Bush y Bin Laden Han pasado 3 años desde el 11 de septiembre y Bin Laden, al igual que el Mula Omar, siguen sin haber sido capturados. Antes de esa fecha Bin Laden era casi un desconocido y hoy es el hombre que aparece en cada portada de cada diario del mundo. Dentro de los […]
Bush y Bin Laden
Han pasado 3 años desde el 11 de septiembre y Bin Laden, al igual que el Mula Omar, siguen sin haber sido capturados. Antes de esa fecha Bin Laden era casi un desconocido y hoy es el hombre que aparece en cada portada de cada diario del mundo. Dentro de los más de mil millones de musulmanes hay mucho descontento. El fin del mundo bi-polar ha hecho que muchos movimientos islámicos ya no puedan maniobrar entre uno y otro bando, que los EEUU quieran imponer todas sus condiciones y que se produzcan matanzas de musulmanes en los ex-países socialistas.
Desde los musulmanes europeos de Albania y Bosnia hasta Chechenia y Cachemira cientos de miles de civiles mahometanos han sido asesinados o echados de sus casas. Bin Laden lanza discursos demagógicos apareciendo como el hombre que sale en defensa de la justicia para los palestinos, para que se acabe el bloqueo a Irak que ya ha producido más de un millón de muertos y para que el petróleo sea propiedad de todos los árabes y no de unos cuantos emires. Una tragedia es que fuerzas oscurantistas se conviertan en los portavoces del resentimiento del segundo conjunto religioso de la humanidad.
Una forma de hacer frente al terrorismo integrista es con soluciones políticas que resuelvan los problemas sociales que lo engendran. Los planes para lanzar ataques contra Irak, Libia, o los insurgentes musulmanes en Filipinas, Indonesia o Asia Central, podrán ser más gasolina para la hoguera. Si Bush padre procreó a Bin Laden para luchar contra el comunismo, Bush hijo está transformándolo en un héroe que alentará más macro-atentados.
Hace un tercio de siglo Ernesto Guevara fue asesinado transformándose en un símbolo de la resistencia ‘anti-imperialista’. Hoy Ozama Bin Laden viene apareciendo, dentro de un sector de los mil millones de musulmanes, como el abanderado de su credo contra EEUU.
Ambos personajes de barba tupida invocan el misticismo y el sacrificio militante. Guevara escogió a Bolivia como su última base donde pensaba desencadenar una ola de revoluciones. Este país al igual que Afganistán es montañoso, mediterráneo, multi-lingue, con muchas tradiciones de violencia y el más pobre de su región.
Sin embargo, ambos líderes representan políticas contrapuestas. Guevara se reclama de la tradición de la revolución bolchevique mientras que Bin Laden reinvindica a los movimientos pan-islamistas que se enfrentaron a los soviets. En 1917 millones combatieron con los ‘rojos’ pensando, equivocados o no, que estaban por una sociedad mundial secular sin clases, estados y diferencias sociales, étnicas o sexuales. Quienes les resistieron tras el estandarte ‘verde’ reinvindicaban instituciones sociales previas al capitalismo. Los islamistas creen que las diferencias entre sexos, credos y naciones deben acentuarse.
Los críticos del socialismo dirán que ese sistema lleva inevitablemente a brutales dictaduras sobre el proletariado, aunque muchos marxistas dirán que esas fueron deformaciones del ideario original. Sin embargo, mientras los socialistas siempe dirán que su objetivo es una mayor democracia, los islamistas no ocultan que su ideología es abiertamente teocrática y totalitaria. Parten por rechazar toda forma de democracia o igualdad y proponen la restauración de emiratos y de un gran califato de toda la ‘unma’ (comunidad internacional musulmana).
Los guerrilleros de los 1960s y 1970s hablaban de fusionarse con los pobres y en sus filas habían muchas mujeres combatientes. Bin Laden, en cambio, es un millonario que es financiado por otros magnates, y no hay mujeres en sus comandos y hasta en las manifestaciones que sus partidarios promueven.
Mientras que los diversos focos guerrilleros impulsados por Guevara desde un primer momento irrumpieron atacando los intereses estadounidenses, muchos grupos armados islamistas (como Al Qaeda) nacieron gracias a los dólares y las armas que la CIA o sus aliados le proporcionaban. Después que ambos ayudaron a colapsar a la Unión Soviética algunos islamistas fueron creando sus propias redes autónomas y contrapuestas a EEUU.
Guevara al igual que Bin Laden consideraban a EEUU como su enemigo central, pero por diversas razones. Para el primero los EEUU es el baluarte del capitalismo, mientras que para el segundo es el centro de los infieles. Mientras los guevaristas se esforzaban en ganar a la opinion pública de los países ricos (para producir revoluciones al interior de éstos), Bin Laden considera a todos sus habitantes (pobres o ricos) como un enemigo en su conjunto. Uno promovía la lucha entre las clases y el otro entre las religiones.
Durante la Guerra de Vietnam en occidente se desarrollaron numerosas manifestaciones en las cuales habían distintos grados de simpatía para los revolucionarios del tercer mundo. En las actuales manifestaciones en occidente contra la Guerra casi no hay nadie que se identifique con Bin Laden y la inmensa mayoría rechaza sus métodos e ideas.
Los distintos grupos armados europeos inspirados en Guevara (como las Brigadas Rojas o la Fracción Roja) ponían como blancos a militares o personalidades del sistema, y se cuidaban de no atacar indiscriminadamente a civiles inocentes. Los que perpetuaron la matanza del 11 de septiembre no tuvieron mayor contemplación por los miles de inocentes que trabajan en las torres gemelas o sus alrededores (aunque estos fuesen niños o musulmanes).
Para muchos analistas occidentales esta última característica haría que estos movimientos sean más peligrosos pues serían capaces de utilizar armas de destrucción masiva contra cualquier grupo de civiles en cualquier momento.
Para el pentágono, si bien el enemigo islamista podría ser más letal para los ciudados estadounidenses, este no representa un peligro para EEUU. La brutalidad de los islamistas no apunta a socavar al sistema de mercado mundial, sino a golpear a la política exterior estadounidense.
Por paradójico que parezca ésto pero los halcones dentro de occidente pueden estar sacando provecho de Bin Laden. No les es difícil transformarlo en un gran satán tras el cual se debe unir toda la opinion pública y los países de occidente. En cierta manera combatiendo a los ‘verdes’ islamistas, Washington logra socavar a los ‘rojos’. Por una parte polariza la escena global entre quienes están a favor o en contra del nuevo terrorismo. Por otra parte empuja a muchos movimientos de pasado insurgente y socialista (como el IRA) a irse desarmando. Finalmente, ayuda a que gran parte del descontento que hay en el mundo mahometano contra la política exterior de EEUU frente a Palestina, Chechenia, Cachemira y otros países, no sea canalizado por marxistas, sino por islamistas.
Ciertamente que binladistas y guevaristas tienen en común una aversión a Washington. Es incluso probable que muchos guevaristas crean que están en la obligación de defender a Afganistán contra el enemigo principal, aunque Cuba parece colocar a ambos bandos como igualmente terroristas.
Para los binlamistas el guevarismo representa otra perversion del occidente que repudian y no pueden aceptar sus ideas seculares e igualitarias. Para los guevaristas Bin Laden puede representar posiciones aún más retrogrades que la de los neo-liberales.
Los defensores de las democracias de Mercado saben que no pueden poner a ambos movimientos en el mismo saco. Si en el pasado utilizaron a los islamistas contra los socialistas, ahora estás consiguiendo que muchos socialistas les apoyen en la Guerra anti-terrorista.
Muchos partidarios de las democracia liberal dirán que Bin Laden y Guevara son románticos totalitarios. Sin embargo, no se puede dejar de reconocer que ambos representan alternativas y bases sociales antagónicas.
El 11 de septiembre se conmemora la fecha en la cual ambos guerreros anti-comunistas saltaron al estrellato internacional.
Augusto Pinochet y Osama Bin Laden tienen en común el ser militares que se entrenaron en una despiadada lucha contra la Unión Soviética bajo apoyo de la CIA. A ambos se les ha acusado de cometer crímenes contra la humanidad. La diferencia es que quien comandó el golpe chileno de 1973 se mantiene libre en su propio país, mientras que el sindicado de ser el autor intelectual del macro-atentado del 2001 es perseguido por la mayor coalición militar de la historia.
Pinochet y Bin Laden son productos de la guerra fría. Los dos fueron cuadros de choque que el Pentágono utilizó contra fuerzas acusadas de querer dar paso a un socialismo o ser asociados al Kremlin.
El general chileno fue el encargado de demoler una democracia que llevaba décadas sin interrupciones y de proscribir a los partidos de izquierda y a los organismos sindicales que controlaban éstos. Pinochet envío los aviones que bombardearon el palacio de La Moneda, la sede del gobierno donde caería muerto su defensor: el presidente Salvador Allende.
Veintiocho años más tarde Bin Laden reinvindicó el envío de aeropiratas suicidas que cayeron del cielo para incendiar la sede del mayor aparato militar de la historia y de la ciudad sede de las Naciones Unidas y de la Bolsa norteamericana.
En el primer caso los EEUU abiertamente colaboraron con el golpe. En el segundo caso, fueron la víctima del mayor atentado que se haya producido en su territorio continental.
Pinochet fue el hombre que el Pentágono usó para erradicar a la Unidad Popular y para ir afianzando la red de dictaduras militares anti-comunistas que acabarían monopolizando el Cono Sur.
Bin Laden fue la figura saudita más importante que la CIA empleó para organizar a los ‘mujahedines’ en la guerra contra la intervención soviética en Afganistán. Mientras el general chileno se asoció a las juntas boliviana, argentina y uruguaya en la creación del Plan Cóndor para coordinar la caza internacional de izquierdistas, el millonario árabe fue una pieza clave en la estructuración de Al Qaeda (la base), una coordinadora internacional de combatientes anti-comunistas islamistas.
Caudillos militares como Pinochet o Bin Laden fueron esenciales en ir socavando al bloque soviético. El primero aplastó al primer gobierno pro-soviético surgido en el hemisferio sur y sentó las bases del modelo neo-liberal que acabaría siendo globalmente patrocinado en contrapeso al de las economías estatizadas planificadas del Este. El segundo ayudó a producir la mayor derrota militar soviética y el inicio de la desmoralización de lo que fue el segundo ejército mundial.
Ambos emplearon las matanzas indiscriminadas y la tortura. Se hicieron célebres por ser despiadados y por no respetar los derechos humanos. Sin embargo, los EEUU no hicieron cuestión de estado de ello y, mas bien, se valieron de sus métodos para debilitar a sus contrincantes socialistas.
Tanto Pinochet como Bin Laden han sido llamados por distintas cortes. Al primero se le detuvo por casualidad cuando se hacía tratar en Londres. Pese a ser miembros de la misma internacional socialdemócrata que el allendismo, los laboristas británicos no se sentían a gusto manteniendo preso al general que mató a varios de sus camaradas chilenos.
La democracia inglesa, que no fue a ninguna otra parte para detenerlo, no sabía como desentenderse de él. El gobierno socialista chileno se sentía incapaz de procesarlo por miedo a desatar la desestabilización de su propia sociedad.
Pinochet quedó finalmente liberado. Cuando se sentenciaba en Perú a Montesinos, en Chile se exoneraba a Pinochet.
Quien es sindicado de haber asesinado a miles de chilenos se mantiene libre, al igual que Kissinger, acusado como el autor intelectual de la matanza de cientos de miles en Indochina o Timor este.
Para Washington ambos no deben ser considerados criminales de guerra y no se debe formar ninguna corte penal internacional que los juzgue.
Bin Laden, en cambio, es cosa distinta. Mientras él se mantenía en el grupo de asociados a los EEUU la prensa occidental no hacía alarde de sus crímenes contra civiles afganos.
El asunto empezó a cambiar a raiz de la guerra contra Irak en 1991. El al igual que Saddam habían recibido armas y asesoramiento de la CIA. Mientras Hussein no desobedeciese a Washington no se le daba sufciente importancia a sus atrocidades.
El hecho que Saddam se atraviese a desafiar a las potencias occidentales le convirtió en un demonio. Bin Laden también se opuso a la invasión irakí sobre Kuwait. Sus razones eran otras. El Baath irakí es un partido de raíz anti-monárquica, secular y republicano y al tomar uno de los emiratos amenazaba con tambalear al sistema de monarquías fundamentalistas islámicas retrógradas de la penísnula arábiga. Osama llamó a las casas reales árabes a unirse contra el invasor, pero cuando vió que éstas prefirireon llamar a Occidente para que les socorra, cambio de bando.
Bin Laden empezó a denunciar a los Saud de haber dejado que las tropas de los infieles se asienten en la penísnsula de los dos lugares sagrados para la fé musulmana. Tras la desaparción del peligro soviético y la guerra del golfo, Al Qaeda se fue distanciando de su mentor inicial (la CIA). Gradualmente fue cambiando su discurso para querer aparecer como abanderados de la lucha del pueblo palestino o por que el petróleo árabe pasase al pueblo islámico.
La nueva estrategia de Bin Laden consiste en tratar de unir a todos los países islámicos (desde Mauritania en la costa occidental africana hasta Indonesia en la costa oriental del Pacífico) en un nuevo estado y para eso es indispensable enfrentarse al occidente. Sus acciones de violencia tiende a apuntalar a los fundamentalistas y a provocar la reacción estadounidense.
Bin Laden, quien inicialmente era tildado por Reagan y Busch como un ‘combatiente por la libertad’ se transformó en el mayor ogro para los EEUU.
Mientras Washington hizo lo posible por no tocar a Pinochet, a Bin Laden ahora hay que cazarlo como sea. Los talibanes ofrecieron la posibilidad de repatriarlo a condición que se les diera reconocimiento diplomático o que se juzgara a Bin Laden en una corte musulmana neutral. Busch no aceptó nada de ello o si quiera pedir su apresamiento vía los canales del derecho internacional. El acuñó la frase tan típica de los ‘Western’: se le requiere ‘vivo o muerto’. Una corte ya no sería indispensable pues ya había quedado sentenciado por el presidente de la única superpotencia global.
A fin de dar con él se articuló la mayor coalición bélica de la historia. Uno de los países más pobres del globo fue bombardeado por la alianza de las potencias más ricas. Cada mes la maquinaria bélica occidental descargaba mil millones de dólares en bombas contra un país que apenas exportaba esa cifra de dinero cada doce años.
Al cabo de un año del 11 de septiembre, los EEUU no ha podido dar con Bin Laden o Mullah Omar. Su gran mérito consiste en haber depuesto a los talibanes para remplazarlos por otros antiguos fundamentalistas. El nuevo presidente afgano, Karzai, inicialmente estuvo con los talibanes. En la co-gobernante Alianza del Norte están los caudillos fundamentalistas afganos que primero invitaron a Bin Laden a guerrear en ese país.
La relación entre Pinochet y Bin Laden muestra las paradojas del Nuevo Orden global. Este sostiene que se basa en la difución de democracias y en la persecución a terroristas y criminales de guerra. Sin embargo, quien se irroga el rol de policía mundial selecciona a quienes persigue de acuerdo a sus propias inclinaciones políticas. Toda persona que haya empleado el terror para promover una causa patrocinada por la única superpotencia recibirá un trato muy distinto a quien haya usado la violencia para hacerle frente.