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USAID en Afganistán

A Dios rogando y con el mazo dando

Fuentes: Counterpunch

Traducido el inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Los afganos han pagado muy caro cualquier tipo de beneficencia que la USAID [siglas en inglés de la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional] haya podido repartirles con el pasar de los años, también los estadounidenses de a pie están teniendo que soportar un alto precio. En realidad, la USAID no es una organización de ayuda en el sentido estricto del término, si por ayuda entendemos la noción de auxiliar, desde la bondad de nuestros corazones, a personas que están sufriendo. En cambio, y ante todo, USAID funciona como un instrumento para la contrainsurgencia y como una tubería por la que el dinero se vierte en manos privadas. Lo que suceda una vez que esa transacción se produzca les importa bien poco a los responsables de la política en Washington.

Es una historia triste que se prolonga al menos desde la década de los ochenta del siglo pasado, cuando la guerra afgano-soviética hizo que EEUU iniciara operaciones encubiertas en apoyo de los ejércitos y los partidos de la guerrilla islamista tanto en Afganistán como en Pakistán. Aunque la CIA jugó un inmenso papel en esa historia, junto con Arabia Saudí y el ISI (la inteligencia pakistaní), USAID intervino haciendo la parte anticomunista. Entre 1984-1994, con una donación de 51 millones de dólares , estuvo financiando el Centro de Estudios para Afganistán de la Universidad de Nebraska y la persona que estaba al frente del mismo, Thomas Gouttierre, se dedicó a elaborar toda una serie de libros de textos infames para los escolares afganos.

El relato más detallado acerca de esos libros lo escribió Craig S. Davis en su artículo de 2002 para World Policy Journal : » A is for Allah, J is for Jihad «. En lugar de simplemente instruir a los niños afganos en las tres reglas, esos textos inculcaban sentimientos religiosos y anticomunistas a través de los ejercicios de gramática y de los problemas mundiales. Por ejemplo, como deberes para casa podía leerse:

» Un grupo de muyahaidines ataca a 50 soldados rusos. En ese ataque mueren 20 soldados rusos. ¿Cuántos rusos huyeron?»

«Nuestra religión es el Islam. Los rusos son los enemigos de la religión del Islam».

Cuando EEUU tomó el relevo de la Unión Soviética en los ataques contra Afganistán, estaba claro que ese tipo de miope lavado de cerebro había sido un elemento muy importante a la hora de moldear los fanáticos puntos de vista de toda una generación de refugiados afganos, de chicos que crecerían para convertirse en miembros de los talibanes.

Pero los textos yihadistas son cosa del ayer, igual que papá y mamá. Den un salto hasta el siglo XXI y se encontrarán con el estilo corporativo de USAID repartiendo miles de millones entre un selecto círculo de mercaderes de la guerra. Para la Guerra contra el Terrorismo, USAID se dirigió a otro contratista para que llevara a cabo la reforma educativa del recién «liberado» Afganistán. Creative Associates International, Inc. (CAII), puede parecer algo así como una agencia literaria pero en realidad no es más que uno de los bandidos de Beltway [ establishment político en Washington], cuya financiación, hasta en un 90%, proviene de USAID. No es mera coincidencia que CAII le pasara una buena tajada a Craig S. David en Peshawar. Su artículo había criticado hábilmente al rival de CAII, la Universidad de Nebraska, por su papel en la creación de los talibanes, sin mencionar ni una sola vez el apoyo financiero de USAID a tal empresa. Desde que acabó su trabajo de doctorado sobre los soberanos mogoles en la Universidad de Bloomington, Davis (autor de » The Middle East for Dummies » ) parece haber pasado la mayor parte de su tiempo estudiando en profundidad el Oriente Medio en lugares como Iraq y Afganistán. Puede aprehenderse qué es lo que exactamente supuso ese estudio viendo la afición de CAII por el espionaje.

Si rastreamos las huellas d e CAII por otros lugares del mundo, encontramos una búsqueda incesante del fundamentalismo del libre mercado y de una enérgica contrainsurgencia. Kenneth Saltman ha documentado el trabajo de CAII «reintegrando contraterroristas a la sociedad civil nicaragüense capacitándoles para trabajar; influyendo en las elecciones nicaragüenses; participando en ambos golpes de Estado contra Aristide en Haití; y privatizando, comercializando y estadounizando los medios y el periodismo haitiano, especialmente en lo que respecta la cobertura de las elecciones». En Afganistán, el supuesto objetivo de «promover la democracia» está sirviendo en realidad para fomentar la dependencia de patrocinadores extranjeros, privatizando y despolitizando además la educación y los medios. Recientemente, el Ministerio afgano de Educación, que trabaja estrechamente con CAII, ha decidido omitir toda la historia reciente (léase los últimos treinta años de guerra) de su plan de estudios. No puedes comprar esa clase de control del pensamiento a menos que tengas unos cuantos cientos de millones.

Desde luego, CAII no se limita solo al revisionismo orwelliano. También juega un papel en las operaciones encubiertas. En 2009, los periodistas pakistaníes Ahmed Quraishi y Shireen Mazari informaron que la sede de CAII en Peshawar estaba utilizándose como fachada de los mercenarios de Blackwater/Xe ( aka «el ejército privado de la CIA») para emprender ataques contra la zona fronteriza entre Pakistán y Afganistán. Un empleado de CAII fue formalmente expulsado del país, solo para volver poco después. Su nombre: Craig Davis. Seguro que ya se han dado cuenta de que el anagrama de CAII significa: «Yo, la CIA».

Para quienes se sitúan en el gran juego del desarrollo internacional en Afganistán, los embustes van de la mano con otros tipos más mundanos de criminalidad. Así pues, USAID ha invertido también miles de millones en proyectos de construcción inmensamente caros con el noble objetivo de llevar la electricidad a millones de personas, construir carreteras, sustituir los cultivos de opio por agriculturas sostenibles, etc. Y no debe sorprendernos que todos estos proyectos tengan muy poco que ver con la mejora de las vidas de los afganos y mucho que ver con enriquecer los bolsillos a unos pocos contratistas selectos que van siguiendo el humo de la guerra como un puñado de buitres.

Aunque todo el mundo ha oído hablar de Halliburton, hay otras tantas corporaciones cuyos nombres no resultan todavía muy conocidos. No obstante, corporaciones como Louis Berger y Black&Veatch juegan un papel importante en el «desarrollo» afgano. Como la mayor parte de las corporaciones dedicadas a beneficiarse de las guerras, Louis Berger ha tenido importantes problemas que tienen que ver con el fraude, la corrupción y el trabajo chapucero. En ocho años, ellos y unos varios contratistas importantes más (con ayuda del ejército británico) han sido incapaces de completar el trabajo en la presa de Kajaki en la provincia de Helmanda pesar de embolsarse cientos de millones de dólares. El diputado estadounidense Ed Markey, demócrata por Massachussets, dijo: «Se suponía que la presa de Kajaki iba a ser una pieza principal de la estrategia en Afganistán, pero se ha quedado en nada». Si alguien se beneficia de todo esto son los talibanes, que recogen ingresos generados por la presa inacabada. Y, por supuesto, Louis Berger hizo su agosto. En 2006, un denunciante ofreció pruebas que demostraban que Louis Berger había facturado exageradamente a USAID. Al final pagaron una multa por valor de 70 millones de dólares . USAID se lo tomó con calma, recompensándoles (junto con Black y Veatch) con un contrato por valor de 1.400 millones de dólares para renovar la infraestructura eléctrica afgana, incluyendo la planta de energía de Tarakhil , cerca de Kabul.

USAID reb ajó la estimación hecha para el gobierno de Karzai, sacándole 20 millones de dólares en dinero afgano para el proyecto, con la esperanza de que, como prometieron, llevaría electricidad a 500.000 personas e impulsarían la popularidad del «alcalde de Kabul». Sin embargo, una vez que el asunto estuvo en manos de LB y B&V, los costes se dispararon hasta la cifra de 257 millones de dólares. En contra de los deseos de los afganos, los bandidos de Beltway se inventaron una instalación que no funcionaba con el gas natural de los propios campos de gas afganos de Sheberghan, sino con un gasoil muy caro que tenía que importarse de Turkmenistán. Con el precio del gasoil por las nubes, los afganos tuvieron pronto una planta de energía fabulosamente cara que no valía para nada, con unos costes que igualaban el 25% de todos los ingresos fiscales anuales de Afganistán.

El director de política de Oxfam en Afganistán, Ashley Jackson, ha declarado: » Se ha creado un sistema en el que USAID es básicamente una especie de puente de paso para esos contratistas». Las compañías estadounidenses y occidentales operan con total impunidad en Afganistán, donde el tráfico de seres humanos proporciona un «ejército invisible» de mano de obra que trabaja a cambio de salarios de esclavos. Mientras tanto, pueden facturarle al gobierno lo que les dé la gana por sus servicios. Uno de los principales contratistas de USAID construyó una carretera de grava por la que cargaron 2,8 millones de dólares a los contribuyentes estadounidenses. Se suponía que iba a costar 290.000 dólares. Sin embargo, USAID continúa subcontratando para trabajos de desarrollo a especuladores sin escrúpulos y ocurre que, gracias a los recortes presupuestarios, no tiene ni personal ni medios para supervisar adónde va a parar el dinero.

El resultado es que USAID persiste en hacer negocios con firmas como PADCO, cuyo Programa para el Desarrollo Alternativo/Norte debía servir para construir carreteras, mejorar la agricultura, abrir canales de irrigación y construir presas. Con el objetivo aparente de cambiar la querencia de los campesinos afganos a cultivar opio en Badakshan , el proyecto de PADCO no consiguió luz verde porque los afganos están hambrientos y necesitan mucha ayuda. Todo eso forma parte de la campaña de contrainsurgencia para privar a los talibanes de sus ingresos procedentes del narcotráfico. La historia acabó en 2009 con millones de dólares malgastados y los afganos del lugar sin electricidad. Un ingeniero afgano al que entrevistó el Christian Science Monitor dijo: «Alrededor del 50% se ha quedado sin hacer. Se limitan a cavar un poco… y se largan». Una carretera que PADCO había construido con un coste de 2.500 millones de dólares se desintegró en tres meses. Se había hecho de forma chapucera sobre el canal Baharak con un coste de un millón de dólares con «muros de hormigón sin acabar y sin alcantarillas de desagüe, lo que hacía que los desprendimientos de tierras bloquearan el agua que fluía hacia la turbina, impidiendo que la electricidad llegara a los hogares». En el interim, «desaparecieron» 650.000 dólares en estudios de viabilidad de la energía hidráulica. Pero no hay mal que por bien no venga. PADCO se las arregló para construir treinta nuevas clínicas veterinarias. Al menos, en determinadas ocasiones , los animales son felices.

Es solo la gente la que se siente miserable, incluidos aquellos a quienes da servicio Chemonics, con cientos de millones de dólares otorgados en contratos en Afganistán. Chemonics se clasifica justo detrás de Halliburton y Bechtel a la hora de zamparse proyectos de desarrollo financiados con dólares de los contribuyentes. Como algunos de los otros sospechosos habituales en Afganistán, no siempre ponen un cuidado meticuloso en la ejecución de sus proyectos. En Haití, USAID contrató a Chemonics para construir un edificio temporal para el Parlamento por 173 millones de dólares. Cuando el contratista se retiró, el parlamento estaba tan lleno de escombros que no podía utilizarse y Haiti, uno de los países más pobres del planeta, tuvo que gastarse tres cuartos de millón de dólares para hacerlo habitable.

A Afganistán no le ha ido mucho mejor. El ganador del Premio Pulitzer David Rohde, ha descrito para Reuters las actividades de Chemonics en la provincia de Helmand, centrándose en el desarrollo agrícola. Naturalmente, Chemonics no hizo el trabajo que tenía que hacer. Como tantos otros contratistas de USAID, la corporación a su vez subcontrató sus proyectos a una serie de operadores fantasma, entre ellos un tal «Williams», que consiguió tres cuartos de millón haciendo trabajos de mala calidad, gastando gran parte del dinero en seguridad y consiguiendo beneficios laterales como alquilar habitaciones a contratistas y periodistas por cincuenta dólares la noche.

En otras zonas de Helmand, los representantes de USAID Rory Donohoe y Loren Stoddard intentaron iniciar granjas de guindillas. El proyecto se basaba en uno que Stoddard había promovido en Guatemala, por el que los campesinos vendían a Walmart sus guindillas (chiles) subvencionadas por los contribuyentes estadounidenses, enriqueciendo aún más a la familia Walton. Una vez que los campesinos empezaron a coger las guindillas de sus propios campos, USAID contrató guardias armados de seguridad para impedir que la gente pudiera comer el fruto de su propio trabajo. Es una metáfora adecuada para USAID: utilizar el dinero público para obligar a las naciones en desarrollo a cultivar alimentos para el lucro privado estadounidense. Cuando los agricultores intentan alimentarse ellos mismos, les disparan.

Esa bonanza de cuartos, promovida por una guerra sin fin, lleva atrayendo al comedero público a los parásitos de las corporaciones desde hace más de una década. Los resultados deberían estar claros ya: corrupción rampante, mano de obra devaluada, promesas rotas, oportunidades fallidas y miles y miles de millones dólares estadounidenses malgastados por los estafadores corporativos que no solo están defraudando a los contribuyentes sino también a los receptores de la supuestamente bienintencionada «ayuda» estadounidense. USAID hace algo bien distinto que promover la democracia y el desarrollo. Su asociación con la palabra «ayuda» es una broma cruel que trata de enmascarar su verdadero objetivo: una nueva era de colonialismo neoliberal que utiliza las materias primas y la desesperación de los países vulnerables para aumentar el modelo de capitalismo mafioso más depredador e inmoral posible.

Mark Gra ham es profesor de secundaria en el Valle de Lehigh. Entre sus libros figuran » How Islam Created the Modern World » y » Afghanistan in the Cinema «.

Fuente: http://www.counterpunch.org/2012/12/05/usaid-in-afghanistan/