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A confesión de parte…

Fuentes: Rebelión

Oh, sorpresa, difunden los medios la más fulminante diatriba sobre la destrucción de un país por el neoliberalismo, y quien la formula no es un  alucinado woke, un Black Lives Matter ni un izquierdista trasnochado, ni siquiera Noam Chomsky, sino el padrino de todos los padrinos, el presidente electo de Estados Unidos en su discurso de toma de posesión, el 20 de enero de 2025.

Cunde entre los progresistas un insistente rumor sobre el declive de la potencia norteña. Oigamos al furibundo primer magistrado de ella:

A partir de este día, nuestro país prosperará y será respetado de nuevo en todo el mundo.

­¿Escuchamos bien? Si un país “prosperará y será respetado de nuevo”, es porque no es próspero ni respetado.

¿Se tratará de una cita fuera de contexto? Sigamos con el discurso del irascible Trump:

Ahora tenemos un gobierno que no puede gestionar ni siquiera una crisis simple en casa, mientras al mismo tiempo tropieza con un continuo catálogo de eventos catastróficos en el extranjero.

Diagnosticar a un gobierno del propio país como incapaz de “gestionar ni siquiera una crisis simple en casa”, es terrible examen del pasado. ¿Y sobre el futuro?:

Se recuperará nuestra soberanía. Se restaurará nuestra seguridad.  (…) Y nuestra máxima prioridad será crear una nación orgullosa, próspera y libre.

Si alguien promete recuperar soberanía y restaurar seguridad, es porque ambas andaban perdidas. Si es prioritario “crear” una nación orgullosa, próspera y libre, es porque la actual no es lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.

Doloroso es tratar así a una potencia puesta como ejemplo por todos los neoliberales del mundo. Sobre todo, una cuyas invasiones bienhechoras son paradigma de todos los unipolares del planeta. Pero ahora su portavoz principal nos informa:

Tenemos un gobierno que ha brindado financiamiento ilimitado para la defensa de fronteras extranjeras, pero se niega a defender las fronteras estadounidenses, o más importante, a su propia gente. Nuestro país ya no puede brindar servicios básicos en tiempos de emergencia.  

Bien. Siempre  escuchamos que la sistemática destrucción de países tiene por objeto obligarlos a adoptar el modo de vida estadounidense. Pero jamás creímos que este último fuera inútil incluso para solucionar los problemas primordiales de su propia gente, como lo resalta el intemperante billomillonario:

Tenemos un sistema de salud pública que no responde en tiempos de desastre, sin embargo, se gasta más dinero en él que en cualquier otro país en el mundo. Y tenemos un sistema educativo que enseña a nuestros niños a avergonzarse de sí mismos en muchos casos, a odiar a nuestro país a pesar del amor que intentamos tan desesperadamente transmitirles.

Quizá dopado con el suero de la verdad, el irascible promotor de empresas sistemáticamente quebradas ofrece: 

…devolverle al pueblo su fe, su riqueza, su democracia y, ciertamente, su libertad. A partir de este momento, el declive de Estados Unidos se ha terminado.

Traducción: los asesores, políticos, diputados y demás saboteadores neoliberales comprometidos en la tarea de dar cristiana sepultura a los gobiernos donde se infiltran, arrebataron al pueblo “su fe, su riqueza, su democracia y, ciertamente, su libertad” y empujaron a  la que fuera primera potencia del mundo al declive.

¿Oímos mal? Pues no, el enojadizo Trump vuelve a la carga:

Nos moveremos con propósito y rapidez para devolver la esperanza, prosperidad, seguridad y paz a ciudadanos de todas las razas, religiones, colores y credos.

Demoledora noticia para quienes creían que Estados Unidos era la esperanza, la prosperidad, la seguridad y la paz. Ahora resulta que nada de aquello. Si hay que devolverlos, es porque se los habían quitado. 

¿Queda siquiera el consuelo de que el dólar sea la moneda de reserva del mundo y  garantía de estabilidad de los precios? Pues no. Oigamos una vez más al temperamental especulador:

A continuación, instruiré a todos los miembros de mi gabinete a movilizar los vastos poderes a su disposición para derrotar lo que fue una inflación récord y reducir rápida y drásticamente los costos y los precios.

Sí, leyó usted bien. En el País de las Maravillas del Consenso de Washington hay “inflación récord” y “crisis inflacionaria”. Entonces, los “paquetes económicos” que impone a las demás naciones no sirven de nada.

El remedio sería romper la dictadura de los grandes capitales sobre la administración y  la producción armamentista. Para comenzar, se debería cobrar impuestos al mismo Trump, cuya fortuna según Forbes asciende a 6,2 billones de dólares, o a su gabinete, que en conjunto posee más de 450 billones (para los anglosajones, un billón es  mil millones) (Randy Alonso Falcon: America Plutocracy, Cubadebate https://resumen-english.org/2025/01/american-plutocracy).

Pero no:  el colérico Donald declaró no haber obtenido ni un dólar de ingreso en 2023, y los super ricos  en Estados Unidos tributan una tasa de apenas 22%,  menor de la  que pecha el ingreso de un empleado medio, y  en su mayoría guardan su dinero en paraísos fiscales o fundaciones inmunes a los impuestos.

Por lo cual, el supuesto remedio contra el  declive sería expulsar a los “extranjeros criminales”:

Toda entrada ilegal será detenida de inmediato y comenzaremos el proceso de devolver a millones y millones de extranjeros criminales a los lugares de donde vinieron.

Amenaza el xenófobo Trump con expulsar 11 millones de supuestos migrantes “ilegales”. Hemos indicado ya que dicha cifra nada significa frente a los 340.110.998  habitantes que aloja en 2024  la ex potencia norteña. En cambio, mantienen funcionando con salarios de miseria la agricultura y parte de la industria de ésta, así como las groseras ganancias de los multimillonarios que los repudian.

De hecho, la Historia de Estados Unidos es un conjunto de entradas ilegales de “extranjeros criminales”: desde los colonos que casi exterminaron a los aborígenes, hasta los gringos que invadieron México en 1848 y le robaron más de la mitad de su territorio, los que ocuparon Puerto Rico en 1899 y se quedaron con él, los que dividieron Panamá de Colombia ¿Qué tal si comenzamos por expulsarlos a ellos?

Y ya que hablamos de “extranjeros ilegales” ¿qué tal si regresan a casa el millón y medio largo de estadounidenses armados que ocupan ilegítimamente 850 bases militares en el extranjero y 76 en América Latina, y que nada tienen que hacer en países que no les pertenecen?

Pero el cascarrabias Donald amenaza: “Como en 2017, nuevamente construiremos las fuerzas armadas más fuertes que el mundo haya visto”. Traducción: ni las actuales son las más fuertes, ni el mundo  puede esperar otra política que la del Gran Garrote.

No necesito informar al lector que esta política consiste en bloquear con pesados aranceles las importaciones, apoderarse de nuevo del Canal de Panamá, expandirse por Canadá y Groenlandia, y robar en provecho propio el “oro líquido” del petróleo de otros países, pues las reservas propias lo sitúan apenas en un melancólico y rápidamente agotable rango décimo global.

A confesión de parte, relevo de pruebas. Pero también: guerra avisada no mata soldados.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.