El gobierno de Obama concentró sus mayores esfuerzos en convertir la guerra cultural e ideológica contra Cuba en la pieza central de su política exterior hacia la Mayor de las Antillas
Estados Unidos tiene una vasta experiencia en la práctica de la guerra cultural contra todo proyecto alternativo a su hegemonía en el escenario internacional. La CIA y la guerra fría cultural, de Frances Stonor Saunders, constituye un libro imprescindible -la investigación más completa sobre el tema- para comprender esta realidad.[i] Este libro demuestra cómo, en los años de la Guerra Fría, el programa de guerra psicológica y cultural de la CIA contra el campo socialista, fue su joya más preciada.
«Un rasgo importante -señala Stonor- de las acciones emprendidas por la Agencia para movilizar la cultura como arma de la guerra fría era la sistemática organización de una red de «grupos» privados y «amigos», dentro de un oficioso consorcio. Se trataba de una coalición de tipo empresarial de fundaciones filantrópicas, empresas y otras instituciones e individuos que trabajaban codo a codo con la CIA, como tapadera y como vía de financiación de sus programas secretos en Europa occidental».[ii]
En 1967 las revelaciones periodísticas que destaparon la financiación encubierta de la CIA al Congreso por la Libertad de la Cultura[iii] dieron lugar a un airado escándalo y supusieron un grave revés para la reputación de la maquinaria persuasiva estadounidense, que se encubría bajo el término de «Public Diplomacy».
La guerra cultural es aquella que promueve el imperialismo cultural, en especial Estados Unidos como potencia líder del sistema capitalista, por el dominio humano en el terreno afectivo y cognitivo, con la intención de imponer sus valores a determinados grupos y naciones. Es un concepto que, entendido como sistema, integra o se relaciona con elementos de otros términos que han sido de mayor uso como el de guerra política, guerra psicológica, guerra de cuarta generación, smart power, golpe blando, guerra no convencional y subversión política ideológica.
No es el arte y la literatura -aunque el arte y la literatura se usen como instrumentos o como blancos de la guerra cultural- el objetivo principal de la estrategia de guerra cultural del imperialismo contra un país en particular. El terreno en que se desarrolla la guerra cultural es sobre todo el de los modos de vida, las conductas, las percepciones sobre la realidad, los sueños, las expectativas, los gustos, las maneras de entender la felicidad, las costumbres y todo aquello que tiene una expresión en la vida cotidiana de las personas. Lograr una homogeneización al estilo estadounidense en este campo, siempre ha estado dentro de las máximas aspiraciones de la clase dominante en los Estados Unidos, en especial, desde que su élite comprendió la diferencia entre dominación y hegemonía, y que esta última no podía garantizarse sólo a través de instrumentos coercitivos, sino que era imprescindible la manufactura del consenso.
La guerra cultural desarrollada históricamente hasta nuestros días por Washington, no es una vana elucubración, sino que se sustenta en hechos concretos y comprobados, operaciones abiertas y encubiertas de las agencias del gobierno de los Estados Unidos, declaraciones de los líderes de esa nación y documentos rectores de su política exterior, tanto en el plano diplomático como militar.
Zbigniew Brzezinski, uno de los principales ideólogos imperiales, quien fuera asesor para Asuntos de Seguridad Nacional del expresidente Carter, en su obra, El Gran Tablero Mundial, expresaba:
«La dominación cultural ha sido una faceta infravalorada del poder global estadounidense. Piénsese lo que se piense acerca de sus valores estéticos, la cultura de masas estadounidense ejerce un atractivo magnético, especialmente sobre la juventud del planeta. Puede que esa atracción se derive de la cualidad hedonista del estilo de vida que proyecta, pero su atractivo global es innegable. Los programas de televisión y las películas estadounidenses representan alrededor de las tres cuartas partes del mercado global. La música popular estadounidense es igualmente dominante, en tanto las novedades, los hábitos alimenticios e incluso las vestimentas estadounidenses son cada vez más imitados en todo el mundo. La lengua de Internet es el inglés, y una abrumadora proporción de las conversaciones globales a través de ordenador se originan también en los Estados Unidos, lo que influencia los contenidos de la conversación global. Por último, los Estados Unidos se han convertido en una meca para quienes buscan una educación avanzada.»[iv]
Este es el mismo Brzezinski que en 1979, en un memorándum enviado a Carter, recomendaba el siguiente curso de política a seguir hacia la Mayor de las Antillas: «El Director de la Agencia Internacional de Comunicaciones, en coordinación con el Departamento de Estado y el Consejo de Seguridad Nacional, deben incrementar la influencia de la cultura estadounidense sobre el pueblo cubano mediante la promoción de viajes culturales y permitiendo la realización de coordinaciones para la distribución de filmes estadounidenses en la Isla».[v]
Varios documentos de los conocidos como Programas de Santa Fe, elaborados por diversos tanques pensantes en la década de los 80 para que sirvieran de base al diseño de la política exterior de los Estados Unidos son muy enfáticos en cuanto a la guerra cultural contra el campo socialista. En el programa de Santa Fe II se proclamaba: «La USIA es nuestra agencia para llevar a cabo la guerra cultural»,[vi] mientras que en el de Santa Fe IV se concluía: «Lo más importante es la destrucción cultural, según prescribe Antonio Gramsci. Al cambiar la cultura, el cambio político y económico está virtualmente asegurado«.[vii]
Recientemente se dio a conocer un documento de extraordinaria importancia para comprender las estrategias actuales del gobierno de los Estados Unidos en el campo de la guerra cultural. Se trata del Libro Blanco del comando de operaciones especiales del Ejército de Estados Unidos de marzo de 2015 bajo el título: Apoyo de las Fuerzas de Operaciones Especiales a la Guerra Política.[viii]
Lo que plantea en esencia este Libro Blanco es que los Estados Unidos deben retomar la idea de George F. Kennan -antiguo experto estadounidense en el tema soviético y arquitecto de la política de «contención frente al comunismo» en el Departamento de Estado-, acerca de la necesidad de superar la limitante del concepto que establece una diferencia básica entre guerra y paz, en un escenario internacional donde existe un «perpetuo ritmo de lucha dentro y fuera de la guerra». Es decir, que la guerra es permanente, aunque adopta múltiples facetas y no puede limitarse al uso de los tradicionales recursos militares. De hecho, el documento expresa que existen modos de hacer la guerra mucho más efectivos. Que se puede hacer la guerra sin haberla declarado, e incluso hacer la guerra al tiempo que se declara la paz.
«La guerra política es una estrategia apropiada para lograr los objetivos nacionales estadounidenses mediante la reducción de la visibilidad en el ambiente geopolítico internacional y sin comprometer una gran cantidad de fuerzas militares», destaca el documento desde sus primeras páginas. «El objetivo final de la Guerra Política -continúa más adelante- es ganar la «Guerra de Ideas, que no está asociada con las hostilidades». La Guerra Política requiere de la cooperación de los servicios armados, diplomacia agresiva, guerra económica y las agencias subversivas en el terreno, en la promoción de tales políticas, medidas o acciones necesarias para irrumpir o fabricar moral».[ix]
En otro de sus análisis, este Libro Blanco sostiene que con el fin de la Guerra Fría Estados Unidos abandonó el hábito de realizar la Guerra Política y que «ya ha llegado el momento de que la Guerra Política recupere su posición predominante en la ejecución y la política de seguridad nacional estadounidense«.
Este Libro Blanco es solo uno entre muchos estudios y recomendaciones de doctrinas y estrategias militares elaboradas en Washington, que cada día asignan un rol más protagónico a los componentes culturales e ideológicos en sus estrategias hegemónicas.
La guerra cultural contra Cuba
La guerra cultural contra Cuba no comenzó el 17 de diciembre de 2014, aunque es obvio que a partir de esa fecha se ha intensificado. Desde el propio triunfo revolucionario en 1959 Cuba ha enfrentado tanto los impactos de la oleada colonizadora de la industria hegemónica global -lo que Frei Betto denomina globocolonización- como proyectos específicos de guerra cultural diseñados, financiados e implementados por el imperialismo estadounidense, sus agencias y aliados internacionales, con el objetivo de subvertir el socialismo cubano.
Al respecto señaló Ricardo Alarcón:
«La agresión cultural contra Cuba empezó en 1959 y no terminó con el fin de la «guerra fría». No solo existe todavía sino que no cesa de aumentar. Conserva una dimensión encubierta, clandestina, dirigida por la CIA, pero, además, desde comienzos de la última década del pasado siglo tiene otra dimensión pública, descaradamente abierta. El caso cubano es, por estas razones, absolutamente único, excepcional.
Lo es también porque lo que se nos hace en el terreno cultural ha sido siempre parte integrante de un esquema agresivo más amplio, que ha incluido una cruel y permanente guerra económica, y la agresión militar, el terrorismo y otros actos criminales, cuyo propósito, explícitamente detallado en una infame ley yanqui, es poner fin a nuestra independencia«.[x]
Un componente fundamental de la guerra cultural de los distintos gobiernos de los Estados Unidos contra la Revolución Cubana, ha sido la guerra psicológica y mediática. El libro Psywar on Cuba. The Declassified History of US Anti Castro Propaganda, de Jon Eliston, publicado en 1999,[xi] revela como Washington practicó contra Cuba durante décadas la agresión psicológica y propagandística y que ella incluía libros, periódicos, historietas, películas, panfletos y programas de radio y televisión.
Otro de los campos predilectos de la guerra cultural de los Estados Unidos contra Cuba, ha sido el de la historia. Se manipula y tergiversa nuestro pasado, se atacan sus bases más sensibles y simbólicas, precisamente porque se pretende barrer con el ejemplo de la Revolución Cubana desde su propia raíz. El actual presidente del Instituto de Historia de Cuba, René González Barrios ha investigado y disertado durante varios años sobre este tema. En su conferencia, El desmontaje de la Historia expone algunas de las líneas principales en las cuales se observa la intencionalidad del enemigo:
- Exaltación de la década del 50 y la figura de Fulgencio Batista.
- Idealización del pasado capitalista, sobre todo en las esferas económicas y culturales y contraposición con los éxitos alcanzados por la revolución en estas esferas.
- Reescritura de nuestras guerras de independencia y revaloración de la burguesía nacional que emergió con la neocolonia.
- Sobrevaloración de los artistas e intelectuales cubanos que marcharon al exilio tras el triunfo de la revolución.
- Satanización del proceso revolucionario, sus líderes, artistas, e intelectuales comprometidos con él.
- Creación de sitios en Internet diseñados para fomentar la nostalgia por el pasado.
- Promoción de actitudes desmovilizativas, apolíticas y desideologizadas, entre artistas e intelectuales, fundamentadas en la historia.
- Hacer ver la revolución como un proceso de privaciones, agonías y sufrimientos. Eliminar la alegría de la épica revolucionaria y sus triunfos.
- La organización de eventos internacionales para analizar la historia de Cuba desde la perspectiva imperial, así como la edición de obras de traidores o enemigos de la Revolución.[xii]
En Miami existe hoy un denominado Instituto de la Memoria Histórica Cubana contra el Totalitarismo» que se dedica a la producción de libros, ensayos y documentales, así como a la celebración de talleres y conferencias sobre el período de la Revolución Cubana en el poder. Y por supuesto, toda la «producción cultural» de este instituto está dirigida a la construcción de una historia de Cuba plagada de mentiras y tergiversaciones. La misma labor realiza la llamada Academia de la Historia de Cuba en el exilio ¿De dónde salen los fondos para tales instituciones? ¿Será solamente de fundaciones y organizaciones filantrópicas e independientes?
Es innegable que la administración Obama concentró sus mayores esfuerzos en ir convirtiendo la guerra cultural e ideológica contra Cuba, en el núcleo duro de la política hacia la Mayor de las Antillas e ir eliminando paulatinamente el enfoque de política anterior -considerado fallido- que buscaba el cambio de régimen fundamentalmente a través del colapso económico. No ha habido expresión más clara sobre esta intención, que las propias palabras del presidente estadounidense, dos días después del anuncio del 17 de diciembre de 2014: «Pero como va a cambiar la sociedad -se refiere a Cuba-, el país específicamente, su cultura específicamente, pudiera suceder rápido o pudiera suceder más lento de lo que me gustaría, pero va a suceder y pienso que este cambio de política va a promover eso».[xiii]
Quizás hacia ningún otro país como Cuba, Obama ha implementado con tanto esmero el llamado soft power-poder blando-, una de las caras de la doctrina del smart power -poder inteligente-, concepto manejado por Joseph Nye.[xiv] En el 2004, Nye explicaba el concepto de poder blando, de la siguiente manera:
«¿Qué es el poder blando? Es la habilidad de obtener lo que quieres a través de la atracción antes que a través de la coerción o de las recompensas. Surge del atractivo de la cultura de un país, de sus ideales políticos y de sus políticas. Cuando nuestras políticas son vistas como legítimas a ojos de los demás, nuestro poder blando se realza. América ha tenido durante mucho tiempo poder blando. Piense en el impacto de las Cuatro Libertades de Franklin Delano Roosevelt en Europa a finales de la II Guerra Mundial; en gente joven tras el Telón de Acero escuchando música americana y noticias de Radio Europa Libre; en los estudiantes chinos simbolizando sus protestas en la plaza de Tiananmen con una réplica de la Estatua de la Libertad; en los recientemente liberados afganos pidiendo en 2001 una copia de la Carta de Derechos; en los jóvenes iraníes de hoy viendo subrepticiamente videos americanos prohibidos y programas de la televisión por satélite en la intimidad de sus casas. Todos estos son ejemplos de poder blando. Cuando puedes conseguir que otros admiren tus ideales y que quieran lo que tú quieres, no tienes que gastar mucho en palos y zanahorias para moverlos en tu dirección».[xv]
Hace unos meses las organizaciones juveniles de la Isla hicieron la denuncia de un nuevo plan subversivo cuya diana fundamental era la juventud cubana. En una clara actitud injerencista e irrespetuosa hacia la institucionalidad cubana -que no se corresponde con el nuevo contexto de las relaciones-, de manera encubierta la organización Word Lerning desarrolló entre el 2015 y el 2016 un plan de becas de verano para adolescentes y jóvenes cubanos, contando con el apoyo de la USAID, el Departamento de Estado de los Estados Unidos y las embajadas de Washington en La Habana y Panamá.
Casi paralelamente a esta denuncia, en el sitio Along Malecón, del periodista Tracey Eaton, se revelaron los fondos destinados por la NED para la subversión en Cuba en el año 2015. Es conocido el largo historial injerencista y subversivo de la NED desde su creación en 1983 durante el gobierno de Ronald Reagan. Hasta la actualidad la NED ha dependido del respaldo y financiamiento del gobierno de los Estados Unidos a través del Congreso. The New York Times, en artículo publicado por John M. Broder el 31 de marzo de 1997, la definió de este modo:
«La National Endowment for Democracy, fue creada hace 15 años para llevar a cabo públicamente lo que hizo subrepticiamente la Agencia Central de Inteligencia durante décadas, gasta 30 millones de dólares al año para apoyar partidos políticos, sindicatos, movimientos disidentes y medios noticiosos en docenas de países…».[xvi]
Cuando se analizan el destino de la mayor parte del dinero de la NED para la subversión en Cuba en el 2015, es evidente que la guerra cultural del gobierno de los Estados Unidos contra la Revolución Cubana, se ha ampliado y adoptado métodos mucho más sutiles. La mayores sumas de dinero están dirigidas hacia el área de la comunicación, en especial esos «medios de comunicación» que se encargan de construir la mentira, de sembrar determinadas matrices de opinión contra el sistema socialista cubano por medio de campañas mediáticas, que tergiversan la historia, exacerban los valores del capitalismo y practican una continua guerra psicológica contra el pueblo cubano. Este campo recibió un beneficio de 2 098 312 dólares. Diario de Cuba encabeza la lista de los medios contrarrevolucionarios que recibieron las partidas más jugosas, 283 869 dólares, seguido por Cubanet con 224 562.[xvii] Es interesante este dato, pues precisamente como advirtiera en uno de sus textos Julio García Luis: la comunicación social fue «el punto neurálgico más débil por donde se abrió paso la estrategia de desmontaje político y moral de la sociedad soviética…».[xviii]
Pero, al mismo tiempo, pudiéramos preguntarnos: ¿qué son Radio y Tv Martí, sino estructuras creadas para la guerra cultural en su sentido más amplio contra el proyecto revolucionario cubano?
Tampoco puede olvidarse la manipulación política y subversiva de la emigración cubana hacia los Estados Unidos durante décadas, con la pérfida intención de mostrar ante los ojos de los cubanos y la opinión pública internacional, el supuesto fracaso del modelo cubano y el éxito de los emigrados cubanos en los Estados Unidos.
Existe una gran diferencia entre la diplomacia pública que desarrollan muchos países en la arena internacional y las acciones que lleva adelante el gobierno de los Estados Unidos contra Cuba para provocar el «cambio de régimen». Detrás de este vocablo «inofensivo», se esconde toda una maquinaria de difusión de valores políticos y culturales de los Estados Unidos, que para nada toma en consideración el respeto a la soberanía de las naciones. No se trata solo de influencia, sino de injerencia abierta y encubierta en los asuntos internos de otros estados, en violación flagrante de lo que establece el derecho internacional, en especial la carta de Naciones Unidas.
A la hora de valorar los retos que enfrentamos, en ocasiones se adoptan posiciones triunfalistas, desde una visión reduccionista de la cultura, entendida estrictamente como arte y literatura. Claro que entre Cuba y los Estados Unidos han existido influencias y confluencias culturales durante más de dos siglos, gracias a las cuales ambos pueblos nos hemos enriquecido espiritualmente, pero como señalara Aurelio Alonso:
«Las relaciones culturales, más allá de que juguemos pelota juntos, de bailar aquí y allá con orquestas parecidas, de disfrutar canciones de las dos orillas y de que se compartan o no los gustos culinarios, incluyen hábitos sociales adquiridos con arraigo, una cultura política y un estilo de vida, lo que siente y hace la comunidad y la familia, y en ese terreno estarán, en el fondo, los desafíos que comienzan a levantarse». [xix]
Ante tales desafíos no hay mejor antídoto que el patriotismo, la cubanía -no cubanidad castrada-, el antiimperialismo, el anticolonialismo y que, junto al fomento de referentes culturales sólidos, logremos un sujeto crítico de profunda formación humanista, capaz de discernir por sí mismo entre la avalancha de productos culturales con los que interactúa, dónde está lo realmente valioso, y dónde lo despreciable para nuestra condición humana. Ese sujeto crítico solo es posible forjarlo desde las edades más tempranas a través del entrenamiento en el debate y la confrontación de ideas, con la participación activa de la familia, la comunidad, la escuela, los medios de comunicación y las organizaciones políticas y de masas. Por supuesto, todas las acciones que desarrollamos en el campo cultural deben acompañarse de hechos y realizaciones concretas, de hacer las cosas bien en todas las esferas, y que los resultados de ese trabajo se manifiesten en la vida cotidiana de nuestro heroico pueblo. «El pueblo es la meta principal. En el pueblo hay que pensar primero que en nosotros mismos. Y esa es la única actitud que puede definirse como una actitud verdaderamente revolucionaria«, decía Fidel hace 55 años en sus históricas Palabras a los Intelectuales».[xx]
Notas
[i] Frances Stonor Saunders, La CIA y la Guerra Fría Cultural, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2003.
[ii] Ibídem, p.185.
[iii] Institución anticomunista organizada por el Imperio yanqui durante la Guerra Fría, fundada en Berlín en 1950, con sede en París y delegaciones en una treintena de naciones. En los años sesenta se fue desvelando que los Estados Unidos mantenían discretamente esta organización a través de instituciones como la CIA, la Fundación Farfield o la Fundación Ford. Es curioso advertir cómo algunos periodistas e intelectuales burgueses occidentales se fueron sorprendiendo, y aún escandalizando, a medida que se enteraban, demostrando la ingenuidad infantil en la que se mantenían, quizá adormecidos por el mito de la cultura y el de la libertad. Desde 1967 se sirvió del nombre Asociación Internacional por la Libertad de la Cultura, hasta su disolución formal en 1979.
[iv]Citado por René González Barrios, «El desmontaje de la historia y como enfrentarlo», en: Cubadebate», 5 de mayo de 2014.http://www.cubadebate.cu/especiales/2014/05/05/el-desmontaje-de-la-historia-y-como-enfrentarlo/#.WDYRqbmubIU
[v] Véase anexo 57 en: Elier Ramírez Cañedo y Esteban Morales Domínguez, De la confrontación a los intentos de normalización. La política de los Estados Unidos hacia Cuba, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 2014.
[vi] Véase en:http://www.desaparecidos.org/nuncamas/web/document/docstfe2_01.htm
[vii] Véase en:http://www.eumed.net/libros-gratis/2007a/256/51.htm
[viii]Véase en:https://dl.dropboxusercontent.com/u/6891151/Support%20to%20Political%20Warfare%20White%20Paper%20v2.3-RMT%20%2810MAR2015%29%20%20%20.pdf
[ix] Ibídem.
[x] Ricardo Alarcón, La inocencia perdida, prólogo al libro de Frances Stonor……, pp.1-2 .
[xi] Jon Ellinston, Psy war on Cuba. The declassified history of U.S. anti Castro propaganda, Ocean Press, Melbourne-New York, 1999.
[xii]René González Barrios, «El desmontaje de la historia y como enfrentarlo, en: Cubadebate», 5 de mayo de 2014,http://www.cubadebate.cu/especiales/2014/05/05/el-desmontaje-de-la-historia-y-como-enfrentarlo/#.WDYRqbmubIU
[xiii] Conferencia de prensa ofrecida por el Presidente Obama el 19 de diciembre de 2014. Consultado enwww.whitehouse.gov/the-press-office/ 2014/12/19/remarks-president-year-end-conference.
[xiv] Graduado en la Universidad de Princenton y doctor por Harvard, experto en relaciones internacionales. En varias de sus obras ha introducido y analizado el concepto Smart Power el cual ha tenido amplia repercusión en el discurso político estadounidense y la política exterior de ese país. En la actualidad es profesor de la Kennedy School of Government de la Universidad de Harvard.
[xv] Véase en: https://www.google.com/search?q=joseph+nye%2C+cap%C3%ADtulo+5%2C+prefacio+%2C+pdf&ie=utf-8&oe=utf-8&client=firefox-b
[xvi] Véase en: http://www.nytimes.com/1997/03/31/us/political-meddling-by-outsiders-not-new-for-us.html
[xvii] «Revelan proyectos financiados por la NED en el 2015 para la subversión en Cuba», Cubadebate, 29 de septiembre de 2016.
[xviii]Citado por Abel Prieto en: «Internet debe ayudar a hacer nuestra sociedad más dinámica, eficiente, participativa y justa», Cubadebate, 7 de junio de 2015,http://www.cubadebate.cu/opinion/2015/06/07/internet-debe-ayudar-a-hacer-nuestra-sociedad-mas-dinamica-eficiente-participativa-y-justa/#.WDYCQrmubIU
[xix] Aurelio Alonso, Reconstruyendo las relaciones: La Capilaridad Cultural, en: América Latina en Movimiento, 15 de marzo de 2016,http://www.alainet.org/es/articulo/176072
[xx]Discurso pronunciado por el Comandante en Jefe, Fidel Castro Ruz, el 30 de junio de 1961, véase en:http://www.cuba.cu/gobierno/discursos/1961/esp/f300661e.html