Recomiendo:
0

A Dios con las armas

Fuentes: Rebelión

«… And when he saddest sits in homely cell, / He’ll teach his swains this carol for a song,–/ ‘Blest be the hearts that wish my sovereign well, / Curst be the souls that think her any wrong.’/ Goddess, allow this aged man his right /To be your beadsman now that was your knight.»George Peele […]

«… And when he saddest sits in homely cell, / He’ll teach his swains this carol for a song,–/ ‘Blest be the hearts that wish my sovereign well, / Curst be the souls that think her any wrong.’/ Goddess, allow this aged man his right /To be your beadsman now that was your knight.»
George Peele

En el siglo XVI, el poeta y dramaturgo inglés George Peele escribió su poema A Farewell to Arms, el cual dedicó a la Reina Isabel (I) de Inglaterra. Cuatro siglos más tarde, en el año 1929, Ernest Hemingway toma prestado el título del poema de Peele, y escribe su novela Adiós a las armas. Hoy en día, a la altura del siglo XXI, la sociedad estadounidense está escribiendo un capítulo muy importante de su novela basada en su historia real contemporánea, y que debe llevar por título: A Dios con las armas.

Mientras, por un lado, el debate sobre la reforma del sistema de salud se convierte en un circo mediático, donde tirios y troyanos establecen un simulacro de enfrentamiento que, en ocasiones, se sale del guión producto de los resquemores genuinos de origen racista; mientras el fariseísmo congresional exhibe su show programado para entretener a los apasionados televidentes en un tema tan elemental como es la salud de los seres humanos, en tanto se juega con la vida de las personas a través de los hilos que manejan los titiriteros dueños de las grandes compañías farmacéuticas y de seguros médicos. Por el otro lado, el gran lobbie de la muerte sin disfraz, la Asociación Nacional del Rifle (NRA), recoge su voluminosa cosecha a partir del engaño, la manipulación y el estímulo de la violencia en una sociedad que regresa a los tiempos de Jhon Wayne.

El diario argentino Página/12 nos informa de que la nueva Declaración de Derechos de los poseedores de tarjetas de crédito en EEUU autoriza en su sección de «extras» («miscellaneous provisions») a portar armas cargadas en los parques nacionales. La enmienda fue incluida en el último momento por el senador republicano Tom Coburn, de Oklahoma, y los representantes demócratas la aceptaron a cambio de un apoyo unánime a la ley central. Agrega el parte que este homenaje autoriza una ampliación del derecho al uso de armas de fuego reclamado por sectores conservadores, algo que muchos consideran que está en la base de los episodios de violencia armada que se dan en Estados Unidos con particular frecuencia. El texto deja bien claro que el gran artífice detrás de esto ha sido la NRA, quien logra así, sobre la base de la desesperación demócrata por lograr el acuerdo en la ley de tarjetas de créditos, la ley que no logró sacarle a George W. Bush en sus ocho años de mandato.

Es impresionante la astucia y los sofisticados artilugios de los que se vale el poderoso lobbie del NRA para lograr sus propósitos. Es el mismo lobbie que cuando intuyó la inminente victoria presidencial de Barack Obama, activó una alarma mediática infundada y turbia para atemorizar a los -por naturaleza agresivos- estadounidenses, con el pretexto de que la nueva presidencia revocaría el derecho constitucional a portar armas de fuego. Estimulando, de esta manera, la compra demencial e irracional de armas de fuego y balas. El resultado de todo este bien pensado y estructurado negocio corporativo de la muerte es que anteayer amanecimos con los siguientes titulares: «Estadounidenses hacen escasear balas»; «Los fabricantes de armas trabajan a destajo, siete días a la semana»; «No se da abasto para satisfacer la demanda de municiones del pueblo estadounidense»; «El FBI anuncia un aumento del 25,6% de las solicitudes de armas en un año».

Así van las cosas en este país. La pregunta pertinente es: ¿Quién puede -a estas alturas- detener a los poderosos Asociación Nacional del Rifle (NRA) y el Complejo Militar-Industrial? La respuesta la profetizó Dwight D. Eisenhower, presidente de Estados Unidos (1890-1969), en su discurso de despedida como presidente (17 enero 1961): «Esta conjunción de una inmensa estructura militar y una gran industria armamentística es nueva en la historia americana… debemos tener cuidado ante esta adquisición de influencia ilimitada, visible o invisible, del complejo militar-industrial. El potencial del crecimiento desastroso de un poder fuera de lugar existe y persistirá.»

Termino aquí, parafraseando en español al poeta inglés George Peele (algo bien difícil): Y cuando él se sienta triste en el seno familiar,/ Va a enseñar a sus pastores este villancico para una canción, — /… Benditos sean los corazones que desean mi soberano bien…