor de un año después logró recuperar a esos barrios.
Leah, tocaste este punto antes, pero lo estamos viendo con muchísima fuerza ahora a través del encuadre antioligárquico —que primero impulsó Bernie y luego AOC— y estas movilizaciones, algo que hoy se convirtió en la forma dominante de interpretar lo que está pasando hoy, tanto en la izquierda como entre liberales. Creo que lo que esto hace de manera muy potente es conectar los puntos entre el autoritarismo económico y el autoritarismo político. Pero eso no formaba parte del debate mainstream ni del discurso de la Resistance liberal durante la presidencia de Trump 1.0. ¿Qué hay en las condiciones de la segunda administración Trump que permitió que este marco antioligárquico se vuelva quizá el dominante? ¿Y qué tipo de trabajo político realiza ese encuadre?
LG
Hay dos elementos. Primero, que la máscara cayó por completo. Tenés un montón de corporaciones que antes sostenían un encuadre de responsabilidad social empresarial que, por ejemplo, incluía hacer un trabajo significativo para proteger a la elección de 2020 frente al sabotaje. Si uno mira la lista de corporaciones que intentaron donar para proteger esa elección y la compara con quiénes donaron para la fiesta de gala de Trump, el grado en que las corporaciones se mostraron como colaboradoras visibles y entusiastas de la agenda de Trump y de MAGA —y cómo se comportaron incluso las empresas que supuestamente se consideran «buenos ciudadanos corporativos», que eliminaron sus políticas de diversidad, igualdad e inclusión, tiraron por la borda sus políticas climáticas y donaron dinero para Trump— deja claro que no hay ningún argumento serio y creíble que desligue la consolidación del poder corporativo en este país de la consolidación del poder nacionalista cristiano blanco de derecha. Creo que esa reacción es reveladora.
El otro elemento es que no hubo una interpretación significativa, desde la dirigencia demócrata, de lo que estaba ocurriendo en los primeros cuatro meses de gestión. En ese vacío apareció con mucha fuerza la gira Luchar contra la Oligarquía, con Bernie y AOC estableciendo una conexión muy clara entre lo que estaba pasando del lado del poder corporativo y lo que estaba pasando en Washington. Creo que el hecho de ocupar ese vacío de liderazgo fue clave para vincular ambas cosas.
Ahora bien, a veces aparece un encuadre que sugiere que hay una gran distancia entre No Kings y un marco de «No a los oligarcas». No creo que eso sea particularmente válido en el terreno. Lo que experimentamos es que hay mucha apertura para un relato general sobre el poder corporativo. Bernie habló en nuestra movilización más reciente de No Kings en Washington; fue el orador principal. Vemos que la gente realmente está haciendo esas conexiones. Vemos mucho entusiasmo entre nuestra propia base por campañas contra las corporaciones, por teorías sobre cómo disuadir efectivamente este tipo de colaboración y habilitación corporativa.
DD
Creo que no podemos exagerar el papel que jugó el hecho de que el hombre más rico del mundo se haya convertido en un freak fascista aceleracionista, de ese modo tan DOGE [Departamento de Eficiencia Gubernamental], para despertar a la gente sobre las conexiones entre las estructuras económicas y políticas.
LG
Cien por ciento.
WS
Me imagino que una de las principales líderes intelectuales de la resistencia liberal es Erica Chenoweth, que es una académica del antiautoritarismo y de la resistencia contra las dictaduras en distintas partes del mundo. Es alguien que no es nada ingenua respecto del tipo de palanca económica que se necesita para deshacerse de gobiernos autoritarios y de dictadores. Gran parte de su trabajo gira en torno a herramientas como boicots, huelgas y acciones de no cooperación. Después de que Trump fue electo, Erica hizo toda una gira por medios liberales hablando de su investigación. Para alguien liberal o que participa de las marchas No Kings, ahí hay otro punto de sinergia, ya que la intelectual que podrías estar leyendo te dice que hay que encontrar la manera de generar presión económica y de crear consecuencias para el régimen por sus acciones, ya sea bajando su popularidad, rompiendo su coalición o generando renuncias. Ese es un tipo de política que es mucho más común en otras partes del mundo, pero bastante menos aquí.
EB
Quiero hablar un poco más de algo que mencionaste al pasar, Dan, que tiene que ver con preguntarnos por qué hay mucho menos señalamiento y foco en los votantes de Trump que en la vez pasada. Parte de eso tiene que ver con que hubo un reconocimiento abierto, desde todos los sectores de la izquierda y del centro, de que el Partido Demócrata está perdiendo a la clase trabajadora.
Eso no estaba tan presente la vez anterior. Había algo de conversación sobre la clase trabajadora blanca, pero esta vez, desde arriba, tenés al establishment demócrata culpando a los movimientos y a la «cultura woke» de por qué estamos perdiendo a los trabajadores. Y desde la izquierda hay un argumento fuerte de que básicamente el triunfo tuvo que ver con la ansiedad económica y con el hecho de que Trump tuvo un desempeño mucho mejor que la vez pasada entre votantes latinos y, en cierta medida, entre votantes negros. Creo que eso debilitó la suposición que mucha gente tenía durante la primera administración Trump de que el racismo era una explicación suficiente para lo que estaba pasando.
Y si hay que empezar a hablar de perder a la clase trabajadora de todos los orígenes y de la ansiedad económica, eso le da un peso muy distinto a la forma en que los liberales y la izquierda miran a quienes votaron a Trump y cómo nos relacionamos con el momento que estamos atravesando. En cierto punto es muy positivo que se hable mucho más de la clase trabajadora y de la ansiedad económica. Las respuestas que damos nosotros son muy distintas de las del establishment del Partido Demócrata, sin duda para el caso de MAGA. Pero el solo hecho de que exista este tipo de conversación sobre la clase es nuevo. No creo que eso haya estado presente en 2016, ni mucho menos antes.
DD
No quiero ponerme demasiado partidista como socialista, pero recuerdo que en los primeros años de la primera administración Trump hubo una hostilidad intensa por parte de muchos comentaristas liberales cuando desde la izquierda, incluyéndome, intentábamos contextualizar el ascenso de Trump en un marco de miseria económica, ansiedad y contradicciones; no solo en términos de trabajadores descontentos con el Partido Demócrata, sino también del sistema económico que tenemos, que produce una clase de pequeños empresarios que viven en casas tipo McMansion [grande, ostentosa, de diseño genérico y no muy buena calidad] y son fascistas. Había una hostilidad muy fuerte por parte de muchos comentaristas liberales incluso ante la posibilidad de discutir eso. En cambio, decían algo que creo que es mucho más tranquilizador para algunas personas: «Se trata del alma eternamente racista de la clase trabajadora blanca estadounidense que vuelve a afirmarse».
LG
No subestimaría el impacto psicológico de ganar el voto popular o perderlo en una elección, con todo lo que eso pone en marcha. En el primer mandato de Trump creo que había una suposición latente detrás de buena parte de la estrategia: este tipo llegó al poder por una anomalía. Es un defecto de nuestro sistema político lo que le permitió asumir. Y nuestro trabajo era generar la mayor oposición visible que se pueda, para que quienes acompañaban su agenda entendieran desde el principio que iban a enfrentar consecuencias electorales más adelante. En el segundo mandato, si perdés el voto popular, por definición vas a necesitar a más gente la próxima vez. Entonces el primer imperativo estratégico es bajar esa popularidad y sumar gente, y después empezar a crear la idea de que va a haber consecuencias para quienes lo habilitan. Creo que ese fue el arco que vimos este año.
WS
Quiero volver a los datos de 2020 que mencionó Leah, porque muestran una división profunda entre el ecosistema de opinión liberal [columnistas, analistas, panelistas y figuras mediáticas] y la base liberal, y después una distinción entre los demócratas partidarios dentro de la coalición y los liberales partidarios dentro de la coalición. La pluralidad de la gente estaba con Elizabeth Warren, que creo que encaja dentro de una política antioligárquica. La pluralidad de la base de Indivisible no eran votantes de Joe Biden, al menos en las primarias. Eso se corresponde con el electorado de Zohran, Brad Lander y Andrew Cuomo, donde las personas mayores tienden a estar mucho más atadas al lenguaje y al encuadre partidario demócrata que lo que imagino que sucede con la base de Indivisible. Eso también muestra la división entre la intelligentsia liberal y el ecosistema de opinión política, por un lado, y la base liberal, por el otro.
DD
Desarrollemos un poco ese punto, porque la militancia de la proverbial «wine mom liberal» se volvió una referencia icónica, omnipresente y celebrada para nosotros en la izquierda durante los últimos meses, ejemplificada de manera muy potente por la maravillosa Jennifer Welch. Pero eso abre la pregunta de a quiénes estamos interpelando y de quiénes estamos hablando, y de quiénes no estamos hablando, cuando hablamos de la Resistance liberal. Entonces, para dividirlo en dos partes: primero, ¿quiénes son las «wine moms»? ¿Qué queremos decir cuando usamos esa expresión? ¿Son la última iteración de las «suburban soccer moms» [madres suburbanas que llevan a sus hijos a los entrenamientos de fútbol]? ¿O queremos decir otra cosa? ¿O son cosas contradictorias?
Y después, para ir al punto que planteaste recién, ¿dónde entran otros segmentos clave de la coalición del Partido Demócrata —personas negras, latinas, musulmanas— dentro de la coyuntura política que está emergiendo? No para sugerir que sean categorías prolijas tampoco, pero…
WS
Los «bros». Te olvidaste de los «bros».
DD
Sí. ¿Qué pasa con los bros? Me recuerda a ese video increíble de la noche de la elección de Zohran, donde estaban Mehdi Hasan, Jamaal Bowman, Hasan Piker y Prem Thakker, todos como en plan de camaradería frente a las cámaras en la fiesta de la victoria. Mike Cernovich tuvo un colapso por la intensa masculinidad viril que la izquierda socialista estaba poniendo en escena.
WS
¡Eso es lo que querían, perdón! En las elecciones primarias, la gente está tratando de trazar un camino de campaña hacia el 50 por ciento. La forma en que eso suele dividirse es algo así como: liberales blancos con educación universitaria, que se autoidentifican como liberales, y mayores de cuarenta y cinco años versus menores de cuarenta y cinco. Y después, muchas veces, se separa a los votantes negros y a los votantes latinos como demografías distintas de ese grupo. Lo que noté es que estamos un poco manejando ilusiones categoriales acá, porque sí creo que hay una diferencia entre los votantes que pueden describirse como de Biden, Warren o Bernie; que también podrían describirse como de Cuomo, Brad Lander o Zohran Mamdani. Y esa diferencia es significativa. En el campo de Biden hay mucho orgullo entre ese grupo de personas por el proceso de respaldo del New York Times en 2020, cuando Biden fue rechazado de plano por el consejo editorial del diario. Y después estuvo ese video viral de Biden hablando en el ascensor con una trabajadora negra del New York Times, creo que una guardia de seguridad, y ella decía que iba a votarlo. No deberíamos engañarnos respecto de que esa demografía es una parte enorme de las elecciones primarias.
La política de la coalición del Partido Demócrata y la coalición antiautoritaria que está emergiendo se mueve con un pie dentro de las cosas de las que estamos hablando y un pie afuera. En este momento hay un boicot muy grande a Target liderado por muchas iglesias negras. Así que hay actividad antiautoritaria y antioligárquica en curso. Mi lectura de esa demografía es doble. Por un lado, en 2020 tuvimos las mayores protestas por los derechos civiles en este país desde la década del sesenta. Eso no derivó en demasiados resultados legislativos. Porque cuando se trata de justicia racial, el país es muy esquizofrénico. Por otro lado, hay una sensación de que la idea de liderazgo competente fue muy importante en esa elección. Andrew Cuomo, siendo el hijo de Mario Cuomo y gobernador durante tres mandatos, también pesó mucho. Hay dos cosas que están pasando con los votantes negros dentro de la coalición demócrata que son únicas y bastante distintas, tanto dentro del grupo joven socialista como del grupo mayor de No Kings.
DD
Una cosa rápida que agrego antes de escuchar al resto es que, por un lado, claramente vimos una consolidación muy fuerte del voto negro en múltiples casos a lo largo de la última década en torno a lo que podríamos llamar el establishment demócrata. Pero cuando se introduce un análisis generacional, la cosa se vuelve bastante más compleja.
EB
Yo tengo esos números. El 86 % de los latinos jóvenes votó a Zohran, el 84 % de los jóvenes negros también, y entre los jóvenes blancos obtuvo algo así como el 65 %. Eso muestra muy claramente hasta qué punto hay una fractura generacional y cuánto potencial sigue mayormente sin explotarse para llegar, justamente por la vía generacional, a segmentos mucho más amplios de la clase trabajadora de lo que hoy lo hacemos. Para mí, esa es la próxima frontera para construir una base más de izquierda.
DD
Leah, mencionaste antes un corrimiento dentro de la base liberal de la Resistance en relación con el interés por disputar internas contra demócratas del establishment. Vimos a esta amplia coalición de izquierda y liberal unificarse detrás de Zohran en Nueva York, y parece que estamos viendo algo similar en Maine. ¿Hasta qué punto la Resistance liberal está convergiendo con la estrategia de DSA y de Justice Democrats de priorizar las primarias contra candidatos demócratas del establishment?
LG
Lo estamos viendo desplegarse ahora mismo y estamos tratando de reunir más información. Lo que sí puedo decir es que la orientación general desde la que parte la gente es categóricamente distinta a la que había en este mismo momento del ciclo de 2018. Creo que hay una comprensión mucho más clara de que existe una relación muy directa entre las frustraciones que se tienen con el liderazgo general del Partido Demócrata y la necesidad de involucrarse en las primarias y en el ciclo de candidaturas. Hay una percepción mucho más fuerte de que hay muchas personas en cargos electivos del liderazgo demócrata o en el establishment del partido que simplemente no están a la altura de la tarea, ya sea porque pertenecen a una generación que no está enfrentando los desafíos actuales o porque son demócratas corporativos que, por su propia estructura, son incapaces de asumir los desafíos que tenemos hoy.
Se está poniendo muchísimo foco en el dinero para la política, en las criptomonedas, en los fondos de AIPAC [American Israel Public Affairs Committee, un poderoso lobby sionista], en el dinero corporativo en general. Estamos viendo también que se valora mucho si las personas son luchadores convincentes, capaces de explicar qué están haciendo. Que no se trate solo de personas que usan sus palancas de poder, sino que también sean comunicadores públicos capaces de contar la historia de lo que está pasando. Es el caso de gente como Chris Van Hollen, que el año pasado no aparecía para casi nadie como una figura emergente pero que combinó comunicaciones públicas convincentes con acciones genuinamente significativas que muestran cómo puede usar la influencia que tiene como senador… Veremos cómo se desarrolla. Pero lo que estamos escuchando es un nivel totalmente distinto de interés y de involucramiento desde ahora, combinando participación en bancas abiertas con acciones directas reales frente a personas que simplemente no están cumpliendo con su tarea.
DD
Si se analiza la diferencia de votos netos positivos de votantes demócratas en Nueva York entre AOC y Schumer, la diferencia es bastante impresionante.
LG
Nosotros pedimos que Schumer diera un paso al costado en marzo, después del primer fiasco del cierre. Nunca viví una decisión con una desconexión tan grande entre la recepción en Washington y la del resto del país. Tuvimos, creo, al 93 % de los referentes de Nueva York y al 97 % de los referentes a nivel nacional; convocamos una llamada de emergencia con más de mil personas para hablar del tema ese mismo fin de semana, con una unanimidad casi total. Prácticamente no recibimos ningún tipo de reacción negativa, porque la gente tenía muy claro que no hay ninguna razón para que alguien represente al Partido Demócrata si simplemente no es capaz de hacerlo en el escenario público. En ese momento Schumer tenía un 17 % de aprobación y además estaba teniendo dificultades para construir estrategias y liderar al bloque en torno a ellas.
DD
Waleed, hace poco escribiste un texto interviniendo en un debate estratégico dentro de la izquierda progresista sobre si priorizar las primarias de izquierda contra demócratas consolidados en distritos muy azules [demócratas] o tratar de dar vuelta las bancas republicanas en los distritos disputados. Allí planteaste un argumento muy persuasivo de que la tarea principal de la izquierda es, ante todo, disputarle las internas a los candidatos que ya están en el cargo y buscan su reelección, para tomar el control del partido. Por supuesto, no es que no queramos que los demócratas promedio le ganen a los republicanos promedio. Pero creo que está bastante claro, y más claro que nunca desde la victoria de Zohran, que podemos construir mucho más poder apuntando al poder profundo en el núcleo de la base demócrata. ¿Podrías desarrollar tu argumento y contarnos en qué estado está hoy ese debate?
WS
La metáfora que uso es la de pensar al Partido Demócrata como un gran barco que navega a la deriva de las corrientes políticas, mientras que los demócratas de los distritos disputados son como las velas. Se mueven con el viento. Si el viento gira a la derecha, se mueven a la derecha. Si gira a la izquierda, se corren un poco a la izquierda. Pero el flanco izquierdo en los distritos profundamente azules puede funcionar como un ancla. Ya sea AOC y el Green New Deal, Jamaal Bowman en 2020, o incluso Zohran con el tema de la asequibilidad. La cantidad de búsquedas en Google sobre «asequibilidad» después de que Zohran ganara su primaria se disparó. Su elección consolida un término en torno al cual los demócratas pasan a organizar su agenda.
Centristas y moderados usan este concepto de «wins above replacement» [algo así como una «ventaja electoral neta sobre un candidato demócrata promedio»]. Creo que con eso quieren decir si ese demócrata, alguien como Sherrod Brown, rinde mejor que un demócrata genérico. Los progresistas tienen esta idea de disputarle las internas a representantes ya en sus cargos, derrotarlos y luego poder contar una historia sobre ellos y sobre la plataforma con la que se les ganó, lo que tiene un valor ideológico enorme dentro del partido para cambiar lo qué significa ser demócrata.
Entonces, en lugar de embarcarnos en estas aventuras quijotescas en Montana o incluso en Idaho, creo que deberíamos consolidarnos en nuestro propio territorio. Tenemos recursos limitados. A la clase donante no le encantan nuestros candidatos, y estamos jugando demasiados partidos de visitante y quemando una cantidad enorme de recursos y energía tratando de dar vuelta bancas rojas
[republicanas]
y púrpuras [en un distrito inestable]. No tenemos tantos recursos, y creo que nuestra verdadera palanca para realinear al partido está en elegir representantes donde hoy ya están buena parte de nuestros votantes pero donde todavía no están plenamente organizados en un vehículo y una fuerza política.
Pienso en el Squad: en un día cualquiera son solo seis u ocho miembros del Congreso, quizá un poco más. Pero hay muchísimas bancas en el país con demografías similares a las del Squad, más jóvenes, urbanas y diversas, que podrían tener un candidato que las represente.
Justice Democrats tiene ahora un candidato en Memphis. Tiene un candidato en Harlem. Eso también es, en cierto sentido, construir partido. Si estás en un distrito Trump +3, vas a verte obligado a una cierta moderación en un par de temas por la presión real de republicanos y conservadores. Seguimos viviendo, más o menos, en un sistema democrático en el que apareces como responsable ante tus votantes. Podrías ser un voto decente para los demócratas, pero pienso en alguien como Chris Deluzio o Pat Ryan, que suelen presentarse como los candidatos populistas posibles en estos distritos púrpura. Me parecen buenos, pero no son como los miembros del Squad o de DSA…
DD
Pat Ryan es pésimo en cuanto a Gaza.
WS
Sí. Siempre hay excepciones a su populismo, de un modo que no permite contar con ellos como parte de una fuerza política coherente. Dicho eso, prefiero a Pat Ryan antes que a un demócrata genérico.
DD
Una cosa que señalaría para quizá complejizar esto es si realmente existe siempre un intercambio tan prolijo entre las dos opciones. Al fin y al cabo, estamos hablando en un día en el que hay una elección especial en Tennessee, con una legisladora estatal muy progresista, Aftyn Behn, que intenta dar el batacazo. No tengo idea de cuáles son sus probabilidades reales, pero parece más competitiva de lo que mucha gente imaginaba frente a un candidato republicano que busca su reelección.
LG
Veremos cómo sale. Aftyn, de hecho, es una exorganizadora de Indivisible en Tennessee. Lo que diría es que cuando estás en un año de ola, todo el mundo debería empezar a nadar. Creo que cuando tomás decisiones sobre dónde concentrar recursos en un conjunto de jugadas estratégicas, hay un cierto tipo de cálculo. En nuestro caso, se trata de apoyar a miles de grupos distintos que toman decisiones diferentes en sus distritos y después ver si hay algunos lugares en los que entramos colectivamente para respaldar decisiones que ya están ocurriendo en el territorio. Porque, en el fondo, una posición firme que tenemos con nuestra propia gente es que no importa si una organización nacional llega con un respaldo si eso no está sostenido por un nivel genuinamente significativo de involucramiento local de base en apoyo a ese candidato.
Entonces, nos resulta difícil tener un análisis totalmente claro. Pero la conexión que la gente está haciendo entre «¿no estaría bueno no tener que estar rogándole todo el tiempo a mi demócrata para que haga lo correcto?» y «quizá debería prestarle aten ción a este retador» es mucho más fuerte de lo que fue en el pasado.
EB
Coincido con todo eso. Lo que agregaría es que hay otra parte del país que es tan profundamente roja, donde la marca demócrata es tan tóxica, que hay espacio para candidatos independientes con un populismo económico más marcado, alguien como Dan Osborn, en líneas generales. Creo que eso es algo que tenemos que hacer. Es una pregunta abierta hasta dónde puede llegar, pero me parece muy inteligente y positivo intentar que eso suceda. No creo que tenga sentido que DSA o Justice Democrats respalden a alguien como Dan Osborn, que claramente no tiene nuestra posición sobre temas como los derechos de los inmigrantes, por ejemplo, o sobre Palestina. Pero aun así, creo que sería un desarrollo muy positivo si ese tipo de experiencias puede expandirse más ampliamente. Me gustaría ver más experimentación. Francamente, creo que los sindicatos podrían tener un rol que jugar en algunos de estos estados rojos para anclar un populismo económico directo. Ojalá no adopten malas posiciones en ciertos temas, pero quizá tampoco tomen posición sobre todas las cuestiones candentes en las que podríamos tener desacuerdos. Eso sí tiene una posibilidad real de ganar tracción ahora mismo. Tal vez subestimamos hasta qué punto hay divisiones enormes y desmoralización dentro de la base MAGA que podrían abrir oportunidades grandes en lugares que hoy no consideramos en disputa.
DD: Alcanza con mirar la enorme victoria de Zohran y la manera en que, en general, DSA de Nueva York logró construir eficazmente su organización como una formación casi partidaria, con poder e independencia política, que es el estándar de oro de lo que la izquierda socialista viene intentando hacer desde hace una década.
Al mismo tiempo, esta proliferación de campañas insurgentes de izquierda es, por necesidad, más grande y más amplia que DSA y por lo tanto está más allá de su control pleno. Eric, ¿cómo puede DSA mantener su foco y al mismo tiempo ayudar a liderar este conjunto más amplio de corrientes? ¿Cómo ayuda DSA a orientar este frente más amplio sin liquidar su propia identidad e independencia, que fueron tan importantes para la revitalización de la política de izquierda en este país?
EB: Fue un paso enorme hacia adelante que, después de Bernie 2016, DSA empezara a moverse hacia un nuevo tipo de política electoral de izquierda, distinta de lo que había sido la tendencia dominante previa, que simplemente pasaba por apoyar a cualquier progresista y que todo valiera. La razón por la que eso era limitado no tenía que ver solo con la política, aunque eso es una parte, sino también con que no construía organización. No construía una identidad independiente. No construía poder desde abajo. No lograbas que los voluntarios se entusiasmaran una y otra vez después. Por eso, en particular DSA de Nueva York, pero también capítulos en otras partes del país, hizo bien en construir un ala socialista y desarrollar a partir de ahí una enorme infraestructura de voluntariado. Dicho esto, señalaría que la situación sigue siendo bastante desigual a nivel país. Hay muchos capítulos de DSA que todavía se limitan a proponer respaldos progresistas.
DD: Katie Wilson, que es una retadora lo suficientemente de izquierda, y socialista hasta donde puedo ver, no recibió el respaldo de DSA de Seattle, por razones que desconozco.
EB: Creo que hoy hay una dificultad en DSA para responder a un terreno nuevo, donde hay luchadores de izquierda genuinos que claramente no son cuadros de la organización; quizá se llaman a sí mismos socialistas o quizá no, pero no necesariamente comparten nuestra política. También hay muchos debates buenos y difíciles que tienen que darse ahora para definir cómo nos relacionamos con alguien como Graham Platner, en Maine. ¿Cómo no ir con todo en Maine detrás de alguien como Graham Platner? Mi respuesta en los debates internos de DSA sobre esto es recordar que DSA surge de, y todavía estamos básicamente dentro de, el momento Bernie. Bernie no era un cuadro de DSA. Nuestro crecimiento vino en gran medida de, y en respuesta a, la elección de Trump, pero también del momento Bernie, que fue mucho más grande que DSA.
Creo que existe la posibilidad y la necesidad de caminar y masticar chicle al mismo tiempo. Con eso quiero decir que tiene sentido que una organización como DSA se concentre principalmente en impulsar candidatos socialistas. Pero, en particular cuando hay batallas de alto perfil y muy importantes en las que básicamente hay un «berniecrat» compitiendo, creo que hay que ser más flexibles.
WS: Yo fui alguien que trabajó mucho para que DSA respaldara a Cynthia Nixon y también, del otro lado, para que Cynthia Nixon estuviera abierta a recibir el respaldo de DSA. Lo mismo con AOC; lo mismo con Jamaal Bowman. Los respaldos funcionan en ambos sentidos. Creo que es un problema genuinamente difícil en el sistema político estadounidense, porque los funcionarios electos en este país son mucho más grandes que cualquier organización o incluso que cualquier partido. Tenemos un sistema político singularmente impulsado por individuos, donde cada funcionario electo termina convirtiéndose en una especie de pequeño empresario que gestiona su propia marca.
DD: Retomando algunos puntos que planteó Waleed antes, ¿por qué el establishment demócrata es como es? ¿Por qué él y sus medios afines se aferran con tanta obstinación a la convención incluso cuando las condiciones se vuelven tan claramente no convencionales? ¿Por qué están tan decididamente en negación de su base o son tan hostiles hacia ella? ¿Por qué insisten en conceptos como «popularismo» cuando en realidad solo quieren decir moderación y triangulación?
WS: Hace poco estuve en un panel con alguien de WelcomePAC, que es uno de esos PAC que intentan elegir «demócratas heterodoxos». Con heterodoxos se refieren a demócratas anti trans, muchas veces provida, anti derecho al aborto, pro combustibles fósiles y más a la derecha en el tema inmigración. La moderadora nos preguntó a mí y a la otra persona: «¿Alguno de ustedes se siente bienvenido en el Partido Demócrata?». Los dos dijimos que no. Entonces preguntó: ¿para quién es el Partido Demócrata? Fue una pregunta difícil, porque yo pensaba que el Partido Demócrata es para quien encarna la política del liderazgo del partido, que básicamente es: ¿cómo armas las ecuaciones matemáticas que te llevan al 50 %? ¿Cómo gestionas la coalición, los grupos y el mensaje de una manera tan pulida para que todo sume 50 %, en lugar de ser un líder en el mundo que intenta moldear un consenso? Me recuerda al Partido Whig del siglo XIX, donde las cosas no terminaron de cerrar. La política del liderazgo y de la clase del establishment es: vótenme, porque ¿qué otra cosa van a hacer si no?
EB: Agregaría que creo que para ellos el hecho de que Trump gane no es una amenaza existencial, pero que un grupo de insurgentes de izquierda tome el control del Partido Demócrata sí lo es. Eso explica mucho de su comportamiento, porque la realidad es que si podemos derrotar a Trump y hacerlo de una manera más cercana a la política de Bernie que a cincuenta años de neoliberalismo, todos ellos simplemente pierden sus puestos de trabajo. Y además se demuestra que estaban equivocados al decir que la forma de ganar es correrse al centro.
LG: La gran mayoría de los funcionarios demócratas electos son abogados con títulos de universidades de la Ivy League o empresarios. No son, en ningún sentido significativo, representantes creíbles de la clase trabajadora. Y el hecho de que esa cuestión muchas veces ni siquiera forme parte de la conversación pone en evidencia algunos de los problemas más profundos.
Traducción: Pedro Perucca
Fuente: https://jacobinlat.com/2025/12/el-antitrumpismo-liberal-gira-a-la-izquierda/


