Recomiendo:
0

A la deriva por un Túnez hastiado que va a votar a Ben Alí

Fuentes: www.rue89.com

Traducido por Rocío Anguiano

Ante las próximas elecciones presidenciales en Túnez, el 25 de octubre, en las que no habrá ninguna sorpresa y Zine Ben Alí será reelegido para un quinto mandato, el periodista Taoufik Ben Brik, crítico con el régimen, que protagonizó una huelga de hambre de 42 días en el año 2000 para protestar contra las violaciones de los derechos humanos, nos envía el siguiente texto, un recorrido literario por un Túnez hastiado en vísperas de unas elecciones sin desafíos.

(De Túnez) Las tormentas estallaron justo antes de medianoche, ahogando bajo los aguaceros las bocinas y el guirigay que marcaban el principio de la campaña de las elecciones presidenciales. Así empezaba el viernes 13 de octubre de 2009 con un vago chirriar de neumáticos bulliciosos y la acumulación de noticias que predecían que la próxima década serán unos años de mierda.

La ciudad dormita, la gente se desvela sin ton ni son y no hay nadie que me abra la puerta. Aquí se preguntan cada mes de dónde va a salir el dinero para el alquiler y están demasiado borrachos para ir a trabajar. Así que se echan la siesta para olvidar. Se tocan las narices y no hay ni para el alquiler, ni para vestirse. Solo queda robar, jorobarse, chismorrear, picotear, enredar… y luego un día, el gran batacazo…

Es lo que sucederá, dicen los viejos, cuando pronto «la gente decida que su tierra debe formar parte de ese mundo monstruoso y cuando eso suceda, todo habrá terminado. Entonces, todo lo que les quedará por hacer es matar a los otros, los que piensan como ellos y muchos de los que piensan de otro modo, puesto que es la fase final de la enfermedad».

Túnez capital, un viernes 13 de octubre de 2009… Justo antes de la fatiga y la agitación. De pie en las escaleras de la estación central, un grupo de hombres delgados, perezosos y demacrados piensa: «Si pudiéramos comer barquillos todos los días». Cuando se empieza a pensar en barquillos, algo va mal.

«Veintidós años sembrando… mierda»

El paro aumenta, la pobreza se agrava, las huelgas se multiplican, los escándalos se acumulan, se entremezclan y la autoridad de derrumba… Para colmo, al pasar con el coche ante una valla, veo a un tipo que añade: «Veintidós años sembrando… mierda». «Existir es respirar la angustia». «Nadie me cogerá vivo para cortarme la colilla».

La gente tiene hambre. Cada obra tiene su agitador. El gobierno navega a ciegas. Mañana o quizás dentro de una hora, la catástrofe se nos a venir encima y nos ahogaremos en la sangre. Todo el mundo tiene miedo. Yo también. El miedo te impide dormir por la noche. Nada encaja, nada, salvo el miedo. Ya no hay indicador de trenes. Se imaginan un país sin indicadores.

Estás triste sin saber por qué estás triste. Si hay dinero para pagar el alquiler, no habrá dinero para comer. Si uno come hasta hartarse, no podrá pagar el alquiler. La gente cree que les van a matar, que van a matar a sus hijos. Las mujeres creen que van a ser violadas, torturadas. No hay peligro. Mi gente es pacífica. No son ellos los que se vuelven locos. Son buenos y orondos como sandías. Mira a toda esa gente. No tiene fuerza para protestar. Están humillados. Tienen demasiado miedo. Les han pisoteado en exceso. Están ahí, indecisos.

¿Qué es lo que no funciona? Un montón de cosas, está claro. ¿Qué se hace cuando se está atrapado en una pesadilla? Pues bien, yo hago mi trabajo. Intento crear zonas de orden y de sangre fría en medio del desorden. Estaba al borde del vómito. Quizá soy un parásito. Un ser repugnante. Estoy enfermo.

Me dan ganas de presentarme a un gordinflón, un policía estúpido y decirle: sea amable, pégueme, incluso, si es necesario, máteme. Pero castígueme de una vez para que me libre de la angustia, golpéeme fuerte, hágame daño, de todas formas eso nunca me hará tanto daño como el mal con el que estoy obligado a vivir día a día. No busco la felicidad, sino el sosiego. Soy el vivo retrato de la condición humana. Ciento y una horas en la vida de un hombre exhausto agobiado por toda esa gente que está resentida y que, bajo el peso de la pesadilla, perderá la cabeza.

«En mi torpeza, preguntas mal planteadas»

Túnez capital, las noches ardientes, en la esquina de la calle Bach Hamba y la avenida Habib Thameur. Una sirena vociferante, luces rojas arremolinadas, una ambulancia circula a toda velocidad y se para en medio del cruce con un chirriar de neumáticos espantoso. El conductor suelta el volante, salta de su asiento, corre, va a agacharse ante un hombre tendido en la acera, bañado en su propia sangre.

Hace una semana que camino por Túnez capital, de Bab Bhar, la Puerta del mar a Bab Jedid, la Puerta nueva. De autobús en autobús descuajeringado, viajero comprimido, perdido en la multitud pero nunca anónimo, porque llevo la extrañeza en mi rostro, mi ropa, mis gafas negras y en mi torpeza, preguntas mal planteadas. Siento el azote de la lluvia y las salpicaduras del barro.

Túnez capital, es peligrosa. En la puerta de Radès me han dicho: «¡No vaya más allá!». Un estibador que me acompañaba ha insistido: «No pases de esta calle, caerías en manos de forasteros». Di con dos enamorados que iban cogidos de la mano. Un marinero me dijo: «¡Si va más allá, es que está loco! Hay forajidos».

Camino por la ciudad. Siempre hay gente, en las calles y en las carreteras. Hombres sin trabajo u ocupados en tareas oscuras, cambistas, y toda una parte de la población que sobrevive en un cúmulo de comercios minúsculos, intentando contribuir a la formación de grandes fortunas. Uno no esta nunca solo.

«Las tres P [Policía, Palacio, Panda de mafiosos]»

¿Y la libertad? La libertad nos la han dado y nos han dicho: «Mírala. Todo está en manos de las tres P [Policía, Palacio, Panda de mafiosos]». El coche va a tumba abierta. Control policial. Me despluman. Lloro. Dejo tras de mí una multitud silenciosa que ¿qué espera? ¿Un milagro? ¡Todavía!

A un kilómetro de allí, un control cierra el paso. Nos han parado tres veces para hacernos largos y recelosos controles. Tras la animación del centro de la capital, la ciudad está insólitamente abandonada. ¿Quién vive aquí? ¿Es otro país? ¿Resulta que he hecho todo este esfuerzo para llegar a esta tierra vacía?

La noche en Túnez capital se alarga, lúgubre. Los habitantes deben de estar agazapados en sus puestos. Uno o dos restaurantes, algunas discotecas donde los jóvenes envejecen mal. Casas uniformes de cemento construidas sin arquitecto siguen el trazado de la calle, flanqueando a veces una vivienda más antigua que espera el pico de los demoledores. ¿Un autobús aquí? ¿Para qué, si todo está muerto? El único ser vivo que pasa es un perro. El farsante pasa y vuelva a pasar, para estar seguro de que me ha reconocido. El sol brilla en las gotas de lluvia: «Aquí, se dice que el lobo se casa».

Es extraño: Todo está en calma, el sol sonríe, los pájaros ríen y, de repente, te disparan por detrás de las hojas de un bonito jardín.

Taoufik Ben Brik es un periodista tunecino nacido en 1960 en Jerissa. Destacado crítico del presidente de Túnez, Abidine Ben Ali, ha publicado numerosos artículos (y colecciones de artículos en libros), que describen las difíciles condiciones económicas del país, la corrupción política y la falta de libertad de expresión. En el año 2000 fue acusado de publicar información falsa. Le han detenido varias veces y su familia también ha sido objeto de acoso como una forma de amenaza para impedirle hablar contra el régimen. Entre sus obras destacan: Chronique du mouchard (2001) y Une si douce dictature, Chroniques tunisiennes 1991-2000 (2000).

Fuente: http://www.rue89.com/2009/10/20/derive-dans-une-tunisie-desabusee-qui-va-voter-ben-ali-122525